DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 10

 



VIVIR UNA VIDA NUEVA

ROMPER CON EL PECADO

(I)

 

“¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo!”  Rom 6,1

 

Estimadísimo San Pablo, con tu gran inteligencia te adelantas. No sea que de aquella expresión tuya, “donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia”, alguien infiera esta conclusión errónea: “pequemos para que haya más Gracia”. ¡De ningún modo!

 

“Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él?” Rom 6,2  

 

Porque la Gracia vence al pecado y lo deja atrás en el pasado. Vivir en Gracia es romper con el pecado. Habría que perseverar en un estado de vida en santidad una vez que hemos sido rescatados del pecado. Claro que esta es una realidad dinámica, y mientras vivimos aquí en la historia permanecemos viadores penitentes, en continua tensión de conversión. Pero debemos considerarnos muertos al pecado. Dilo a ti mismo frente a las tentaciones que te acechen y dilo tras caer de nuevo en el pecado e intentar levantarte arrepentido: “Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él?” Y tras recibir la absolución, por el sacramento de la Reconciliación, retoma la vida con alegría y esperanza, sabiéndote tan amado y di a ti mismo: “Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él?”.

 

“¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.” Rom 6,3-4

 

Esta muerte al pecado ocurre en nuestro bautismo. Hoy en día se nos hace más evidente en el bautismo de un adulto, por el cual no solo se le confiere ser librado del pecado original, sino que se le perdonan todos los pecados personales cometidos con anterioridad a este renacimiento desde Dios. Es muy fuerte esta imagen de ser sepultados con Cristo. Participamos de su Muerte y de su Resurrección. Con su Muerte mató la muerte. En su Muerte venció su Amor entregado y fueron perdonados nuestros pecados. Por el bautismo fuimos sumergidos en las profundidades de la Muerte de Cristo para resurgir victoriosos con Él. ¿Qué debemos hacer pues de ahora en más? ¡Vivir una Vida Nueva!

Por eso la Iglesia enseña que la vida cristiana no es mas que el desarrollo de la vocación bautismal. Vivir adheridos a la Gracia, eligiendo fielmente la voluntad del Señor, superando tentaciones y rompiendo con todo pecado. Es nuestra vocación a la santidad la que se inicia en el bautismo. “Ser hijos en el Hijo”, reza la consabida formula teológica. Por Cristo, con Él y en Él dar culto de adoración con nuestra vida al Padre, animados por el Espíritu Santo. Vivir constantemente unidos al influjo de la Mente y el Corazón de Jesucristo.

Esto se expresa claramente en los ritos de ilustración: la unción con el Santo Crisma, rogando que el Espíritu derramado en nosotros nos mantenga unidos a Cristo que es Sacerdote, Profeta y Rey, y en Él tengamos Vida Eterna; la imposición de la vestidura blanca que es signo de nuestra vocación a la santidad y la entrega del cirio encendido, para permanecer iluminados y ser portadores de la Luz de Cristo; el effetá con el cual somos abiertos para permanecer receptivos a la Palabra de Dios, oyéndola y proclamándola con fe.

Te invito pues a dos acciones prácticas en tu vida cristiana. Recuerda y celebra el día de tu bautismo, es el día de tu nacimiento a la Gracia, a la Eternidad, a la participación en la Vida Divina. Quizás haya que retomar la costumbre de priorizar este día al del cumpleaños. Porque uno marca el inicio de nuestra vida terrena que tendrá fin con nuestra muerte. Pero el otro marca nuestra vocación de Cielo. ¿Cuál te parece más importante? Festejar el cumpleaños y omitir el aniversario bautismal parece más una conducta pagana de quien se ha mundanizado y olvidado su fe.

También te propongo realizar alguna peregrinación a la pila bautismal donde has renacido a la Vida de Dios. Allí puedes rezar por tus padres y padrinos como por el ministro ordenado, quienes colaboraron para que fueses sumergido en la Pascua del Señor. Simplemente podrías orar allí desde lo profundo de tu alma: “Aquí fui con Él sepultado por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también yo viva una vida nueva.”

 

“Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado.” Rom 6,5-6

 

¿Y sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con Él? Esta sabiduría debemos adquirir: muertos al pecado para vivir Vida de Dios. Por el Bautismo, nuestra Pascua, fue crucificado en nosotros el hombre viejo Adán y hemos resurgido según el Hombre Nuevo Cristo. “En Gracia hemos sido salvados”, nos dirá el Apóstol en otra ocasión. Pero ¿así vivimos? ¿Permanece crucificado y muerto en nosotros el hombre viejo o de tanto en tanto reaparece trayendo turbación y división a nuestro corazón? ¿Aún hay lucha en nuestro interior: vida vieja versus Vida Nueva? ¡Claro que permanecemos viadores penitentes, combatiendo duramente a diario para no volver atrás, intentando asegurar la santidad de nuestra vida en Él! El hombre viejo ha sido crucificado y tiene que seguir siendo crucificado todos nuestros días en esta tierra. La Gracia del Bautismo se va reconfirmando en un camino ascendente de fidelidad hacia la Gloria. ¡Por eso predico tanto la Cruz! Debemos permanecer crucificados con Cristo y muertos al pecado, para ya no ser sus esclavos sino libres para la Gracia, para vivir una Vida Nueva. ¡Amén!


 

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