"Apotegmas contemplativos" (2021)
Se le acercó otro exultante y
entusiasmado:
-Abba Desierto, aquí puedo
caminar por donde sea.
Sin embargo sentenció:
-Deambularás dentro de mí pero
nunca te alejarás de mí.
Mas solo cuando te quedes
quieto, el Camino irá hacia a ti.
El Desierto no es un fin sino un medio. No hemos sido
llamados a quedarnos en el Desierto sino a “pasar” por él. Pero sus grandes
enseñanzas son la quietud y el desapego. Habrá que detenerse para caminar.
Algunos espirituales –a medio purgar- no pueden vencer nunca
esa persistente tentación de tener las cosas en sus manos. Y pueden entonces
sucumbir al engaño. Es verdad que son hábiles moradores del Desierto y hasta llegan a parecerles a otros “expertos”
y “maestros”. Pero mientras haya alguna reserva en la propia mano, la tentación
tendrá su fuerza. Bajo el engaño hábil y seductor del Malo –quien se disfraza
de ángel de luz- se esconde la verdad: aquerenciados al Desierto vuelven a
hacerse dueños; es que creen ya saber moverse por sí mismos aquí. Esta “aptitud”
es su vanagloria. De nuevo la adaptación pecaminosa de la apropiación. El viejo
vicio de Adán se restaura con formas piadosas, una religiosidad que sigue
centrada en el propio protagonismo. No deja de ser, en expresión de San
Francisco de Asís, “el vómito de la voluntad propia”. Y tras de ello el peligroso
inicio del camino hacia la acedia.
Porque los
demonios cuando no pueden vencernos en el Desierto nos quieren dejar atrapados
con ellos en él. Así aquellos espirituales, perdiendo la pobreza de corazón, obturan
el crecimiento mientras tienen ilusión de andar. Creen ser “expertos” del
Desierto pero apenas saben cómo llegar y sobrevivir; aún no han aceptado morir
y no han aprendido pues cómo salir. Están atrapados sin saberlo.
En cambio, quienes se hacen libres para padecer el
Desierto, se detienen verdaderamente en él, se aquietan y desnudan. Renuncian
simplemente a toda primacía. Se dejan vencer por la voz misteriosa que habla en
árido silencio. Aquí se ha venido a terminar de morir. Ya no podemos seguir
cargando lo viejo que trajimos pegoteado en el alma a estas arenas
purificadoras. Y solo cuando el Desierto logre que nos quedemos quietos,
desnudos, totalmente entregados se revelará el camino hacia la Tierra
Prometida. Porque la sentencia evangélica manda: quien quiera venir en pos de mí que se renuncie a sí mismo…
La vida contemplativa es para la Unión. Y esta Alianza de
Amor verdadera sucede más allá de todas mis cosas. De hecho debo perder todas
las cosas para ingresar en el Santuario. Acallar pensamientos y sentimientos
tumultuosos; reconciliar la memoria, sanando heridas; converger toda la
voluntad y el deseo en Él. Todas nuestras potencias depuradas y abiertas para
el encuentro. Dios está delante. Todo lo que he creído ser quedará detrás,
estaba contaminado por mi presunción. Ahora pobre y desnudo, en una paz que se
parece a la indolencia, podré caminar porque sólo me mueve el Señor que está
por delante. Esta sabiduría he venido a aprender en el Desierto.
El contemplativo que ha sido educado en el Desierto ya no
mira atrás. Todo está por venir nuevo y definitivo. Dios está por delante.
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