PROVERBIOS DE ERMITAÑO 4




La Iglesia peregrina, que camina en la historia, sufre a veces esta situación sorprendente. La Iglesia triunfante, nuestra Madre, la Jerusalén Celeste, la Ciudad de los Santos ya se halla asegurada en Dios. Pero nosotros en el tiempo aún estamos decidiendo. Y como hay miembros en la Iglesia que caemos en pecado, quiere decir que todos somos tentados. Y a veces parece que la tentación nos acecha por todos lados incluso desde dentro de la propia Iglesia peregrina que camina en la historia. Con escándalos y anti-testimonios de sus miembros el ambiente se enrarece y degrada.

Un ejemplo son nuestros días plagados de confusión, probablemente con no pocos errores doctrinales, búsquedas de poder desmesuradas, infidelidades morales y espirituales, desobediencia, una preocupante falta de acogida a la Revelación entera, rebeldía y falta de docilidad a la Palabra Santa de Dios y la ruptura de los iluminados con la Tradición Apostólica. Así se va dañando el vínculo con nuestro señor Jesucristo fuente de toda Revelación y Verdad salutífera.

En fin, de tanto en tanto parece que en algún período de la Iglesia peregrina andan sueltos todos los demonios. Hoy creo, dada mi descripción, que transitamos uno de esos tiempos. Y solo se los expulsa con penitencia y oración. Haciendo mención a aquel milagro, en el cual los discípulos le preguntan al Señor, por qué ellos no pudieron expulsar al demonio mudo, también nosotros hallamos una respuesta simple y precisa: hace falta penitencia, ayuno y oración. Porque cuando la Iglesia se ve atravesada por las tentaciones como desde dentro de sí misma y percibimos que el pecado fue creciendo al interior de la comunidad de la fe, evidentemente el mal de fondo es el abandono de Dios, seguramente una degradación de la vida espiritual y del culto litúrgico. El mal de fondo es que Dios ya no cuenta con todo el espacio y la preeminencia en nuestra vida y corazón como tampoco en nuestras comunidades.

Para salir de esta situación, cuando la Iglesia se siente invadida por las tentaciones y debe admitir que el Adversario ha encontrado fisuras y huecos por donde  colarse y provocar daño, el camino es volver a Dios, que nuevamente Él esté en la base, en el centro y en lo alto de la vida de la Iglesia. Que Dios de nuevo lo sea todo para nosotros. El mejor remedio es la conversión. Por la penitencia y la oración abrazar de nuevo la aspiración de santidad.

Debemos ser realistas, puede suceder que la Iglesia en algunos miembros, cargos eclesiásticos o estructuras de gobierno pastoral sea infestada por el mal. Ha pasado en los tiempos Apostólicos y siguió pasando a lo largo de la historia. Pero no vencerá el mal, también la Iglesia peregrina está asegurada en Dios aunque en sus miembros o en algunos sectores del pueblo en tránsito se constaten defecciones e infidelidades, se dejen caer en la tentación y en el pecado. Somos un pueblo peregrino, aún inestable hasta que la libertad de cada quien aún no esté ganada para ser de Cristo. Tranquilos, todo se resuelve con una mayor calidad en la Alianza con Dios, mediante penitencia, oración y búsqueda sincera de conversión y santidad.

 

 


 

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