"Apotegmas contemplativos" (2021)
Uno había descubierto el
estanque y permanecía a su orilla sin retirarse.
Abba Agua se le acercó y
permaneció junto a él en silencio.
-Dime Abba: ¿cómo es posible?
El agua de este estanque esta
quieta
y aun así límpida y
transparente.
¿No debería volverse verduzca
al estancarse?
-Es que tú aun no ves en lo
profundo la doble boca de ingreso y de salida.
Una boca en cada ribera y un
cauce escondido.
Por ellas corre el río
subterráneo que atraviesa el estanque.
Renueva siempre su agua. Pasa
removiendo. Se queda incrementando.
El contemplativo aspira a ser como una fuente de agua
serena y transparente. Así el peregrino al acercarse podrá verse reflejado en
sus aguas y conocerse. Así podrá beber del Agua fresca y siempre nueva. Y el
contemplativo fielmente podrá brindar el servicio de comunicar lo que recibe de
la Fuente escondida que lo habita. Compartir el Agua Viva sin contaminaciones
ni impurezas suyas.
Para ello en la contemplación el Espíritu opera este
doble movimiento. Porque en el estanque del corazón pueden caer las “basuras
del mundo” y crecer “las apropiaciones idolátricas”. Entonces el Espíritu pasa
removiendo, purificando, quitando del estanque pegoteos indebidos, el pecado de
no fundarse enteramente en Dios. Así también se comunica para llenar el corazón
como si por volumen y constancia a la vez saneara las aguas y extendiera las
orillas. Se queda nutriendo al estanque y comunicando Vida.
Pero al inicio de la vida de oración probablemente el
estanque tenía obturadas las bocas de comunicación en lo profundo. El orante
tuvo que sumergirse en las aguas estancadas y remover la basura acumulada que
impedía la comunicación del río de la Gracia. No lo hizo claro sin la primacía
de la acción del Señor a quien secundó y con quien colaboró, pero percibiendo
más su propio trabajo que el de Él. Ahora en la experiencia contemplativa
experimenta más claramente el trabajo de la Fuente escondida que lo purifica y
alimenta. Aprende a permanecer y esperar, a dejarse habitar. Se hace siempre
más receptivo, persevera en la apertura.
Las aguas
estancadas y las aguas nuevas continuarán mezcladas. Un extenso tiempo será
necesario para que se termine de sanear el estanque del alma. Pero la fidelidad
de la Fuente escondida, la comunicación ininterrumpida de su Agua Viva, al
final llevarán a buen término la obra. Sólo habrá que vigilar las bocas de
acceso para que permanezcan abiertas en el interior. Habrá que dejar que el
Espíritu de Dios pase y pase removiendo, purificando, llevándose lo que no debe
quedar. Una incesante renuncia, un continuo desapego recorrerá como corriente
de Gracia y se afincará en el alma.
A la vez habrá
que dejar que Dios se establezca, que crezca su caudal llenándolo todo, que
haga del estanque del alma enteramente su casa. Sólo Él. Todo en Él y nada sin
Él. Que Él lo sea verdaderamente todo. Una corriente de Gracia cual la
serenidad y quietud de quien ya está en comunión y ha elegido
irrenunciablemente al Esposo.
El Amor
siempre renueva, pasa removiendo y se queda incrementando.
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