POESÍA DEL ALMA UNIDA 10

 



Silencio

Penitencia y Contemplación

¿Para qué más?

 

Solo déjame habitar

Esta santa y bendita

Ermita de la Cruz

 

No hay nada en absoluto

Más importante o urgente

Que celebrar esta Alianza

 

Aquella Mujer lo sabe a sus pies

El Discípulo amado también

¿Y tú aún no lo comprendes?

 

Mi caridad pastoral será

Quedarme tan solo aquí

Quieto y aquietando

 

Enseñando que no existe nada más

Que el mundo gira y distrae

Mientras la Cruz está firme

 

Pues apoyado en los Cimientos de la Vida

Enraizado en la Entrega Redentora

Florecerá el Espíritu

 

Aquí se sanearán todas tus aguas

La transparencia del Amor reinará

Junto a la Fe oscura en Esperanza oculta

 

Y se revelará aquí la dicha y el gozo

El feliz Matrimonio

Que alumbrará Eternidad

 

Ven quédate conmigo

No huyas ya de ti mismo y de tu Dios

Serénate y apacíguate ¿para qué más?

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 16



CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 16


NO REGODEARSE EN LAS REPRESENTACIONES SINO PERMANECER DESASIDA, DESNUDA, PURA Y SENCILLA

 

Esclarecidísimo maestro, Fray Juan, te confieso que me causa fatiga ya, tener que insistir sobre las mismas cosas, pero advierto como tú que ni están dispuestos a oír ni se convencen de la verdad; pues por tanto habrá que seguir martillando en el sentido que señala la desnudez de la Cruz.

Volvamos a enseñar que cuantas representaciones imaginativas o locuciones interiores se produzcan en el ejercicio de la oración pueden tener diversas fuentes.

La una el natural, diríamos hoy nuestra “psicología personal”, en el sentido de todo el bagaje de pulsiones, mandatos y tramas vinculares en las cuales nos hemos ido configurando. Hay que reconocer que a veces no podemos escuchar más allá de lo que deseamos o estamos preparados para escuchar, ni vemos más allá de lo que esperamos o estamos dispuestos a ver. Cuando la realidad supera al paradigma de conocimiento o se modifica el paradigma o se niega la realidad. También en la actividad religiosa de la oración no deja de tener notable influencia la mayor salud o enfermedad de nuestra estructuración personal. Negarlo sería una ingenuidad.

La otra fuente es sobrenatural, pues estas representaciones y locuciones interiores pueden ser producto del influjo de Dios pero también del Demonio.

 

“…puede Dios y el demonio representar las mismas imágenes y especies, y mucho más hermosas y acabadas. De donde, debajo de estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas, y la enseña mucha sabiduría… Y también el demonio procura con las suyas, aparentemente buenas, engañar al alma…” (SMC L2, Cap. 16,3)


No debemos asustarnos sino ser precavidos. Si Dios usa de este medio, lo cual hace mucho en los comienzos, acercándose didácticamente cuanto puede a nuestro humano lenguaje todavía rudimentario en lo espiritual, es para educarnos y hacernos comprender el camino por el cual quiere conducirnos. Pero el Adversario aquí quiere aprovecharse y sabe que obtendrá grandes ganancias por nuestro aprecio desmedido a lo sensible. No lo hará proponiéndonos tentaciones nítidamente pecaminosas que descubriríamos y rechazaríamos con mayor facilidad, sino actuando como “ángel de luz”, bajo apariencia de bien o de pretendida incluso santidad, frecuentemente impostada como pureza separada y heroica. Entonces, ¿cómo los distinguiremos? Si vieres que se levanta cualquier espíritu de presunción o vanagloria, si el derrotero te conduce a volverte sobre ti mismo y a ensalzarte regodeándote en lo que tienes o se ha producido en ti, si disminuye tu conciencia de no ser más que un penitente en camino, si se apaga la caridad fraterna bajo el crecimiento de tu autoestima, sabrás ciertamente que se ha mezclado mal espíritu. Porque Dios siempre nos pastorea hacia la humildad y abajamiento de sí. Aunque también deberás cuidarte de esa falsa humildad que en verdad es acomplejamiento y falta de aceptación de ti mismo. Dios nos lleva suavemente por el camino de la verdad que nos hace libres.

 

“Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión.” (SMC L2, Cap. 16,6)

 

“Por tanto, para venir a esta unión de amor de Dios esencial, ha de tener cuidado el alma de no se ir arrimando a visiones imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias, pues no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal efecto; antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y procurar de no tenerlas.” (SMC L2, Cap. 16,10)

 

Mientras el alma no sea purificada más intensa y transformadoramente hacia la Unión esponsal, la vida interior estará bastante invadida por esta suerte de representaciones, ya sean visiones o locuciones. No interesa ahora distinguir tanto desde cuáles potencias son percibidas o dónde exactamente impactan. La regla general es no quedarse en ellas. Guardarse debe el alma desasida, desnuda, pura y sencilla -nos decía Fray Juan- para poder gozar de la Unión. Sin esta renuncia y esta decisión por ser pobre no se puede avanzar ni crecer.

¡Pero ay de la vanagloria, nuestra perdición! Qué fuerte es en nosotros el apetito desordenado y la vieja inclinación al pecado de Adán. Hasta que no podamos descentrarnos y sigamos idolatrando el yo, estaremos en peligro. Lo digo porque es como intentar hablar con chiquillos encaprichados que no quieren soltar el dulce o el juguete. Son demasiados los que habiendo comenzado a crecer en espíritu luego se quedan empastados en adictivas sensiblerías pseudo-espirituales, en la búsqueda de algo extraordinario o de una experiencia personal para poder exhibir impúdicamente a otros. Coleccionan trofeos pero nunca alcanzarán la meta, su poblada vitrina  es la recompensa con la que el Adversario engañosamente les ha sobornado.

Te repito cuál es el camino si quieres en verdad completar el trayecto:

 

“…que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que también es oscura, sea luz a que nos arrimemos.

…hasta que le amanezca en la otra vida el día de la clara visión de Dios, y en ésta el de la transformación y unión.” (SMC L2, Cap. 16,15)

 

“…el alma no ha de poner los ojos en aquella corteza de figuras y objeto que se le pone de delante sobrenaturalmente, ahora sea acerca del sentido exterior, como son locuciones y palabras al oído y visiones de santos a los ojos, yresplandores hermosos, y olores a las narices, y gustos y suavidades en el paladar, y otros deleites en el tacto, que suelen proceder del espíritu, ni tampoco los ha de poner en cualesquier visiones del sentido interior, cuales son las imaginarias; antes renunciarlas todas. Sólo ha de poner los ojos en aquel buen espíritu que causan, procurando conservarle en obrar y poner por ejercicio lo que es de servicio de Dios ordenadamente, sin advertencia de aquellas representaciones ni de querer algún gusto sensible." (SMC L2, Cap. 17,9)

 

Ojalá puedas admitir el testimonio de quienes pueden ser tus mayores y no te detengas en el camino. Lánzate más bien hacia delante despojándote de todo, pues solo a Dios debes querer y nada has de permitir que te distraiga o te induzca a la postergación. No podrás avanzar si no te entregas a la noche de la fe. Debes dejarte introducir en esta oscuridad tan iluminada según el fulgor de la Santa Cruz. Si quieres tener algo lo perderás todo. Si quieres vivir morirás. Aquí debes comenzar a adentrarte en el sendero del abandono.




La profecía en tiempos convulsionados y violentos

 


Vamos a introducirnos en otra época de la profecía en Israel. Obviamente en esta presentación no podemos tratar la temática propia de todos los profetas. Nos limitamos a aquellos que por la envergadura de su mensaje y por su novedad conceptual son más relevantes. Así en el período precedente no hemos tomado contacto con Miqueas, cuya profecía podríamos catalogar como una síntesis de sus contemporáneos y una suerte de relanzamiento de la temática común; aunque ciertamente debemos reconocerle una singularidad especialmente significativa en su anuncio del Mesías, perfilado como un rey-pastor oriundo de Belén bajo el signo de David. También hubiese deseado seguir gozando de la belleza y profundidad de tantos oráculos poéticos del gran Isaías. Pero debemos seguir haciendo camino.

 

La profecía hacia el fin del siglo VII y comienzo del VI a.C.

La situación histórica

 

Con el reinado de Ezequías había comenzado la reforma deuteronomista cuyos dos grandes pilares serían: el Yavismo como religión única y Jerusalén como ciudad santa donde se ubica el templo único. Con los posteriores gobiernos de Manasés y Amón la reforma se detiene y se recrudece el culto a los ídolos paganos.

La reforma religiosa monoteísta se retoma y profundiza con Josías hacia el 640-609 a.C. En el Templo, probablemente hacia el 622, es hallado el libro de la Ley (Deuteronomio) y se comienza a escribir la colección Josué, Jueces, Samuel, Reyes. Es el tiempo de desarrollo de la Tradición o Escuela Deuteronomista.

Notemos que hacia el 625 a.C. se produce un desplazamiento de poder en la región: comienza a emerger el influjo dominante de Babilonia, que se libera de Asiria y la comienza a desplazar, sustituyéndola luego en su hegemonía territorial.

Tras lo cual comenzará un período muy convulsionado. A Josías le sucede en el trono Joacaz durante apenas 3 meses. Luego Yoyaquim gobierna entre 609-597, declarándose en rebeldía contra Babilonia hacia el 600. Tras lo cual Joaquín reina brevemente entre 598-597, año en el cual Nabucodonosor sitia Jerusalén y lo destrona. Se produce así la primera deportación: las clases dirigentes constituidas por los nobles con sus cortesanos y los sacerdotes son exiliados a Babilonia. En esta deportación emigró Ezequiel, aún no vocado por Dios, cuyo ministerio profético será relevante en el siguiente tramo histórico, ya durante el exilio.

Sedecías reina entre 597-587 y retoma la rebelión.  Ezequiel ya desde el exilio predice la ruina de Jerusalén. En el 587 Nabucodonosor asedia la ciudad capital y la toma, haciendo prisionero al rey.  Godolías es colocado como gobernador pero el pueblo lo asesina. Entonces Nabucodonosor invade destruyendo Jerusalén y el Templo, produciendo una segunda deportación de carácter masivo. Jeremías parte al exilio pero hacia Egipto.

 

Los profetas de este tiempo

 

1. Hacia el 630 ubicamos a Sofonías, que podríamos bautizar como “el profeta del Resto de Yahvéh”, temática que le precede pero que expresa con fuerza propia. Si para Isaías I el castigo es consecuencia de la majestad de Dios y de la infidelidad del pueblo (idolatría), si para Amós esa infidelidad es la injusticia social, para Sofonías Dios se revela por los castigos históricos como Señor del universo y de la historia. Éste profeta sintetizará a los anteriores y profundizará sus intuiciones.

a) Miqueas ya había insinuado que el pecado no es una transgresión colectiva de la Alianza sino una responsabilidad personal, Sofonías insiste con fuerza y en ésta dirección continuará Jeremías.

b) Amós se había sensibilizado con los pobres-explotados, mas Sofonías hace de los anawim no una categoría sociológica sino teológica: son los pobres de Yahvéh, el resto fiel, los piadosos-sumisos abandonados a la voluntad de Dios. Por esta calidad moral Yahvéh los constituye resto escatológico, reserva histórica de fidelidad a la Alianza desde la cual en el futuro hará brotar al Mesías, anawim también él.

c) Retoma el tema del Día de Yahvéh como tiempo final y definitivo  del Juicio de Dios sobre el universo y la historia entera a través de su Mesías. El Mesías no aparece como alguien personal, sólo se lo vincula con el Resto.

 

2. Hacia el 627 fechamos la llamada vocacional del gran profeta Jeremías a quien nos dedicaremos en extenso.

 

3. Hacia el 612 situamos el ministerio de Nahúm que calificaré como “el profeta del Dios victorioso”. Se trata de un oráculo concreto contra Nínive, que simboliza para Judá a todos sus enemigos. Se anuncia pues el castigo del impío. Puede provocar cierto rechazo sin embargo su lenguaje violento, su imagen de un Dios guerrero, que por fidelidad a sí mismo, debe erradicar al impío contumaz.

Nahum significa “el que es consolado”. El consuelo es que: a) Yahvéh triunfa en la historia; b) no se deja vencer por el mal; c) se puede poner en Él la esperanza.

 

4. Hacia el 600 Habacuq, que caracterizaré como “el profeta del desarraigo”. Se presenta como un desarraigado y un sin-historia que en medio de la desolación canta la fe radical en Yahvéh. Se trata de un desarraigado arraigado en la problemática de su tiempo y en la acción de Dios. Lo novedoso en él es su modo de vincularse con Dios: se le planta delante, pregunta y exige respuestas. La tradición rabínica habla de la tríada Moisés-Elías-Habacuq como quienes ven a Dios cara a cara e interceden con su oración. Se pregunta Habacuq: ¿por qué Dios soporta la iniquidad?, ¿por qué el pueblo sufre?, ¿por qué permite que desde dentro perviertan al pueblo?  El justo-Judá es oprimido por el impío-Babilonia, usado por Dios como un azote. Pero también reconoce el profeta que hay justos e impíos dentro y fuera del Pueblo.

Desarrolla pues una verdadera teología de la historia. Dios tiene designios pero no anula la libertad del hombre. Babilonia es un instrumento de Dios pero no un ministro plenipotenciario; ya será juzgada por el modo de usar su poder, el opresor será oprimido y se restablecerá la justicia. Pero esta promesa no hace que el oprimido (Judá) cambie de situación: debe mantener la confianza y esperar en Dios; en medio de un castigo justo seguir creyendo en Dios, apelando a su Misericordia, seguir haciendo de Yahvéh la razón de la esperanza y el sentido de la vida. A Dios no se le pueden preguntar las razones; él es Juez y Señor de la historia.

 

 

La profecía como exégesis de la historia

 

Quisiera resaltar con simplicidad el valor de estos profetas, que en tiempos intensos de reforma religiosa y pecado persistente, de fervor nacional y asedio imperialista, pudieron tener la claridad necesaria para escuchar a Dios y transmitir su voluntad al Pueblo. En medio de tanta ebullición aparecieron como exegetas (intérpretes) precisos de la realidad que el Señor les desvelaba. ¡Cuánta seguridad, consuelo y esperanza será una tal certidumbre en tiempos confusos! Sin embargo a ellos les ha tocado el sufrimiento. Sus contemporáneos, faltos de distancia emotiva para juzgar sobre la situación, ideológica e interesadamente involucrados en los avatares de la cotidianeidad,  parcializados engañosamente en su mirada, les han rechazado y perseguido. ¡Dios por ellos habló con paternal sinceridad pero el Pueblo no lo quiso escuchar!

No son estos tiempos de profunda crisis tan distintos para la Iglesia peregrina. Muchos cristianos se lanzan convencidos hacia la agenda mundana con cuya vigencia pretenden sintonizar bajo pretexto de diálogo; un simulado y bien orquestado coloquio confuso, donde terminan enajenando su identidad en manos de una seductora pero clara estrategia maléfica que asedia destructiva a la Iglesia. Otros tantos permanecen desorientados sin poder hacer pie, jalonados por los vientos de la confusión y a punto de rasgarse sus débiles y resecas raíces; no quieren aún cimentarse en el sacrificio que da firmeza y vida.

¿Y Dios calla, no ha enviado profetas a éstos nuestros tiempos? ¡Claro que sí! No voy a nombrarlos. Sólo diré que por ahora corren la suerte propia de su ministerio: son tratados de locos, retrógrados, fanáticos e ignorantes. Tenidos como insensibles y no encarnados en las causas del presente son desestimados. Me temo que en el futuro comprenderemos la precisa exégesis de la historia que Dios les ha confiado. El Señor pues los mantenga fieles y les retribuya generosamente su entrega martirial.




POESÍA DEL ALMA UNIDA 9

 






Quien ya vive sumergido

En la noche de la Unión

Allí ilumina

Ciertamente

Y tan solo anochecidos

            Podrán verle

Refulgir

 

Porque aquí sucede todo

En el reverso

De cuanto es esperable

            Donde el mundo

Nunca se detiene

Porque es valioso

Solo en cuanto inútil

Y aquilatado en gratuidad

 

La noche del Yermo

Es un inmenso Don

Para crucificados

            Y nadie entra aquí

Sin haberse entregado

Por completo

Pues quién aún se busca a sí mismo

Tiene cerrado el Camino

De la Vida

 

A menudo pues me fugo

Hacia lo escondido bendito

            Pues obligado a salir

            Hacia la superficialidad

Y a convivir con tanta

Exasperante vacuidad

Asfixiado por el hedor

De las vanidades mundanas

No me queda más que retornar

Cuanto más rápido sea posible

Al resguardo de la noche

 

Solo quiero que me dejes habitar

Esta preciosa Ermita de la Cruz

Fuera de la cual

Nada es real

Ni verdadero

 


¿Una Iglesia peregrina en disolvencia? En reserva de la Fe

 



 

Pbro. Silvio Dante Pereira Carro

29 de Junio de 2022

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

 


Cuando el agua de la inundación retrocede, nos permite ver el daño que hasta ahora solo intuíamos, pues aún permanecía oculto. El amplio movimiento de descristianización que venía ganando terreno se ha ido consolidando y escalando ininterrumpidamente niveles. Además la ocasión de los años de pandemia parece haber acelerado el proceso, y ya retornando a cierta normalidad percibimos que todo lo que se venía incubando ha sido dado a luz; ya no retornaremos al estado precedente, todo ha cambiado. Ya aparecen tangibles y manifiestas en el ámbito de la misma Iglesia algunas consecuencias que sim embargo debemos seguir esforzándonos por interpretar. De ser posible sería oportuno vislumbrar también alguna respuesta.

 

Una creciente disolvencia

 

¿La identidad de la Iglesia se puede estar disolviendo en la contemporaneidad de la Iglesia que camina en la historia? ¿Se diluye su esencia y transmuta en contacto con la realidad del mundo en el cual transita peregrina? Interrogación escandalosa e irreverente tal vez que sin embargo puede intentar asirse a algunos emergentes estabilizados.

A modo de hipótesis pues nos preguntamos si es verosímil una doble disolvencia eclesial:

1.      Disolvencia doctrinal

2.      Disolvencia testimonial y espiritual

 

1.      La disolvencia doctrinal

 

Hablar de “doctrina” y hacer alusión pues a un “corpus” es siempre complejo. Sin embargo podemos consensuar que la Iglesia ha enseñado a lo largo de los siglos un conjunto de verdades que en principio consideraba reveladas por el mismo Dios. Estas verdades que Dios quiso comunicar para nuestra Salvación se hallan contenidas en el “Depositum Fidei”.

 El Espíritu Santo Paráclito, recordando, enseñando y haciendo comprender creyentemente, asiste a toda la Iglesia para receptar y anunciar el acontecimiento salvífico de la Palabra que Dios nos ha dirigido en su Hijo Jesucristo por su Encarnación y Pascua. Este acontecimiento gozoso que nos llama a la Gloria es atestiguado por vía de la Tradición y la Escritura. Así el Magisterio como servidor humilde de  este Sagrado Depósito lo conserva, transmite, propone e interpreta autoritativamente con fidelidad. Así la investigación teológica explora el sentido y alcance de la Comunicación Divina para ayudar a madurar la plena inteligencia de su significado  como la vigorosa actualización de su verdad perenne a los diversos contextos epocales. Así el sentido de fe que guía al Pueblo de Dios bajo la unción del Santo lo mantiene en el recto camino que el mismo Dios ha señalado mientras transita la historia.

 Lógicamente no ha sido sino entre aciertos y errores, que tanto la ciencia teológica como el accionar de los diversos miembros del Pueblo peregrino en el tiempo, han realizado su labor de inculturación misionera del Único Evangelio Eterno. Se han suscitado pues controversias y diversas ocasiones de tensión doctrinal que providencialmente, bajo la asistencia del Espíritu Santo,  nos llevaron a proclamar solemnemente algunas verdades y a fijar su contenido de modo definitivo. Así en el cuerpo doctrinal podríamos distinguir una armonía de verdades que siendo conexas pueden ser priorizadas según su mayor o menor status de relevancia eclesial, ligada claro a su diversa centralidad y densidad en la economía revelada. Todo es importante pero no todo vale lo mismo. Hay elementos dogmáticos con carácter irreformable y elementos aún en desarrollo hacia una madura inteligencia de la fe.

Justamente lo que ha permanecido constante en el empeño eclesial es la recepción de esa doctrina salvífica que no es suya sino revelada por Dios. Conservarla y transmitirla fielmente y ante las dificultades fijarla, clarificarla y evitar errores de interpretación ha sido pues una tarea perseverante y continua. Y aquí irrumpe precisamente la posibilidad de una disolvencia en el descuido por este empeño sostenido de generación en generación.

Últimamente va extendiéndose un clima polémico que de tanto en tanto se reedita al interno de la comunidad cristiana como tensión entre sectores progresistas y conservadores, quienes disputan en torno a la debida relación de la Iglesia con el mundo. Los puntos en discusión aparentemente no son desarrollos teológicos endógenos a la Revelación en la dinámica de una creciente recepción y comprensión de la Fe, sino cuestiones exógenas de carácter más pragmático y cuyo origen se encuentra en las agendas culturales impuestas por los sectores de poder y en el tan difuso como cambiante clima de opinión pública que impera como criterio de nueva veracidad. Se ha hecho habitual la presunción de que la Iglesia se halla siempre anquilosada y que es necesario ponerla de continuo en sintonía con los tiempos que corren. Una Iglesia que atrasa y que debe ser ordenada a la moda de turno suele ser la fantasmática inercial a la que responden incluso la masividad de los creyentes. Pero la acomodación a determinados cambios no pocas veces afecta la base y estructura doctrinal de la Fe.

Este rictus supongo nos acompaña desde los movimientos de preparación al Concilio Vaticano II que en un doble movimiento pretendían por un lado volver a redescubrir las fuentes y por otro dar una respuesta diversa a la cuestión Moderna. Sin embargo esta noble búsqueda ha quedado atrapada en las coordenadas descriptas. El famoso e intangible “espíritu del Concilio” no ha acreditado ser más que una capitulación de la Fe a la dictadura del mundo empecatado bajo pretexto de indebidas comprensiones humanitarias que al fin deshumanizan y  de falsas misericordias divinas que terminan diluyendo la Salvación en mezquinos objetivos inmanentes a la historia. La reacción a esta postura adolece lamentablemente de recalcitrantes y necios vicios bajo el signo de la cerrazón y una enfermiza nostalgia por el pasado.

¿Qué nos viene acaeciendo entonces? Que muchas veces con la intención de una más eficaz evangelización -que sin embargo no se constata-, realizamos una adaptación al ecosistema mundano en la cual finalmente nos traicionamos. Al contrario de lo que se pretende, al mismo tiempo que se acrecienta la adecuación pastoral a la opinión pública se acentúa el abandono de la Fe. Y tantas otras veces simplemente somos colonizados, pues la agenda del mundo se introduce en incesantes oleadas bien planificadas y direccionadas hábilmente, infiltrándose irrefrenablemente en la mente y el corazón de los hijos de la Iglesia y termina marcándonos el paso.

Aquel leimotiv de “estar en el mundo sin ser del mundo” sigue siendo el desafío vigente para la inflexión eclesial. Ni un  acercamiento confuso ni un distanciamiento estéril. Pero debemos aceptar que hemos pasado de levantar muros defensivos a ser un colador sin filtros. La ley del péndulo nos pide volver al punto de reposo y equilibrio.

Pero lo disruptivo de esta hora, lo angustiosamente novedoso es que tal vez el Magisterio ha dejado de realizar su servicio al menos en algunos ejemplos visibles y encumbrados. La Iglesia toda se halla afectada por la confusión, ya que quienes debían poner claridad y ser reserva de fidelidad a Dios, ahora parecen ser promotores de ambigüedad y de inexactitud. Es dificultoso hallar auténticos Maestros de la Fe y en su lugar son entronizados los sofistas del populismo mundano. De este grado alarmante de disolvencia doctrinal no se puede más que esperar tristemente una escalada de la herejía y del cisma en el futuro eclesial. Guardar la ortodoxia se ha vuelto urgente. Los Santos Padres de la Iglesia, que conocieron esta plaga, nos asistan.

 

2.      La disolvencia testimonial y espiritual

 

Durante dos milenios la Santa Iglesia ha proliferado en testimonios de santos varones y mujeres de Dios. Todos ellos han renacido y han sido forjados abrazándose a la Cruz del Esposo y sumergiéndose en la  Unción del Espíritu. Todos ellos despuntaron no solo como  testigos sino también como maestros de hondura en la Alianza. Todos ellos nos han legado una vasta herencia espiritual. La sabiduría ascética y mística de los santos ha guiado segura a la Iglesia peregrina en la historia. Han sido el Resto Fiel del Señor; admirados, imitados, fuente inspiradora y pujante del obrar en Cristo. Han configurado ese otro Magisterio, el Magisterio testimonial.

¿Pero cómo se ha llegado a despilfarrar semejante tesoro? La vida ascética pocas veces ha decaído tanto en la historia de la Iglesia como en el presente. La experiencia mística nunca antes ha sido tan mal interpretada o denostada como en nuestros días. La valoración de lo Sagrado y el asombro contemplativo por el Misterio han sido pisoteados por el ensalzamiento de lo profano. El embate del secularismo ha traspasado todas las defensas. Hasta se ha perdido en la ignorancia espiritual masiva, en la anestesia de la sensualidad egocéntrica y en la falsa acusación de locura inhumana, el valor excelso del Sacrificio. Pero dramáticamente sin Cruz no hay Salvación. Como sin santidad no hay testigos y maestros que nos introduzcan en la eficacia poderosa de la Cruz Redentora.

Paradójicamente empero, la Iglesia ha acelerado los tiempos para los procesos de canonización. Algunos la han acusado incluso de convertirse en una “fábrica de santos”; queriendo sembrar forzada y apresuradamente convenientes ejemplaridades, en todas las culturas y en todos los estados de la vida eclesial. Por encima de este planteo plausible acerca de cuán cercanos y accesibles a nuestra cotidianeidad o cuán ejemplares, modélicos y distantes deben ser los santos canonizados, la conclusión parece ser polarmente otra. La santidad en la Iglesia contemporánea no pasa de ser una cuestión anecdótica.

Afirmo esto porque a la gran cantidad de canonizaciones, que no pasa de una efímera espuma pasajera, se adosa el escándalo imparable del anti-testimonio, que por ahora se vislumbra solo en los miembros consagrados y quien sabe en el futuro se exhiba también en la realidad laical. Porque los crímenes de pederastia y otros por eclesiásticos están en boca de todos. Pero no se considera criminal de parte de un cristiano el crecimiento exponencial del adulterio y el aborto. La opinión pública los considera derechos como también considera humanas desviaciones de nuestra naturaleza. Sin embargo esos pecados según la Fe también engendran la muerte.  Criminal sí, aún es considerada la corrupción, esa deshonestidad fraudulenta en los negocios mundanos de toda especie. Pecado más afín y accesible a la realidad del laicado aunque no exentos de ellos los clérigos y consagrados cuanto más encumbrados institucionalmente.

Como sea, una dolorosa degradación moral se cierne sobre la Iglesia peregrina y la avergüenza al ser estratégica y sistemáticamente expuesta por sus detractores. Pero ni aún descubierta desnuda en su pecado reacciona. Raramente se escucha predicar sobre la santidad personal y comunitaria. En su lugar se extiende una oratoria que tiende a justificarlo todo bajo el manto de una dudosa misericordia. Los fieles no desean sino una experiencia religiosa confortable, donde el Amor de Dios y la Salvación de su alma se les asegure automáticamente, sin necesidad de una respuesta y participación suya. Consuelo sí, sacrificio no. “Hagas lo que hagas y vivas como vivas el Dios que te ama te salvará igual.” Tal ideología inconfesable y oculta en las sombras del auto-engaño, impide poner cimientos y derriba todo intento de santidad.

Incluso hay una porción de quienes ejercen la carga pastoral que se animan a soñar con un inmanente bienestar institucional mediante la apertura indiscriminada a todos sin necesidad de conversión alguna. “No importan tus acciones, todos somos hijos de Dios, sigue igual sin cambiar en nada que el Amor de tu Padre está garantizado.” Como si al Padre Dios que nos ama y no dejará de amarnos no le importaran nuestros pecados que nos desfiguran y rompen el proyecto de la filiación divina. Tal grosera falacia, como un veneno adictivo, corre vertiginoso por las venas de la Iglesia contemporánea. Una falsa misericordia escindida de la santidad y un amor que no sana ni eleva ni santifica son idolatrados. Básicamente se trata de un abandono progresivo de la Vida de la Gracia. Pero como se da bajo este manto de pretendida piedad, suelo denominarlo “apostasía silenciosa” o “apostasía encubierta”. ¿Y acaso nos extraña aún tal imperio del escándalo entre nosotros, consecuencia de tanto oculto pecado que sale a la luz, tras semejante descuido por la santidad? Guardar la ortopraxis se ha vuelto también urgente. Todos los Santos de la Iglesia rueguen por nosotros en esta hora de temible tempestad.

 

En reserva de la Fe

 

Como ya se habrán dado cuenta mi tesis es que la Iglesia peregrina se halla gravemente herida tanto en su ortodoxia como en su ortopraxis. Entre mis postulados se supone aceptar una errónea resolución de la llamada “cuestión Moderna”. Ni el anti-modernismo ni el pro-modernismo han acertado. ¿Y qué camino entonces debiéramos explorar ahora?

Sin duda el de la fidelidad a Dios. De alguna forma se trata de una retirada en el sentido de hacer una reserva. Debemos detenernos y hacer esa pausa necesaria para ver con claridad. Darnos tiempo para contemplar el Misterio de la Salvación y recuperar el sentido de la orientación.

“Resguardar”, “preservar” y “custodiar” parecen verbos oportunos para esta hora de la Iglesia en el mundo. No hay que tenerle miedo ni prejuzgar negativamente a la “dinámica conservadora”. No se podrá transmitir lo que no se ha recibido y guardado con autenticidad. Teniendo claro que no se trata de repeticiones arqueológicas sino de fidelidad creativa hallaremos con la Gracia de Dios el sendero. Hay un solo Evangelio y no debiéramos creer o proclamar otro distinto.

No soy pues novedoso en absoluto, una renovada “fuga mundi” se alza en el horizonte eclesial. Dejando de lado las injustas y maliciosas versiones de ella como si se tratara de una evasión de la realidad, otra vez parece que nuestra salida transitoria y vía de resolución se halla en la retirada al Desierto. Hay una recuperación de la martyria y de la didaskalia por hacer. Hay una opción por el “martirio blanco” de la santidad de  vida por retomar. Hay un redescubrimiento de la “sana doctrina” por dar a luz. Hay un intenso camino penitencial por recorrer. Nuestro término será la unión con Dios sin la cual de ningún modo la Iglesia podría ser fecunda.

Pero percibo inquieto, y lo digo con temor y temblor, que este movimiento de reserva de la Fe no estará exento tal vez de una dolorosa “fuga ecclesiae”. ¿En qué sentido afirmo tal desatino? En la presunción de que es posible aún que se agudice la oscuridad de esta noche y tanto la herejía como el cisma vuelvan a extenderse infectando gravemente el cuerpo eclesial. Me horroriza pensar que podrían repetirse aquellas turbulentas épocas con dos o tres papas reinantes al mismo tiempo o con episcopados enteros tomados por la herejía. ¡Qué gran desconcierto vivían aquellos cristianos buscando dentro de la misma Iglesia dónde se hallaba lo verdaderamente fiel! Apenas unos pocos campeones de la fe, a veces casi en solitario, generalmente por la minoría, dieron el buen combate a gran costo personal y custodiaron la Divina Revelación. Eran cristianos forjados en el Desierto.

¡Tiempos tremendamente oscuros que pensábamos que ya no volverían, sin embargo quizás ya estén tocando de nuevo a nuestra puerta! Dios nos libre de tal amenaza de Satanás. Dios nos guarde en humildad y espíritu de pequeñez evangélica. Y que si tal purulencia retorna no nos falten los santos, que en su fidelidad hagan para todos, salutífera reserva de la Revelación con una vida teologal firme y una doctrina viva en el influjo del Espíritu. Por eso tal vez es mejor anticiparse y empezar a rumbear hacia el Desierto y hacia la Montaña Santa donde renovar la Única Alianza que da Vida Eterna. Porque no se nos ha dado invocar otro Nombre sino el que está sobre todo nombre, el de Jesucristo, el Señor.

 

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 15




CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 15


APRENDA EL ESPIRITUAL A ESTARSE QUIETO


Estimadísimo compañero de viaje, es verdad y tú lo adviertes a modo de señal, que al comenzar la quietud o recogimiento interior infuso, el alma no encuentra ya gusto en meditar e imaginar como antes, todo lo contrario le produce turbación un tal esfuerzo. En cambio halla paz en sosegarse y en recogerse bajo la llegada de la misteriosa llamada enlazante.

 

“El alma gusta de estarse a solas con atención amorosa a Dios, sin particular consideración, en paz interior y quietud y descanso y sin actos y ejercicios de las potencias, memoria, entendimiento y voluntad  sino sólo con la atención y noticia general amorosa.” (SMC L2, Cap. 13,4)

 

Debemos pues insistir a los orantes que no intenten tomar el control cuando las riendas ya están en manos de Dios. O mejor dicho, cuando Dios con atracción y delicada paciencia nos ha acostumbrado a dejar que sus manos se posen en las nuestras, y así la conducción resulte de una colaboración mutua, donde le hemos dejado claramente a Él la primacía.

En los tiempos de la “noticia general amorosa” es pues crucial la decisión que tomemos. Podemos abandonarnos a esa misteriosa llamada enlazante, dejarnos entonces llevar hacia lo nuevo que está más allá de nuestra capacidad natural; o quizás preferir quedarnos en las tierras ya conocidas, seguras pero mucho menos fértiles, retrocediendo y descartando la invitación amante.

En esto como en todo el discipulado rigen las mismas fundamentales leyes: el que quiera reservar y retener su propia vida la perderá al fin inexorablemente; solo quien se anime al salto de fe y se abandone entregándose se encontrará y recuperará en Él. “Muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, también a la vida contemplativa. La oferta abierta a todos sólo es elegida por algunos que aceptan perderse para ganarse. La Cruz, siempre la nada liberadora de la Cruz. Dime: ¿a quién amarás más?, ¿a ti mismo o a tu Dios?

¿Qué experimentarán quienes decidan abandonarse en aquella primera noticia de amor nueva que llega desde más allá de todo humano parámetro?

 

“…se queda el alma a veces como en un olvido grande, que ni supo dónde se estaba, ni qué se había hecho, ni le parece haber pasado por ella tiempo.” (SMC L2, Cap. 14,10)

 

De alguna forma el encuentro con Dios deja huellas de eternidad. Él permite una comunicación directa y misteriosa, que más allá de la mediación de la inteligencia, cuando toda conceptualización es superada, en el gustar de su Amor ofrecido que el alma recibe, todo queda detenido y atravesado, sostenido y transverberado; o mejor dicho todo se percibe nuevo y transfigurado bajo esta dichosa luz de Amor y Unión. Y no importa ya si el tiempo físico es medible en segundos, minutos u horas… está pasando algo más allá del tiempo cronológico, en el sin-tiempo de Dios es rozada en primicias de Gloria el alma.

 

“Y la causa de este olvido es la pureza y sencillez de esta noticia, la cual, ocupando al alma, así la pone sencilla y pura y limpia de todas las aprehensiones y formas de los sentidos y de la memoria, por donde el alma obraba en tiempo, y así la deja en olvido y sin tiempo.” (SMC L2, Cap. 14,11)


“El sueño de las potencias”, ha sido una expresión habitual para insinuar este estado de recogimiento infuso. Siempre habrá quienes tengan desconfianza, pensando que se dirige a postular una especie de trance místico no cristiano con enajenación alienante de la persona, una suerte de suplantación del yo por lo numinoso que invade y posee.


“Y así, esta noticia deja al alma, cuando recuerda, con los efectos que hizo en ella sin que ella los sintiese hacer… aunque duermo yo, según lo que yo soy naturalmente, cesando de obrar, mi corazón vela, sobrenaturalmente elevado en noticia sobrenatural.” (SMC L2, Cap. 14,11)

 

Nos ayudaría en verdad concentrarnos en la categoría de “misterio”. Aquí no se trata de una realidad enigmática cual trama problemática de novelas de suspenso; sino de una realidad tan rica y valiosa que simplemente excede la capacidad de quien la contempla. Dios excede sin ninguna duda. Sin embargo Él nos ha creado para la comunión. Lo que aquí sucede no es que Dios cancele nada de nuestro ser creatural, por lo contrario asumiéndolo y elevándolo deja al descubierto una dimensión de nosotros aún no conocida ni ejercitada. Dios nos ha hecho capaces de dialogar con Él en un nivel superlativo, en luz de gracia sobrenatural.

La libertad del hombre está a salvo. Al influjo seductor de la noticia amorosa enlazante, el contemplador ha respondido con adhesión de todas sus potencias. No es secuestrado, se ha entregado y abandonado en la irrupción del amor nuevo que le convoca tan misteriosamente. Y que las potencias no han sido suprimidas sino elevadas se comprende por los efectos. Pues el contemplador una vez retornado a lo ordinario degusta en sí mismo la impresión de las huellas del trabajo amoroso de su Amado y Señor.

Durante la quietud no debe entenderse que no hubiese entendimiento, voluntad o memoria; los hay embelesados, superados por su Presencia que excede. Levantados así en gracia para que, aunque no puedan particularmente realizar operaciones concretas, de modo general atestigüen en fe, esperanza y caridad que están simplemente ante Dios que ama y obra en conformidad con su amor. Y luego ese mismo modo sobrenatural permite al alma reconocer como recordando las secuelas que han quedado en ella de ese encuentro. A veces sólo como quien registra las huellas del paso de Dios sin todavía poder comprender del todo su significado pero ciertamente con gozo y paz en su obrar transformante. Otras veces quiere el Señor  que al calor del amor de unión vivido pueda expresarse relativamente en palabras inteligibles el misterio que aún desocultándose permanecerá excedente.

 

“…poco o mucho no deja el alma de entender, si quiere mirar en ello, que está empleada y ocupada en esta noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en ella, sin saber ni entender particularmente lo que ama. Y por eso la llama noticia amorosa general, porque, así como lo es en el entendimiento, comunicándose a él oscuramente, así también lo es en la voluntad, comunicándola sabor y amor confusamente, sin que sepa distintamente lo que ama.” (SMC L2, Cap. 14,12)

 

Quedarse el espiritual en esta gratuita quietud, permitirse vivirla, no siempre es fácil. Debe vencer innumerables prejuicios propios y ajenos: que es engaño, ilusión o locura se pensará comúnmente. Quedarse aquí en esta comunicación de amor que le resulta tan original y nuevo, tan sin precedentes, le reclama el acto de fe. Siempre en fe habrá un salto que dar confiando que no será la nada y el vacío, sino la plenitud escondida de su Presencia sobreabundante quien en secreto gozo nos recibirá.

 

 “…tener advertencia el alma con amar a Dios, sin querer sentir ni ver nada…libremente recibe la voluntad esta noticia general y confusa de Dios… serena y limpia luz… se quedará en esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de perfección, porque esta luz nunca falta en el alma…” (SMC L2, Cap. 15,2.3.4)

 

Pero como estos son pasos aún iniciales es natural que exista tensión, una pulseada interior y una resistencia a la entrega que de a poco va terminando de ceder. Aún no ha madurado el sentido interior y el alma no se ha adaptado al encuentro con esa Luz que la habita en lo profundo y que, dejándola por tan deslumbrante ciega, le permite crecientemente ver en amor. El espiritual debe aprender a quedarse quieto si quiere caminar hacia la Unión.

 

“Aprenda el espiritual a estarse con advertencia amorosa en Dios, con sosiego de entendimiento, cuando no puede meditar, aunque le parezca que no hace nada. Porque así, poco a poco, y muy presto, se infundirá en su alma el divino sosiego y paz con admirables y subidas noticias de Dios, envueltas en divino amor.” (SMC L2, Cap. 15,5)

 


Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (12)

 

 


 

El tercer oráculo sobre el Emanuel


En el capítulo 11 hallamos este oráculo que completa la profecía sobre el Emanuel.

a) Is 11,1 Se trata de un alusión solemne a la profecía de Natán (2 S 7,12-16). El reino del sur fundamentaba toda la teología de la Alianza en las promesas hechas a Abraham-David. El resto de David (Mesías) es personificación del resto fiel entero.

“Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.”

b) Is 11,2-3a Dios capacita al Rey-Mesías: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, temor de Dios. Éstas notas resumen la piedad del Rey-Mesías quien se comporta verdaderamente como hijo de Dios. (De esta lista los teólogos medioevales elaboraron el esquema sobre los dones del Espíritu Santo).

“Reposará sobre él el espíritu de Yahveh: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh.”

c) Is 11,3b-5 El Rey-Mesías es presencia de Dios entre nosotros. El Rey-Mesías respeta la Alianza (Berit), vive según la Ley (Torah) y la consecuencia es la plenitud de bienes salvíficos derramados sobre el Pueblo (Shalom). Hay una restauración del Reino realizada por Dios mediante él.

“No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca, con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura, verdad el cinturón de sus flancos.” 

d) Is 11,6-9 El efecto más definitivo es que ya no habrá mal, que desaparecerá el pecado (Gn 3) y sus consecuencias de toda la creación. ¡Y esto lo hará un niño, un retoño!

“Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.”


¿Hacia una renovada teología del Resto?


El aserto profético acerca del RESTO FIEL no constituye una discriminación, sino la constatación de una realidad y a la vez un grito de esperanza. Pues en el Pueblo de Dios todos son llamados a la Alianza a través de la Ley de Santidad, lo cual no quita que los procesos personales y colectivos sean diversos. Como es de sentido común hay disímiles niveles de crecimiento y maduración como también existe el rechazo indiferente a la propuesta o la apostasía idolátrica. En cambio el RESTO SANTO se erige como el núcleo que responde con la altura necesaria al llamado de Dios. Agrupa lo más leal a Dios del Pueblo y por tanto su reserva de esperanza. El RESTO DEL SEÑOR es la porción del Mesías, es decir aquellos que reconocen la salvación de Dios y aceptan vivir la Alianza en el Espíritu, a quien acogen como templo purificado y nuevo.

Sin duda esta realidad permanece a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Aunque por supuesto es peligroso autoerigirse como  EL RESTO DE DIOS. No han faltado los puros y separados que han caído en la soberbia y la falta de caridad, bajo un acentuado rigorismo ascético o un elitista encumbramiento místico. Como tampoco ha faltado el relajamiento y la caída del nivel de testimonio cristiano, ya en busca de masividad so pretexto de no-exclusión y de cuestionable misericordia que consagra la mediocridad.

Pero el RESTO FIEL DEL SEÑOR siempre ha estado presente en la vida de la Iglesia. Son nada más y nada menos que sus Santos. Dios siempre ha podido lograr que florezca su Santidad entre los suyos en toda época. Varones y mujeres de Magisterio Existencial y Alianza Viva. Humildes servidores fieles a Dios y fieles a la humanidad. Su fidelidad a la humanidad ha sido simplemente nunca apartarse ni dejar de anunciar y vivir la Voluntad de Dios. No han sido fieles a la humanidad y  a sus hermanos en la Iglesia por plegarse a la mayoría y vivir arrimándose al promedio de cómo vivían todos. Han sido fieles por vivir como Dios quería que viviesen; y así han iluminado e inquietado, encendiendo amores al Señor y desatando persecuciones contra sí. Pero han sido la reserva de vida teologal y la esperanza de todos los que quieren ver el Rostro del Señor y entrar en comunión con Él.

Una renovada teología del RESTO SANTO aparece tan necesaria en estos tiempos de confusión y disolvencia de la identidad cristiana. Recuperar su testimonio y enseñanza para que se mantenga ardiendo el amor primero en el corazón de la Iglesia peregrina. Pero también llamar y animarse humildemente a vivir en santidad. No dudo que el RESTO FIEL está siendo nuevamente suscitado en nuestros días bajo los presentes desafíos. No creo que pueda ser constituido sin una opción clara por resguardar con plena fidelidad la Ley de Dios que se llama Jesucristo. Una fidelidad creativa, encarnatoria pero fidelidad sin más. Una RESERVA DE LA FE animada y guiada por la Sabiduría del Espíritu Santo es la opción que tiene por delante el RESTO en estas jornadas de creciente oscuridad y apostasía silenciosa.

 


EVANGELIO DE FUEGO 16 de Abril de 2025