CANTANDO CANTARES DEL ALMA 7

 


“Su izquierda sostiene mi cabeza y con su derecha me abraza.” (2,6)

 

1.      ¡Cómo decir la gran delicadeza y cuidado que el Señor tiene con los que lleva por el camino de la contemplación!

 

2.      A los contemplativos Dios sabe abrazarnos, y esto en el sentido del fuego que arde, enardece, inflama y consume pidiendo más, siempre más; y a la vez sostenernos para que no nos desbaratemos, desmembremos o desintegremos ante tan arrollador don que es su Presencia.

 

3.      Con sabia y paternal pedagogía, Dios nos abraza y nos coloca como al límite y luego nos sostiene y de este modo nos va capacitando para recibirle y albergarle.

 

4.      Es como si con breves y fuertes tirones el Señor nos fuera dilatando el corazón, que en tensión -cuando Él viene- parece ya pronto a romperse y en el relajamiento -cuando Él se aleja- no puede menos que añorarlo y desearlo con más fuerza.

 

5.      Entre excitaciones y desmayos, entre efluvios y desfallecimientos, va quitando del contemplador el ritmo de su latir y va introduciendo en el centro de su corazón el ritmo del latir del corazón Trinitario.

 

6.      Quien lo vive contemplando lo sabe pues lo saborea; y quien no lo vive, que con corazón sincero desee amar al Señor, tener con Él un encuentro gratuito en el amor, estar con Él por estar con Él y nada más.

 

7.      Si un verdadero deseo de contemplación brota, es que ya hay gracia; láncese entonces con simpleza y “negligente despreocupación amorosa” en los brazos del Amado y Él hará la obra.

 

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