Jeremías: el profeta de la interioridad, atravesado por el sufrimiento (3)

 

 



Continuación del relato vocacional

 

El relato de la vocación de Jeremías no puede leerse sin dos perícopas anexas y contiguas. La primera de ellas se encentra en 1,11-14.

 

“Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: «¿Qué estás viendo, Jeremías?» «Una rama de almendro estoy viendo.» Y me dijo Yahveh: «Bien has visto. Pues así soy yo, velador de mi palabra para cumplirla.» Nuevamente me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: «¿Qué estás viendo?» «Un puchero hirviendo estoy viendo, que se vuelca de norte a sur.» Y me dijo Yahveh: «Es que desde el norte se iniciará el desastre sobre todos los moradores de esta tierra.” (Jer 1,11-14)

 

Se trata de una doble visión. En la primera sutilmente se ofrece un juego implícito de palabras entre almendro y centinela, términos que en el lenguaje hebreo comparten las mismas consonantes y que solo se diferencian por la vocalización. Dios será un vigilante-vigía-centinela para guardar a su pueblo. Y esa será la misión participada a Jeremías; el profeta deberá vigilar para que la Palabra de Dios sea oída por su Pueblo y se cumpla en la historia.

En la segunda visión, la olla hirviendo que se derrama y vuelca su contenido desde el Norte hacia el Sur, significa el castigo divino que recae sobre Israel mediante la invasión babilónica.

El segundo pasaje anexo al relato vocacional es el siguiente:

 

“Porque en seguida llamo yo a todas las familias reinos del norte - oráculo de Yahveh - y vendrán a instalarse a las mismas puertas de Jerusalén, y frente a todas sus murallas en torno, y contra todas las ciudades de Judá, a las que yo sentenciaré por toda su malicia: por haberme dejado a mí para ofrecer incienso a otros dioses, y adorar la obra de sus propias manos. Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar delante de ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte.” (Jer 1,15-19)

 

Aquí se desarrolla un rib. Ya sabemos que se trata de un género literario que simula un juicio, litigio o querella. Es Dios el que pone asedio contra Jerusalén. Cuando Babilonia amenace el país y ponga sitio a la ciudad, deberán entender que es el mismo Señor quien por este medio se ha vuelto contra ella amenazante. La sentencia condenatoria es consecuencia de que el Pueblo ha roto la Alianza adorando a otros dioses-ídolos fabricados con sus manos.

El pasaje adelanta todo el contenido y la dinámica de la profecía de Jeremías. El profeta debe en nombre de Dios “apretarse la cintura y alzarse”, es decir, debe ser una presencia fuerte y firme que confronte al Pueblo. Se trata de un enviado de Dios al estilo de los reyes invasores que envían sus mensajeros prepotentes a amedrentar al pueblo para que no se resista y acepte el vasallaje.

A Jeremías se le promete que será sostenido por Dios en su misión: “no desmayes y yo no te haré desmayar delante de ellos”. Una misión dura y áspera tiene por delante: Dios hace guerra contra Israel y el profeta es la avanzada del ejército divino que paradójicamente es una nación extranjera: Babilonia.

Irónicamente el Pueblo tratará a Jeremías como a ciudad sitiada. Lo rodearán e intentarán doblegarlo pero resistirá porque Dios es su fortaleza. El Señor salvará al profeta que ha enviado y castigará a su Pueblo.

 

No desmayes, proclama con valentía mi Palabra

 

A veces en nuestros días percibo que la Iglesia peregrina está a punto de flaquear y desmayar frente a los embates de este mundo. Entonces para evitar la conflictividad se siente tentada a entregar la doctrina perenne de la Salvación a las modas temporales, la opinión pública o las agendas de los señores de la tierra. Comprendo el temor, también Jeremías hubiese preferido huir de su misión y la constante tensión a la que se verá expuesto lo hará vivir hondas crisis purgativas. Pero Dios es fiel. Y quiere sin duda que como Él es fiel a su Palabra, la Iglesia también lo sea.

Insisto, percibo una excesiva acomodación de la Iglesia contemporánea a una cultura que es hechura de una humanidad sin Cristo. Como si se estuviese renunciando a reclamar la conversión. Un “bautizar sin más” todo lo que se presente masivamente aceptado bajo simulacro de una falsa condescendencia divina que exceptúa de la santidad.

Yo creo que Dios enviará a nuestro tiempo profetas como “plaza fuerte”, posición elevada e inconquistable, estandarte enarbolado victorioso, signo de la fidelidad divina a su proyecto de Alianza Nueva y definitiva en la Pascua del Señor Jesús. Porque Dios por fidelidad a su Amor también pondrá sitio a lo mundano impío e inconverso, y si es necesario también sitiará a su Iglesia-Pueblo si llegase a romper la Alianza y se entregara a los ídolos.

 


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