Jeremías: el profeta de la interioridad, atravesado por el sufrimiento (8)




Jeremías, aquel que se declaraba “demasiado joven” al ser llamado por Dios al ejercicio del ministerio, quien anticipábamos tenía un temperamento que sería puesto a prueba por las reacciones de sus compatriotas al arduo mensaje que se le confiaba transmitir, no podía sino llegar a ser “el profeta de la crisis”. En 15,10-21 nos ha legado un áspero y brutal testimonio de su sufrimiento personal en el servicio de Dios y de la hondura que alcanzó en él la crisis vocacional.

 

“¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país! Ni les debo, ni me deben, ¡pero todos me maldicen!” (Jer 15,10)

 

El comienzo del pasaje no podría ser más tremendo: es tan grande su dolor que lamenta haber nacido. Se percibe como alguien discutido y polémico, resistido y no querido, rechazado por todos pero… ¿acaso la causa de esta violencia que cae sobre él no es la fidelidad a la Palabra que Dios le ha dirigido?

 

“Di, Yahveh, si no te he servido bien: intercedí ante ti por mis enemigos en el tiempo de su mal y de su apuro. Tú lo sabes. Yahveh, acuérdate de mí, visítame y véngame de mis perseguidores. No dejes que por alargarse tu ira sea yo arrebatado. Sábelo: he soportado por ti el oprobio.” (Jer 15,11.15)

 

Su situación le parece desesperada y le recuerda a Dios que lo ha servido bien, con fidelidad, y que incluso con magnanimidad ha intercedido y solicitado su gracia incluso por quienes lo perseguían, no se ha aprovechado de su desgracia sino que ha clamado para que fuesen rescatados.

Como justo maltratado e inocente condenado maliciosamente, le recrimina al Señor que lo está entregando en manos de sus enemigos. Cara a cara se queja porque la Misericordia de Yahvéh sobre su Pueblo pecador se ejerce a costa del precio del sufrimiento personal de Jeremías. Sin duda clama al Dios que lo llamó y envió, a quien ha servido, que le haga justicia, que se ponga de su parte. No puede comprender ni aceptar el profeta esta penosa circunstancia de su servicio. ¿Le quedará algo por decir y reclamar?

 

“Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón, porque se me llamaba por tu Nombre Yahveh, Dios Sebaot. No me senté en peña de gente alegre y me holgué: por obra tuya, solitario me senté, porque de rabia me llenaste. ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina? ¡Ay! ¿serás tú para mí como un espejismo, aguas no verdaderas?” (Jer 15,16-18)

 

Claro que Jeremías tiene más pena que expresar. Recuerda el inicio de su vocación: la Palabra de Dios era para él alegría y le llenaba de gozo, quería devorarla como con hambre insaciable. Pero ahora a esta altura de su ministerio se da cuenta que la fidelidad a esa Palabra lo ha convertido en un solitario, en alguien que denuncia el pecado y advierte sobre futuros castigos y por tanto ha terminado siendo odiado. Por defender la Santidad del Señor y llamar al Pueblo a la conversión ahora sufre terriblemente y su herida le parece incurable. Entonces le sobrevienen las preguntas más decisivas en este proceso de crisis: ¿mi vocación será falsa?, ¿me habré equivocado en mi decisión y desperdiciado mi vida?, ¿comprendí mal el mensaje que Dios me dirigió?, o peor aún… ¿el Señor me ha engañado y debo aceptar que no me quiere bien sino que busca mi mal?.

Frente a tamaña desazón, este profeta que según la tradición cristiana anticipa la pasión de Jesucristo, también parece tener en su boca la palabra del salmista que Cristo profiere gimiendo en la Cruz. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

¿Cómo se resolverá esta profunda crisis vocacional? ¿Jeremías se decepcionará de Dios y se echará atrás en su misión, lo quebrará esta circunstancia y abandonará el seguimiento del Señor? ¿Qué hará Dios para sostenerlo y alentarlo a seguir adelante?

 

“Entonces Yahveh dijo así: Si te vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Que ellos se vuelvan a ti, y no tú a ellos. Yo te pondré para este pueblo por muralla de bronce inexpugnable. Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy yo para librarte y salvarte - oráculo de Yahveh -. Te salvaré de mano de los malos y te rescataré del puño de esos rabiosos.” (Jer 15,19-21)

 

Sorprendentemente en Dios no se produce como respuesta una Palabra de consuelo y alivio como cualquiera la esperaría. El Señor insiste en el llamado vocacional que ha sido claro desde el principio: Jeremías ha sido llamado para purificar al Pueblo, para plantar y arrancar, para construir y derribar en nombre de Dios. Yahvéh lo quiere como plaza fuerte, bastión de resistencia, trinchera inexpugnable, límite innegociable al avance del mal. Por supuesto entonces su ministerio profético será combate y sufrimiento. Dios estará con él y no le abandonará pero la cosa se pondrá siempre más difícil. Si ya estuviésemos en la economía neotestamentaria, afirmaríamos sencillamente que lo envía a vivir la Cruz.

Y éste ha sido todo el proceso, nada más. Jeremías ha expresado toda su queja y dolor frente al Señor en un cara a cara de inmensa confianza e intimidad. Dios le ha vuelto a repetir el llamado vocacional. El profeta se ha levantado reafirmado en su camino. Misterioso y genial preámbulo del Getsemaní del Señor Jesús: “Padre mío, si es posible que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.”

 

La fragua de la fidelidad en la contradicción

 

Aunque resulte tan poco feliz a nuestra época y mentalidad, pocas veces he hallado una mejor imagen para la formación de las personas que la forja de los metales. El herrero en la fragua les pasa por el fuego hasta dejarlos al rojo vivo, incandescentes, los golpea a martillazos sobre el yunque y luego los enfría en agua llevando la temperatura al otro extremo. Esta tarea que parece tan agresiva sin embargo los templa, les da solidez y ya no se quebrarán. ¿Acaso alcanzarán firmeza de otra forma?

Uno de los grandes males de nuestro tiempo es sin duda la sobreprotección que vuelve indefensas a las personas. No es verdadero amor, sino un amor temeroso y posesivo que no les permite a los demás crecer y madurar, afrontando las inesquivables dificultades que traerá la vida. Si a tus hijos les crías en una burbuja no los quieres verdaderamente bien, pues no desarrollarán anticuerpos y al final solo un resfrío les matará. No se trata de ser sádicos sino de permitir con vigilancia y solicitud que hagan la experiencia del sufrimiento cuando les toque pasar por él. Para vivir hay que tener espalda sobre la cual cargar justamente la vida con sus vicisitudes. Los paternalismos debilitan, un verdadero padre acompaña a crecer y a hacerse cargo de sí mismo. No se trata de resolver todo por ellos sino de animarlos a resolver la propia vida con decisiones en las cuales habrá duelo: perder para ganar, renunciar para obtener.

En términos cristianos se trata del lenguaje de la Cruz que purifica y madura el amor. En la escuela de la entrega de la propia vida se aprende a ser discípulo o nunca se llega a serlo. “Quien ama su vida la perderá, quien la ofrece la ganará.” Nada menos formativo que intentar evitar las crisis. No se las busca pero vienen, son parte del proceso. Un buen formador las prevé, las distingue a la distancia y prepara a sus formandos para encararlas con valentía. Los acompaña a resolverlas pero jamás se las evita. Y en ello, aunque no parezca, los está amando profundamente. Los está forjando para bien vivir.

A Dios gracias no me han faltado esos formadores exigentes en mi vida personal, que para nada ha sido fácil nunca. Formadores que han intentado hacer de mí “un todo terreno” y se los agradezco. En cambio me duele la errónea educación que en nuestros días se hace de tantos hijos de la Iglesia. No sé si es sobreprotección paternalista o auto-justificación y complicidad en el abandono del ideal de la santidad. Quizás ambas en este amplio clima de mediocridad que domina todo. ¿Quién amorosamente dejará pasar de nuevo a los cristianos por la fragua de la fidelidad en la contradicción? ¿Cómo habrá testigos (mártires) sino se les permite templar su amor en el sufrimiento y la entrega de la propia vida? ¿Acaso será posible vivir fecundamente nuestra fe sin Cruz?


POESÍA DEL ALMA UNIDA 16

 



Tú obras Padre mío

Impetuoso en tu suavidad

Y lo transformas todo

 

Que secreta y sutilmente

Vas tallando corazones

Humilde y en silencio

 

Sumergido en tu Misterio

No dejo de asombrarme

En tu sapiencia bondadosa

 

Nada escapa de tu mano

Y todo crece bajo tu mirada

¿Mas quién se halla incomodado?

 

Como si no estuvieras

Cuanto existe lo sostienes

Sin necesidad de ser reconocido

 

¡Cuánta condescendencia de tu parte

Sellada en modesto anonimato!

Solo Quien es todo puede desaparecer así

 

Nada reclamas en tu perfecto Amor

Permaneces ofreciendo y alentando

Disponible a ser rescate y dar hostal

 

¡Con cuánta excedente simplicidad

Fulgura plenitud tu Rostro

Manifestando tu Gloria serena y triunfante!

 

Padre mío enraizado en tu Misterio

Me sé en paz y seguro

Pues todo vive entre tus manos

 

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 15

 


Habito en lo alto de su Cruz

Y debajo transitan peregrinos

Mientras Él les susurra

En silente voz de ofrenda:

“Permanezcan en mi amor”.

 

Habito en lo alto de su Cruz

Y cuando pasan de largo indiferentes

O burlones o sacrílegos o enemigos

Me uno a la divina voz tan clara

Y así con el Padre y el Espíritu susurro:

“Descúbranlo y permanezcan en su amor”.

 

Habito en lo alto de su Cruz

Y en el desierto de las soledades

Me ato a su voz que se alza desgarrada:

“Padre mío, ¿por qué me has abandonado?”

Y enamorado gimo y clamo:

“Hombre de duro corazón, sal de tu locura,

Deténte y permanece en este amor.”

 

Habito en lo alto de su Cruz

Y cuando alguien finalmente se detiene

Mi corazón que por gracia habita el Suyo

Se desvive en ansia y gozo de futura unión.

Y pues ya con Él latimos juntos

Aliado a la Trinidad Santa me quedo suplicando

Al novel amado amante que se acerca:

“Por tu bien y dicha, quédate y no te apartes de su amor.”

 

 

Jeremías: el profeta de la interioridad, atravesado por el sufrimiento (7)

 


¿La Palabra de Dios, que se comunica a través de sus siervos los profetas, es bien recibida? Escuchemos a Jeremías contarnos su propia experiencia. Es un testimonio sensible ya que da cuentas de lo que le sucede en su propia tierra.

 

“Yahveh me lo hizo saber, y me enteré de ello. Entonces me descubriste, Yahveh, sus maquinaciones. Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mí tramaban maquinaciones: «Destruyamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.» ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he manifestado mi causa.” (Jer 11,18-20)

 

Notemos algunos aspectos interesantes. Ya hemos avisado que Jeremías y su sufrimiento personal en el ejercicio del ministerio profético, será releído por las primeras generaciones cristianas como un signo o anticipo del sufrimiento redentor de Cristo. Así, él mismo se presenta cual “cordero manso llevado al matadero”.

Lo destacado del pasaje surge de la contraposición entre dos palabras. Una palabra pública y abierta a todos, una palabra quizás áspera pero con intención de salvación, una palabra de advertencia y corrección porque el Dios que ama a su Pueblo a través de Jeremías quiere decirles la verdad para sacarlos del pecado y hacerlos retornar a la Alianza. Y otra palabra que se esconde en las “maquinaciones”, en los rumores ocultos y maliciosos, una palabra “en los pasillos y por la espalda”, una palabra de confabulación y acechanza que busca urdir la ocasión para la trampa. La palabra del profeta tiene por fuente la Palabra Santa de Dios y es proferida en la luz, pero la palabra de los adversarios tiene por fuente el pecado y un corazón resentido y no puede sino ser dicha en las tinieblas.

Frente a tal situación el profeta clama al Señor por protección, le ruega que quede a la vista lo que es verdadero, que cada quien reciba la consecuencia de su forma de obrar.

 

“Y en efecto, así dice Yahveh tocante a los de Anatot, que buscan mi muerte diciendo: «No profetices en nombre de Yahveh, y no morirás a nuestras manos». Por eso así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo les voy a visitar. Sus mancebos morirán por la espada, sus hijos e hijas morirán de hambre, y no quedará de ellos ni reliquia cuando yo traiga la desgracia a los de Anatot, el año en que sean visitados.” (Jer 11,21-23)

 

La pericopa cierra con una intervención divina por la cual se declara solemnemente que Dios está de parte del profeta. No pasará por alto que su Palabra Santa ha sido rechazada y su mensajero sometido a violencia y tratado injustamente. El Señor responderá a las maquinaciones perversas de los que quieren acallar la Verdad de su Palabra, entregándolos a la muerte e infecundidad que ellos mismos han elegido al optar por permanecer en su pecado.

 

Las maquinaciones contra el hombre santo

 

¿La palabra profética es bien recibida? Ya sabemos lo que ha sucedido. Sin embargo tendemos a suponer como interlocutor a un pueblo piadoso y bueno que escucha candoroso la Palabra que Dios le dirige. Quizás porque también estamos atravesados por la ideología de que “el pueblo siempre es bueno solo por ser el pueblo”. Sin embargo la realidad es más compleja, es más misterioso y rico de matices lo que sucede en cada corazón humano y en el fenómeno comunitario.

Para que lo comprendamos mejor haré la analogía con los santos. También creemos que eran amados y apreciados por todos pero históricamente no fue así. Los santos, auténticos profetas de nuestros días, fueron no pocas veces incomprendidos y mal juzgados, atravesaron duros obstáculos y pruebas, a menudo urdidas por enemigos y adversarios dentro de la propia Iglesia de su tiempo. Nosotros en la lejanía contamos afablemente sus proezas de vida virtuosa, pero la verdad es que convivir con un santo no resulta nada fácil ni cómodo para sus contemporáneos. Los santos no se callan la Verdad de Dios que tantas veces quisiéramos disimular o recortar a nuestra conveniencia. Y si no dicen nada, igual su vida grita como una forma de ser en el mundo tan distinta de la nuestra, tan a contra corriente del estilo de las mayorías. Un santo aún en soledad y silencio nos parece un acusador que habla contra nosotros y nuestra opción por la mediocridad. Un santo es tremendamente revulsivo y peligroso.

Y lo mismo con la palabra profética, que no solo desvela la verdad de los corazones y expone a la luz la infidelidad del Pueblo, sino que de parte de Dios se pone del lado de los débiles y excluidos, de los inocentes y los que sufren injusticia. Dos clásicos adversarios tiene el profeta de Dios: los falsos profetas y los poderosos. No quisiera sugerir una lectura maniquea, sino establecer que quienes desean conservar el status quo suelen inclinarse a ser refractarios de la palabra profética que pide cambio y conversión.

Yo mismo como sacerdote he comprobado lo subrepticiamente clasistas y elitistas que pueden ser nuestras comunidades cristianas. No se trata solo de miembros adinerados o con abolengo, sino de prestigio, de protagonismo, de posicionamiento y apropiación. Y nos sucede a todos: laicos y consagrados, ricos y pobres, con grado académico o analfabetos. Lamentablemente, ese nunca confesado anhelo de poder que sigue vivo y oculto en nosotros si no nos hemos convertido de corazón y en profundidad, queda al descubierto por la palabra profética y santa de Dios a través de sus enviados. Entonces comienza el drama si nos cerramos y resentimos. Si no estamos dispuestos a hacer penitencia terminamos llevando corderos inocentes al matadero y sacrificándolos para mantener todo como estaba antes que la palabra profética interviniera. Es verdad pues, nosotros de algún modo seguimos crucificando a Cristo. Somos culpables y nuestras manos están manchadas.

 

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 14

 




Unida el alma a su Esposo

Todo lo ve bajo otra Luz

 

Solo perciben tus hermanos

Los hombres

Necesidades y urgencias

Oportunidades y apreturas

Conveniencias e intereses

Poder puja y controversia

Protagonismo y centralidad

Desclasamiento y vergüenza

Odio violencia y opresión

Amores apasionados y turbios

La gloria de lo efímero que pasa

 

¿Ha quedado el mundo entero

Ciego y sordo

Aprisionado por el tiempo?

 

¿No comprenden que el tiempo

Está herido y abierto

Por tanta trascendencia?

 

El Misterio se deja contemplar

En destellos de la vida

Que desvelan su fulgor

 

Y tú lo ves todo bajo otra Luz

Salvación o perdición y nada más

 

¿Quién aprovechará este lapso

Ésta misericordiosa purga

Éste cauterio clemente

Éste piadoso calvario?

 

La belleza del Amor de Dios

En verdad lo toca todo

Y bajo su resplandor

Se transfigura

Y aparece cuanto existe

Bajo el candor de su mirada

 

Casi nada es cómo nos parece

No pasamos de observarlo todo

Con el lente obtuso

De un yo mezquino

 

Y sin Amor no hay visión

Ni audición

Solo sed sin camino

A ninguna fuente

 

¡Oh que gran tragedia

La de  los hombres de mi tiempo!

 

Pero tú con caridad anuncia

Cuanto no se quiere oír

Porque en ello amante  centinela

Te va tu misma vida

 

Entonces tiemblo y gimo

Renacido serenamente surjo

Señalo y aviso

Habito en lo alto de su Cruz

 

Soledad de soledades

Preñada de celeste Gloria

Donde el vigía avista

Las costas pobladas

Por multitudes gozosas

Y extáticas en alabanza eterna

 

Unida el alma a su Esposo

Todo lo ve bajo otra Luz

 

 

Jeremías: el profeta de la interioridad, atravesado por el sufrimiento (6)

 


En la pericopa 9,1-8 se nos ofrece una cruda descripción de la situación en la que se encuentra el Pueblo de Dios.

 

“¡Quién me diese en el desierto una posada de caminantes, para poder dejar a mi pueblo y alejarme de su compañía!” (Jer 9,1a)

 

La primera afirmación es sorprendente y gravísima: Dios quiere alejarse de su Pueblo, huir al desierto y recluirse en algún refugio fuera de su alcance, retirarse a la soledad lejos de la compañía de Israel. ¿Qué mueve al Señor a tomar distancia y ya no gozar de convivir con su Pueblo?

 

“Porque todos ellos son adúlteros, un hatajo de traidores que tienden su lengua como un arco. Es la mentira, que no la verdad, lo que prevalece en esta tierra. Van de mal en peor, y a Yahveh desconocen.” (Jer 9,1b-2)

 

Se describe  a los habitantes como “adúlteros y traidores”, bajo la temática del desconocimiento de Yahvéh por la inclinación a las prácticas idolátricas. Pero también se introduce el problema de la ausencia de verdad por la multiplicación de la mentira y un mal uso de la comunicación: su lengua se ha entregado al pecado. Esto configura un ambiente muy difícil y poco grato para la convivencia.

 

“¡Que cada cual se guarde de su prójimo!, ¡desconfiad de cualquier hermano!, porque todo hermano pone la zancadilla, y todo prójimo propala la calumnia. Se engañan unos a otros, no dicen la verdad; han avezado sus lenguas a mentir, se han pervertido, incapaces de convertirse. Fraude por fraude, engaño por engaño, se niegan a reconocer a Yahveh.” (Jer 9,3-5)

 

El Pueblo se ha tornado un ambiente peligroso, que ya no da cobijo ni seguridad. Es muy impresionante que Dios clame: “¡Desconfía de tus hermanos, no hay nadie en quien puedas fiarte!” La fraternidad se ha quebrado y todos se mueven como falsos hermanos que en cualquier momento tienden una trampa y buscan lastimar a los demás. El engaño, la hipocresía y las calumnias han teñido todo el entramado de los vínculos. ¿Quién no se siente solo aquí? Ya no hay verdad ni justicia entre los ciudadanos sino que solo circula el fraude como moneda común. ¿Quién no teme por su vida aquí? Se entiende pues perfectamente por qué Dios quiere separarse y apartarse de ellos huyendo al yermo. ¿Quién no se sentiría impulsado a huir de un tal ambiente?

 

“Por ende, así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo voy a afinarlos y probarlos; mas ¿cómo haré para tratar a la hija de mi pueblo? Su lengua es saeta mortífera, las palabras de su boca, embusteras. Se saluda al prójimo, pero por dentro se le pone celada. Y por estas acciones, ¿no les he de castigar? - oráculo de Yahveh -, ¿de una nación así no se vengará mi alma?” (Jer 9,6-8)

 

El oráculo cierra con una sentencia de castigo. El Señor, aunque se resguarde y se ponga lejos de su alcance, no es indiferente a esta perversión de las relaciones fraternas que desfigura totalmente el rostro de la Alianza de la Salvación. El Pueblo deberá ser corregido y mediante la prueba ser purificado. Dios desearía devolverlo a la verdad para que reine la caridad entre los hermanos y se restablezca la convivencia con Él. ¡Esta forma de relacionarse se ha hecho sinceramente invivible!

 

Cuidemos el ambiente comunitario

 

Lamentablemente al oír esta descripción, estoy seguro que todos hemos reconocido en ella experiencias dolorosas de nuestra vida eclesial. ¡No debiera ser así pero sucede!

A veces nuestras comunidades, si el pecado personal no ha sido extirpado, si la conversión no ha alcanzado un nivel que asegure la sana relación fraterna, se tornan hostiles y áridas con resequedad de desconfianza. Un ambiente eclesial donde no se puede creer en los demás, como si toda la convivencia se volviera un tablero de ajedrez repleto de estrategias de defensa y ataque. Un tal ambiente resulta opresivo y asfixiante. Es terriblemente cansador estar midiendo todo gesto y palabra para que no pueda ser usada en tu contra, estar siempre volteando la mirada por sobre la espalda para evitar la traición y puñalada por detrás.

Es cierto que una tan desgraciada situación no solo es fruto de una malicia fríamente calculada sino también de la enfermedad o la falta de madurez humana: acomplejamientos e inseguridades, sospechas paranoicas, apetencias desmedidas de protagonismo, poder y fama, manipulaciones afectivas o ideológicas, incapacidad para ser transparente, traumas del pasado que limitan confiarse en manos de otros, heridas interiores que distorsionan la mirada y el juicio sobre la realidad, junto a una lista extensa de carencias no asumidas por las cuales miramos el mundo transformándolo en un espacio árido y sin resguardo posible. Vivir así es descorazonador. Solo se habilita la acumulación de decepciones y el sentimiento de frustración.

La esperanza según el profeta no se encuentra en un voluntarismo para cambiar de conducta sino en un retorno a Dios. Solo si el Señor está presente en cada corazón y entre los hermanos, su gracia y santidad lograrán purificarnos, sanarnos y hacernos crecer para vivir unas relaciones fraternas sanas y gozosas bajo su mirada.

Por eso estoy convencido desde hace largo tiempo que uno de los grandes problemas de la Iglesia contemporánea radica en su excesivo funcionalismo que orienta todos los vínculos hacia la jerarquización y especialización de los miembros de la comunidad, hacia una fría operatividad en busca de eficacia, configurándolos más a los modelos organizacionales meramente humanos que al Misterio de comunión que nos anuncia y al que nos llama el Dios Trinidad.

Sin duda habrá que recuperar la prevalencia del Misterio del Amor para liberar nuestros vínculos comunitarios de toda tentación y pecado. Nos urge volver a formar comunidades “inútiles”, en el sentido de que lo primero no es hacer algo sino reunirnos en Nombre del Señor, sabiendo que Él nos ha convocado. La Iglesia estoy seguro surgirá como un ambiente vivo, consolador y refulgente de luz en medio del mundo, cuando todos los hermanos pongamos en el centro de nuestra vida común la Alianza con Dios y existir solo para hacer su Santa Voluntad. Esto supone claro priorizar un camino de sanación personal y comunitaria como de maduración en nosotros del proyecto santificador de Dios. Sin esta conversión en su interior y vida ordinaria, no podrá la Iglesia ser signo del Reino.

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 19



CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 19


ACERCA DE LAS VISIONES

 

Habiendo ya Fray Juan avisado hasta el hartazgo que hemos de apartarnos de todo gusto desordenado por lo extraordinario, tras lo cual se escabulle no poca falta de humildad y ensoñamiento de falsa gloria, clarifiquemos algunos fenómenos espirituales. Recordemos sin embargo de nuevo la importancia de no quedarse en el fenómeno en sí mismo, sino apuntar al sentido sobrenatural profundo y misterioso como a la acción que Dios quiere realizar en el alma para su transformación.

 

“Dos maneras de visiones pueden caer en el entendimiento: unas son de sustancias corpóreas, otras, de sustancias separadas o incorpóreas. Las de las corpóreas son acerca de todas las cosas materiales que hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre sobrenatural derivada de Dios,” (SMC L2, Cap. 24,1)

 

“Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se pueden ver mediante esta lumbre derivada que aquí decimos, sino con otra lumbre más alta que se llama lumbre de gloria. …rarísimas veces acaecen y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios en aquellos que son muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios…” (SMC L2, Cap. 24,2-3)

 

Baste como distinción sin necesidad de mayores explicaciones. Las visiones –en cuanto aprehensiones que caen en el entendimiento de modo puramente espiritual- pueden ser sobre realidades corpóreas con cierta “luz sobrenatural” e incorpóreas con “luz de gloria” –en cuanto participación en aquella luz beatífica con la cual los santos contemplan a Dios en el Cielo-. Estas últimas son rarísimas y son concedidas a quienes ya están firmemente encaminados a la unión esponsal transformante y ya han madurado sólidamente su decisión por vivir solo según la Voluntad de Dios en verdadero espíritu eclesial. Sobre estas últimas nos enseñas además que:

 

“…aunque estas visiones de sustancias espirituales no se pueden desnudar y claramente ver en esta vida con el entendimiento, puédense, empero, sentir en la sustancia del alma con suavísimos toques y juntas, lo cual pertenece a los sentimientos espirituales…” (SMC L2, Cap. 24,4)

 

Pero en verdad yo quisiera destacar el tema de la “inteligencia mística”, es decir cómo la unión con Dios produce “sabiduría escondida”, un conocimiento tan propio del amor. Tú le llamas “inteligencia mística y confusa u oscura”:


“…mediante esta noticia amorosa y oscura, se junta Dios con el alma en alto grado y divino. Porque, en alguna manera, esta noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la otra de medio para la clara visión de Dios.” (SMC L2, Cap. 24,4)

 

Porque no es inocuo sino de gran provecho el trato de amor con el Señor y la unión del alma a su Amado y Esposo lo ilumina todo de forma nueva, tanto como Dios quiera dejar ver en fe y espíritu. “Sabiduría o ciencia infusa” podríamos también denominarla, que no se trata exactamente de contenidos conceptualizables sino más bien de aquella “iluminación” que a veces acaece conexa a la unión de amor y que nos permite mirar por vía de la vida teologal con la mirada de Dios. Es un descubrir y comprender todas las cosas desde Dios y junto a Él.

 

“…como si se le abriese una clarísima puerta y por ella viese (una luz) a manera de un relámpago, cuando en una noche oscura, súbitamente esclarece las cosas y las hace ver clara y distintamente, y luego las deja a oscuras…” (SMC L2, Cap. 24,4)

 

Podemos señalar los efectos que deja tal inteligencia oscura en fe y amor y también por los efectos distinguirla de falsificaciones del Maligno.

“El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud, iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios.

Puede también el demonio causar estas visiones en el alma mediante alguna lumbre natural… los efectos que éstas hacenen el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen sequedad de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a estimarse, y a admitir y tener en algo las dichas visiones, y en ninguna manera causan blandura de humildad y amor de Dios.” (SMC L2, Cap. 24,6-7)

 

Aunque estas visiones puramente espirituales son más valiosas que otras a las que nos referimos en escritos previos, el consejo acerca de cómo y cuánto ponderarlas sigue inalterable:

 

“Estas visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios ninguna proporción ni conveniencia esencial tiene, no pueden servir al entendimiento de medio próximo para la unión de Dios. Y así, conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en las demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio próximo, que es la fe. De donde, de aquellas formas de las tales visiones que se quedan en el alma impresas, no ha de hacer archivo ni tesoro el alma, ni ha de querer arrimarse a ellas, porque sería estarse con aquellas formas, imágenes y personajes, que acerca del interior reciben, embarazada, y no iría por negación de todas las cosas a Dios.” (SMC L2, Cap. 24,8)

 

Por tanto insistimos que el camino no es quedarse arrimado y pegoteado a los “fenómenos espirituales” sino que, como desnudándose de ellos, concentrarse en el incremento de las virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, que son el medio para la unión con Dios.

 

“…cuanto más el alma se quiere oscurecer y aniquilar acerca de todas las cosas exteriores e interiores que puede recibir, tanto más se infunde de fe, y por consiguiente, de amor y esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes teologales andan en uno.” (SMC L2, Cap. 24,8)

 

Por tanto concluimos contigo con la misma enseñanza que venimos repitiendo y queriendo dejar marcada a fuego:

 

“Que tenga fortaleza y mortificación y amor para querer quedarse en vacío y a oscuras de todo, y fundar el amor y gozo en lo que no ve ni siente ni puede ver ni sentir en esta vida, que es Dios, el cual es incomprehensible y (está) sobre todo.” (SMC L2, Cap. 24,9)

 

¿Qué le hace falta pues a nuestro peregrino que intenta ascender hasta la cima del monte santo? Solo una actitud perseverante:

 

“…desnudez espiritual y pobreza de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para la unión del alma con Dios.” (SMC L2, Cap. 24,9)

 

Porque todas las visiones que se tengan espiritualmente en contemplación nunca deben apagar ni distraernos del interés primordial por la única Visión que es verdaderamente necesaria y que conviene a nuestra alma y que es Salvación: la visión beatífica de Dios en la Gloria del Cielo junto a todos los santos cuando la Unión alcanzada por Gracia en la historia llegue a ser plena y eterna.

 


Jeremías: el profeta de la interioridad, atravesado por el sufrimiento (5)

 



Nos introducimos ahora en la 2da. sección del primer bloque del libro de la profecía de Jeremías, que podríamos delimitar en 7,1-20,18. Aquí encontraremos básicamente los oráculos durante el reinado de Yoyaquim y las llamadas “Confesiones” del profeta.

Son tiempos difíciles para Jeremías, pues con la muerte de Josías la reforma religiosa se ha apagado y sus sucesores vuelven a repetir los pecados de los monarcas que la tradición deuteronomista juzga no agradan al Señor. Se halla el mensajero de Dios cada vez más controvertido y en soledad.

Contemplemos un gesto y una palabra que marcarán un antes y un después en su ministerio:

 

“Palabra que llegó de parte de Yahveh a Jeremías: Párate en la puerta de la Casa de Yahveh y proclamarás allí esta palabra.” (Jer 7,1-2a)

 

Dios envía a Jeremías a pararse en la puerta del Templo de Jerusalén y profetizar allí a los que entran y salen. No hay lugar más expuesto y visible, un espacio profundamente sensible. ¿Qué palabra dirá a los peregrinos y qué pensarán los sacerdotes y dirigentes religiosos de esta actitud? Oigamos como se desarrolla el anuncio divino:

 

“Dirás: Oíd la palabra de Yahveh, todo Judá, los que entráis por estas puertas a postraros ante Yahveh. Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: Mejorad de conducta y de obras, y yo haré que os quedéis en este lugar. No fiéis en palabras engañosas diciendo: «¡Templo de Yahveh, Templo de Yahveh, Templo de Yahveh es éste!»” (Jer 7,2b-4) 

 

El punto de partida es la crítica de su religiosidad: se trata de pura palabra vacía que no se corrobora en una conducta de vida agradable al Señor. Valoran el Templo como si fuese un amuleto, como si ingresar en él y visitarlo o tocar sus paredes les fuera a dar seguridad de que Dios los bendice. Pero desde el comienzo se los invita a mejorar su conducta y que su fe se traduzca en obras, de esa forma podrán permanecer en la tierra que Dios les concedió, sino sobrevendrá el exilio -el cual también ya se insinúa-. Como vemos es un hito problemático esta profecía. En el corazón de Israel, en el centro cultual de su religiosidad, el profeta critica su forma de vivir la fe y les dice que no es agradable a Dios.

Sin embargo no es una palabra de condena sino de advertencia y un fuerte llamado a la conversión. Si el Pueblo cambia podrá revertir su suerte.

 

“Porque si mejoráis realmente vuestra conducta y obras, si realmente hacéis justicia mutua y no oprimís al forastero, al huérfano y a la viuda (y no vertéis sangre inocente en este lugar), ni andáis en pos de otros dioses para vuestro daño, entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres desde siempre hasta siempre.” (Jer 7,5-7)

 

Si cambian de vida el Señor se quedará entre ellos en la tierra prometida. Deben dejar de pecar contra los pobres, identificados por la clásica tríada viuda-huérfano-forastero y practicar la justicia; abandonar la violencia y el derramamiento de sangre inocente y por supuesto extirpar la idolatría. Como vemos se trata de los arraigados pecados del Pueblo que todos los profetas denuncian en general.

 

Pero he aquí que vosotros fiáis en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso, incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais. Luego venís y os paráis ante mí en esta Casa llamada por mi Nombre y decís: «¡Estamos seguros!», para seguir haciendo todas esas abominaciones. ¿En cueva de bandoleros se ha convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre? ¡Que bien visto lo tengo! - oráculo de Yahveh -. Pues andad ahora a mi lugar de Silo, donde aposenté mi Nombre antiguamente, y ved lo que hice con él ante la maldad de mi pueblo Israel.” (Jer 7,8-12)

 

Pero Dios constata que ellos no quieren convertirse y que han pervertido el culto y el Templo con su doble vida. Siguen a los ídolos engañosos que les permiten convalidar y justificar su conducta pecadora. Acuden a la Casa del Señor  como si se tratara de un fetiche mágico, un amuleto protector. No se dan cuenta que a Dios le desagrada su culto y sus sacrificios pues conoce la oscuridad de sus corazones. Cada vez que visitan su Casa terminan profanándola. Entonces les advierte que no se confíen en la falsa seguridad de su religiosidad puramente formalista, pues también antiguos santuarios de Israel terminaron arrasados y desiertos. Y finalmente el oráculo escala hasta la sentencia condenatoria: Dios mismo los echará de su Presencia y el Templo será destruido.

 

“Y ahora, por haber hecho vosotros todo esto - oráculo de Yahveh - por más que os hablé asiduamente, aunque no me oísteis, y os llamé, mas no respondisteis, yo haré con la Casa que se llama por mi Nombre, en la que confiáis, y con el lugar que os di a vosotros y a vuestros padres, como hice con Silo, y os echaré de mi presencia como eché a todos vuestros hermanos, a toda la descendencia de Efraím.”  (Jer 7,13-15)

 

Quiero un culto santo y verdadero

 

No sé si hemos podido dimensionar el escándalo de este oráculo. Imaginen que a la puerta de nuestras iglesias alguien se parara a gritar que Dios detesta nuestras devociones y celebraciones sacramentales. Si nos acusara de nuestros pecados allí en la puerta de nuestros templos y nos advirtiese que estamos pervirtiendo el lugar sagrado con nuestra vida pecadora… ¡qué duro pero quizás qué verdadero sería!

¿Cuántas veces hemos ingresado y egresado de la Casa del Señor sin cambiar de vida, sin confesar arrepentidos nuestras faltas y sin convertirnos? ¿Cuántas veces hemos celebrado el culto sin gozar de su Presencia y sin permitirle transformar nuestro corazón? ¿Acaso no hemos transformado a veces el lugar sagrado en el ámbito del encuentro meramente social? ¿Quizás dentro de nuestros templos hablamos más entre nosotros que con Él? ¡Cuánta superficialidad mundana y exigencia de auto-justificación han traspasado el atrio en lugar de quedarse afuera! ¡Qué poco espíritu verdaderamente penitente aportamos al culto! ¡Cuánta resistencia tenemos aún a las predicaciones encendidas y proféticas que nos urgen a la santidad!

¿Comprendemos que esta Palabra de Dios es válida y vigente entre nosotros? Dios podría claramente decirnos que nuestra presencia ensucia y pervierte el lugar santo y que nuestra religiosidad es falsa por la incoherencia de vida, es vacía por formalista y superficial y es mediocre por no admitir la exigencia de una conversión a fondo. Tranquilamente el Señor podría decirnos que esta falta de auténtica disponibilidad para ser transformados por su Gracia le resulta ofensiva a su Misericordia. ¿Por qué Dios hoy no nos pediría un culto santo y verdadero?

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN JUAN DE LA CRUZ 18




CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 18


CUANDO DIOS COMIENZA A COMUNICARSE MÁS DIRECTAMENTE AL ALMA

 

Inigualable Doctor y amigo de camino, Fray Juan, debemos adentrarnos ahora en territorios absolutamente desconocidos a una gran multitud de discípulos. Roguemos al Señor conceda a nuestros lectores la paciencia necesaria y a nosotros claridad de espíritu. Sobretodo pienso en aquellos hermanos que hayan alcanzado esta altura del sendero hacia la cima, esperando serles buena compañía, cálida y fraterna; pues por aquí andamos más en soledades y harto extraño es encontrarse a otros peregrinos.

Nos enseñas según tu ciencia que hay cuatro aprehensiones del entendimiento, puramente espirituales, que llamas: visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales.

 

“…sin algún medio de algún sentido corporal exterior o interior, se ofrecen al entendimiento clara y distintamente por vía sobrenatural pasivamente, que es sin poner el alma algún acto u obra de su parte, a lo menos activo.” (SMC L2, Cap. 23,1)

 

Anteriormente, lo que en el ejercicio de la oración se percibía comunicado por Dios, se conocía por el registro de las sensaciones corporales y figuraciones imaginarias, de las emociones y sentimientos o de las ideas y raciocinios producidos. Pero en este punto no hablamos de un ejercicio concreto, es decir de una actividad orante llevada adelante por nosotros. Ahora estamos en el terreno propio de lo infuso. Supone pues el estado o gracia de quietud o recogimiento interior. Y con mucho cuidado debe hablarse de pasividad para que no sea entendido en un sentido quietista como anulación o extinción de las operaciones del alma. También supone entonces el surgimiento en gracia de una receptividad ampliada y de un nuevo sentido interior netamente espiritual. Para expresar cuanto en la contemplación se recibe de Dios suelo afirmar que aquí todo pasa más allá de sentimientos y pensamientos, y más allá significa no su eliminación sino su superación, o mejor dicho ya no destaca la percepción de lo producido por nuestra acción sino más bien de lo regalado por la Suya. Una comunicación más directa, más intuitiva, más espiritual ha comenzado.

 

“A lo que recibe el entendimiento a modo de ver (porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como aprehendiendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales". De todo lo cual él saca inteligencia o visión espiritual, sin aprehensión alguna de forma, imagen o figura de imaginación o fantasía natural, sino que inmediatamente estas cosas se comunican al alma por obra sobrenatural y por medio sobrenatural.” (SMC L2, Cap. 23,3)

 

Estimado fray, ya habíamos adelantado que nos clasificas estas comunicaciones espirituales en cuatro tipos: visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. Y evidentemente la clave en tu escrito son los giros “a modo de”, “a manera de” y el adverbio “como”. Nos introduces pues en la dinámica de la analogía. Porque no hay forma de poder decir lo que la palabra humana no termina de alcanzar sino la comparación con lo conceptualizable. El encuentro místico con el Misterio de Dios y su acción salvífica pues lo presentas en continuidad y discontinuidad a las percepciones de los sentidos corporales y comprensiones tanto intelectuales como sensaciones y sentimientos. Pues ahora todo es de orden sobrenatural, desnudo ya de toda forma, figura o imagen natural.

Soy consciente que leer e interpretar la experiencia mística es una tarea asequible a quien ya tiene vida mística en sí, y a su vez configura un empeño arduo y habitualmente desmotivador para quien carece de ella. No desmayes, pide crecer en el amor de unión a tu Señor. La experiencia escondida en Dios alumbra la ciencia escondida en Dios.

Finalmente nos señalas que este género de comunicaciones más puramente espirituales, directas e interiores y sin mediaciones operativas son más seguras y menos influenciables por la acción engañosa del Adversario.

 

“…son más nobles aprehensiones y más provechosas y mucho más seguras que las corporales imaginarias (por cuanto son ya interiores, puramente espirituales y a que menos puede llegar el demonio, porque se comunican ellas al alma más pura y sutilmente sin obra alguna de ella ni de la imaginación, a lo menos activa).” (SMC L2, Cap. 23,4)

 

¡Oh cuánto más debes esperar en Dios de lo que esperas! Al concluir este apartado así quiero animarte. Dios es mucho más grande que tus sensaciones y por supuesto supera todas tus interpretaciones e imágenes acerca de Él. Y te ha creado para la Alianza. Tu humanidad ha sido diseñada para una comunicación plena con Él, elevada y simple, pura y desbordante de sentido. Si lograras al fin entregarte y ponerte en sus manos dejándolo actuar y no resistiéndote a su Sabiduría escondida ni intentando tú retomar la conducción por temor a no tenerlo todo en tus manos, ¡cuánto bien y provecho en tu alma gozarías!

 

 


DIÁLOGO VIVO CON SAN PABLO 42

LA PURIFICACIÓN INTERNA DE LA IGLESIA (I)   “Por esto mismo les he enviado a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor; él les record...