"Apotegmas contemplativos" (2021)
Decepcionado en sus
expectativas uno le interpeló:
-Abba Desierto, tú no tienes
nada.
Sonriendo le dijo:
-Te equivocas, tú mismo lo
dices. Yo tengo nada.
Nada, nada,
nada… Quien viene al Desierto debiera recitarlo como un mantra. Pues cada
pertenencia suya, material o espiritual, es un costado abierto para que le
muerda e inocule su veneno la tentación. Cada pertenencia suya es un punto de
interés donde se aleja de su Dios y comienza a erigirse un ídolo. Nada, nada,
nada… Orar así debe el contemplador hasta que cuaje en Vida Nueva. Todo, todo,
todo…
El Desierto te
ofrecerá purificación. No tiene más que darte sino desapego y renuncia. El
desasimiento es la tarea propia de quien mora en el Desierto. Muchos orantes
nunca avanzan porque se resisten a esta ley vital e ineludible. Quieren buscar
algo para sí –como si derecho tuviesen-
en vez de afirmar: “Soy pobre. Padre, pero cuanto tengo te lo doy porque
es tuyo; venido de Ti vuelva a Ti.”. Y si algo se le dona diga simplemente con
asombro verdadero: “¿Acaso hay algo para mí que nada merezco?”
La
desapropiación interior será larga tarea de maduración. En el hábito de la
oración ¡será tan urgente deslindarse de los gustos! Algunos se viven
regodeando en sus experiencias espirituales. No pueden ir más allá de su
narcicismo y por si fuera poco acostumbran también exhibir impúdicamente sus
tratos con Dios bajo apariencia de testimonio. Más les valdría aceptar y llorar
su pecado: pretenden ser admirados y aplaudidos, nada más.
Nada, nada,
nada… En cambio tú desprecia cuanto de gusto te traiga tu encuentro con Dios.
Es solo la cáscara y el envoltorio que tu naturaleza frágil aún necesita. Sólo
una cosa importa: la obra del Señor en ti. Lo que percibes es lo que
interpretas; es provisorio y pasa. Lo que no ves aún en la profundidad
escondida es lo que Él hace; y lo que Él hace permanece y te transforma.
La
purificación del alma se hará por la vida de penitencia, la cual
intencionalmente se practica pero sobre todo la Providencia sabia acerca. El
Padre que nos ama trae misteriosamente siempre en crecientes oleadas Cruz,
Cruz, Cruz…
El
contemplativo experimentará aquel oculto cauterio en purificación de Amor que
prepara a la Unión. Dios trabaja, hiere y excava en Amor. ¡Oh santo sepulcro de
Cristo donde habremos de ser metidos!
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