Escritos espirituales y florecillas de oración personal. Contemplaciones teologales tanto bíblicas como sobre la actualidad eclesial.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 33
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 33
EL GOZO
¿A qué llamamos
felicidad? ¿En qué nos gozamos? ¿Cuál es el origen y el destino de nuestras
alegrías? Querido Doctor Místico, hermano mío Fray Juan, abordaremos finalmente,
en la purgación de la voluntad para el amor de Unión, un tema tan central de la
existencia humana. Pues no conozco –a no ser por enfermedad anímica- quien
desee ser infeliz. Todos andamos corriendo por así decirlo detrás de nuestros
gozos. Hay alegrías empero tan resbaladizas y efímeras como otras fraudulentas
cual espejismo de oasis en el desierto. Casi me parece escuchar a Fray León que
en las Florecillas decía: “Dime, Hermano Francisco: ¿en qué consiste la verdadera
alegría?”.
“El
gozo no es otra cosa que un contentamiento de la voluntad con estimación de
alguna cosa que tiene por conveniente…
Esto es
cuanto al gozo activo, que es cuando el alma entiende distinta y claramente de
lo que se goza, y está en su mano gozarse y no gozarse. Porque hay otro gozo
pasivo, en que se puede hallar la voluntad gozando sin entender cosa clara y
distinta, y a veces entendiéndola, de qué sea el tal gozo, no estando en su
mano tenerle o no tenerle.” (SMC L3, Cap. 17,1)
Es verdad que nos
gozamos en aquello que nos parece conveniente y nos entristecemos por lo
contrario. Pero claro… ¿siempre lo que juzgamos conveniente lo es? No hace
falta supongo que repitamos que todo gozo debe estar ordenado al proyecto
salvífico de Dios. Venenosa alegría sería aquella que al procurarla y causarnos
deleite nos alejara de Dios y de su santa voluntad. Uno puede encontrar gozo en
el pecado, pues en muchas ocasiones se presenta como algo sabroso y nos
inclinamos seducidos a sus mortales delicias. Sin embargo por el mordisco de un
pequeño bocado de fugaz y huidiza dicha… ¡cuánta amargura sobrevendrá después!
Pero como dices, esto
vale en el terreno ascético para el gozo activo: aquel que buscamos o
intentamos producir según la consecusión de ciertos fines. Pero la vida en el
Espíritu es un camino colmado de gozo infuso. Esa alegría honda y desbordante,
exultante diría, fruto de lo que Dios obra y comunica. El contemplativo se
alegra profusamente en la Gracia que Dios le hace y se alegra por el Señor
mismo. Se alegra por la Unión y no espera mayor gozo que el desposorio con su
Amado.
Seguramente nos
seguiremos adentrando en el gozo infuso, siempre sorpresivo e incontrolable,
que el Espíritu Santo que procede de la comunión de Padre e Hijo, introduce en
el corazón de los enamorados que caminan y le buscan. Es excedente gozo de amor
sin duda. Pero a veces me pregunto: ¿cómo anunciarles a mis hermanos los
hombres que existen alegrías tan desbordantes que no parecen de este mundo,
quizás porque ya son primicias de la Gloria? Y los veo gastar sus vidas
ajetreados y obnubilados por alcanzar
unas pobres metas, unos insustanciales trofeos y unas baratijas deleznables. O
tal vez poniendo su esperanza ilusamente en lo que es bueno pero no está en sus
manos asegurar y no puede sino estar seguro en las manos del Padre Eterno y
según su misteriosa y sabia Providencia. ¿Dónde hallar la verdadera alegría,
esa alegría que no pasa y permanece para siempre?
“El
gozo puede nacer de seis géneros de cosas o bienes, conviene a saber:
temporales, naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y espirituales.
…que la
voluntad no se debe gozar sino sólo de aquello que es gloria y honra de Dios, y
que la mayor honra que le podemos dar es servirle según la perfección
evangélica; y lo que es fuera de esto es de ningún valor y provecho para el
hombre.” (SMC L3, Cap. 17,2)
Evidentemente aquí
nos trazas un camino y una escala ascendente cuya orientación certera es la
honra y gloria de Dios. El Señor nos conceda al analizar de aquí en más los
diversos gozos del alma una clara y firme intención de aspirar al gozo del
desposorio con Jesucristo, Amado y Señor. Pues la voluntad debe purificarse en
cuanto desea, apetece y quiere. Querer todo según Dios y quererle a El sobre
todo.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 32
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 32
LA
PURGA DE LA VOLUNTAD
Esclarecido maestro,
temo quizás que al ir seleccionando algunos textos tuyos más al compás de mi
interés y oración personal, haya descuidado un tanto cierta prolijidad
sistemática. Aunque en verdad no estaba prevista, pues esto se trata tan solo
de un diálogo que va fluyendo entre compañeros de camino y con deseo de
ilustrar un poco a quienes dan primeros pasos. Ya son muchos los entendidos que
han estudiado tu obra y la han presentado didácticamente. Aquí solo vamos
conversando mientras subimos al monte.
Pero a fin de poner
algunas claridades me permito este breve comentario. Hasta ahora hemos estado
siempre subiendo al monte de la Unión por el camino de la nada, nada y más
nada. ¿Hasta ahora? Bueno, adelanto que seguiremos igual. Y vamos describiendo
la acción purificadora de Dios sobre las potencias del alma. Recién terminamos
de considerar el camino que hará la memoria.
“…que
el alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que se espera
es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de otras cosas, más
capacidad hay y más habilidad para esperar lo que se espera y consiguientemente
más esperanza, y que cuantas más cosas se poseen, menos capacidad y habilidad
hay para esperar, y consiguientemente menos esperanza, y que, según esto,
cuanto más el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables que
no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para
esperar de él el lleno de su memoria.” (SMC L3, Cap. 15,1)
La desapropiación o
desasimiento o renuncia –o sea lenguaje pobre y desnudo de la Cruz- es la clave
constante. La memoria purgada acrecienta la virtud teologal de la esperanza.
Pero antes hablamos de la purgación del entendimiento que permite fundarnos en
pura fe. Obviamente trataremos de aquí en más de la purificación de la voluntad
para que sea vivo el amor.
“No
hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en la virtud de
la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purgásemos también la
voluntad acerca de la tercera virtud, que es la caridad, por la cual las obras
hechas en fe son vivas.” (SMC L3, Cap. 16,1)
"Ir siempre quitando
quereres y no sustentándolos”. Ya en los inicios del camino meditamos este
axioma. Si dura parece la purificación del entendimiento en oscura fe e
inquietante la desnudez de la memoria
para la esperanza… ¡cuán abrasador será el cauterio ardiente que se aplique
sobre la voluntad para el amor!
“La
fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y apetitos, todo lo cual
es gobernado por la voluntad… purgar la voluntad de todas sus afecciones
desordenadas, de donde nacen los apetitos, afectos y operaciones desordenadas…
Estas
afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza, dolor y temor. De
manera que el alma no se goce sino de lo que es puramente honra y gloria de
Dios, ni tenga esperanza de otra cosa, ni se duela sino de lo que a esto
tocare, ni tema sino sólo a Dios.” (SMC L3, Cap. 16,2)
¡Vaya tarea por
delante! Poner orden en nuestras pasiones que no será desapasionarnos, aunque
así lo pareciese, sino ponerlas todas en Dios y bajo su mando.
Tremendo desafío Fray
Juan para mis contemporáneos. Hoy rige un masivo culto al emocionalismo. Desde
hace tiempo un marcado anti-intelectualismo reina y se sospecha de todo aquel
que piensa y piensa demasiado. Si se considera alguna inteligencia es sobre
todo la inteligencia emocional que en teoría nos conduce a vivir bien en la
práctica. La racionalidad se figura áspera y gélida como la muerte; entonces se
usa de ella como a cuenta gotas por su alta toxicidad. Y por supuesto se
propugna dar libre cauce a las pasiones. El ello freudiano es dios, lo
instintivo pulsional debe ser liberado, ¡muerte al super-yo esclavista de la norma,
de la razón, de la verdad y de la fe!
He pintado el
panorama con sarcasmo de caricatura aunque la realidad no pasta muy lejos.
Contracorriente será decirle al hombre de la posmodernidad –líquido en su
afectivismo incontrolado- que es necesario ordenarlo todo a Dios.
¿Qué el alma viva
solo para la honra y gloria de Dios? ¿Qué no viva para sí misma sino para Otro?
¿Y qué lo haga en gratuidad amando a Dios por sí mismo? ¿Pues qué rédito saca?¿Qué
ha sido creada por y para su Amor que la hará libre y plena?¿Qué no hallará
vida fuera de Dios quien es la Vida?
Me hubiera gustado
verte, hermano, como director espiritual en estos días. ¡Que te goces solo en
Dios! Pues el Apóstol nos exhortaba a alegrarnos siempre en el Señor. “Yo he
puesto en Ti toda mi alegría, Amado mío.” “Tus planes y proyectos, tu santa
voluntad son la dicha de mi corazón, Padre mío.” ¡Que lo esperes todo en Dios y
sobre todo lo esperes a Él mismo que viene para llevarte a su Casa! ¡Que todas
tus expectativas y tus búsquedas converjan en el Señor y se aquieten saciadas a
la sombra de su Alianza! ¡Y no tendrás mayor dolor que el Amor no sea amado,
que el Esposo no sea recibido, que el Dios pobre y humillado en Pesebre y Cruz
resulte ignorado y ofendido! ¡Y tu único temor será apartarte de sus senderos y
perder su amistad porque si perseveras ofuscadamente en vivir lejos de su
Presencia correrás el peligro de la muerte eterna! “Dame tu Espíritu, Señor,
que me pastoree y me conduzca en Cristo a pastos tiernos y aguas transparentes
pues quiero saciar el hambre y la sed de mi alma!
“…todo
el negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de sus
afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a ser
voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.” (SMC L3, Cap.
16,3)
¡Ley de oro! Ya la
hemos enunciado Fray Juan tantísimas veces: Unión con Dios es conformidad sin
reserva con la voluntad divina. Que el alma quiera todo lo que Dios quiere y no
quiera nada que Él no quiere. Obviamente esta Unión es un camino, un proceso
creciente y elevante hasta la cumbre, si el Señor lo concede, donde el alma sea
alcanzada por la pura transformación en Amor del matrimonio o desposorio
espiritual. “Ir siempre quitando quereres y no sustentándolos”. “Cuando reparas
en algo, dejas de arrojarte al todo. Porque para venir del todo al todo has de
negarte del todo en todo.Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo
sin nada querer. Porque, si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios
tu tesoro.”
“Estas
cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten, cuanto la voluntad
está menos fuerte en Dios y más pendiente de criaturas.” (SMC L3, Cap. 16,4)
No dejemos de
insistirlo, como ya enseñaba San Agustín con su propia confesión de vida: hay
una forma de lanzarse a las criaturas bellas que Dios creó que las convierte en
ídolos por nuestra afección desordenada; a ellas las opaca con la sombra de
nuestro deforme pecado y a nosotros nos separa de Dios. Es habitual que hagamos
mal negocio: que intentemos adquirirnos las criaturas despreciando al Creador,
olvidando la Fuente sin la cual no tendríamos nada ni siquiera a nosotros
mismos. Reordenar las pasiones supondrá una tarea de integración de “todo lo
nuestro” en Dios y bajo Dios. Pues “lo nuestro” que no coincida con la voluntad
divina y sea incapaz de ser reorientado a ella, viene del pecado cuyo autor
principal es el Demonio. Y más nos vale entrar al cielo arrancándonos un ojo o
cortándonos una mano que irnos tuertos y mancos al Infierno. Más “lo nuestro”
que sintoniza con Dios bajo su Ley de Alianza o está en camino de converger, en
verdad es Suyo, un don que con nuestra cooperación va madurando en Gracia.
“De
estas afecciones nacen al alma todos los vicios e imperfecciones que tiene
cuando están desenfrenadas, y también todas sus virtudes cuando están ordenadas
y compuestas.
…están
tan aunadas y tan hermanadas entre sí estas cuatro pasiones del alma, que donde
actualmente va la una, las otras también van virtualmente.
…si la
voluntad se goza de alguna cosa, consiguientemente, a esa misma medida, la ha
de esperar, y virtualmente (va) allí incluido el dolor y temor acerca de ella;
y a la medida que de ella va quitando el gusto, va también perdiendo el temor y
dolor de ella y quitando la esperanza.” (SMC L3, Cap. 16,5)
Lo que gozo, lo que
espero, lo que sufro y lo que temo: he aquí cuatro grandes correntadas que
provienen de la Fuente y corren hacia el Mar. Sin embargo a campo traviesa de
la historia se van enturbiando si se miran a sí mismas y se entretienen en los
paisajes. Si se olvidan de la Fuente y del Mar que son uno, principio y fin de
todo lo creado, su derrotero no será otro que convertirse en aguas detenidas.
Se traicionan a sí mismas fundándose en sí mismas. Del estancamiento tarde o
temprano se iniciará el proceso de la evaporación.
“…dondequiera
que fuere una pasión de éstas, irá también toda el alma y la voluntad y las
demás potencias, y vivirán todas cautivas en la tal pasión, y las demás tres
pasiones en aquélla estarán vivas para afligir al alma con sus prisiones y no
la dejar volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y unión.” (SMC
L3, Cap. 16,6)
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 31
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 31
DEJARLE OBRAR A DIOS
“…cuidar
de buscar la desnudez y pobreza espiritual y sensitiva, que consiste en querer
de veras carecer de todo arrimo consolatorio y aprehensivo, así interior como
exterior.” (SMC L3, Cap. 13,1)
“…no
apagar el espíritu, porque apagarle ha si el alma se quisiese haber de otra
manera que Dios la lleva.” (SMC L3, Cap. 13,3)
Estimado hermano mío,
venimos insistiendo quizás hasta el hartazgo en algunos temas, pero bien
sabemos que es tenaz la resistencia y poca la docilidad del natural humano aún
sin purga y cuán a contracorriente resulta siempre el camino seguro de la Cruz.
La vía espiritual, que debe cuidar de mantenerse desnuda y pobre, debe
renunciar a los “arrimos consolatorios” e intentar andar siempre de continuo
“como Dios la lleve”. Una tal libertad interior, un despojo tan sublime y
santo, no puede ser sino consecuencia de un trato de amor crecido, de un haber
perdido todas las cosas en Dios y un estar sin reserva entre sus manos.
“…si el
alma entonces quiere obrar por fuerza, no ha de ser su obra más que natural,
porque de suyo no puede más; porque a la sobrenatural no se mueve ella ni se
puede mover, sino muévela Dios y pónela en ella. Y así, si entonces el alma
quiere obrar de fuerza, en cuanto en sí es, ha de impedir con su obra activa la
pasiva que Dios le está comunicando, que (es) el espíritu, porque se pone en su
propia obra, que es de otro género y más baja que la que Dios la comunica;
porque la de Dios es pasiva y sobrenatural y la del alma, activa y natural. Y
esto sería apagar el espíritu.” (SMC L3, Cap. 13,3)
Nos lo explicas
simple y magistralmente. Pero bien sabemos que rápidamente se levantan
objeciones porque nos cuesta increíblemente –desorden del pecado por medio,
claro…- aceptar que Dios es más grande y sabio que nosotros. ¡Que no queremos
de ninguna forma soltar el timón del barco ni las riendas del carruaje! No se
trata en modo alguno de quietismo esta pasividad receptiva y amorosa sino de
consentimiento teologal. De un sano dejarle a Dios que haga en nosotros. En fe
enceguecida por su Misterio tan luminoso reconocer que no es contra nosotros
sino con nosotros y más allá de nuestra potencialidad natural, en su
sobrenatural influjo al que consentimos entregarnos, que hará aquella obra que
supera cuánto pudiésemos esperar. En esperanza alegre y serena, diría jubilosa,
pues las maravillas de su Amor nos serán reveladas al entregarnos dócilmente a
sus planes que sobrepasan todo entendimiento y voluntad. En amor ardiente a
impulsos de su Amor comunicado, que todo en nosotros consume sin aniquilar pues
aniquila purificando y transforma recreando, regenerando, reorientándonos hacia
el fin último de la Unión y de la Gloria.
Pero el natural aún
no purgado quiere intervenir, se entromete y estorba. Si tan solo aceptase
renunciar al predominio y dejarle la preeminencia a su Dios y Señor. ¡Déjale
trabajar en ti y hacer su obra! Y si no se lo permites al menos descubre que te
falla el amor, que te dejas vencer por la desconfianza y el temor, que aún eres
esclavo de tu soberbia. ¡Conviértete!
“…las
potencias del alma no pueden de suyo hacer reflexión y operación, sino sobre
alguna forma, figura e imagen; donde la diferencia que hay entre la operación activa
y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se está haciendo y está ya
hecho, que es como entre lo que se pretende conseguir y alcanzar y entre lo que
está ya (conseguido y) alcanzado.
…si el
alma quiere emplear activamente sus potencias en las tales aprehensiones
sobrenaturales (en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas pasivamente),
no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho
ni con sus acciones haría nada sino impedir a lo hecho. Y así las ha de dejar
habiéndose en ellas pasiva y negativamente; porque entonces Dios mueve al alma
a más que ella pudiera ni supiera.” (SMC L3, Cap. 13,4)
Pues aquí surge el
interrogante: ¿entonces yo que hago? La respuesta es tan simple como
desafiante: “¡Déjate amar por Dios!”. Permítele rescatarte y hacerte gracia.
Abandónate a su acción Sabia y Misericordiosa. Humilde y agradecida tu alma se
ponga a recibirlo en todo, a seguirlo en todo, a cooperar y secundarlo en todo.
Había claro divina
humildad y abajamiento encarnatorio en el Señor Jesús que lava los pies a sus
discípulos. ¿Y no nos vemos a nosotros reflejados en San Pedro? ¡Cuánto nos
cuesta dejar que Dios nos lave los pies! “Si yo no te lavo no podrás compartir
mi suerte.”
En cambio la Virgen
Madre, María, se muestra tan gozosa porque el Todopoderoso ha hecho en su
pequeñez grandes cosas. La “llena de gracia”, siempre dócil y disponible al
Espíritu, se ha dejado elegir, llamar, nombrar, consagrar, enviar, destinar…
¡Toda entera y sin reservas se ha dejado amar por el Amor!
¿Qué es lo único
crucial que debemos en este punto del camino interior poner por obra?
“…sólo
advertir en tener el amor de Dios que interiormente le causan al alma. Y de
esta manera han de hacer caso de los sentimientos no de sabor, o suavidad, o
figuras, sino de los sentimientos de amor que le causan. Y para sólo este
efecto bien podrá algunas veces acordarse de aquella imagen y aprehensión que
le causó el amor, para poner el espíritu en motivo de amor.” (SMC L3, Cap.
13,6)
Para ir donde no
sabes ni puedes por ti mismo, hacia la Unión y Gloria, debes liberarte de todo
arrimo y dejar que solo Él se arrime; pobre y desnuda el alma entregarse al
Amor que la ama, abandonarse en su Amor y que la lleve.
DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 30
CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 30
LA
SOBERBIA ESPIRITUAL
“…cuanto
el alma más presa hace en alguna aprehensión natural o sobrenatural distinta y
clara, menos capacidad y disposición tiene en sí para entrar en el abismo de la
fe… de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el alma para ir a Dios.” (SMC L3,
Cap. 7,2)
Mi padre y hermano,
Fray Juan, no creo necesario ya insistir sobre este principio que tanto hemos
propuesto previamente de diversas formas. Continuemos…
“Lo que
le conviene al espiritual para no caer en este daño de engañarse en su juicio
es no querer aplicar su juicio para saber qué sea lo que en sí tiene y siente,
o qué será tal o tal visión, noticias o sentimiento, ni tenga gana de saberlo,
ni haga caso, sino sólo para decirlo al padre espiritual, para que le enseñe a
vaciar la memoria de aquellas aprehensiones. Pues todo cuanto ellas son en sí,
no le pueden ayudar al amor de Dios tanto cuanto el menor acto de fe viva y
esperanza que se hace en vacío y renunciación de todo.” (SMC L3, Cap. 8,5)
¡Cuánta verdad y
cuánta resistencia! Quien hace experiencia espiritual que se desinterese, y que
con humilde docilidad la ponga en manos de quien le acompaña, para que le
enseñe y ayude a vaciarse. Que aprenda a quedarse en vida teologal marcada por
el renunciamiento a todo por Dios. Repito: ¡cuánta sabiduría en tu consejo y
qué difícil lograr que lo acepten!
“…se
suele quedar cierta satisfacción oculta en el espíritu y estimación de aquello
y de sí, de que, sin sentirlo, les hace harta soberbia espiritual.” (SMC L3,
Cap. 9,1)
Aquí la clave: cuando
no estás desasido la tentación te encuentra en el flanco abierto, y en lo que
gustas y a lo que te aficionas -que no es Dios sino efectos de su Presencia y
paso-, te retiene y te esclaviza; te vuelve sobre ti mismo para que te
engrandezcas por cuánto has recibido gratuitamente y no mereces. Espíritu de
apropiación es siempre mal espíritu. ¿Acaso no fue soberbia y vanagloria la
caída? “Si lo comen serán como dioses.”
Este giro sobre sí
mismos regodeándose por la satisfacción espiritual que han experimentado –que hemos
llamado “golosina de espíritu”-, puede derivar en comparaciones competitivas y
envidia como en vanidosa vanagloria.
“…la
pena que les da cuando piensan o les dicen que otros tienen aquellas cosas o
mejores… secreta estimación y soberbia… algunos
llegan a ser tan soberbios, que son peores que el demonio.” (SMC L3, Cap. 9,2)
“…que como
ellos ven en sí algunas aprehensiones y sentimientos devotos y suaves de Dios,
a su parecer, ya se satisfacen de manera que piensan están muy cerca de Dios.” (SMC
L3, Cap. 9,2)
Volvemos a punto de
ciencia de amor en Cruz que ya debiera estar firme. ¿Dónde reside la virtud?
¡Bendita humildad parada como centinela y guarda de la casa del alma!
“…la
virtud no está en las aprehensiones y sentimientos de Dios, por subidos que sean…
es en mucha humildad y desprecio de sí y de todas sus cosas… no queriendo valer
nada en el corazón ajeno.” (SMC L3, Cap. 9,3)
“…todas
las visiones y revelaciones y sentimientos del cielo y cuanto más ellos
quisieren pensar, no valen tanto como el menor acto de humildad, la cual tiene
los efectos de la caridad, que no estima sus cosas ni las procura, ni piensa
mal sino de sí, y de sí ningún bien piensa, sino de los demás.” (SMC L3, Cap.
9,4)
Y por si aún no queda
claro.
“Porque
si el alma gusta de las tales aprehensiones, esle muy fácil al demonio hacerle
crecer los apetitos y afectos y caer en gula espiritual y otros daños...” (SMC
L3, Cap. 10,1)
Ya lo hemos tratado.
La trampa del demonio es que te quedes con “las cosas de Dios”, pero en el
fondo en oculto deleite de ti mismo y olvido de quien es la Fuente.
“…suele
él sugerir y poner gusto, sabor y deleite en el sentido acerca de las mismas
cosas de Dios, para que el alma, enmelada y encandilada en aquel sabor, se vaya
cegando con aquel gusto y poniendo los ojos más en el sabor que en el amor, a
lo menos ya no tanto en el amor, y que haga más caso de la aprehensión que de
la desnudez y vacío que hay en la fe y esperanza y amor de Dios.” (SMC L3, Cap.
10,2)
“…necesario
le es al alma quedarse desnuda y olvidada de formas y noticias distintas de
cosas sobrenaturales para no impedir la unión, según la memoria, en esperanza
perfecta con Dios.” (SMC L3, Cap.11,2)
Querido maestro te he
dejado esta ocasión hablar más a ti. Lo has hecho simple y contundente. ¡Cuánto
bien nos haces! Cerremos con preciosos consejos:
“…todo
lo que el alma pone en la criatura quita de Dios.” (SMC L3, Cap. 12,1)
“…cuanto
más uno pusiese los ojos en los criados del rey y más reparase en ellos, menos
caso hacía del rey y en tanto menos le estimaba.” (SMC L3, Cap. 12,2)
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