Desde fines del siglo XVIII, la labor exegética ya percibe 2 profetas en el libro de Isaías. Sin embargo, hacia fines del siglo XIX aparece la tesis de una tercera división: a) Isaías I o Proto-Isaías, caps. 1-39; b) Isaías II o Deutero-Isaías, caps. 40-55 (profeta del exilio); c) Isaías III o Trito-Isaías, caps. 56-66 (profeta del pos-exilio).
La exégesis actual reconoce una situación compleja:
1) Por un lado el Isaías III continúa en estilo literario y teología al Isaías II, hay breves pasajes que podrían datarse aún durante el destierro y los oráculos más tardíos hacia el 520 o 510. Esta datación permite suponer un sólo profeta, el Isaías II, con un ministerio extenso.
2) Por otro lado la situación vital de los caps. 56-66 es claramente la reconstrucción del país tras la vuelta del destierro y se nota vinculación con la literatura apocalíptica (surge en el siglo V). Esto fortalece la tesis del Trito-Isaías.
3) Finalmente el análisis estructural demuestra la heterogeneidad y la falta del sentido de cuerpo de esta tercera parte. Por eso se tiende a pensar que se trata de oráculos recopilados (ya existentes y aún no publicados) y producidos (nuevos pero con la misma teología aplicados a otra situación vital) no dependientes de un sólo autor sino de varios (los discípulos del Isaías II) en tiempos de la reconstrucción.
Perfil del profeta
No aporta datos sobre sí mismo. Se dirige a los deportados de Babilonia que esperan una liberación gloriosa y la reconstrucción del Templo. Literariamente es inferior al Proto-Isaías. Anuncia a un Dios que no es Juez que castiga sino Rey consolador.
Situación histórica
Han pasado ya casi 50 años de la primera deportación. Los exilados avizoran una pronta salida. Tras la muerte de Nabucodonosor y el recambio de 3 gobernantes en 6 ½ años, uno de los generales usurpa el poder. Nabonid gobierna durante 17 años, revelándose como un gran estratega y reformador religioso: intenta restaurar el culto al emperador recurriendo a la idea antigua del dios que se encarna en el monarca. Se le oponen los sacerdotes de Marduk (dios babilónico creador del universo) y el pueblo. Intenta apoyar a Ciro (Persia) contra Media. Pero Ciro se desposa con la hija del rey de los medos y el imperio resultante (Medo-Persa) conquista rápidamente Asia Menor. Nabonid, flanqueado por el peligro exterior y las presiones internas, se retira dejando a su hijo como regente. Un general babilonio traiciona al regente, y a un mes de su nombramiento, Ciro conquista Babilonia sin dar batalla. Ciro es recibido como liberador, aún en Babilonia (Bel-Marduk apoyó a Ciro y mediante él restaura su culto en contra del usurpador endiosado). El mismo argumento utilizan los demás pueblos, incluso Israel.
Los israelitas deportados habían acumulado sed de venganza y una sensación de abatimiento, fracaso y frustración. En el ritual del año nuevo la estatua gigante del dios Bel-Marduk encabezaba la procesión y los dioses de los pueblos vencidos le seguían pero volteados o cabeza abajo. Para los judíos la humillación era peor pues ni siquiera contaban con una imagen (llevaban andas vacías).
Síntesis profética
Produce la última gran sistematización del movimiento profético.
a) Isaías II se reconoce discípulo de Isaías I y se palpa en su lenguaje, vocabulario, estilo y teología. Continúa la idea de que Israel tiene como misión ser testimonio y sacramento de la salvación de Yahvéh abierta a todas las naciones.
b) La variante es la influencia de Nahúm, quien intentó hacer teología proyectiva de la historia anunciando el final deseado.
c) El Deutero-Isaías también intenta hallar las raíces teológicas del presente (influencia de Jeremías y de la tradición Deuteronomista). Mira la historia dualísticamente: de un lado están los amigos de Yahvéh (Siervo de Yahvéh, Israel-Resto, Ciro) y del otro lado los enemigos de Yahvéh (idólatras, Babilonia). La interacción entre amigos-enemigos no es azarosa o caótica porque Dios es Señor de la historia y del universo. Recuerda kerygmáticamente 2 grandes gestas de Yahvéh:
d) Su visión de
Ha llegado el tiempo de tu madurez
El exilio está cercano a concluir y el pueblo puede reconocer que ha crecido durante este tiempo difícil de prueba y purificación. Se acerca la hora de volver a su tierra y reconstruir el proyecto de Pueblo elegido por Dios. Pero todo esto no habría sido posible sin el magisterio profético que los sostuvo y animó en la fe, que los corrigió y les ayudó a entender, que les enseñó a perseverar en el Señor. Será un Pueblo resurgido y recreado desde la purificación, con un sincero propósito de sostener la Alianza en la fidelidad del amor y abierto a recibir la Santidad de Dios que lo santifique y lo vuelve templo-santuario de su Presencia en medio de los hombres.
Dejando a un lado la valoración de aquel proyecto histórico postexilico, levantemos una mirada llena de esperanza acerca del horizonte futuro de la Iglesia. Sin duda la Iglesia peregrina de fines del siglo XX y principios del siglo XXI ha sido llevada al desierto de la purgación. Y es cierto que esta etapa del camino es ardua, produce desánimo, tristeza y no poca confusión. Quizás estemos frente a una de las podas más radicales de la Vid Verdadera. Simplemente no podemos seguir transitando la historia con tamaño peso de sarmientos muertos. Para dar frutos habrá que reducir la Vid a los sarmientos que mantienen una Alianza sólida con Jesucristo, una vida con búsqueda de santidad y una exquisita fidelidad para guardar y cumplir sus mandatos.
Es sorprendente que hoy, cuando se aboga por una Iglesia de puertas abiertas y de inclusión absoluta, recibiendo y convalidando también el pecado, no exigiendo la conversión ni anunciando la santidad; no nos preguntemos: ¿por qué persiste y se agrava esta masiva apostasía y abandono de la fe?, ¿por qué esos sectores combatidos por retrógrados y conservadores se muestran como más vitales y fecundos en proporción?. Quizás la exigencia y radicalidad evangélica atraiga más de lo que calculamos y quisiéramos aceptar.
Ciertamente la consolación de Dios está por delante y hacia ella nos dirigimos. Solo que debemos aceptar primero pasar por una honda purificación de amor. Tiempo de madurez que podrán gozar quienes verdaderamente deseen crecer en gracia y santidad.
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