"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)
“Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo.” (8,7)
En este estado aún de purificación
que es el capullo, el contemplador goza cuando el Señor le regala uniones
provisorias y no definitivas que dejan sin embargo en él efectos gratísimos. Tiempos
a veces extensos de experiencia de estar sólo con Dios y como si todo lo demás
no existiera, o más bien, como si existiera ocultando y cantando este encuentro
maravilloso en amor. También le es regalado mirar la obra del Amado en sí que
parece brotar incontrolable como la primavera. Estos espacios de luz en la
honda extensión de la noche, así como el testimonio de quienes lo precedieron
en este camino y don de la contemplación, lo llevan a creer y esperar, con fe y
esperanza atravesadas de amor, la unión definitiva, primicia de
Sabe
por el amor que lo penetra que cuando el Amado lo deje caer en este estado ya
nada ni nadie podrán arrancarlo de Él, habitará en Él y será de Él para
siempre. Habrá alcanzado el ser del hombre que no es otro que ser amor por Amor,
haciéndose uno con aquel Uno en Tres que no es más que Amor sin principio ni
fin, inagotable e ilimitadamente comunicativo. Amén. ¡Gloria a Dios!
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