Yo
quiero estar así. Porque si estoy maduro para el Reino estoy maduro en el amor,
es decir, desposado a mi Señor, en concordia con todo lo creado. Mientras tanto
gimo y sufro el desamor que me hiere: volver a volcarme en mí y no acabar de
volcarme en Él. ¡Ay Jesús, dame ya un corazón como el tuyo que lata al unísono
con el corazón del Padre! ¡Que deje de hacer la guerra a mis hermanos! ¡Que
todos mis deseos me conduzcan a Ti! Madúrame, Señor Amado, haciendo pasar mi
corazón y mi vida por entero por aquella fuente que hace crecer en el amor: tu
Cruz. Ya no soporto más hacer el mal que no quiero, ¡extírpalo de mi corazón
con todas sus raíces!
Quiero ir día a
día, en los pequeños gestos, en las diminutas situaciones, creciendo en el
amor. ¡Dame amor tuyo para dar! ¡Dame amor tuyo sin medida que no me permita
volver atrás en este doloroso y dulce parto de madurar para el Reino! ¡Dame tu
amor que madura, oh fiel Esposo, el corazón y la vida!
Gracias!
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar