CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 15
APRENDA EL ESPIRITUAL A ESTARSE QUIETO
Estimadísimo
compañero de viaje, es verdad y tú lo adviertes a modo de señal, que al
comenzar la quietud o recogimiento interior infuso, el alma no encuentra ya
gusto en meditar e imaginar como antes, todo lo contrario le produce turbación
un tal esfuerzo. En cambio halla paz en sosegarse y en recogerse bajo la
llegada de la misteriosa llamada enlazante.
“El alma gusta de estarse a solas con atención amorosa a
Dios, sin particular consideración, en paz interior y quietud y descanso y sin
actos y ejercicios de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad sino sólo con la atención y noticia general
amorosa.” (SMC L2, Cap. 13,4)
Debemos pues insistir
a los orantes que no intenten tomar el control cuando las riendas ya están en
manos de Dios. O mejor dicho, cuando Dios con atracción y delicada paciencia
nos ha acostumbrado a dejar que sus manos se posen en las nuestras, y así la
conducción resulte de una colaboración mutua, donde le hemos dejado claramente
a Él la primacía.
En los tiempos de la
“noticia general amorosa” es pues crucial la decisión que tomemos. Podemos
abandonarnos a esa misteriosa llamada enlazante, dejarnos entonces llevar hacia
lo nuevo que está más allá de nuestra capacidad natural; o quizás preferir
quedarnos en las tierras ya conocidas, seguras pero mucho menos fértiles,
retrocediendo y descartando la invitación amante.
En esto como en todo
el discipulado rigen las mismas fundamentales leyes: el que quiera reservar y
retener su propia vida la perderá al fin inexorablemente; solo quien se anime
al salto de fe y se abandone entregándose se encontrará y recuperará en Él.
“Muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, también a la vida
contemplativa. La oferta abierta a todos sólo es elegida por algunos que
aceptan perderse para ganarse. La Cruz, siempre la nada liberadora de la Cruz.
Dime: ¿a quién amarás más?, ¿a ti mismo o a tu Dios?
¿Qué experimentarán
quienes decidan abandonarse en aquella primera noticia de amor nueva que llega
desde más allá de todo humano parámetro?
“…se
queda el alma a veces como en un olvido grande, que ni supo dónde se estaba, ni
qué se había hecho, ni le parece haber pasado por ella tiempo.” (SMC L2, Cap. 14,10)
De alguna forma el
encuentro con Dios deja huellas de eternidad. Él permite una comunicación directa
y misteriosa, que más allá de la mediación de la inteligencia, cuando toda
conceptualización es superada, en el gustar de su Amor ofrecido que el alma
recibe, todo queda detenido y atravesado, sostenido y transverberado; o mejor
dicho todo se percibe nuevo y transfigurado bajo esta dichosa luz de Amor y
Unión. Y no importa ya si el tiempo físico es medible en segundos, minutos u
horas… está pasando algo más allá del tiempo cronológico, en el sin-tiempo de
Dios es rozada en primicias de Gloria el alma.
“Y la causa de este olvido es la
pureza y sencillez de esta noticia, la cual, ocupando al alma, así la pone
sencilla y pura y limpia de todas las aprehensiones y formas de los sentidos y
de la memoria, por donde el alma obraba en tiempo, y así la deja en olvido y
sin tiempo.” (SMC L2, Cap. 14,11)
“El sueño de las
potencias”, ha sido una expresión habitual para insinuar este estado de
recogimiento infuso. Siempre habrá quienes tengan desconfianza, pensando que se
dirige a postular una especie de trance místico no cristiano con enajenación
alienante de la persona, una suerte de suplantación del yo por lo numinoso que
invade y posee.
“Y así,
esta noticia deja al alma, cuando recuerda, con los efectos que hizo en ella
sin que ella los sintiese hacer… aunque duermo yo, según lo que yo soy
naturalmente, cesando de obrar, mi corazón vela, sobrenaturalmente elevado en
noticia sobrenatural.” (SMC
L2, Cap. 14,11)
Nos ayudaría en
verdad concentrarnos en la categoría de “misterio”. Aquí no se trata de una
realidad enigmática cual trama problemática de novelas de suspenso; sino de una
realidad tan rica y valiosa que simplemente excede la capacidad de quien la
contempla. Dios excede sin ninguna duda. Sin embargo Él nos ha creado para la
comunión. Lo que aquí sucede no es que Dios cancele nada de nuestro ser creatural,
por lo contrario asumiéndolo y elevándolo deja al descubierto una dimensión de
nosotros aún no conocida ni ejercitada. Dios nos ha hecho capaces de dialogar
con Él en un nivel superlativo, en luz de gracia sobrenatural.
La libertad del
hombre está a salvo. Al influjo seductor de la noticia amorosa enlazante, el
contemplador ha respondido con adhesión de todas sus potencias. No es
secuestrado, se ha entregado y abandonado en la irrupción del amor nuevo que le
convoca tan misteriosamente. Y que las potencias no han sido suprimidas sino
elevadas se comprende por los efectos. Pues el contemplador una vez retornado a
lo ordinario degusta en sí mismo la impresión de las huellas del trabajo
amoroso de su Amado y Señor.
Durante la quietud no
debe entenderse que no hubiese entendimiento, voluntad o memoria; los hay
embelesados, superados por su Presencia que excede. Levantados así en gracia
para que, aunque no puedan particularmente realizar operaciones concretas, de
modo general atestigüen en fe, esperanza y caridad que están simplemente ante
Dios que ama y obra en conformidad con su amor. Y luego ese mismo modo
sobrenatural permite al alma reconocer como recordando las secuelas que han
quedado en ella de ese encuentro. A veces sólo como quien registra las huellas
del paso de Dios sin todavía poder comprender del todo su significado pero
ciertamente con gozo y paz en su obrar transformante. Otras veces quiere el Señor
que al calor del amor de unión vivido
pueda expresarse relativamente en palabras inteligibles el misterio que aún
desocultándose permanecerá excedente.
“…poco
o mucho no deja el alma de entender, si quiere mirar en ello, que está empleada
y ocupada en esta noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en ella, sin
saber ni entender particularmente lo que ama. Y por eso la llama noticia
amorosa general, porque, así como lo es en el entendimiento, comunicándose a él
oscuramente, así también lo es en la voluntad, comunicándola sabor y amor
confusamente, sin que sepa distintamente lo que ama.” (SMC L2, Cap. 14,12)
Quedarse el
espiritual en esta gratuita quietud, permitirse vivirla, no siempre es fácil. Debe
vencer innumerables prejuicios propios y ajenos: que es engaño, ilusión o
locura se pensará comúnmente. Quedarse aquí en esta comunicación de amor que le
resulta tan original y nuevo, tan sin precedentes, le reclama el acto de fe.
Siempre en fe habrá un salto que dar confiando que no será la nada y el vacío, sino
la plenitud escondida de su Presencia sobreabundante quien en secreto gozo nos
recibirá.
“…tener advertencia el alma con amar a Dios,
sin querer sentir ni ver nada…libremente recibe la voluntad esta noticia
general y confusa de Dios… serena y limpia luz… se quedará en esta pura y
sencilla luz, transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz
nunca falta en el alma…” (SMC L2, Cap. 15,2.3.4)
Pero
como estos son pasos aún iniciales es natural que exista tensión, una pulseada
interior y una resistencia a la entrega que de a poco va terminando de ceder.
Aún no ha madurado el sentido interior y el alma no se ha adaptado al encuentro
con esa Luz que la habita en lo profundo y que, dejándola por tan deslumbrante
ciega, le permite crecientemente ver en amor. El espiritual debe aprender a
quedarse quieto si quiere caminar hacia la Unión.
“Aprenda el espiritual a estarse con
advertencia amorosa en Dios, con sosiego de entendimiento, cuando no puede
meditar, aunque le parezca que no hace nada. Porque así, poco a poco, y muy
presto, se infundirá en su alma el divino sosiego y paz con admirables y
subidas noticias de Dios, envueltas en divino amor.” (SMC L2, Cap. 15,5)
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ResponderBorrar///Cuando Dios con atracción y delicada paciencia “nos ha dejado” que sus manos se posen en las nuestras///
ResponderBorrarEl nos ha dejado, bien dice ahí… acción de Dios y permiso… ¡! Si no esta mal escrito… es Asi!
Si Dios no lo permite, El no se posa en nuestras manos… misterio de amor El no se permite el nos permite… Da para pensar la frase…
Más allá del lenguaje de las manos, descubro en ellas que el vacío la nada no es igual al espacio donde habita el mismo Dios. No está de más que decir que solo Dios puede hacer eso en nosotros ya que nuestras manos son la parte más móvil de nosotros pero el las toma en oración y las junta. Ora en nosotros. Aquietando nuestros sentidos… es El, el que nos ayuda a dejar todo en sus manos.