“Su izquierda sostiene mi cabeza
y con su derecha me abraza.” (2,6)
1.
¡Cómo decir la
gran delicadeza y cuidado que el Señor tiene con los que lleva por el camino de
la contemplación!
2.
A los
contemplativos Dios sabe abrazarnos, y esto en el sentido del fuego que arde,
enardece, inflama y consume pidiendo más, siempre más; y a la vez sostenernos
para que no nos desbaratemos, desmembremos o desintegremos ante tan arrollador
don que es su Presencia.
3.
Con sabia y
paternal pedagogía, Dios nos abraza y nos coloca como al límite y luego nos
sostiene y de este modo nos va capacitando para recibirle y albergarle.
4.
Es como si con
breves y fuertes tirones el Señor nos fuera dilatando el corazón, que en
tensión -cuando Él viene- parece ya pronto a romperse y en el relajamiento
-cuando Él se aleja- no puede menos que añorarlo y desearlo con más fuerza.
5.
Entre
excitaciones y desmayos, entre efluvios y desfallecimientos, va quitando del
contemplador el ritmo de su latir y va introduciendo en el centro de su corazón
el ritmo del latir del corazón Trinitario.
6.
Quien lo vive contemplando
lo sabe pues lo saborea; y quien no lo vive, que con corazón sincero desee amar
al Señor, tener con Él un encuentro gratuito en el amor, estar con Él por estar
con Él y nada más.
7.
Si un verdadero
deseo de contemplación brota, es que ya hay gracia; láncese entonces con
simpleza y “negligente despreocupación amorosa” en los brazos del Amado y Él
hará la obra.
💞
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