CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 19
ACERCA DE LAS VISIONES
Habiendo ya Fray
Juan avisado hasta el hartazgo que hemos de apartarnos de todo gusto desordenado
por lo extraordinario, tras lo cual se escabulle no poca falta de humildad y
ensoñamiento de falsa gloria, clarifiquemos algunos fenómenos espirituales.
Recordemos sin embargo de nuevo la importancia de no quedarse en el fenómeno en
sí mismo, sino apuntar al sentido sobrenatural profundo y misterioso como a la acción
que Dios quiere realizar en el alma para su transformación.
“Dos
maneras de visiones pueden caer en el entendimiento: unas son de sustancias
corpóreas, otras, de sustancias separadas o incorpóreas. Las de las corpóreas
son acerca de todas las cosas materiales que hay en el cielo y en la tierra,
las cuales puede ver el alma aun estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre
sobrenatural derivada de Dios,” (SMC L2, Cap. 24,1)
“Las
otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se pueden ver mediante
esta lumbre derivada que aquí decimos, sino con otra lumbre más alta que se
llama lumbre de gloria. …rarísimas veces acaecen y casi nunca y a muy pocos,
porque lo hace Dios en aquellos que son muy fuertes del espíritu de
Baste como distinción
sin necesidad de mayores explicaciones. Las visiones –en cuanto aprehensiones
que caen en el entendimiento de modo puramente espiritual- pueden ser sobre
realidades corpóreas con cierta “luz sobrenatural” e incorpóreas con “luz de
gloria” –en cuanto participación en aquella luz beatífica con la cual los
santos contemplan a Dios en el Cielo-. Estas últimas son rarísimas y son
concedidas a quienes ya están firmemente encaminados a la unión esponsal
transformante y ya han madurado sólidamente su decisión por vivir solo según la
Voluntad de Dios en verdadero espíritu eclesial. Sobre estas últimas nos enseñas
además que:
“…aunque
estas visiones de sustancias espirituales no se pueden desnudar y claramente
ver en esta vida con el entendimiento, puédense, empero, sentir en la sustancia
del alma con suavísimos toques y juntas, lo cual pertenece a los sentimientos
espirituales…” (SMC L2, Cap. 24,4)
Pero en verdad yo quisiera
destacar el tema de la “inteligencia mística”, es decir cómo la unión con Dios
produce “sabiduría escondida”, un conocimiento tan propio del amor. Tú le
llamas “inteligencia mística y confusa u oscura”:
“…mediante
esta noticia amorosa y oscura, se junta Dios con el alma en alto grado y
divino. Porque, en alguna manera, esta noticia oscura amorosa, que es la fe,
sirve en esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la
otra de medio para la clara visión de Dios.” (SMC L2, Cap. 24,4)
Porque no es inocuo
sino de gran provecho el trato de amor con el Señor y la unión del alma a su
Amado y Esposo lo ilumina todo de forma nueva, tanto como Dios quiera dejar ver
en fe y espíritu. “Sabiduría o ciencia infusa” podríamos también denominarla,
que no se trata exactamente de contenidos conceptualizables sino más bien de
aquella “iluminación” que a veces acaece conexa a la unión de amor y que nos permite
mirar por vía de la vida teologal con la mirada de Dios. Es un descubrir y
comprender todas las cosas desde Dios y junto a Él.
“…como
si se le abriese una clarísima puerta y por ella viese (una luz) a manera de un
relámpago, cuando en una noche oscura, súbitamente esclarece las cosas y las
hace ver clara y distintamente, y luego las deja a oscuras…” (SMC L2, Cap. 24,4)
Podemos señalar los
efectos que deja tal inteligencia oscura en fe y amor y también por los efectos
distinguirla de falsificaciones del
Maligno.
“El
efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud, iluminación y alegría a
manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación
del espíritu en Dios.
Puede
también el demonio causar estas visiones en el alma mediante alguna lumbre
natural… los efectos que éstas hacenen el alma no son como los que hacen las
buenas, antes hacen sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e
inclinación a estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en
ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios.” (SMC L2, Cap. 24,6-7)
Aunque estas visiones
puramente espirituales son más valiosas que otras a las que nos referimos en
escritos previos, el consejo acerca de cómo y cuánto ponderarlas sigue inalterable:
“Estas
visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios ninguna proporción ni
conveniencia esencial tiene, no pueden servir al entendimiento de medio próximo
para la unión de Dios. Y así, conviene al alma haberse puramente negativa en
ellas, como en las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio
próximo, que es la fe. De donde, de aquellas formas de las tales visiones que
se quedan en el alma impresas, no ha de hacer archivo ni tesoro el alma, ni ha
de querer arrimarse a ellas, porque sería estarse con aquellas formas, imágenes
y personajes, que acerca del interior reciben, embarazada, y no iría por
negación de todas las cosas a Dios.” (SMC L2, Cap. 24,8)
Por tanto insistimos
que el camino no es quedarse arrimado y pegoteado a los “fenómenos espirituales”
sino que, como desnudándose de ellos, concentrarse en el incremento de las
virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, que son el medio para la unión
con Dios.
“…cuanto
más el alma se quiere oscurecer y aniquilar acerca de todas las cosas
exteriores e interiores que puede recibir, tanto más se infunde de fe, y por
consiguiente, de amor y esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes
teologales andan en uno.” (SMC L2, Cap. 24,8)
Por tanto concluimos
contigo con la misma enseñanza que venimos repitiendo y queriendo dejar marcada
a fuego:
“Que
tenga fortaleza y mortificación y amor para querer quedarse en vacío y a
oscuras de todo, y fundar el amor y gozo en lo que no ve ni siente ni puede ver
ni sentir en esta vida, que es Dios, el cual es incomprehensible y (está) sobre
todo.” (SMC L2, Cap. 24,9)
¿Qué le hace falta
pues a nuestro peregrino que intenta ascender hasta la cima del monte santo? Solo
una actitud perseverante:
“…desnudez
espiritual y pobreza de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para
la unión del alma con Dios.” (SMC L2, Cap. 24,9)
Porque todas las
visiones que se tengan espiritualmente en contemplación nunca deben apagar ni
distraernos del interés primordial por la única Visión que es verdaderamente
necesaria y que conviene a nuestra alma y que es Salvación: la visión beatífica
de Dios en la Gloria del Cielo junto a todos los santos cuando la Unión alcanzada
por Gracia en la historia llegue a ser plena y eterna.
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