Abba Desierto 5

 



"Apotegmas contemplativos" (2021)


Se le acercó otro exultante y entusiasmado:

-Abba Desierto, aquí puedo caminar por donde sea.

Sin embargo sentenció:

-Deambularás dentro de mí pero nunca te alejarás de mí.

Mas solo cuando te quedes quieto, el Camino irá hacia a ti.

 

            El Desierto no es un fin sino un medio. No hemos sido llamados a quedarnos en el Desierto sino a “pasar” por él. Pero sus grandes enseñanzas son la quietud y el desapego. Habrá que detenerse para caminar.

            Algunos espirituales –a medio purgar- no pueden vencer nunca esa persistente tentación de tener las cosas en sus manos. Y pueden entonces sucumbir al engaño. Es verdad que son hábiles moradores del Desierto y  hasta llegan a parecerles a otros “expertos” y “maestros”. Pero mientras haya alguna reserva en la propia mano, la tentación tendrá su fuerza. Bajo el engaño hábil y seductor del Malo –quien se disfraza de ángel de luz- se esconde la verdad: aquerenciados al Desierto vuelven a hacerse dueños; es que creen ya saber moverse por sí mismos aquí. Esta “aptitud” es su vanagloria. De nuevo la adaptación pecaminosa de la apropiación. El viejo vicio de Adán se restaura con formas piadosas, una religiosidad que sigue centrada en el propio protagonismo. No deja de ser, en expresión de San Francisco de Asís, “el vómito de la voluntad propia”. Y tras de ello el peligroso inicio del camino hacia la acedia.

Porque los demonios cuando no pueden vencernos en el Desierto nos quieren dejar atrapados con ellos en él. Así aquellos espirituales, perdiendo la pobreza de corazón, obturan el crecimiento mientras tienen ilusión de andar. Creen ser “expertos” del Desierto pero apenas saben cómo llegar y sobrevivir; aún no han aceptado morir y no han aprendido pues cómo salir. Están atrapados sin saberlo.

            En cambio, quienes se hacen libres para padecer el Desierto, se detienen verdaderamente en él, se aquietan y desnudan. Renuncian simplemente a toda primacía. Se dejan vencer por la voz misteriosa que habla en árido silencio. Aquí se ha venido a terminar de morir. Ya no podemos seguir cargando lo viejo que trajimos pegoteado en el alma a estas arenas purificadoras. Y solo cuando el Desierto logre que nos quedemos quietos, desnudos, totalmente entregados se revelará el camino hacia la Tierra Prometida. Porque la sentencia evangélica manda: quien quiera venir en pos de mí que se renuncie a sí mismo…

            La vida contemplativa es para la Unión. Y esta Alianza de Amor verdadera sucede más allá de todas mis cosas. De hecho debo perder todas las cosas para ingresar en el Santuario. Acallar pensamientos y sentimientos tumultuosos; reconciliar la memoria, sanando heridas; converger toda la voluntad y el deseo en Él. Todas nuestras potencias depuradas y abiertas para el encuentro. Dios está delante. Todo lo que he creído ser quedará detrás, estaba contaminado por mi presunción. Ahora pobre y desnudo, en una paz que se parece a la indolencia, podré caminar porque sólo me mueve el Señor que está por delante. Esta sabiduría he venido a aprender en el Desierto.

            El contemplativo que ha sido educado en el Desierto ya no mira atrás. Todo está por venir nuevo y definitivo. Dios está por delante.

 

 

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