CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 32
LA
PURGA DE LA VOLUNTAD
Esclarecido maestro,
temo quizás que al ir seleccionando algunos textos tuyos más al compás de mi
interés y oración personal, haya descuidado un tanto cierta prolijidad
sistemática. Aunque en verdad no estaba prevista, pues esto se trata tan solo
de un diálogo que va fluyendo entre compañeros de camino y con deseo de
ilustrar un poco a quienes dan primeros pasos. Ya son muchos los entendidos que
han estudiado tu obra y la han presentado didácticamente. Aquí solo vamos
conversando mientras subimos al monte.
Pero a fin de poner
algunas claridades me permito este breve comentario. Hasta ahora hemos estado
siempre subiendo al monte de la Unión por el camino de la nada, nada y más
nada. ¿Hasta ahora? Bueno, adelanto que seguiremos igual. Y vamos describiendo
la acción purificadora de Dios sobre las potencias del alma. Recién terminamos
de considerar el camino que hará la memoria.
“…que
el alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que se espera
es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de otras cosas, más
capacidad hay y más habilidad para esperar lo que se espera y consiguientemente
más esperanza, y que cuantas más cosas se poseen, menos capacidad y habilidad
hay para esperar, y consiguientemente menos esperanza, y que, según esto,
cuanto más el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables que
no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para
esperar de él el lleno de su memoria.” (SMC L3, Cap. 15,1)
La desapropiación o
desasimiento o renuncia –o sea lenguaje pobre y desnudo de la Cruz- es la clave
constante. La memoria purgada acrecienta la virtud teologal de la esperanza.
Pero antes hablamos de la purgación del entendimiento que permite fundarnos en
pura fe. Obviamente trataremos de aquí en más de la purificación de la voluntad
para que sea vivo el amor.
“No
hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de
la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la
voluntad acerca de la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras
hechas en fe son vivas.” (SMC L3, Cap. 16,1)
"Ir siempre quitando
quereres y no sustentándolos”. Ya en los inicios del camino meditamos este
axioma. Si dura parece la purificación del entendimiento en oscura fe e
inquietante la desnudez de la memoria
para la esperanza… ¡cuán abrasador será el cauterio ardiente que se aplique
sobre la voluntad para el amor!
“La
fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual
es gobernado por la voluntad… purgar la voluntad de todas sus afecciones
desordenadas, de donde nacen los apetitos, afectos y operaciones desordenadas…
Estas
afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza, dolor y temor. De
manera que el alma no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de
Dios, ni tenga esperanza de otra cosa, ni se duela sino de lo que a esto
tocare, ni tema sino sólo a Dios.” (SMC L3, Cap. 16,2)
¡Vaya tarea por
delante! Poner orden en nuestras pasiones que no será desapasionarnos, aunque
así lo pareciese, sino ponerlas todas en Dios y bajo su mando.
Tremendo desafío Fray
Juan para mis contemporáneos. Hoy rige un masivo culto al emocionalismo. Desde
hace tiempo un marcado anti-intelectualismo reina y se sospecha de todo aquel
que piensa y piensa demasiado. Si se considera alguna inteligencia es sobre
todo la inteligencia emocional que en teoría nos conduce a vivir bien en la
práctica. La racionalidad se figura áspera y gélida como la muerte; entonces se
usa de ella como a cuenta gotas por su alta toxicidad. Y por supuesto se
propugna dar libre cauce a las pasiones. El ello freudiano es dios, lo
instintivo pulsional debe ser liberado, ¡muerte al super-yo esclavista de la norma,
de la razón, de la verdad y de la fe!
He pintado el
panorama con sarcasmo de caricatura aunque la realidad no pasta muy lejos.
Contracorriente será decirle al hombre de la posmodernidad –líquido en su
afectivismo incontrolado- que es necesario ordenarlo todo a Dios.
¿Qué el alma viva
solo para la honra y gloria de Dios? ¿Qué no viva para sí misma sino para Otro?
¿Y qué lo haga en gratuidad amando a Dios por sí mismo? ¿Pues qué rédito saca?¿Qué
ha sido creada por y para su Amor que la hará libre y plena?¿Qué no hallará
vida fuera de Dios quien es la Vida?
Me hubiera gustado
verte, hermano, como director espiritual en estos días. ¡Que te goces solo en
Dios! Pues el Apóstol nos exhortaba a alegrarnos siempre en el Señor. “Yo he
puesto en Ti toda mi alegría, Amado mío.” “Tus planes y proyectos, tu santa
voluntad son la dicha de mi corazón, Padre mío.” ¡Que lo esperes todo en Dios y
sobre todo lo esperes a Él mismo que viene para llevarte a su Casa! ¡Que todas
tus expectativas y tus búsquedas converjan en el Señor y se aquieten saciadas a
la sombra de su Alianza! ¡Y no tendrás mayor dolor que el Amor no sea amado,
que el Esposo no sea recibido, que el Dios pobre y humillado en Pesebre y Cruz
resulte ignorado y ofendido! ¡Y tu único temor será apartarte de sus senderos y
perder su amistad porque si perseveras ofuscadamente en vivir lejos de su
Presencia correrás el peligro de la muerte eterna! “Dame tu Espíritu, Señor,
que me pastoree y me conduzca en Cristo a pastos tiernos y aguas transparentes
pues quiero saciar el hambre y la sed de mi alma!
“…todo
el negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de sus
afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a ser
voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.” (SMC L3, Cap.
16,3)
¡Ley de oro! Ya la
hemos enunciado Fray Juan tantísimas veces: Unión con Dios es conformidad sin
reserva con la voluntad divina. Que el alma quiera todo lo que Dios quiere y no
quiera nada que Él no quiere. Obviamente esta Unión es un camino, un proceso
creciente y elevante hasta la cumbre, si el Señor lo concede, donde el alma sea
alcanzada por la pura transformación en Amor del matrimonio o desposorio
espiritual. “Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos”. “Cuando reparas
en algo, dejas de arrojarte al todo. Porque para venir del todo al todo has de
negarte del todo en todo.Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo
sin nada querer. Porque, si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios
tu tesoro.”
“Estas
cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten, cuanto la voluntad
está menos fuerte en Dios y más pendiente de criaturas.” (SMC L3, Cap. 16,4)
No dejemos de
insistirlo, como ya enseñaba San Agustín con su propia confesión de vida: hay
una forma de lanzarse a las criaturas bellas que Dios creó que las convierte en
ídolos por nuestra afección desordenada; a ellas las opaca con la sombra de
nuestro deforme pecado y a nosotros nos separa de Dios. Es habitual que hagamos
mal negocio: que intentemos adquirirnos las criaturas despreciando al Creador,
olvidando la Fuente sin la cual no tendríamos nada ni siquiera a nosotros
mismos. Reordenar las pasiones supondrá una tarea de integración de “todo lo
nuestro” en Dios y bajo Dios. Pues “lo nuestro” que no coincida con la voluntad
divina y sea incapaz de ser reorientado a ella, viene del pecado cuyo autor
principal es el Demonio. Y más nos vale entrar al cielo arrancándonos un ojo o
cortándonos una mano que irnos tuertos y mancos al Infierno. Más “lo nuestro”
que sintoniza con Dios bajo su Ley de Alianza o está en camino de converger, en
verdad es Suyo, un don que con nuestra cooperación va madurando en Gracia.
“De
estas afecciones nacen al alma todos los vicios e imperfecciones que tiene
cuando están desenfrenadas, y también todas sus virtudes cuando están ordenadas
y compuestas.
…están
tan aunadas y tan hermanadas entre sí estas cuatro pasiones del alma, que donde
actualmente va la una, las otras también van virtualmente.
…si la
voluntad se goza de alguna cosa, consiguientemente, a esa misma medida, la ha
de esperar, y virtualmente (va) allí incluido el dolor y temor acerca de ella;
y a la medida que de ella va quitando el gusto, va también perdiendo el temor y
dolor de ella y quitando la esperanza.” (SMC L3, Cap. 16,5)
Lo que gozo, lo que
espero, lo que sufro y lo que temo: he aquí cuatro grandes correntadas que
provienen de la Fuente y corren hacia el Mar. Sin embargo a campo traviesa de
la historia se van enturbiando si se miran a sí mismas y se entretienen en los
paisajes. Si se olvidan de la Fuente y del Mar que son uno, principio y fin de
todo lo creado, su derrotero no será otro que convertirse en aguas detenidas.
Se traicionan a sí mismas fundándose en sí mismas. Del estancamiento tarde o
temprano se iniciará el proceso de la evaporación.
“…dondequiera
que fuere una pasión de éstas, irá también toda el alma y la voluntad y las
demás potencias, y vivirán todas cautivas en la tal pasión, y las demás tres
pasiones en aquélla estarán vivas para afligir al alma con sus prisiones y no
la dejar volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión.” (SMC
L3, Cap. 16,6)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario