Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (10)

 



El anuncio del Emanuel

 

Nos adentramos en textos famosos y ampliamente citados de Isaías. Pues en los caps. 7-12 hallamos el llamado libro del Emanuel, que contiene tres oráculos mesiánicos releídos por el cristianismo como anuncio profético de la futura encarnación del Hijo de Dios.

 

El capítulo 7 y el primer oráculo sobre el Emanuel

 

El contexto es el reinado de Ajaz y la guerra Siro-Efraimita. Israel se alía con Siria para sitiar Jerusalén, intentando obligar a Judá a entrar en su coalición y sublevarse contra Asiria. Ajaz por el contrario celebra alianza con Asiria para defenderse. El resultado es que termina introduciendo cultos asirios en Judá e incluso sacrifica a esos dioses a su único hijo y heredero. Se trata de un acto de idolatría que rompe la Alianza y pone en peligro toda la dinastía davídica.

Isaías le propone creer en Yahvéh y en un primer encuentro va con su hijo Sear Yasub (un resto volverá) llamándolo a la fe-conversión (7,1-9).

 

“«¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de cabos de tizones humeantes…   Si no os afirmáis en mí no seréis firmes.»” (Is 7,4.9)

 

En un segundo encuentro Isaías invita al rey a pedir un signo, no un milagro sino una señal en la cual apoyar la fe.

 

“Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo: «Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profundo del seol o en lo más alto.»  Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh.» Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios?” (Is 7,10-13)

 

Pero ante la negación del rey, Dios mismo se la dará. En el fondo Ajaz es un escéptico; le da igual Yahvéh que otros dioses.

 

“Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno. Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos reyes te dan miedo. Yahveh atraerá sobre ti y sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales no los hubo desde aquel en que se apartó Efraím de Judá…” (Is 7,14-17)

 

¿Quién es esta misteriosa mujer que será madre? ¿La promesa de la doncella encinta se refiere a Abiáh, esposa de Ajaz y futura madre de Ezequías? Si la cronología deuteronomista es exacta el oráculo es del 734, cuando Ezequías ya contaba con 7 años; pero sabemos que no siempre se puede confiar en esa cronología.

La profecía sobre todo quiere expresar -no sabemos si con referencia o no a personajes concretos-, que la dinastía davídica continuará porque Dios es fiel a sus promesas. El oráculo presenta a un futuro rey ideal, defensor y garante de la vida de su pueblo, quien es compatible a todas las expectativas que se tienen de un rey. Es un oráculo, profetizado en público pero que Ajaz no aceptó, por eso el castigo será la invasión Asiria según Is 7,18-25. Sin embargo el pueblo lo acogió desde la perspectiva mesiánica. Miqueas lo continuará en Mi 5,2: “Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz.

La traducción de los LXX cambiará el término “doncella” (en hebreo almáh), usado para una mujer que biológicamente ya es capaz de tener hijos y entonces puede ser dada en nupcias, por el concepto “virgen” (en griego partenos). Este desplazamiento semántico facilitará la relectura cristiana del oráculo, identificando claro a la mujer profetizada con la Virgen y Madre María, luego al niño rey futuro y esperado con el Mesías Jesucristo.

 

No desperdiciar los signos de Dios

 

Yo creo que Dios es fiel y no abandona a sus hijos. Soy testigo de que cuando nos descarriamos intenta devolvernos al camino. Nos llama la atención, nos ofrece signos y nos hace señales. También las da con delicadeza de Caridad divina cuando le busca un creyente enamorado. Solo que el creyente por su fe ve e interpreta los signos, más el incrédulo por su impiedad suele desaprovecharlos.

En primer lugar pues me nace pedirle al Señor que no nos deje caer en la ofuscación. Porque a veces podemos andar como “caballo con anteojeras”, focalizando la vista en un solo punto pero sin ningún registro del panorama.

A veces me pregunto si algo de esto no le ha pasado a la Iglesia peregrina del siglo XX. Se ha preguntado sobre sí misma, su identidad y su misión. Ciertamente ha sido un proceso de reencuentro con sus fuentes, sus orígenes e historia. Pero también se ha interrogado sobre su sentido intentando re-leer su relación con la Modernidad como re-entablar su vínculo con el mundo. ¿Y qué ha acontecido? No estoy aquí señalando nada acerca del Concilio Vaticano II ni su valoración. Estoy describiendo lo que ya se ha dicho hasta el hartazgo: “se preveía una primavera y ha llegado el otoño”. ¿Habrá en esto algún signo? ¿Cuál es su significado? Además el abrazo eclesial al mundo no encontró la receptividad buscada, todo lo contrario parece haberse agudizado la secularización y los ataques contra la Iglesia. ¿Habrá en esto algún signo? ¿Cuál es su significado? Por si fuera poco la mismísima Modernidad es discutida; primero postulamos la Pos-Modernidad y últimamente presagiamos que solo es la punta del iceberg de un cambio epocal con toda su envergadura inimaginable. ¿Habrá en esto algún signo? ¿Cuál es su significado? No lo sé o al menos no quisiera debatirlo aquí. Solo vuelvo sobre el “caballo con anteojeras que no tiene panorama”. Quizás Dios esté ofreciendo señales que no vemos. Quizás solo esperamos que aparezcan los signos que prefijamos y no los que Dios da. ¿Qué son exactamente los “signos de los tiempos”? No seamos como Ajaz.

Un amigo mío no me perdonaría si no introduzco las numerosas apariciones marianas en mi comentario. Saltándonos ahora toda disquisición sobre el discernimiento eclesial de las mismas, es evidente que tienen un núcleo penitencial. Se nos llama a volver a Jesucristo, al arrepentimiento y a la conversión. Se nos invita a considerar las terribles consecuencias de una vida de pecado. Se nos urge a tomarnos en serio la Salvación de Dios. Se nos confirma el Amor  fiel del Señor. ¿Qué signo pues de Dios son las tales apariciones con sus mensajes para la Iglesia en el mundo, justamente para su identidad y misión? No seamos como Ajaz.

Quizás la pandemia ha sido otra gran señal o a mí me lo ha parecido. Ha dejado al descubierto la debilidad de nuestra fe. Se ha realizado una poda purificadora. Y por lo pronto abundan las justificaciones, las excusas o el “aquí no ha pasado nada, retomemos y sigamos adelante sin más”. Poco replanteamiento, escaso discernimiento, imperceptible arrepentimiento y conversión eclesial. No seamos como Ajaz.

Seguramente tú querrás aportar los cambios climáticos y los desastres naturales. Otros hablar de aquellos sectores tildados de conservadores y retrógrados pero que expresando un rasgo contracultural más marcado a veces son florecientes de adeptos. Y seguramente habrá multitud más de signos por aportar.  ¡Qué más da! Solo no seamos como Ajaz. No podemos contemplar al Emanuel, al Dios con nosotros, si no nos abrimos a los signos de Dios cuyo sentido con fe debemos indagar. No seamos como caballo con anteojeras que no tiene panorama. No seamos como Ajaz.

 

 

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EVANGELIO DE FUEGO 26 de Noviembre de 2024