"Apotegmas contemplativos" (2021)
Y otro más lo inquirió:
-Dime Abba Desierto, ¿cuándo
debo orar?
Y aterrorizado lo exhortó:
-Ya te urge comenzar y no debes
parar hasta que ya no preguntes cuándo.
De algunos
santos se ha dicho que no hacían oración, sino más bien, que toda su persona
era oración; eran una plegaria viva.
Quien viene al
Desierto no podrá permanecer si trae aquí una multitud de devociones, de
prácticas y de fórmulas piadosas. Pues en el Desierto impera el silencio. Si
vienes aquí con “tus oraciones” inevitablemente te pondrás en el centro y
querrás organizar todo según tu querer y costumbre o pedirás infantilmente que
otro te indique normativamente cuándo y cómo. Pero ahora estás en un lugar para
quienes ya son adultos en la fe. Sólo quienes están dispuestos o ya han sido
recogidos en quietud contemplativa podrán habitar el Desierto.
Porque en el
Desierto todo permanece siempre en la sequedad y la intemperie. Nada pasa. Sólo
hay desnudez. El Desierto expulsa a los que poseen o quieren adquirir algo que
no sea una santa vacuidad para la Unión.
El Desierto convertirá
a quien se acerque en un orante vivo si puede despojarlo de todo y
especialmente de su propia voluntad –en el sentido de sus quereres desordenados
o sin Dios-. Para llegar a ser una plegaría viva lo primero será ya no tener
nada bajo la propia mano, sino tenerlo todo en el Señor y sólo en Él tener
algo. Si algo hay que poseer será una disponibilidad abierta al encuentro, una
voluntad para la Unión. Solo el pobre y el desnudo harán oración aquí. En el
Desierto la plegaria brota simple y continua cuando ya no queda nada desde ti
–sin o contra Dios- y solo lo que se te da en el Padre sea por ti humilde y
filialmente recibido.
Quién pregunta
cuándo y cómo debe orar confiesa que aún piensa ser el sujeto central de la
historia y que debe decir alguna palabra suya en algún tiempo suyo. Pero quien
calla se ha puesto a escuchar la voz profunda que brota en el Desierto, el
Espíritu Santo; sólo Él es plegaria viva que habita el templo interior, o sea,
un corazón silencioso, desnudo y pobre, por tanto libre de toda atadura y de
toda pretensión de protagonismo.
Es un
contemplativo quien se ha reconciliado con la nada del Desierto. La
contemplación es simplemente expectante quietud desnuda, agradecido silencio
pobre y potente primacía del Espíritu.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario