Abba Agua 3

 



"Apotegmas contemplativos" (2021)


Uno había descubierto el estanque y permanecía a su orilla sin retirarse.

Abba Agua se le acercó y permaneció junto a él en silencio.

-Dime Abba: ¿cómo es posible?

El agua de este estanque esta quieta

y aun así límpida y transparente.

¿No debería volverse verduzca al estancarse?

-Es que tú aun no ves en lo profundo la doble boca de ingreso y de salida.

Una boca en cada ribera y un cauce escondido.

Por ellas corre el río subterráneo que atraviesa el estanque.

Renueva siempre su agua. Pasa removiendo. Se queda incrementando.

 

 

            El contemplativo aspira a ser como una fuente de agua serena y transparente. Así el peregrino al acercarse podrá verse reflejado en sus aguas y conocerse. Así podrá beber del Agua fresca y siempre nueva. Y el contemplativo fielmente podrá brindar el servicio de comunicar lo que recibe de la Fuente escondida que lo habita. Compartir el Agua Viva sin contaminaciones ni impurezas suyas.

            Para ello en la contemplación el Espíritu opera este doble movimiento. Porque en el estanque del corazón pueden caer las “basuras del mundo” y crecer “las apropiaciones idolátricas”. Entonces el Espíritu pasa removiendo, purificando, quitando del estanque pegoteos indebidos, el pecado de no fundarse enteramente en Dios. Así también se comunica para llenar el corazón como si por volumen y constancia a la vez saneara las aguas y extendiera las orillas. Se queda nutriendo al estanque y comunicando Vida.

            Pero al inicio de la vida de oración probablemente el estanque tenía obturadas las bocas de comunicación en lo profundo. El orante tuvo que sumergirse en las aguas estancadas y remover la basura acumulada que impedía la comunicación del río de la Gracia. No lo hizo claro sin la primacía de la acción del Señor a quien secundó y con quien colaboró, pero percibiendo más su propio trabajo que el de Él. Ahora en la experiencia contemplativa experimenta más claramente el trabajo de la Fuente escondida que lo purifica y alimenta. Aprende a permanecer y esperar, a dejarse habitar. Se hace siempre más receptivo, persevera en la apertura.

Las aguas estancadas y las aguas nuevas continuarán mezcladas. Un extenso tiempo será necesario para que se termine de sanear el estanque del alma. Pero la fidelidad de la Fuente escondida, la comunicación ininterrumpida de su Agua Viva, al final llevarán a buen término la obra. Sólo habrá que vigilar las bocas de acceso para que permanezcan abiertas en el interior. Habrá que dejar que el Espíritu de Dios pase y pase removiendo, purificando, llevándose lo que no debe quedar. Una incesante renuncia, un continuo desapego recorrerá como corriente de Gracia y se afincará en el alma.

A la vez habrá que dejar que Dios se establezca, que crezca su caudal llenándolo todo, que haga del estanque del alma enteramente su casa. Sólo Él. Todo en Él y nada sin Él. Que Él lo sea verdaderamente todo. Una corriente de Gracia cual la serenidad y quietud de quien ya está en comunión y ha elegido irrenunciablemente al Esposo.

El Amor siempre renueva, pasa removiendo y se queda incrementando.



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