CANTANDO CANTARES DEL ALMA 9

 


“Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado.” (2,16a)

 

1.      “Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado.” (Ct 2,16a) No hay mejor forma de expresar el camino contemplativo.

 

2.      Es propio de la contemplación que el don de la unión, el don de la referencia del yo al Amado, quede marcado en el alma de un modo persistente.

 

3.      No es indiferente haber pasado el alma por el trance de la fuga y del rapto, del amoroso estar fuera de sí en Él por Él.  Así se recibe, por la propia experiencia contemplativa que deja al alma imborrablemente marcada, el don de la referencia.

 

4.      La existencia del contemplador no puede menos que experimentarse referida a la existencia del Amado. Existo para Él y porque Él existe, sino no existiría.

 

5.      Se ha levantado un profundo desencantamiento y desabrimiento por todo lo que no sea el Amado. Sólo queda la existencia del Amado como motor y sentido de la existencia y nada más.

 

6.      Cuanto más se adentra el contemplador en su caminar la referencia al Amado se va haciendo más esencial. Participando de algún modo de la misma vida divina, sumergido en el misterio de la  Trinidad, el contemplador goza ya de las primicias de la eternidad.

 

7.      El Buen Dios hace entrar al contemplador en sí de tal forma, que al mismo tiempo que empiezan a diluirse las barreras y secuelas que levantó y dejó el pecado, comienza a restablecerse la comunicación original con toda su maravilla.

 

8.      Ser el contemplador en Dios y Dios en el contemplador. Gozar en el amor de una unión gratuita y totalmente inesperada. Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.

 

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