Escritos espirituales y florecillas de oración personal. Contemplaciones teologales tanto bíblicas como sobre la actualidad eclesial.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 38
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 38
LOS GOZOS POR BIENES MORALES, ¿CÓMO SE VALORAN?
“Por
bienes morales entendemos aquí las virtudes y los hábitos de ellas en cuanto
morales, y el ejercicio de cualquiera virtud, y el ejercicio de las obras de
misericordia, la guarda de la ley de Dios, y la política, y todo ejercicio de
buena índole e inclinación.” (SMC L3, Cap. 27,1)
“Por lo
que en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor; porque consigo traen
paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la razón, y operaciones acordadas;
que no puede el hombre humanamente en esta vida poseer cosa mejor.” (SMC L3,
Cap. 27,2)
“Porque
las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y estimadas, hablando
humanamente, bien se puede el hombre gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por
lo que en sí son.” (SMC L3, Cap. 27,3)
La vida virtuosa trae
paz y practicar el bien da alegría. Es lícito pues gozarse en poder llevar una
vida virtuosa según la Ley de Dios, guardando sus mandatos y preceptos con
fidelidad. Además como ya dijimos, vivir en gracia produce gozo en el alma.
Baste registrar cuán turbados, oscuros y divididos nos encontramos después de
haber caído en un pecado grave o mortal. Pues si la persona no está ya tan
acostumbrada a pecar gravemente y anestesiada en su conciencia moral, si lleva
vida virtuosa y cayendo en la tentación comete la infidelidad, seguramente
advierte pronto la rotura producida en su interior y el arrepentimiento
comienza a acicatearla. Amargo es el pecado y nos hunde en la oscuridad. Y el
Espíritu rápidamente nos impulsa a retornar a la Luz.
En este sentido pues
podemos gozarnos en el bien que produce la práctica de las virtudes por lo que
las virtudes son valiosas en sí mismas. Aunque también advertimos sería
vanidoso un gozo que termine en nosotros mismos, en disfrutar del placentero
estado de sosiego que provoca apartarnos del mal. Y Mucho menos detenernos en
el gozo de las consideraciones humanas positivas que nos dispensen por la vida
que llevamos. Pues faltaríamos a humildad si no reconociéramos que vivimos
virtuosamente porque no nos falta la Gracia de Dios, pues nuestros empeños sin
sus auxilios que tienen primacía, serían vanos. Pues nuestro fin sería acotado
al estado de bienestar de conciencia y no orientado a la Unión con Dios y a la
Vida Eterna.
“Sólo y
principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales
en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna. Y
así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus
buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no valen delante de
Dios nada las virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25,
1-13), que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las
cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole en
ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la
posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento ni
galardón del Esposo. Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas
obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin
otro respecto alguno.” (SMC L3, Cap. 27,4)
“Por amor de Dios”.
Fray Juan, ¡cuánto hace que no escucho esta expresión! Ciertamente la he oído
con frecuencia en mi juventud. “Vivir y obrar por amor de Dios.” Y me han dado
testimonio de ello. Recuerdo con cálida alegría a un anciano fraile franciscano
capuchino, hermano lego, que siempre respondía con estas palabras a cuanto le
sucediese. Y si uno se le acercaba y se condoliese de alguno de tantos males
que sufría, simplemente sonreía y afirmaba: “Por amor de Dios, hermano, por
amor de Dios”. Y si fuesen circunstancias alegres y beneficiosas para él, al
comentario elogioso de quien intentaba felicitarlo solo sonreía y claro decía:
“Por amor de Dios”. Vivía sin duda por amor de Dios.
Los gozos en los
bienes morales son sanos “por amor de Dios”. Porque uno debe gozarse
ciertamente de poder vivir de modo que se una a Dios por el amor esperando
algún día unirse a Él eternamente.
Pero quisiera meditar
brevemente sobre este “por” que expresa motivación y finalidad pero también
posibilidad de ejecución.
Pues por un lado,
“por amor de Dios” incluye un “desde” o punto de partida, afirma querer vivir
según su santa voluntad y que en nuestra motivación se haya agradarle solo a Él
y no separarnos de sus caminos. Al mismo
tiempo que “por amor de Dios” introduce un “hacia” o punto de llegada, es
decir, lo hago de esta forma porque voy hacia Él, busco unirme y permanecer en
Él que es mi fin último.
Por otro, este “por
amor de Dios” expresa la posibilidad de amar y de llevar una vida santa y
virtuosa. Pues confesaba el apóstol que el Amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo. ¡Y cuántas veces nos ha parecido
imposible amar a tal o cual hermano, por ejemplo! Y no seríamos capaces de amar
al enemigo, al adversario que nos lastima o al que nos traiciona sin amor de
Dios. Seguramente hemos orado y pedido la gracia de su amor en nosotros.
Después de haber sido abofeteados en una mejilla, ¿cómo ofrecer la otra sino
por la fuerza del amor de Dios? ¡Que ame Dios en nosotros y con nosotros! ¡Que
eleve nuestro frágil amor al Potente Amor Suyo!
La Caridad, que es el
nombre propio del Amor de Dios, es la reina de las virtudes. El canon o regla
de una vida moral es la Caridad que todo lo mide y aquilata. Quien ama cumple
la Ley entera según las Escrituras. Y Dios es Amor. Por tanto vivir en Caridad
es vivir en Unión con Él. La primera Caridad se dirige a Dios mismo: amar al
Dios que nos ama. Y por Él amar al prójimo y a todas las creaturas. “Por amor
de Dios”.
“Para
enderezar, pues, el gozo a Dios en los bienes morales ha de advertir el
cristiano que el valor de sus buenas obras, ayunos, limosnas, penitencias,
(oraciones), etcétera, que no se funda tanto en la cantidad y cualidad de
ellas, sino en el amor de Dios que él lleva en ellas.
Ni ha
de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor y los demás intereses que
suelen traer consigo los buenos ejercicios y obras, sino recoger el gozo a
Dios, deseando servirle con ellas y, purgándose y quedándose a oscuras de este
gozo, querer que sólo Dios sea el que se goce de ellas y guste de ellas en
escondido, sin ninguno otro respecto y jugo que honra y gloria de Dios.” (SMC
L3, Cap. 27,4)
POESÍA DEL ALMA UNIDA 29
Dejarlo todo atrás
Siempre
estoy aquí
Tú no
permites otro modo
Estoy siempre dejando todo atrás
Dejas que me traten injustamente
Que me quiten hasta la dignidad
Que saqueen mi tienda
Y quemen mis cultivos
Me reduzcan a pobreza
Me fuercen a exilarme
Intenten moler mis huesos
Buscando derrumbar mi alma
Que planeen mi final
Y que ansíen verme derrotado
Rostro en polvo de la muerte
Ignorado desecho de hombre
Dejarlo todo atrás
Siempre
estoy aquí
Tú no
permites otro modo
Estoy siempre dejando todo atrás
Pues no es suficiente
Que emprenda voluntariamente
El camino hacia delante
Confiando en tu llamado
Atraído por tu Espíritu
Aventurero de tus promesas
Explorador de tus senderos
Y buceador de tu Misterio
Sino que además concedes
Que el mal me ronde furioso
Poniendo obstáculos por doquier
Y trampas a cada paso
Dejarlo todo atrás
Siempre
estoy aquí
Tú no
permites otro modo
Estoy siempre dejando todo atrás
Es la forma que provees
Para que yo conozca al Resucitado
Gracias Padre mío por la Cruz
En la cual me sé al fin tan pero tan amado
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 37
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 37
LOS GOZOS POR BIENES SENSUALES, DAÑOS Y REMEDIOS
“Porque
guardando las puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta
la tranquilidad y pureza de ella.” (SMC L3, Cap. 23,3)
Mientras nos
enseñabas acerca de los bienes naturales, Fray Juan, deslizaste esta frase que
tan bien nos introduce en este apartado. Recuerdas así una clásica enseñanza de
la antigüedad cristiana en materia de espiritualidad. Los sentidos corporales
son como puertas y ventanas de la casa del alma. Y es prudente vigilar siempre
sobre estas aberturas qué ingresa y qué multiplicidad de estímulos interiores
desencadenarán estas impresiones. No se trata de cerrarse al mundo circundante
sino de discriminar con prudencia evangélica cuanto empapa los sentidos y da
lugar a procesos interiores.
“Por bienes sensuales entendemos aquí todo
aquello que en esta vida puede caer en el sentido de la vista, del oído, del
olfato, gusto y tacto, y de la fábrica interior del discurso imaginario, que
todo pertenece a los sentidos corporales, interiores y exteriores.” (SMC L3,
Cap. 24,1)
“Y es
aquí de notar que los sentidos pueden recibir gusto o deleite, o de parte del
espíritu, mediante alguna comunicación (que recibe de Dios interiormente, o de
parte de las cosas exteriores comunicadas a los sentidos. Y, según lo dicho, ni
por vía del espíritu ni por la del sentido puede conocer a Dios la parte
sensitiva; porque, no teniendo ella habilidad que llegue a tanto, recibe lo
espiritual sensitiva y sensualmente, y no más. De donde para la voluntad en
gozarse del gusto causado de alguna de estas aprehensiones sería vanidad.” (SMC
L3, Cap. 24,3)
La sensualidad en
cuanto referida a los sentidos no es de por sí mala o buena. Puede ser
impresionada por la realidad exterior e interiormente comenzar procesos que dependen
de factores diversos como por ejemplo la personalidad o características
psicológicas del individuo, en términos de espiritualidad, el natural o
naturaleza. Como también puede recibir el influjo de la Gracia, del Espíritu de
Dios como lamentablemente del Adversario y Padre de la Mentira.
Obviamente no todo lo
que se experimenta a nivel sensual es gozoso, puede ser muy sufrido o incluso
incierto. Pero aquí revisamos contigo, Fray Juan, el valor que hay que
adjudicarle a los gozos sensitivos. Tu posición y la de todo tu anclaje
filosófico y teológico no le da a la sensualidad mayor mérito sino su propia
participación en el proceso de conocimiento. No parece pues demasiado valioso,
sino inicial, lo que se percibe y comprende sensitivamente y ya que no puede
llegar a Dios de un modo relevante consideras que será vanidoso quedarse en
ella.
La antropología que
subyace a tus escritos es muy distinta a la de mis contemporáneos. A nivel
práctico la sensualidad ha sido elevada y reina. Las cosas valen en cuanto podamos
sentirlas y resulten sensualmente confortables. Pero tú ya habías previsto en
tu época esta mentalidad.
“Dije
con advertencia: que si parase el gozo en algo de lo dicho, sería vanidad,
porque cuando no para en eso, sino que, luego que siente la voluntad el gusto
de lo que oye, ve y trata, se levanta a gozar en Dios y le es motivo y fuerza
para eso, muy bueno es. Y entonces no sólo no se han de evitar las tales
mociones cuando causan esta devoción y oración, mas se pueden aprovechar de
ellas, y aun deben, para tan santo ejercicio; porque hay almas que se mueven
mucho en Dios por los objetos sensibles. Pero ha de haber mucho recato en esto,
mirando los efectos que de ahí sacan; porque muchas veces muchos espirituales
usan de las dichas recreaciones de sentidos con pretexto de oración y de darse
a Dios, y es de manera que más se puede llamar recreación que oración y darse
gusto a sí mismos más que a Dios; y la intención que tienen es para Dios, y el
efecto que sacan es para la recreación sensitiva, en que sacan más flaqueza de
imperfección que avivar la voluntad y entregarla a Dios.” (SMC L3, Cap. 24,4)
Tus tiempos se hallan
marcados por la búsqueda de la “devoción”, de un ejercicio piadoso y cálido de
la religiosidad que involucre a los afectos, una experiencia fervorosa. Y tú
consideras que es un bien cuando este recurso a lo sensible nos ayuda a más
buscar a Dios y nos impulsa a ser elevados a su Presencia. Pero también
consideras un mal quedarnos o detenernos en la sensualidad buscando más un
disfrute emotivo que una real entrega de la voluntad a Dios. Cuando estas
recreaciones sensitivas, que podrían ser como una palanca y trampolín para la
oración profunda, se absolutizan y de medio pasan a ser fin, tenemos un
problema. Se buscarán casi adictivamente estas consolaciones en este nivel, la
persona hará de la oración una búsqueda de experiencias confortables y no habrá
crecimiento en la vida espiritual ni en la entrega de sí misma a Dios.
Y cuanto percibiste
inicialmente, Fray Juan, en tu época – la llamada “devotio moderna”-, se ha
magnificado en nuestros días. Aquel movimiento planteaba una reforma de la
espiritualidad volviendo al corazón y al deseo en la tónica agustina, generando
unas prácticas religiosas simples y fervorosas, una “fe viva” que confrontara
con el frío racionalismo especulativo en el que había devenido el
escolasticismo. Hoy yo percibo que se ha incrementado esta corriente con sus
potencialidades y peligros. Me permito ejemplificar.
Por un lado, se han
desarrollado retiros o ejercicios espirituales “de impacto o de diseño” que
buscan que los participantes sean “movidos o movilizados”. A veces el uso de
algunas estrategias puede estar cerca de la manipulación afectiva. Pero aunque
se usen correctamente y con responsabilidad, la intención y el discernimiento
suele pasar por lo que se sintió. “¿Lloraron? ¿Alguien se quebrantó? ¿Sintieron
como un fuego en su cuerpo? ¿Se produjo algún fenómeno que les pareciese
extraordinario y novedoso?” En este estilo de retiros suele darse importancia a
los “testimonios” que habitualmente se exponen en lenguaje sensitivo y anímico.
No digo que estén
totalmente mal, de hecho se realizan en toda la Iglesia y en diversos
movimientos –hasta yo mismo he predicado este tipo de ejercitaciones aunque
siempre en el marco de un proyecto y proceso de maduración discipular, casi
como una escuela de espiritualidad-. De hecho el hombre de hoy llega tan
ignorante, anestesiado o cerrado a la experiencia religiosa que son necesarios
estos recursos. Pero aclaro que no es bueno quedarse en este nivel inicial.
Debe ser un trampolín o impulso para ir más allá. Advierto que muchas veces
después de este tipo de retiros no se cuida el proceso posterior o se
desarrolla una serie de instancias que quieren volver a poner en vigencia aquella
experiencia afectiva del pasado. Se produce así una suerte de adicción
emocionalista a experiencias consoladoras. Siempre hay que estar “arriba” y no
decaer. Ya no hay lugar para la crisis y cuando sobreviene se la resuelve
inyectando más “recreación sensitiva”. Pero sin permitir que las personas pasen
por la fragua del desierto y de la noche, acompañándolas en su maduración
tantas veces dolorosa. Sin dejarles que pasen una y otra vez por la Cruz, no
les estamos haciendo bien alguno sino deteniéndolas y no posibilitándoles
avanzar.
Por otro lado, el
auge de la corriente carismática en la catolicidad –el acercamiento al
evangelismo- también encuentra aquí su debilidad. Porque es innegable que su
gran potencia es ayudar a las personas a establecer una relación y trato
cercano con Dios. Más inclinada a lo espontáneo que a las formulaciones,
centrada en los procesos vitales concretos, la corriente carismática pone al
orante como “en un tú a Tú” frente al Señor. Insiste constantemente en la
animación y conducción del Espíritu Santo al que hay que aprender a abandonarse
confiándose a su acción. Claro que es central también el discernimiento del
paso del Espíritu. Pero justamente aquí se topa con su debilidad: la lectura de
la presencia del Espíritu Santo ha quedado fijada en la manifestación exterior
y sensitiva de algunos dones y carismas. Es infantil la excesiva valoración del
don de lenguas. Y a veces pertinaz el esfuerzo en buscar lo extraordinario que
se manifiesta corporal, sensitiva y anímicamente. Aunque siempre hay apertura a
reconocer que los dones y carismas del Espíritu son variados y sorprendentes y
que hay que discernirlos y aprender a ejercitarlos, un muro parece levantarse
delante impidiendo crecer más. La corriente carismática pone su vivacidad en
fenómenos y le cuesta tanto integrar el horizonte del silencio y de la quietud
contemplativa.
“El
espiritual, en cualquiera gusto que de parte del sentido se le ofreciere, (debe)
aprovecharse de él sólo para Dios, levantando a él el gozo del alma para que su
gozo sea útil y provechoso y perfecto, advirtiendo que todo gozo que no es en
negación y aniquilación de otro cualquiera gozo, aunque sea de cosa al parecer
muy levantada, es vano y sin provecho y estorba para la unión de la voluntad en
Dios.” (SMC L3, Cap. 24,7)
POESÍA DEL ALMA UNIDA 28
Quieto en Ti
El universo entero se rasga
La tierra se rompe
Y se abren los cielos
Tan firmemente anclado en Ti
Como un golpe preciso
Que todo conmueve
Tan contundente y seco
Como reverberante
Tan sujeto me tienes
Cuando yo te tengo
Eucaristía
Entre mis manos
Y me postro pequeño
Junto a Ti me has clavado
Quieto en Ti
Anclado en Ti
Sujeto y clavado a Ti
Ya no puedo dudarlo
Tú eres el más poderoso
En tu Amor
Entregado
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 36
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 36
LOS GOZOS POR BIENES NATURALES, DAÑOS Y REMEDIOS
“Por
bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia, donaire, complexión
corporal y todas las demás dotes corporales; y también en el alma, buen
entendimiento, discreción, con las demás cosas que pertenecen a la razón.
Por
ellos puede el hombre fácilmente distraerse del amor de Dios y caer en vanidad,
debe tener recato y vivir con cuidado. Que por su vana ostentación, no se
aparte un punto de Dios su corazón.” (SMC L3, Cap. 21,1)
Sabio maestro, San
Juan de la Cruz, te diré en primer lugar que en estos días casi miro con
agrado a las personas que hacen gala de
sí mismas. Te explico: no es masiva, más bien extraña, la experiencia de
personas que se hallen contentas consigo mismas. Por diversos motivos son
épocas de depresión, de fracaso y frustración. Si bien vivimos centrados en
nuestro yo personal como si fuésemos el centro del cosmos, por lo general se
trata de un egocentrismo sufrido y penoso. ¿Dónde hallar un varón o una mujer
que se tengan a sí mismos por una serena comprensión y aceptación de su propio
misterio? Claro que los hay, empero no abundan. Pastoralmente me resulta
novedoso hallar personas que hablen bien de sí mismas y de la vida que llevan.
Más bien me toca alentarlas, levantarles la autoestima, ayudarles a reconocer
los dones que Dios ha puesto en ellas y creer que son una obra de su Amor. ¡Y
es tan penetrante el ambiente de este siglo que invita a la chatura, al
descreimiento y a la derrota, impidiendo grandemente el crecimiento personal y
el deseo de superación! Es otra esclavitud, mental y anímica, la de estos días.
El reino de la superficialidad y del vacío de sentido se ha extendido por
doquier. Más bien es la falta de amor por sí mismos lo que impide a los humanos
encontrarse con el Amor divino. Vivimos en una era epidémica de
acomplejamientos. El hombre que se ha vanagloriado de matar a Dios ahora
percibe que sin Él todo es pura decadencia. El nihilismo va vaciando de humanos
la faz de la tierra.
Pero lo que tú
enseñas tiene valor imperecedero. Porque seguiremos encontrando quienes se
jacten desordenadamente de sí mismos. “Vanidad de vanidades y todo vanidad”,
siempre se podrá exclamar con el autor sapiencial. Se regodean en sí mismos y
se ensalzan y se exhiben para la admiración ostentando sus dotes y se entronizan
por encima de todos. Mas se han olvidado que todo cuanto tenemos lo hemos
recibido. Y en el culto de sí mismos se auto-divinizan falsamente como el Adán
terrestre, a costa de destronarte a ti, el Único Dios Verdadero. Aquí
ciertamente el exceso en la consideración de sí mismos les hace distraerse
narcisisticamente y olvidar tu Amor.
Desde ya nos
recomiendas cuidado y recato en el vivir como antídotos a la vana ostentación.
Pensándolo un poco
más –sin caer en simplismos generalizadores-, el mundo actual ha enfatizado
quizás algo permanente del mundo de antaño: suele la pequeña elite de los
encumbrados amarse a sí mismos en exceso y ponerse por encima, mientras la
masividad de los comunes suelen amarse en demérito y aceptar su posición de
inferiores. Obviamente es una caricatura, que no importa cuan encumbrado se
esté mundanamente: ¡vaya uno a saber si se está contento consigo mismo! Y por
debajo que te pongan, quien sabe quién es, vive libre y en paz.
Ya me urge rogar la
virtud inestimable de la humildad. Solo en humildad se hace posible y fecunda
una relación de Amor con Dios. Su Amor nos hace humildes, es decir: nos ayuda a
mirarnos en verdad, agradeciendo cuanto somos porque es don Suyo; al igual que
nuestra maduración, que no sin nuestra cooperación, depende del preeminente
auxilio de su Gracia. El Amor de Dios nos enseña a amarnos rectamente a
nosotros mismos, evitando la vanagloria y rescatándonos de todo
acomplejamiento.
“Los daños, pues, espirituales y corporales
que derecha y efectivamente se siguen al alma cuando pone el gozo en los bienes
naturales, se reducen a seis daños principales. El primero es vanagloria. El
segundo daño es que mueve el sentido a complacencia y deleite sensual y
lujuria. El tercer daño es hacer caer en adulación y alabanzas vanas. El cuarto
daño es general, porque se embota mucho la razón y el sentido del espíritu. El quinto daño, que es distracción de la mente
en criaturas. Sigue la tibieza y flojedad de espíritu, que es el sexto daño.” (SMC
L3, Cap. 22,2)
Los tres últimos
daños que describes son generales a todo gozo desordenado. Los tres primeros
más afines a este gozo impropio en los bienes naturales: vanagloria,
complacencia y deleite en sí mismo que lleva a la lujuria junto a una búsqueda
vanidosa de la adulación.
No hay mucho que
agregar. Será fácil reconocernos a nosotros mismos u a otros semejantes
caminando extraviados por estos derroteros.
“Apartar
su corazón de semejante gozo… dispone para el amor de Dios y las otras
virtudes, derechamente da lugar a la
humildad para sí mismo y (a) la caridad general para con los prójimos;
porque, no aficionándose a ninguno por los bienes naturales aparentes, que son
engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y
espiritualmente, como Dios quiere que sean amados.” (SMC L3, Cap. 23,1)
Humildad consigo
mismo y caridad con los demás. Que el Amor de Dios nos enseñe a mirarlo todo
como Él lo mira. Bajo su Luz de Verdad y Bondad se alumbra nuestra esperanza.
Podremos ser una obra maravillosa de su Amor. Solo debemos aprender a amar
correctamente como Dios quiere incluso que nos amemos a nosotros mismos. ¿Y
cómo podremos vivir el mandato de amar al prójimo como a uno mismo si nuestro
amor por nosotros mismos está desordenado y no es según Dios?
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 35
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 35
REMEDIOS PARA LOS GOZOS POR BIENES TEMPORALES
“Ha,
pues, el espiritual de mirar mucho que no se le comience a asir el corazón y el
gozo a las cosas temporales. Y nunca se fíe por ser pequeño el asimiento, si no
le corta luego, pensando que adelante lo hará; porque, si cuando es tan poco y
al principio, no tiene ánimo para acabarlo, cuando sea mucho y más arraigado,
¿cómo piensa y presume que podrá?” (SMC L3, Cap. 20,1)
Aunque seamos
repetitivos, queridísimo hermano: primero antes que nada practicar el
desasimiento. Frente al mínimo pegoteo: ¡cortar y cortar ya! Sin dubitaciones y
sin demoras. Si no cortas de cuajo el asimiento a los bienes temporales apenas
lo detectas, se aferran a tu carne y se adhieren como ventosas a tu alma. Si
postergas la desapropiación creyendo que controlas el proceso y tienes dominio
sobre él… ¡te engañas! Desde el principio y sin concesiones:¡cortar y cortar
ya!
“…libertar
perfectamente su corazón de todo gozo …el gozo anubla el juicio como niebla …la
negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro.” (SMC L3, Cap. 20,2)
El gozo que
experimentas en la conquista de bienes temporales es siempre peligroso. No porque
Dios no quiera que goces. Sino porque el fin que eliges no es el Fin Último.
Has de aceptar que los gozos por los bienes temporales son el primer escalón y
el menos valioso en el orden jerárquico de los bienes posibles. ¡No te
detengas! Es tu medicina la esperanza de bienes mayores. No los que tú consigas
sino los que Dios te da gratuitamente y sin merecimiento tuyo. El tiempo es
criatura que de ser idolátricamente absolutizada nos esclaviza. El camino del
tiempo es bueno solo en cuanto conduce a la Eternidad. También la temporalidad
debe ser purgada, es decir, ordenada hacia su propio fin.
¡Libera tu corazón!
Deja que Dios te sane de quedar aprisionado entre gozos efímeros que con los
días se disuelven en el pasado que no vuelve. ¡Oh Señor, te ruego y clamo por
mí y por mis hermanos: forma en todos tus hijos un corazón para la Gloria
Eterna!
“…en
tanto que ninguna tiene en el corazón, las tiene, como dice san Pablo (2 Cor.
6, 10), todas en gran libertad; esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad
asida, no tiene ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón;
por lo cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en las
criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas en su asido
y poseído corazón. Al desasido no le molestan cuidados, ni en oración ni fuera
de ella, y así, sin perder tiempo, con facilidad hace mucha hacienda
espiritual; pero a esotro todo se le suele ir en dar vueltas y revueltas sobre
el lazo a que está asido y apropiado su corazón, y con diligencia aun apenas se
puede libertar por poco tiempo de este lazo del pensamiento y gozo de lo que
está asido el corazón.” (SMC L3, Cap. 20,3)
Donde tengas tu
tesoro tendrás tu corazón, nos enseñaba el Señor Jesús. Y agregaba que
acumulemos tesoros en el Cielo donde la polilla no roe ni el ladrón irrumpiendo
por sorpresa nos arrebata cuanto acumulamos dejándonos más vacíos que al
comienzo. ¿Dónde tiene asidero tu corazón? Porque si tu lazo más fuerte es con
los bienes temporales debes preguntarte dos cosas: ¿cómo lograrás que dejen de
ser temporales ya que tu sed parece infinita? o ¿ya has aceptado que no existe
salvación ni rescate y que todo se diluye finalmente en la nada? Hazte estas
preguntas y busca tu paz.
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El Misterio salvífico de la Comunión y la Eucaristía Quisiera contemplar a Jesucristo, como ese Misterio escondido y revelado, [1] e...
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El Camino de la Salvación encuentra en la Virgen María el modelo más excelente. Ella, como nadie, ha sabido caminar detrás del Señ...