PROVERBIOS DE ERMITAÑO 3




Este proverbio de ermitaño parte de la experiencia eclesial vivida. En esta Iglesia que peregrina en la historia podemos encontrarnos con personas –hermanos nuestros cristianos-, que no cultiven la humildad, ni busquen ocupar los últimos lugares pasando desapercibidos o siendo simplemente servidores; sino que vayan tras el poder, el protagonismo, procurando establecerse por encima del otro, ávidos de fama y quizás también de enriquecimiento. Viven la Iglesia como una carrera por el encumbramiento con afán de títulos y honores.

Hermanos así podremos encontrar siempre en la vida de la Iglesia que peregrina en la historia. Por misericordia, para ayudarlos, sanarlos y rescatarlos, hay que predicarles la humildad. ¿Y qué mejor forma que volver a anunciarles a Jesucristo anonadado, abajado y humilde, contemplándolo en el Pesebre, la Eucaristía y la Cruz? Se les debe predicar a nuestros hermanos cuando pierden la humildad del servidor y empiezan a buscarse a sí mismos, su protagonismo y su poder, al Señor Jesús, el humilde Siervo. Puede ser que los hermanos rechacen este Evangelio de la pequeñez, de la simplicidad y la minoridad. Se empeñen en su carrera de encumbramiento y empoderamiento en títulos, honores, cargos y reconocimientos. Bien, seguiremos caminando junto a los hermanos sin separarnos pero sin convalidar lo que apetecen. Sin convalidar su mentalidad desmesurada y sus búsquedas impropias del camino del Evangelio. Caminaremos sin separarnos pero sin convalidarlos. Seguiremos anunciando el Evangelio del Jesús humilde en Pesebre, Eucaristía y Cruz.

Mi experiencia lamentablemente me dice que, si estos hermanos a quienes les falta la humildad del servidor pobre y simple –sobre todo si ya están muy encumbrados en altos cargos, con grandes honores y detentan mucho poder-, lo mejor es apartarse, tomar distancia, alejarse. Quizás ya su forma de vida está muy cristalizada, consolidada y amañada. En este sentido, a pesar de tener un alto cargo y dignidad, resultan impostores –aunque el lenguaje resulte duro-, porque no quieren vivir y convertirse al Evangelio del Siervo humilde y pobre que es el Señor Jesús. Y van a intentar ponerte trampas, seducirte y cautivarte. O si intentas predicarles el Evangelio para con misericordia alcanzarles alivio, sanación, corrección y orientación, lo más probable es que descarguen su ira contra ti, que no soporten este anuncio y te persigan.

Bueno, sé que no es el rostro más amable pero la vida de la Iglesia que peregrina en la historia también tiene estos rostros, frutos amargos de nuestros pecados sin conversión. Hagamos penitencia.

  

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