1.
¡Oh, alma
bienaventurada, cuán maravillosa la obra del Señor en ti! Si te ha hundido en
lo más profundo de la noche es para hacerte resurgir como la más
resplandeciente aurora.
2.
¡Oh, alma
bienaventurada!, tu Señor te ha hecho tesoro de luz que regalada ilumina las
tinieblas; astro tú y guía, sin quererlo y a escondidas, reflejo cautivante tú
de Aquel que es Luz sin límite.
3.
Llevas en ti, oh
alma enamorada, como poderosos escuadrones las insignias del amor, es decir, la
multitud de gracias que te adornan por el trato íntimo con tu Amado.
4.
Alma mía, la
contemplación te ha hecho otra, o mejor aún, te ha permitido ser quien
verdaderamente eres, te ha devuelto al designio primero de Dios sobre ti.
5.
Alma mía, ya
escondida en el Escondido, eres reflejo de la misteriosa Luz que centellea en
la noche e ilumina las tinieblas.
6.
¡Oh, entrégate,
alma bienaventurada, más y más a Aquel que te formó y te transforma en sí con
incomparable amor!
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