Continuación del relato vocacional
El relato de
la vocación de Jeremías no puede leerse sin dos perícopas anexas y contiguas.
La primera de ellas se encentra en 1,11-14.
“Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en
estos términos: «¿Qué estás viendo, Jeremías?» «Una rama de almendro estoy viendo.»
Y me dijo Yahveh: «Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para
cumplirla.» Nuevamente me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:
«¿Qué estás viendo?» «Un puchero hirviendo estoy viendo, que se vuelca de norte
a sur.» Y me dijo Yahveh: «Es que desde el norte se iniciará el desastre sobre
todos los moradores de esta tierra.” (Jer 1,11-14)
Se trata de
una doble visión. En la primera sutilmente se ofrece un juego implícito de
palabras entre almendro y centinela, términos que en el lenguaje
hebreo comparten las mismas consonantes y que solo se diferencian por la
vocalización. Dios será un vigilante-vigía-centinela para guardar a su pueblo. Y
esa será la misión participada a Jeremías; el profeta deberá vigilar para que
la Palabra de Dios sea oída por su Pueblo y se cumpla en la historia.
En la segunda
visión, la olla hirviendo que se derrama y vuelca su contenido desde el Norte
hacia el Sur, significa el castigo divino que recae sobre Israel mediante la invasión
babilónica.
El segundo
pasaje anexo al relato vocacional es el siguiente:
“Porque en seguida llamo yo a todas las familias
reinos del norte - oráculo de Yahveh - y vendrán a instalarse a las mismas
puertas de Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y contra todas
las ciudades de Judá, a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme
dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses, y adorar la obra de sus
propias manos. Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás
todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar
delante de ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza
fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así
se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo
de la tierra. Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo
- oráculo de Yahveh - para salvarte.” (Jer 1,15-19)
Aquí se desarrolla
un rib. Ya sabemos que se trata de un
género literario que simula un juicio, litigio o querella. Es Dios el que pone
asedio contra Jerusalén. Cuando Babilonia amenace el país y ponga sitio a la
ciudad, deberán entender que es el mismo Señor quien por este medio se ha
vuelto contra ella amenazante. La sentencia condenatoria es consecuencia de que
el Pueblo ha roto la Alianza adorando a otros dioses-ídolos fabricados con sus
manos.
El pasaje adelanta
todo el contenido y la dinámica de la profecía de Jeremías. El profeta debe en
nombre de Dios “apretarse la cintura y alzarse”, es decir, debe ser una
presencia fuerte y firme que confronte al Pueblo. Se trata de un enviado de Dios
al estilo de los reyes invasores que envían sus mensajeros prepotentes a amedrentar
al pueblo para que no se resista y acepte el vasallaje.
A Jeremías se
le promete que será sostenido por Dios en su misión: “no desmayes y yo no te
haré desmayar delante de ellos”. Una misión dura y áspera tiene por delante: Dios
hace guerra contra Israel y el profeta es la avanzada del ejército divino que
paradójicamente es una nación extranjera: Babilonia.
Irónicamente
el Pueblo tratará a Jeremías como a ciudad sitiada. Lo rodearán e intentarán
doblegarlo pero resistirá porque Dios es su fortaleza. El Señor salvará al
profeta que ha enviado y castigará a su Pueblo.
No desmayes, proclama con valentía mi Palabra
A veces en
nuestros días percibo que la Iglesia peregrina está a punto de flaquear y
desmayar frente a los embates de este mundo. Entonces para evitar la
conflictividad se siente tentada a entregar la doctrina perenne de la Salvación
a las modas temporales, la opinión pública o las agendas de los señores de la
tierra. Comprendo el temor, también Jeremías hubiese preferido huir de su misión
y la constante tensión a la que se verá expuesto lo hará vivir hondas crisis
purgativas. Pero Dios es fiel. Y quiere sin duda que como Él es fiel a su Palabra,
la Iglesia también lo sea.
Insisto,
percibo una excesiva acomodación de la Iglesia contemporánea a una cultura que
es hechura de una humanidad sin Cristo. Como si se estuviese renunciando a
reclamar la conversión. Un “bautizar sin más” todo lo que se presente
masivamente aceptado bajo simulacro de una falsa condescendencia divina que
exceptúa de la santidad.
Yo creo que Dios
enviará a nuestro tiempo profetas como “plaza fuerte”, posición elevada e
inconquistable, estandarte enarbolado victorioso, signo de la fidelidad divina
a su proyecto de Alianza Nueva y definitiva en la Pascua del Señor Jesús. Porque
Dios por fidelidad a su Amor también pondrá sitio a lo mundano impío e inconverso,
y si es necesario también sitiará a su Iglesia-Pueblo si llegase a romper la Alianza
y se entregara a los ídolos.
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