PROVERBIOS DE ERMITAÑO 1



“El verdadero siervo inútil, pobre y humilde”, expresión que remite a los dichos del Señor Jesús acerca del servidor que no necesita que se le agradezca, pues tan solo ha hecho cuanto se le ha encomendado. También expresión que remite a la espiritualidad propia del Pobrecito, de San Francisco de Asís.

“El verdadero siervo inútil, pobre y humilde, solo atesora la Unión con su Amado y Esposo”, vive para esa Unión. En el sustrato y cimiento de su vida, en lo alto de la cima, en todo el trayecto, pone como prioridad y sentido la Unión con Dios, la Unión con su Amado y Esposo. ¡Para eso vive! Como para llevar en sí, atesorándolas como un honor y privilegio,  “heridas vivas y cicatrices de la Cruz”.

Recuerdo a San Pablo, sobre aquello de que aún falta que completemos en nosotros, en el Cuerpo de la Iglesia, lo que falta a los padecimientos de Cristo, nuestra Cabeza. Lo que de su Pasión debe ser completado en los creyentes. Y aquello otro de que ya no me molesten más porque llevo en mí las cicatrices de Jesús.

No de un modo enfermizo –masoquista-, pero: ¿no es hermoso poder mostrar en la vida de uno las cicatrices de los combates por fidelidad al Señor Jesús? ¿No es como un honor y privilegio portar sobre nuestra pobre vida las consecuencias de haber cargado la Cruz junto al Señor, de haber sido perseguidos en su Nombre? ¿No hay belleza para nosotros –los cristianos- en los rastros del testimonio de Jesús?

¡Qué bueno poder atesorar la Unión con Dios, Amado y Esposo! ¡Atesorar esas cicatrices que han quedado en nosotros por ser fieles a Cristo, por compartir su Cruz!

 


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