PROVERBIOS DE ERMITAÑO 4




La Iglesia peregrina, que camina en la historia, sufre a veces esta situación sorprendente. La Iglesia triunfante, nuestra Madre, la Jerusalén Celeste, la Ciudad de los Santos ya se halla asegurada en Dios. Pero nosotros en el tiempo aún estamos decidiendo. Y como hay miembros en la Iglesia que caemos en pecado, quiere decir que todos somos tentados. Y a veces parece que la tentación nos acecha por todos lados incluso desde dentro de la propia Iglesia peregrina que camina en la historia. Con escándalos y anti-testimonios de sus miembros el ambiente se enrarece y degrada.

Un ejemplo son nuestros días plagados de confusión, probablemente con no pocos errores doctrinales, búsquedas de poder desmesuradas, infidelidades morales y espirituales, desobediencia, una preocupante falta de acogida a la Revelación entera, rebeldía y falta de docilidad a la Palabra Santa de Dios y la ruptura de los iluminados con la Tradición Apostólica. Así se va dañando el vínculo con nuestro señor Jesucristo fuente de toda Revelación y Verdad salutífera.

En fin, de tanto en tanto parece que en algún período de la Iglesia peregrina andan sueltos todos los demonios. Hoy creo, dada mi descripción, que transitamos uno de esos tiempos. Y solo se los expulsa con penitencia y oración. Haciendo mención a aquel milagro, en el cual los discípulos le preguntan al Señor, por qué ellos no pudieron expulsar al demonio mudo, también nosotros hallamos una respuesta simple y precisa: hace falta penitencia, ayuno y oración. Porque cuando la Iglesia se ve atravesada por las tentaciones como desde dentro de sí misma y percibimos que el pecado fue creciendo al interior de la comunidad de la fe, evidentemente el mal de fondo es el abandono de Dios, seguramente una degradación de la vida espiritual y del culto litúrgico. El mal de fondo es que Dios ya no cuenta con todo el espacio y la preeminencia en nuestra vida y corazón como tampoco en nuestras comunidades.

Para salir de esta situación, cuando la Iglesia se siente invadida por las tentaciones y debe admitir que el Adversario ha encontrado fisuras y huecos por donde  colarse y provocar daño, el camino es volver a Dios, que nuevamente Él esté en la base, en el centro y en lo alto de la vida de la Iglesia. Que Dios de nuevo lo sea todo para nosotros. El mejor remedio es la conversión. Por la penitencia y la oración abrazar de nuevo la aspiración de santidad.

Debemos ser realistas, puede suceder que la Iglesia en algunos miembros, cargos eclesiásticos o estructuras de gobierno pastoral sea infestada por el mal. Ha pasado en los tiempos Apostólicos y siguió pasando a lo largo de la historia. Pero no vencerá el mal, también la Iglesia peregrina está asegurada en Dios aunque en sus miembros o en algunos sectores del pueblo en tránsito se constaten defecciones e infidelidades, se dejen caer en la tentación y en el pecado. Somos un pueblo peregrino, aún inestable hasta que la libertad de cada quien aún no esté ganada para ser de Cristo. Tranquilos, todo se resuelve con una mayor calidad en la Alianza con Dios, mediante penitencia, oración y búsqueda sincera de conversión y santidad.

 

 


 

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 3




Este proverbio de ermitaño parte de la experiencia eclesial vivida. En esta Iglesia que peregrina en la historia podemos encontrarnos con personas –hermanos nuestros cristianos-, que no cultiven la humildad, ni busquen ocupar los últimos lugares pasando desapercibidos o siendo simplemente servidores; sino que vayan tras el poder, el protagonismo, procurando establecerse por encima del otro, ávidos de fama y quizás también de enriquecimiento. Viven la Iglesia como una carrera por el encumbramiento con afán de títulos y honores.

Hermanos así podremos encontrar siempre en la vida de la Iglesia que peregrina en la historia. Por misericordia, para ayudarlos, sanarlos y rescatarlos, hay que predicarles la humildad. ¿Y qué mejor forma que volver a anunciarles a Jesucristo anonadado, abajado y humilde, contemplándolo en el Pesebre, la Eucaristía y la Cruz? Se les debe predicar a nuestros hermanos cuando pierden la humildad del servidor y empiezan a buscarse a sí mismos, su protagonismo y su poder, al Señor Jesús, el humilde Siervo. Puede ser que los hermanos rechacen este Evangelio de la pequeñez, de la simplicidad y la minoridad. Se empeñen en su carrera de encumbramiento y empoderamiento en títulos, honores, cargos y reconocimientos. Bien, seguiremos caminando junto a los hermanos sin separarnos pero sin convalidar lo que apetecen. Sin convalidar su mentalidad desmesurada y sus búsquedas impropias del camino del Evangelio. Caminaremos sin separarnos pero sin convalidarlos. Seguiremos anunciando el Evangelio del Jesús humilde en Pesebre, Eucaristía y Cruz.

Mi experiencia lamentablemente me dice que, si estos hermanos a quienes les falta la humildad del servidor pobre y simple –sobre todo si ya están muy encumbrados en altos cargos, con grandes honores y detentan mucho poder-, lo mejor es apartarse, tomar distancia, alejarse. Quizás ya su forma de vida está muy cristalizada, consolidada y amañada. En este sentido, a pesar de tener un alto cargo y dignidad, resultan impostores –aunque el lenguaje resulte duro-, porque no quieren vivir y convertirse al Evangelio del Siervo humilde y pobre que es el Señor Jesús. Y van a intentar ponerte trampas, seducirte y cautivarte. O si intentas predicarles el Evangelio para con misericordia alcanzarles alivio, sanación, corrección y orientación, lo más probable es que descarguen su ira contra ti, que no soporten este anuncio y te persigan.

Bueno, sé que no es el rostro más amable pero la vida de la Iglesia que peregrina en la historia también tiene estos rostros, frutos amargos de nuestros pecados sin conversión. Hagamos penitencia.

  

PROVERBIOS DE ERMITAÑO 2


 


En las relaciones fraternas, en la vida comunitaria, en la vida de la Iglesia debemos tender a buscar la voluntad de Dios siempre y en todo. Esa recta intención asegura la acción del Espíritu Santo; asegura que esa acción quede lejos de tentaciones y contaminaciones. Buscarse a sí mismo, complacerse en sí mismo es el gran peligro. Ustedes me entienden: el protagonismo, el exhibicionismo, el querer ser aplaudidos, reconocidos, recompensados, el poder, en fin, las diversas formas de ponerse a uno en el centro y no ponerlo a Dios. En la vida cristiana y fraterna tenemos que hacer el esfuerzo constante de purificar nuestras intenciones y motivaciones. Buscar la voluntad de Dios, por encima de todo, la voluntad de Dios. Morir a la búsqueda y a la complacencia en uno mismo. Una persona solo así anda en buen espíritu, unos vínculos fraternos así en buen espíritu también. Una comunidad bajo esta regla -buscar siempre y en todo, la voluntad de Dios-, permanece en buen espíritu.

 


PROVERBIOS DE ERMITAÑO 1



“El verdadero siervo inútil, pobre y humilde”, expresión que remite a los dichos del Señor Jesús acerca del servidor que no necesita que se le agradezca, pues tan solo ha hecho cuanto se le ha encomendado. También expresión que remite a la espiritualidad propia del Pobrecito, de San Francisco de Asís.

“El verdadero siervo inútil, pobre y humilde, solo atesora la Unión con su Amado y Esposo”, vive para esa Unión. En el sustrato y cimiento de su vida, en lo alto de la cima, en todo el trayecto, pone como prioridad y sentido la Unión con Dios, la Unión con su Amado y Esposo. ¡Para eso vive! Como para llevar en sí, atesorándolas como un honor y privilegio,  “heridas vivas y cicatrices de la Cruz”.

Recuerdo a San Pablo, sobre aquello de que aún falta que completemos en nosotros, en el Cuerpo de la Iglesia, lo que falta a los padecimientos de Cristo, nuestra Cabeza. Lo que de su Pasión debe ser completado en los creyentes. Y aquello otro de que ya no me molesten más porque llevo en mí las cicatrices de Jesús.

No de un modo enfermizo –masoquista-, pero: ¿no es hermoso poder mostrar en la vida de uno las cicatrices de los combates por fidelidad al Señor Jesús? ¿No es como un honor y privilegio portar sobre nuestra pobre vida las consecuencias de haber cargado la Cruz junto al Señor, de haber sido perseguidos en su Nombre? ¿No hay belleza para nosotros –los cristianos- en los rastros del testimonio de Jesús?

¡Qué bueno poder atesorar la Unión con Dios, Amado y Esposo! ¡Atesorar esas cicatrices que han quedado en nosotros por ser fieles a Cristo, por compartir su Cruz!

 


Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (10)



Ven Espíritu, sopla y que revivan estos muertos

 

Aunque el profeta Ezequiel haya enrostrado a las clases dirigentes su mala praxis en el pastoreo del Pueblo, sin embargo también anuncia a esos mismos culpables –exilados en Babilonia- que pueden llegar a ser el Resto de Yahvéh, Resto Santo, si se dejan purificar y llenar de vida en el Espíritu (37,1-14). Contemplemos la famosa visión acerca de una multitud de huesos secos.

 

“La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos. Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos. Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?» Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes.» Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis. Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh.»

Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros. Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos. El me dijo: «Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.»  Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército.”  (Ez 37,1-10)

 

Analicemos sumariamente algunos elementos significativos:

  1. La contraposición “huesos-Espíritu”. Evidentemente son los dos términos más notorios y cruciales en la narración de la visión, reapareciendo múltiples veces como tema central. Acerca de los “huesos” (seláh) se dice que son numerosos pero están secos, muertos y sin vida, además de dispersos y aislados. Habría que entenderlos también en el sentido de costillar o esqueleto o estructura ósea.

El “Espíritu” evidentemente hace referencia al soplo divino, al soplo del Dios Viviente que anima la vida. También se identifica con el viento del desierto y la estepa que llega sorpresivo y envolvente, a quienes los Patriarcas denominaban “ruáj”. Acerca de él se afirma que actúa en el profeta bajo el lema: “me sacó y me puso”. El hombre de Dios se halla pues bajo su influjo y es solo en el Espíritu que desarrolla su ministerio profético. Pero también es a quien se le encarga convocarlo: “Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan”. Es decir desde los cuatro puntos cardinales, desde todos lados. Es el Espíritu que dio vida a cuanto existe y que es universal, está actuando en toda la creación. Evidentemente Ezequiel hace referencia a aquella cosmogonía que quedará plasmada en los relatos del Génesis, acerca de los orígenes de todo ser vivo y del hombre.

El Espíritu vendrá sobre los huesos en un proceso de reavivamiento que comienza por el ruido y el estremecimiento conjuntos al inicio de la locución profética que es Palabra de Dios. El primer efecto de la primera palabra profética será que los huesos vuelven a juntarse, es decir vuelven a ser una estructura capaz de sostener el cuerpo, y entonces crece la carne, los nervios y la piel. Aquella multitud de huesos dispersos y aislados es reintegrada a la unidad. Un segundo momento de la palabra profética impetra al Espíritu para que entre en ellos y cobren vida. Así se afirma que sin el soplo divino no hay vida. Y el Espíritu se “infunde y entra”, interioriza la vida divina.

  1. Quisiera resaltar el uso de algunos verbos. “Saber-conocer”. El profeta no sabe si podrán revivir aquellos huesos (v.3) El Señor por su obra hará que sepan, tanto el profeta como el Pueblo, que Él es Dios (v.6.13.14).

Entrar-venir”. Para expresar la venida del Espíritu (v.5.9-10). Se trata en términos posteriores de la teología de una “inhabitación”. Se infunde y se hace interior al hombre.

Salir-llevar”. Fruto de la acción del Espíritu: la vuelta a la vida-tierra-identidad (v.12). Como al profeta “lo sacó y lo puso”, al Pueblo también.

No debe interpretarse entonces este pasaje en el sentido de la resurrección de la muerte, sino en cuanto restauración del proyecto de Dios sobre el Pueblo que se encuentra exilado en Babilonia. Allí son comparables con huesos secos y dispersos a los cuales les falta vida. Pero el Señor quiere restablecerlos en la unidad y ponerlos de nuevo en pie comunicándoles su Espíritu. Entonces podrán caminar.

La descripción de la visión es completada con la Palabra del Señor que explicita su significado.

 

“Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros. Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo hago, oráculo de Yahveh.»” (Ez 37,11-14)

 

El sentido pues de esta profecía es el anuncio del fin del destierro. El exilio concluirá y dará lugar a una nueva Creación, un nuevo comienzo, una nueva Alianza. Esta será la obra de Dios que al interiorizar su Espíritu hará que el Pueblo mismo se convierta en el Nuevo Templo de su Vida y Gloria. En el fondo es más que un oráculo de restauración, pues no se repite el pasado. El futuro desvelará la Alianza Nueva y definitiva, grabada en el corazón, realidad interior animada por el Espíritu.

La perícopa nos deja entrever el rol de los personajes en la trama histórica.

Yahvéh es el Señor de la historia de su Pueblo que con sabiduría traza caminos de crecimiento, purificación y plenitud.

El Espíritu es quien restaura, revive y reanima la identidad o proyecto del Pueblo de Dios. Cuando todo parece perdido, cuando se presagia el fin y la disolvencia del Pueblo, posibilita un nuevo y mejor comienzo verdaderamente insospechado.

El Profeta escucha la Palabra para bien de su Pueblo y la proclama para que produzca su salvífico efecto. Es el instrumento de Dios.

Israel-Huesos es el número de los desterrados en Babilonia que se están resecando y muriendo. Desconectados y dispersos se debilita su Fe en el Señor. El clima de época podría describirse con la siguiente adjetivación: desesperanza, descreimiento, fracaso, frustración, desunión y pérdida identidad.

En algún momento hemos afirmado que Ezequiel, el profeta-centinela, también es como una suerte de “maestro de novicios” que le enseña al Pueblo en medio de una tierra extraña y de una aparente cancelación de la Alianza, cuál es el sentido de su actual padecimiento, cómo mantenerse fiel al Señor y qué esperar de Él. Así el pasaje de los huesos secos se vuelve una maravillosa parábola de la purificación necesaria para un crecimiento novedoso y un salto de calidad impresionante: el Espíritu será interiorizado, pondrá en pie la estrucutura o esqueleto del cuerpo del Pueblo, le pondrá alma y vida y entonces podrán caminar como un ejército victorioso en la Alianza Nueva del Señor que no abandona.

 

Ven, Espíritu Santo, sopla sobre tu Iglesia y vivirá

 

Desde la década del noventa, a fin del siglo XX, intuyo que el exilio es el modelo o paradigma bíblico que mejor nos ayuda a interpretar la realidad de estos tiempos. Pues en el contexto de un intento de “refundación” de la vida religiosa, se comenzó a hacer oír esta idea: ya no es el éxodo cual gesta liberadora, que animó no poca literatura teológica y espiritual de los setenta y ochenta en Latinoamérica; sino el exilio del Pueblo de Dios en medio de un mundo pluricultural y signado por la nueva era de una religiosidad neo-pagana resurgente, el horizonte que se bosqueja por delante.

Aquella tímida e inicial pincelada descriptiva ha sido ampliamente superada –dos décadas después- por la realidad de un relativismo disolvente de toda referencia, la adolescente y patética efervescencia de un culto romántico y suicida al nihilismo, como una gobernanza mundial bajo simulada participación democrática –que las masas desmovilizadas ya no compran- y que esconde en su fondo el verdadero poder de grupos económicos y tecnocráticos de insospechadas conexiones y planificación secreta.

¿La Iglesia está perdida? Si el interrogante es interpretado como: ¿es el fin de la Iglesia y del cristianismo? Mi respuesta contundente es, no. Se trata de una cuestión de fe. La Iglesia está en manos de Dios, principalmente en sus manos, y los hombres de este mundo no podrán destruir la sólida Ciudad Celeste de cimientos luminosos que construye. El Señor no dejará de suscitar santos.

Pero si quieres comprenderla de este modo: ¿la Iglesia está desorientada y sin rumbo? Mi respuesta entonces claramente es, sí. Percibo una creciente disolvencia de su identidad en una entrega al mundo de sus contemporáneos que termina en traición de su misión. Porque se advierte un neo-arrianismo, una frágil confesión de la Divinidad de Jesucristo, una pobre y balbuceante aclamación de su centralidad exclusiva en materia soteriológica. Con pretexto de falso diálogo y tolerancia se pretende encubrir la pérdida de la Fe.  El Misterio Trinitario mismo va siendo alcanzado y con ello toda la doctrina bíblica sobre la cosmogonía creacional y el destino de una Comunión Eterna van siendo puestos en jaque. Y todo con pretensión de discernimiento. Un discernimiento tal no es más que el discernimiento de quien ha sido tentado y no se ha dado cuenta del engaño en el que ha caído.

“Restablecer”, me parece una palabra eclesial urgente. Restablecer la sana doctrina. Restablecer la fe y costumbres contenidas en el tesoro de la Tradición Apostólica viva. Restablecer la adhesión de mente y corazón, el obsequio obediencial en amor de nuestra fe al Depositum Fidei. Restablecer el cuidado solícito y la actualización fiel y presentación oportuna del dato revelado. Restablecer el anuncio humilde pero triunfal del Evangelio Eterno, Jesucristo Resucitado, Señor de cielos y tierra. ¿Quién podrá realizar semejante obra?

¿Acaso no se encuentra la Iglesia peregrina como multitud de huesos resecos, dispersos y sin vida, desparramados en la desertificación del mundo? ¿Quién podrá ponerlos en pie, reintegrarlos en la unidad, darles de nuevo la capacidad de ser una estructura de identidad que sostenga la vida? ¿Podrá revivir esta Iglesia desorientada y agonizante? Insisto: ¿quién podrá hacerlo?

“Ven Espíritu Santo: sopla, entra, transforma, revive, reanima, conduce, libera.” Es imprescindible llamarlo en esta hora: “Ven, Espíritu de Dios. Sácanos de la tumba sombría y fría hacia la Luz cálida y resplandeciente de una Alianza Nueva. Haz de tu Pueblo peregrino en la historia el Templo de la Gloria del Señor que quiere salvar al mundo entero e introducirlo en su eterna Comunión de Amor.

Pero si todo esto te parece demasiado y te sientes desbordado, no importa. Al menos te suplico que eleves tus manos, que presentes tus personales huesos secos, y que te abras al soplo de una nueva creación.




PROVERBIOS CON LUZ DE AMOR Contemplar

 




CONTEMPLAR

 

1.      Contemplar  es desatarse en uno un profundo y ardiente deseo de amor.

 

2.      Contemplar es buscar en todo y tras de todo el Rostro luminoso de Cristo.

 

3.      Contemplar es entrar el alma en comunicación viva e intensa con su Amado. Comunicación que engendra comunión, un vínculo cada vez más indisoluble.

 

4.      Contemplar es un ilimitado y gratuito intercambio en el amor.

 

5.      Contemplar es el encuentro de dos que buscan ser uno en el amor.

 

6.      Contemplar es ir alumbrando un latir al unísono con el Señor Amado.

 

7.      Contemplar es ser ya el contemplador de su Amador.

 

8.      Contemplar es despertarse amorosamente el corazón a la voluntad de Dios.

 

9.      Contemplar es despertarse al amor. Y quien despierta al amor ya no quiere dormir de nuevo el sueño de la ausencia del Amado. Quien despierta a la  contemplación, despierta al amor unitivo con Cristo; “despierta a Dios”.

 

10.  Contemplar significa que el alma, enamorada e inquieta, sólo halla reposo y sosiego en presencia de su Señor.

 

11.  Contemplar es desear el alma, simple pero radicalmente, ser de su Señor.

 

12.  Contemplar es lanzarse confiado a los brazos amorosos del Señor y así, abrazado, reconocer y saborear su Señorío sobre toda la vida y aún sobre la muerte.

 

13.  Contemplar es de tanto ser amada el alma llegar a participar del mismo Amor que la ama. Llegar a ser del Amor y desde el Amor es el camino del alma.

 

14.  Contemplar es búsqueda y hallazgo en amor. Búsqueda de dos que quieren hallarse para donarse uno al otro.

 

15.  El contemplador busca encontrarse gratuitamente en amor con su Amado y Señor, quien sabe lo está buscando para encontrarse gratuitamente en amor.

 

16.  Amor que va detrás de amor, el del Señor siempre primero en dar y recibir, es el contemplar.

 

17.  Contemplar es el maravilloso encuentro de dos que se buscan para amarse gratis.

 

18.  Contemplar es vivir para el encuentro con el Amado y nada más.

 

19.  Contemplar es llevar el contemplador en sí las huellas vivas del trato con su Amado.

 

20.  Contemplar es desear ser uno y participar en cuanto criatura de la correntada infinita de amor y vida del Amado.

 

21.  Contemplar es querer ser desbordado por el amor de Dios.

 

22.  Contemplar es querer recibir al Señor de modo desbordante; entrar en comunión con el Amado hasta ser alcanzado “en arras y primicia” por esa intensa y sobreabundante comunión solo propia de la Bienaventuranza eterna.

 

23.  Contemplar es mirarse en el espejo del Amado.

 

24.  Contempla el Espejo donde se muestra el rostro Trinitario, la perfecta e infinita comunión de las tres Personas divinas.

 

25.  Contempla el Espejo donde el rostro de Cristo Señor transparenta el rostro del Padre Dios. Espejo que ilumina y enceguece y abre el panorama al misterio de una comunión indecible.

 

26.  Contempla el Espejo divino que invita a la participación y nos regala primicias por el don del Espíritu Santo. ¡Oh Espejo irrechazable!

 

27.  Tú mira el Espejo donde puede contemplarse la centralidad de la Cruz.

 

28.  Cruz, siempre la Cruz. El Espejo nos devuelve la Cruz para despejarnos el itinerario del contemplar.

 

29.  La unión con Dios no se realiza sino por la Cruz y solo por la Cruz.

 

30.  Pasar la vida entera por la Cruz por amor al Amado es verdadera contemplación.

 

31.  La oración contemplativa es un regalo que se nos da para aprender a ver en toda circunstancia y en todo rostro al Amado en Cruz y amarlo allí con todas nuestras fuerzas.

 

32.  Contempla quien ora viviendo y vive orando a los pies del Amado en Cruz.

 

33.  ¡Oh Santa Cruz¡ Imagen central del Espejo que atrae al contemplador con fuerza irresistible y lo invita a participar del Amor Eterno.

 

34.  Contemplar es tener la vista fija en el eterno Espejo de Amor y dejarse modelar a su imagen.

 

35.  Contemplar es unión de contrastes; admirada experiencia de la disparidad y la desproporción.

 

36.  Contemplar es un llamado a la unión que suena desproporcionado y se agradece.

 

37.  Dejar que el Amado lo sea todo porque verdaderamente lo es. Dejarse el contemplador ser nada porque verdaderamente lo es. Nada de la nada del contemplador es el Amado y nada sin el Amado es el contemplador.

 

38.  Por el ofrecerse absoluto del Amado  -que mueve al contemplador a un ofrecimiento cada vez más crecido- se le regala el milagro de la comunión a quien nada merece ni debiera aspirar.

 

39.  Contemplar es lanzarse a los brazos del Amado, reconociendo su absolutez, a la vez  que reconociendo la inabsolutez  absoluta del contemplador sin el Amado.

 

40.   Reconociendo e implorando, suplicando amor, mendigando misericordia, contemplar es dejarse regalar la comunión gratuita con Aquel a quien no mueve más que la gratuidad.

 

41.  Contemplar es experimentar el más grande milagro de misericordia.

 

42.  Contemplar es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por entero a otro, al Amado.

 

43.  El contemplador, ya encaminado al encuentro unitivo profundo, no quiere otra cosa que moverse, vivir y existir en el amor de su Amado, depender de Él.

 

44.  Contempla quien quiere darse todo por entero a su Amado, lograr que todo le pertenezca a Él y nada ya se reserve a uno mismo. Llegar a ser totalmente y sin reserva del Amado Jesús.

 

45.  Ser cristiano es algo simple pero que a la vez reclama jugarse toda la vida. Ser cristiano es ir haciéndose semejanza de Cristo, dejarse disminuir para que Él crezca, morir en su muerte y que Él viva en uno. Y esto es contemplar.

 

46.  La contemplación auténtica moviliza una real y concreta transformación de la vida para pertenecerle al Amado.

 

47.  Contemplar es entonces pertenecer al Amado, devolverse en amor a quien en amor todo entero se nos ofrece.

 

48.  Contemplar es andar en amor.

 

49.  Contemplar es un andar vagabundo tras de amor como quien nacido de lo alto escucha aquel viento que sopla donde quiere, sin saber de dónde viene ni a dónde va.

 

50.  Contemplar es un andar herido de amor, que inflamado por ardores indescriptibles que le llegan de más allá de sí, se ve animado, impulsado y llevado.

 

51.  Contemplar es un andar enloquecido de amor.

 

52.  Este andar en amor encendido e incendiado que es la contemplación, va engendrando amor por donde pasa.

 

53.  Por su testimonio de andar en amor, el Señor va regalando a otros, el enamoramiento de amor que ya ha infundido en el contemplador.

 

54.  El contemplativo anda en amor, provocando el llamado a vivir y andar en amor del Amado.

 

55.  Este andar en amor encuentra su vocación en darse más a su Amado para que su Amado lo convierta en rostro y presencia viva de su amor para el mundo.

 

56.  Contemplar es andar en amor provocando amor por un amor tan encendido.

 

57.  Contemplar es entrelazar la vida con la Vida del Amado.

 

58.  Amadores, el Señor y el contemplador, que se buscan y se encuentran y se unen.

 

59.  Se van entrelazando, entretejiendo estos dos bien distintos y por la gracia de uno van alcanzando la unidad y la armonía en el amor.

 

60.  La vida del contemplativo va siendo transformada a imagen y semejanza de la Vida Nueva del Amado; imagen y semejanza sembrada desde siempre y desde siempre llamada a crecer hasta alcanzar la plenitud.

 

61.  La vida contemplativa se va llenando hasta la excedencia de aquella plenitud regalada por el amor fecundo del Señor Jesús que se da sin medida.

 

62.  Contemplar es lanzarse a la fecundidad del amor en el encuentro unitivo con Jesús Amado que viene y no deja de venir.

 


EVANGELIO DE FUEGO 19 de Junio de 2025