“Grábame como un sello sobre tu
corazón.” (8,6a)
1.
¿Qué pide la
amada, es decir, nuestra alma enamorada? Pide a su Amado y Señor estar tan
cerca de Él que ya no pueda separarse, como lo sellado que se hace uno con la
superficie y ya no puede quitarse uno sin el otro.
2.
No quiere más
el contemplativo que perderse en su Señor, ser escondido en Él, ser parte, por
así decirlo, de su corazón. Ser de Él, estando en Él íntimamente, a la vez que
siendo el yo que es en su forma más auténtica.
3.
El amor que le
ha sido dispensado al alma, le ha hecho comprender que el hombre es, sólo si es
con Dios y en Dios, desde y para Dios.
4.
En el alma
contemplativa surge esa sabiduría de amor que compromete la integridad de la
existencia, la totalidad del ser: o lo es todo para Dios, o lo que sea, será
nada.
5.
¿Qué es la contemplación?
Un don de integración santificante de toda la vida en Dios.
6.
¡Señor, por
favor, apura el tiempo! ¿No ves que no soy más que debilidad y pecado
necesitado de Ti? ¿Qué puedo yo sin Ti?
7.
Señor mío, ahora
sé que yo sin Ti no soy más que un esfuerzo inútil destinado al fracaso y la
disolución. Nada de lo grande que pueda alcanzar sin Ti se compara a lo más
insignificante que Tú me puedas dar a mí.
8.
¡Oh, Señor,
piedad de mí! ¡Por tu gran Misericordia dame fuerzas para entregarte mi ser y
desasirme de todos mis ídolos! ¡Oh, Señor, Amado y Amante, grábame como un
sello sobre tu corazón!
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