Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (7)




Los pastores y las ovejas que Dios quiere (Parte I)

 

Ezequiel invita al Pueblo a la responsabilidad personal. Debe cada quien hacerse cargo de su propia respuesta al Señor y de las consecuencias colectivas de las propias acciones. Así, sin ocultamientos, denuncia a los culpables y repasa la historia salvífica de Israel bajo el clásico leimotiv de la infidelidad a la Alianza y de la mala praxis o insuficiente desempeño en el cumplimiento de la Ley. Los culpables de la ruina son sobre todo “los pastores”. Esta categoría engloba a quienes ejercen el poder religioso como sacerdotes, doctores de la Ley y profetas profesionales o de corte; pero también a quienes detentan el poder civil como reyes y su familia dinástica, altos funcionarios, nobles, terratenientes y dirigentes del Pueblo en general. Se trata de aquellos encumbrados y poderosos que han hecho mal uso de su posición de liderazgo y conducción. 

Surge siempre inquietante el gran capítulo 34 de crítica y de anuncio esperanzado de un Mesías-Pastor. No será para nada una pérdida de tiempo sino una ventajosa inversión escuchar atentamente y digerir pacientemente este gran oráculo profético.

 

“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado el rebaño. No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca.” (Ez 34,1-6)

 

¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Sin duda es el centro de la acusación y de la queja. Han abandonado las ovejas a su cargo para dedicarse tan solo a sí mismos. ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? El profeta constata que en su lugar, vergonzosamente, solo han vivido el encargo pastoral para satisfacerse a sí mismos, para buscar y detentar privilegios y para ejercer una autoridad tan injusta como corrompida. Los pastores del Pueblo han sido negligentes, han desenvuelto bajo el estandarte de la mala praxis su servicio. Han usufructuado económicamente con avaricia de las ofrendas que el Pueblo le hacía a Dios mediante el culto, enriqueciéndose y tomando con rapiña por sí mismos de la mesa de los pobres y sencillos. No han sido cuidadosos y solícitos con las necesidades de sus ovejas pues en verdad no les interesaba cuánto les sucedía. Las han abandonado a su suerte sin aconsejarlas ni defenderlas del peligro sin procurar que no se pierdan por caminos engañosos. Las han empujado a entregarse a los ídolos, abandonando al Señor de la Gloria. Tal vez los pastores tampoco tengan fe en Dios sino que simplemente usen la fe para encumbrarse a sí mismos y gozar así de mundanos beneficios por un ministerio mal realizado.

¿Y qué hará Dios al respecto? Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. El oráculo profético advierte a los malos pastores que el Señor los quitará del ministerio, que ya no les confiará a sus ovejas y que impedirá que se sigan abusando del ministerio e instrumentalizando la fe de los sencillos para vivir con privilegio, olvidándose del auténtico servicio pastoral. El Señor mismo se hará cargo del rebaño de su Pueblo y los pastores serán destituidos.

 

“Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh: Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, lo juro: Porque mi rebaño ha sido expuesto al pillaje y se ha hecho pasto de todas las fieras del campo por falta de pastor, porque mis pastores no se ocupan de mi rebaño, porque ellos, los pastores, se apacientan a sí mismos y no apacientan mi rebaño; por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo contra los pastores: reclamaré mi rebaño de sus manos y les quitaré de apacentar mi rebaño. Así los pastores no volverán a apacentarse a sí mismos. Yo arrancaré mis ovejas de su boca, y no serán más su presa. Porque así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.” (Ez 34,7-11)

 

No abusarás del ministerio, no lo harás a tu conveniencia

 

Ciertamente es de gran dificultad decir una palabra actualizada sobre los pastores siendo yo mismo pastor al participar en el ministerio sagrado del Único Pastor Jesucristo. Quizás podríamos comenzar justamente por aquí. En estos tiempos eclesiales a los pastores se nos reclama un especial esfuerzo de conversión y santidad. En hora buena. Y no me refiero solamente a casos escandalosos, de público conocimiento y masiva difusión, hondas heridas eclesiales que incluyen actos criminales perpetuados bajo un perverso uso del ministerio. Sino en el fondo de toda la cuestión a recordarnos que las ovejas no son nuestras y que el oficio del pastor no es un salvoconducto para ejercer un poder sin límites. Volver a Jesucristo, el Buen Pastor, debemos todos y sin duda primero los pastores. ¿Cómo pastoreará al Pueblo en su Nombre quién no se deja pastorear por el Señor?

Una palabra difícil porque lamentablemente también hoy percibimos que algunos hermanos nuestros, investidos de este sagrado ministerio en bien de los creyentes, lo usufructúan para sí mismos. Heridos en su estructura personal y enfermos espiritualmente o caídos en la tentación que los sumerge en las tinieblas del pecado, se entregan a la obtención del poder, a la ambición por una carrera eclesiástica ascendente, a la búsqueda de protagonismo y reconocimientos humanos y a mucho más. Y lo decimos conociendo la propia fragilidad, luchando la propia fidelidad, combatiendo para perseverar en la gracia. “Herido el pastor se dispersarán las ovejas”. Y porque los pastores estamos siendo constantemente apuntados como blanco por el Enemigo, nuestra vigilancia debe ser constante y extrema. Ardua tarea la del pastor de las ovejas: vigilar implacable sobre sí mismo y velar paternal y maternalmente por las ovejas. Sin tomar el cayado de la Cruz de Cristo esta empresa es del todo imposible.

Pero también hay que decir que el ambiente se ha vuelto del todo desfavorable a la “cura de almas”. En el sentido que la creciente descristianización, secularización y apostasía del “mundo moderno” van haciendo decaer fuertemente la fe en Jesucristo y la adhesión a la Verdad del Evangelio. En esta atmosfera de relativismo autoritario, cual un extenso y árido desierto, no es nada fácil proclamarse pastor en su Nombre. Y aquí la tentación ha hecho mella en los pastores de la Iglesia peregrina: el temor a la creciente conflictividad en el ejercicio del ministerio y la perspectiva de no ser bien recibidos y estimados, sino más bien resistidos y apartados; la práctica de cierto difuso “buenismo pastoral” que, bajo excusa de tolerancia o falsa misericordia, invita a tomar el atajo fácil pero engañoso de no anunciar enteramente la verdad; incluso a veces las oposiciones internas dentro de la propia comunidad cristiana a los empeños sinceros de fidelidad a la Revelación y el poco apoyo prestado a quienes intentan concretar un proyecto discipular en santidad de vida;  y hasta el poco acompañamiento de los superiores más preocupados por las reacciones de la opinión pública y de no quedar en el centro de ninguna exposición inconveniente, más que en el respaldo de sus colaboradores; como por supuesto la gran deriva masiva de tantas ovejas que ya no quieren oír hablar del Señor bajo los términos de la fe de siempre sino según la acomodación que urgen las agendas mundanas. No, nada fácil ser pastor en nuestros días.

Y sin embargo no hay excusas porque Dios es Dios y el Señor tiene la victoria. Solo habrá que aceptar lo incambiable: el único método y camino es la Cruz. Sin Cruz, el arma poderosa en el Amor del Pastor entregado por las ovejas, no habrá pastores en la Iglesia.

 

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (6)

 




Un profeta en duelo que no llora a sus muertos

 

Hacia el 588 a.C. anuncia la caída de Jerusalén y en el 587 predica sobre el orgullo del Faraón que no sabe medir sus fuerzas y que va a servir para la destrucción de Judá. Al comenzar el asedio de Jerusalén muere su esposa y por mandato de Dios hace una pantomima dura y cruel: no hace duelo por ella pues Yahvéh no hará duelo por Israel. Durante ese período queda paralizado y mudo por cinco meses y después del 586 profetiza sus oráculos más amargos contra las naciones y algo más suaves contra los desterrados.

Como ya Dios lo había propuesto con Oseas y luego con otros profetas, ahora también la vida misma de Ezequiel se hace una con la profecía que debe anunciar. De nuevo la relación esponsal sirve de símbolo.

 

“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: «Hijo de hombre, mira, voy a quitarte de golpe el encanto de tus ojos. Pero tú no te lamentarás, no llorarás, no te saldrá una lágrima. Suspira en silencio, no hagas duelo de muertos; ciñe el turbante a tu cabeza, ponte tus sandalias en los pies, no te cubras la barba, no comas pan ordinario.» Yo hablé al pueblo por la mañana, y por la tarde murió mi mujer; y al día siguiente por la mañana hice como se me había ordenado.” (Ez 24,15-18)

 

Dura experiencia pues de no poder llorar ni exteriorizar pena alguna por la muerte de su esposa. Dios quiere que siga viviendo como si nada hubiese pasado. ¿Pero acaso no la extraña, no la amaba? ¿Le es indiferente su pérdida? ¿Por qué, por qué no llorarla? ¿Por qué, por qué no brota del corazón un río de amargura y desconsuelo?

 

“El pueblo me dijo: «¿No nos explicarás qué significado tiene para nosotros lo que estás haciendo?» Yo les dije: «La palabra de Yahveh me ha sido dirigida en estos términos: Di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a profanar mi santuario, orgullo de vuestra fuerza, encanto de vuestros ojos, pasión de vuestras almas. Vuestros hijos y vuestras hijas que habéis abandonado, caerán a espada. Y vosotros haréis como yo he hecho: no os cubriréis la barba, no comeréis pan ordinario, seguiréis llevando vuestros adornos en la cabeza y vuestras sandalias en los pies, no os lamentaréis ni lloraréis. Os consumiréis a causa de vuestras culpas y gemiréis los unos con los otros. Ezequiel será para vosotros un símbolo; haréis todo lo que él ha hecho. Y cuando esto suceda, sabréis que yo soy el Señor Yahveh.»” (Ez 24,19-24)

 

Como el profeta no llora la muerte de su querida esposa, Dios no llorará la caída de Jerusalén y el destierro de Judá. Tampoco ellos deben llorar como si se tratase de una desgracia en la cual no tienen responsabilidad alguna. El exilio es consecuencia de su vida de pecado e idolatría, de su ruptura de la Alianza. Ahora el Pueblo entero tiene que asumir el resultado de sus elecciones. La pérdida será dolorosa pero si vertieran lágrimas serían hipócritas. ¿Por qué si amabas tanto tu tierra, tu templo y tu rey no cuidaste estas realidades? ¿Si te eran tan preciadas por qué rompiste la Alianza? ¿Acaso pensaste que eran tuyas como si fueses dueño? ¿Tan pronto te olvidaste que son regalo y don, promesas del Dios que es fiel y cumple su Palabra? Pues el Señor que te las dio, tras que tú las has profanado, te las quita para devolverte la cordura desde el arrepentimiento, para que el peso de la compunción posibilite sensatez y una conversión auténtica.

 

“Y tú, hijo de hombre, el día en que yo les quite su apoyo, su alegre ornato, el encanto de sus ojos, el anhelo de su alma, sus hijos y sus hijas, ese día llegará donde ti el fugitivo que traerá la noticia. Aquel día se abrirá tu boca para hablar al fugitivo; hablarás y ya no seguirás mudo; serás un símbolo para ellos, y sabrán que yo soy Yahveh.” (Ez 24,25-27)

 

El enmudecimiento del profeta y la ausencia de Palabra por parte del Señor se prolongarán hasta que el Pueblo pierda a Jerusalén y la ruina de la dinastía real junto a la deportación, lo asole. Este período de silencio anuncia tanto la desgracia inminente como esa contradicción tan inherente a la vida profética. El profeta goza y sufre de forma anticipada. La Sabiduría de Dios le permite escrutar el sentido profundo y último de los acontecimientos, comprender en gracia los derroteros de la historia. Pero anunciarlos a sus compatriotas le hace ser incomprendido y rechazado. Nunca le es fácil al hombre aceptar la verdad. El profeta que ya ha vivido el proceso permanece como símbolo y modelo para transitar según Dios los tiempos que llegan.

 

Anticipación, testimonio y orientación

 

En gracia, el ministerio profético auténtico, supone una mirada iluminada por estar en sintonía con el Plan de Dios. Buscando vivir unido a la Voluntad Divina, el mensajero interpreta con una mirada larga y profunda cuanto sucede. Pero la comunicación de cuanto hallazgo del Señor le llega, produce perplejidad, resistencia y se vuelve contra sí como rechazo, separación y violencia. Esta es la cruz de la profecía, servir a la Palabra de Dios tan difícil de digerir por los hombres.

Pero se trata de una anticipación testimonial: ni aséptica ni neutra ni distante. El profeta queda involucrado personalmente en el drama que anuncia. En todo caso sufre y goza antes que todos, cuando nadie aún presagia el porvenir. Y vive el futuro de Dios que adviene en fidelidad y obsequiosa entrega de sí. Por eso podrá revalidar su profecía ante quienes la han desestimado y levantar de nuevo su voz con la autoridad de una penitente y expiatoria concordancia con Dios que afirma: “Yo ya lo he vivido, tengo las cicatrices y por eso puedo señalar el camino”. Orientador del pueblo –de un pueblo rebelde y poco dócil- será su identidad. Esta martirial vocación que es la profecía bien la expresaba Ezequiel bajo el leimotiv del “centinela de Dios”.

¿A cuántos profetas hemos hecho sufrir? Yo mismo he descubierto últimamente cuán resistente se ha vuelto incluso –escandalosamente- la Iglesia peregrina a los profetas santos que el Señor le envía. ¡Que la humanidad no quiera escuchar la voz de Dios no es cosa nueva! Pero… ¿y el Pueblo que se dice Suyo? ¿No quiere ver la verdad de sí mismo y de sus opciones? ¿No quiere discernir a fondo si se halla en sintonía con la Voluntad de Dios? Pero el Dios fiel no deja de ser Palabra y Silencio profético a través de centinelas inquietantes y llenos de su Espíritu.

 

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 21

 




Inesperada contraposición

Todo un Dios

Abierto y donado al hombre

Y una humanidad casi entera

Tan increíblemente cerrada a su Señor

Y toda mi alma bajo este filo

 

Tremenda contraposición

Dios hecho Niño

Pobre humilde y tierno

El humano creyéndose un dios

Altivo prepotente y frío

Y toda mi alma bajo este filo

 

Temible contraposición

El Creador inclinado a las creaturas

Condescendiente benévolo y compasivo

La creatura a su imagen henchida de orgullo

Sometiendo bajo su rudo pie a los iguales

Y toda mi alma bajo este filo

 

Inexplicable contraposición

El Cielo volcado a la tierra

Fecundante en Alianza de Amor

Y la tierra reseca y estéril

Impermeable al Don de lo Alto

Y toda mi alma bajo este filo

 

Paroxistica contraposición

Quien viene a ser refugio y dar cobijo

No encuentra quien lo reciba

Y a quien le urge ser abrazado y querido

Rechaza la cercanía que da Salvación

Y toda mi alma bajo este filo

 

Enloquecedora contraposición

Solo la fe ha podido ver en la noche

En la intemperie de semejante desnudez

El Misterio de Dios Padre y su Hijo

La silente Luz que todo lo recrea

Y toda mi alma bajo este filo

 

Tan absurda como sabia contraposición

El Amor no es amado

Han cantado los poetas

Pero el Amor es más fuerte que la muerte

Es como agua torrencial que se derrama indetenible

Y toda mi alma bajo este filo

 

Esperanzadora contraposición

Solo el Resto contempla con dicha la Gloria

María José los pastores y unos medio sabios a tientas

Los pequeños de Dios tenidos por nada

Solo ellos se abren al Todo que irrumpe en la historia

Y toda mi alma bajo este filo

 

Esplendente contraposición

El Eterno ha preñado generoso al tiempo

Y los días del hombre que pasaban fugaces y esquivos

Sin contar otro destino que su irremediable extinción

Habitarán si quieren la Casa donde siempre habrá Fiesta

Y toda mi alma bajo este filo

 

Superada contraposición

La terquedad del hombre ha sido vencida

Por la desmesura en Amor de su Dios

La ofuscación de lo humano ha sido curada

Por la Paterna y sapiente voluntad del Señor

Y toda mi alma bajo este filo

 

 



Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (5)

 



Las basuras del corazón

 

En el comienzo de su profecía se le ordena comer el libro de los ayes (2,8-3,3) y dárselo a comer al pueblo que se niega porque es rebelde, porque no quiere aceptar la responsabilidad personal por sus pecados. Entonces recurre a falsos profetas que lo convaliden y justifiquen o reincidir en el uso de la figura del rey que, mediante el mecanismo de la “personalidad corporativa”, le permita exculparse.

Ezequiel les recrimina ser un pueblo apegado a las basuras del corazón: tradiciones falsas y fetiches como el templo convertido en un amuleto o peor aún, las imágenes de los falsos dioses idolátricos.  Tales son tratados de “basuras” y queda claro que al celebrarles culto se erige su presencia abominable como realidad interior y el templo del corazón queda dedicado a las “basuras” contrarias al Señorío único de Dios.  

El término “basuras” es abrumadoramente frecuente y su uso es técnico en Ezequiel: basura (guilulim) es el estiércol de caballo. No sólo califica fuertemente el interior o corazón del pueblo como un lugar regado de excrementos. Tal vez la comparación también apunte a las caballerizas del ejército y al intento de alianza con el Faraón de Egipto como defensa contra el avance de Babilonia. Tal acto estratégico constituye para el profeta tanto una falsa expectativa como una falta de fe y desconfianza de Dios.

Veamos algunos abundantes ejemplos que no llegan a ser ni la mitad de las citas posibles:


“Vuestros altares serán devastados, vuestros braseros de incienso serán rotos, haré caer a vuestros habitantes, acribillados, delante de vuestras BASURAS, pondré los cadáveres de los israelitas delante de sus BASURAS, y esparciré sus huesos alrededor de vuestros altares. En todo lugar donde habitéis, las ciudades quedarán en ruinas y los altos serán devastados, de forma que vuestros altares queden en ruinas, como cosa culpable, vuestras BASURAS sean destrozadas y aventadas, vuestros braseros de incienso hechos pedazos y aniquiladas vuestras obras.” (Ez 6,4-6)

 

“Y vuestros supervivientes se acordarán de mí, entre las naciones adonde hayan sido deportados, aquellos a quienes yo haya quebrantado el corazón adúltero que se apartó de mí y los ojos que se prostituyeron detrás de sus BASURAS.” (Ez 6,9)

 


“Y sabréis que yo soy Yahveh, cuando sus víctimas queden allí entre sus BASURAS alrededor de sus altares, en toda colina elevada, en la cima de todos los montes, bajo todo árbol verde, bajo toda encina frondosa, dondequiera que ofrecen calmante aroma a todas sus BASURAS.” (Ez 6,13)

 

“Entré y observé: toda clase de representaciones de reptiles y animales repugnantes, y todas las BASURAS de la casa de Israel estaban grabados en la pared, todo alrededor.” (Ez 8,10)

 

“Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se sentaron ante mí. Entonces la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus BASURAS en su corazón, han puesto delante de su rostro la ocasión de sus culpas, ¿y voy a dejarme consultar por ellos? Habla, pues, y diles: Así dice el Señor Yahveh: A todo aquel de la casa de Israel que erija sus BASURAS en su corazón o que ponga delante de su rostro la ocasión de sus culpas, y luego se presente al profeta, yo mismo, Yahveh, le responderé, a causa de la multitud de sus BASURAS, a fin de prender a la casa de Israel en su corazón, a aquellos que se han alejado de mí a causa de todas sus BASURAS.” (Ez 14,1-5)

 

“Por eso, di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Convertíos, apartaos de vuestras BASURAS, de todas vuestras abominaciones apartad vuestro rostro.” (Ez 14,6)

 

“Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh.  Así dice el Señor Yahveh: Por haber prodigado tu bronce y descubierto tu desnudez en tus prostituciones con tus amantes y con todas tus abominables BASURAS.” (Ez 16,35)

 

“El que es justo y practica el derecho y la justicia, no come en los montes ni alza sus ojos a las BASURAS de la casa de Israel.” (Ez 18,5-6)

 

“Y les dije: Arrojad cada uno los monstruos que seducen vuestros ojos, no os contaminéis con las BASURAS de Egipto; yo soy Yahveh, vuestro Dios. Pero ellos se rebelaron contra mí y no quisieron escucharme. Ninguno arrojó los monstruos que seducían sus ojos; ninguno abandonó las BASURAS de Egipto.” (Ez 20,7-8)

 

“Pues habían despreciado mis normas, no se habían conducido según mis preceptos y habían profanado mis sábados; porque su corazón se iba tras sus BASURAS.” (Ez 20,16)

 

“En cuanto a vosotros, casa de Israel, así dice el Señor Yahveh: Que vaya cada uno a servir a sus BASURAS; después, yo juro que me escucharéis y no profanaréis más mi santo nombre con vuestras ofrendas y vuestras BASURAS.” (Ez 20,39)

 

 “Así dice el Señor Yahveh: Haré desaparecer las basuras, y pondré fin a los falsos dioses.” (Ez 30,13)

 

Quita, Señor, las basuras de nuestro corazón

 

Si en mi juventud me ha impresionado negativamente aquella imagen del pecado como mancha y desorden que afea la casa del alma hasta expulsar de ella a Dios quien ya no la puede habitar, debo admitir que con el paso de los años, tanto por la experiencia acumulada en el camino como por la maduración de la vida en el Espíritu, advierto claramente cuánta oscuridad solemos introducir o dejar entrar en nuestro corazón.

La purificación es una exigencia básica del camino de fe. No hay forma de avanzar y crecer sin podar los vicios y ordenar las pasiones, sanar las heridas y por supuesto extirpar el mal enraizado en nosotros. Y sin embargo me quedo perplejo frente a tamaña negación en nuestros días de esta evidencia insoslayable en la vida de cualquier creyente.

No digo que esta certeza espiritual no sea admitida en la teoría sino que más bien es ampliamente negada o desconocida en la práctica religiosa. Obviando que alguna terminología clásica pueda ser rechazada por la sensibilidad contemporánea, no he hallado remplazos semánticos en la práctica eclesial de formación espiritual para estas ejercitaciones y prácticas esenciales al proceso interior. ¿Penitencia, ayuno, mortificación, sacrificio, austeridad y sobriedad de vida? ¿Alguien ha escuchado hablar de algo así o en términos semejantes durante las últimas décadas en sus ambientes cristianos? ¿Toda una rareza verdad?

Me temo pues que tal descuido y negligencia espiritual haya hecho proliferar un amplio espectro de basuras y pestilencias varias en el corazón de los creyentes y del cuerpo eclesial. Cuando nos demos cuenta tal vez tengamos que acometer la ardua tarea de desmontar un terreno que ha llegado a ser inhabitable. Espero que no lleguemos a tal extremo. ¡Señor si adviertes en tu Pueblo semejante dejadez no te quedes lejos, ven pronto a socorrernos! ¡Quita las basuras de nuestro corazón!

 

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (4)

 


Los oráculos actuados o acciones simbólicas son una especialidad de Ezequiel. En los capítulos 4-5 hallamos ejemplos interesantes.

 

“Tú, hijo de hombre, toma un ladrillo y ponlo delante de ti; grabarás en él una ciudad, Jerusalén,  y emprenderás contra ella un asedio: construirás contra ella trincheras, levantarás contra ella terraplenes, emplazarás contra ella campamentos, instalarás contra ella arietes, todo alrededor. Toma luego una sartén de hierro y colócala como un muro de hierro entre ti y la ciudad. Fijarás tu rostro sobre ella, y quedará en estado de sitio: tú la sitiarás. Es una señal para la casa de Israel.” (Ez 4,1-3)

 

Así como juegan los niños “a los soldados y a la batalla”, el profeta finge el asedio y sitio de Jerusalén a la vista de todos los habitantes que pasan. No dice una palabra, el gesto del profeta se transforma en oráculo. En 4,1-17 una serie de acciones complementarias describe la situación de acecho que se anuncia. En principio la forma de acostarse y su significado simbólico:

 

“Acuéstate del lado izquierdo y pon sobre ti la culpa de la casa de Israel. Todo el tiempo que estés acostado así, llevarás su culpa. Yo te he impuesto los años de su culpa en una duración de trescientos noventa días, durante los cuales cargarás con la culpa de la casa de Israel. Cuando hayas terminado estos últimos, te acostarás otra vez del lado derecho, y llevarás la culpa de la casa de Judá durante cuarenta días. Yo te he impuesto un día por año. Después fijarás tu rostro y tu brazo desnudo sobre el asedio de Jerusalén, y profetizarás contra ella. He aquí que yo te he atado con cuerdas, y no te darás vuelta de un lado a otro hasta que no hayas cumplido los días de tu reclusión.” (Ez 4,4-8)

 

Ezequiel se echará a dormir durante 430 días junto a la maqueta fabricada que plantea el asedio de la ciudad, probablemente amarrado entre cuerdas. Más de un año perseverará en esa actitud pública. Durante ese lapso de tiempo, en 4,9-10 se le indica el tipo de alimento que debe ingerir; lo hará racionado en pequeñas cantidades igual que el agua que beberá y siempre a una hora fija. Para reforzar el anuncio dramático en 4,11-15 también se le ordena comer un pan cocinado sobre excrementos. Todo el capítulo 4 constituye un anuncio del futuro sitio de Jerusalén y el horror propio de tal vivencia, así como la advertencia acerca del exilio donde convivirán entre pueblos impuros.

Finalmente la última acción simbólica cierra el espectáculo:

 

“Tú, hijo de hombre, toma una espada afilada, tómala como navaja de barbero, y pásatela por tu cabeza y tu barba. Luego tomarás una balanza y dividirás en partes lo que hayas cortado. A un tercio le prenderás fuego en medio de la ciudad, al cumplirse los días del asedio. El otro tercio lo tomarás y lo cortarás con la espada todo alrededor de la ciudad. El último tercio lo esparcirás al viento, y yo desenvainaré la espada detrás de ellos. Pero de aquí tomarás una pequeña cantidad que recogerás en el vuelo de tu manto, y de éstos tomarás todavía un poco, lo echarás en medio del fuego y lo quemarás en él. De ahí saldrá el fuego hacia toda la casa de Israel.” (Ez 5,1-4)

 

En 5,5-17 se ofrece un oráculo convencional en el cual se explicita todo lo actuado. Jerusalén caerá bajo Babilonia a causa de su pecado, sobre todo su ruptura de la Alianza por la idolatría. Dios ya tiene medido y pesado su futuro: un tercio del pueblo morirá dentro de la ciudad sitiada a causa del hambre y la peste, otro tercio morirá en combate por la espada y el último tercio será dispersado en el exilio.

 

Que la Palabra del Señor resuene contundente y clara

 

Me resulta impactante el gesto simbólico, simple y contundente en su expresión, extremo en cuanto al tiempo que es sostenido con increíble perseverancia y sacrificio personal. Pienso que sería muy fácil catalogar de “locura” semejante iniciativa. Tal vez así lo hayan percibido sus contemporáneos. Pero la actuación sostenida habla de la profundidad del compromiso de Ezequiel profeta, quien cueste lo que cueste se siente urgido a lograr que la Palabra del Señor sea escuchada y recibida. No ahorra recursos y como un martillo que golpea incesante está cada día de cara al Pueblo insistiéndole.

En cambio nuestros días no son exactamente gloriosos ni en largas fidelidades ni en sistemáticas y ordenadas comunicaciones. Todo fluye bastante caótico, inconexo, ambiguo, incoherente o contradictorio y por supuesto todo está cargado de relativismo pasajero, de moda de hoy y poco de absolutos firmes o sabor a eternidad.

Pero sobre todo en la Iglesia peregrina realmente se extraña tamaño compromiso con la Palabra del Señor. ¡Cuánta falta nos hacen aquellos predicadores de antaño, creativos y fidelísimos, urgidos y en quemazón constante por anunciar el Evangelio! Como Ezequiel podrían parecer locos, fuera de sí, demasiado revulsivos o inadaptados a su ambiente mundano. ¿Acaso creemos que el movimiento profético fue una suerte de corriente fácil de ubicar en los estándares culturales? Para nada, ¿verdad? El profeta desubica y descoloca a sus coetáneos. No surge desde la acostumbrada normalidad de lo mismo de siempre, sino desde el inquietante Misterio.

Dios quiera en nuestro tiempo, resurja en la Iglesia que camina en la historia, una renovada pasión –diría casi una pasión focalizada, persistente y creativa- que desee que la Palabra del Señor atraviese corazones, transfigure vidas y provoque un cambio radical de la mirada. Sólo una entrega de semejante envergadura podrá revertir el declive decadente de un cristianismo en disolvencia que parece optar por sobrevivir traicionándose y adecuándose al concierto de un nuevo paganismo emergente. ¿Ya estamos de nuevo en Babilonia? ¡Señor, siembra profetas inquebrantables en medio de tu Pueblo exilado!

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (3)

 


Estructura literaria

 

Intentemos acercarnos a la estructura literaria o plan de presentación de la obra. El material, probablemente fragmentado y disperso, parece haber sido organizado redaccionalmente por la escuela sacerdotal en el pos-exilio. Pero al realizar una mirada de conjunto de todo el libro es casi imposible encontrar el criterio de orden utilizado. De hecho los estudiosos han propuesto más de 20 estructuras diversas. Elejimos una, bastante clásica, aunque con varias inconsistencias:

a) 1,1-3,15 Introducción: visión y relato vocacional.

b) 4,1-24,27 Oráculos de juicio contra Judá.

c) 25,1-32,32 Oráculos contra las naciones.

d) 33,1-48,35 Oráculos de restauración.

 

Contenido original

 

Ezequiel manifiesta una personalidad con variados matices armonizados en su misión.

a) Profeta-sacerdote: Es notoria su preocupación por el templo presente de Jerusalén, el cual recuerda desde el destierro como marcado por los ritos impuros; un templo profanado que termina siendo abandonado por la Gloria de Yahvéh, pues ya no quiere habitarlo. Pero también es profuso en la visión del Templo Nuevo y futuro, tanto en perspectiva escatológica como en plan de restauración pos-exílica.  Se dedica a recopilar, legislar y restablecer la normativa sobre el culto, los ministros y el calendario como a insistir sobre la urgencia de observar la Ley. El Código de santidad define su eje interpretativo: un Dios santo y un Pueblo santo.

b) Profeta-actor: Multiplica las acciones simbólicas y se mueve cómodo usando lo lúdico de modo didáctico (4-5; 12; 21,33-39).

c) Profeta-visionario: Tiene 4 visiones pero muy extensas. El carro celeste (1-3; 10,18-22; 11,22-24; 43,1-7); las abominaciones idolátricas del Templo (8-11); la llanura de huesos secos (37,1-14); el Templo futuro (47,1-23; 40-48). Pinta también cuadros alegóricos: el naufragio de Tiro (27); el faraón cocodrilo (29.32) y Egipto cedro gigante (31).

 

Toda la persona orientada a la misión

 

Obviamente ya desarrollaremos los textos aludidos y tantos más. En este apartado a modo de primera presentación del profeta quisiera valorar su dedicación plena al ministerio encomendado. Cualquier otro hubiese escapado: ¿cómo sostener la fe del Pueblo cuando parece que ya todo está perdido? La tarea de sostener la identidad de Israel en el exilio aparece colosal.

Además Ezequiel tiene sus propias limitaciones: su lenguaje no tiene la belleza y la sorpresa de la poesía. Su oficio sacerdotal lo inclina a lo repetitivo como en los ritos litúrgicos y tiende hacia una renovada y espiritual atención por la pureza legal y cultual. Y sin embargo no se trata de una persona encorsetada en unos parámetros rígidos. De pronto bajo el Espíritu fluye la creatividad en términos casi novedosos para la historia de la Alianza. Ezequiel realmente vive aquello de “la mano del Señor se posó sobre mí” y entonces él mismo se deja recrear para poder llevar adelante con fruto su servicio.

Y el Señor hace de sus limitaciones, posibilidades y de su disponibilidad, saca originalidad y frescura nueva para anunciar la Alianza.

Cuando toda la situación se instala desgastante y conduce al cansancio y el desánimo, cuando reina la confusión; Ezequiel centinela, profeta sacerdote y hombre de Dios, está claro y lúcido en el Señor, desplegando novedades, improvisando con frescura, educando con método y firmeza, abriendo horizontes cargados de esperanza de modo que se pueda resembrar el júbilo. Evidentemente está entregado al Espíritu de Dios y ha tomado la decisión de que cuanto pueda ofrecer de sí, lo ofrecerá todo y sin reservas. Toda su persona y su misión se hallan en sólida concordancia.

En cambio hoy, en una situación paradigmática que permite establecer algún parangón, son pocos los cristianos que en la Iglesia peregrina permanecen claros y sin confusión, animosos y preservados del desgaste imperante. Y creo firmemente que es nuestra senda urgente: entregarnos de nuevo al Espíritu, expresar frescura y novedad de Alianza y sostener la identidad en un ambiente ampliamente adverso.

 


POESÍA DEL ALMA UNIDA 20

 



Lates Tú entre mis manos

 

Oh sorpresa y conmoción

Al elevarte lates

 

¿Por qué lates Señor tan vivo

Entre mis pobres y pequeñas manos?

 

¿Qué quieres? ¿Qué buscas?

¿Qué esperas de mí?

 

El pan de tu Cuerpo late

El cáliz de tu Sangre late

Entre mis manos

 

Lates como un llamado incesante

Lates a golpes de Amor entregado

 

Y al dejarte sobre el altar

Entre mis manos hundo el rostro perplejo

Dime pues que desespero, ¿por qué lates?

 

Amado que lates

Tu palpitar me atraviesa

Y me dejas herido de Amor

Esposo que lates

 

Pero, ¿por qué lates?

 

Lates porque Tú eres el Viviente

 

Y como lates en la Eucaristía

Lates secretamente en tu creación

Lates por detrás de todo el tiempo

 

Tu latir resucitado y omnipotente

Se ha quedado impregnándolo todo

Tu Plenitud se ha desbordado hacia nosotros

 

Mas bien se ha manifestado

En el tiempo oportuno de tu Padre

El Misterio escondido desde siempre

 

Que eternamente todo ha sido fundado

En el Hijo Cristo Logos Pléroma

Y sin el latir constante del Dios oferente

Nada en absoluto podría sustentarse por sí


Lates simplemente

Porque perennemente estás latiendo

Pues sin tu palpitar divino

Nada tendría vida ni horizonte

 

Lates Tú hoy entre mis manos

Tan pobres y pequeñas

Ocultos ambos en silencio humilde

 

Y unido a Ti reconozco

Que soy yo quién está entre Tus Manos

Y que lato porque Tú Amado y Esposo lates

 

Y amorosamente latiendo me lates

 

 

Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (2)

 

 



Un símbolo vocacional

 

Continuando con su semblanza vocacional, es sin duda la imagen del “centinela”, la que tan bien define la auto-comprensión que Ezequiel tiene de su misión profética. Veamos dos pasajes al respecto: Ez 3,15-21; 33,1-9.

 

“Llegué donde los deportados de Tel Abib que residían junto al río Kebar - era aquí donde ellos residían -, y permanecí allí siete días, aturdido, en medio de ellos. Al cabo de los siete días, la palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: «Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.»” (Ez 3,15-21)

 

Tras la visión vocacional del carro de la Gloria de Yahvéh y del “libro de los ayes” o lamentaciones, ya habíamos anticipado que el profeta vuelve junto a los deportados en una semana de aturdimiento personal que expresa tanto la excedencia del encuentro con Dios como el tiempo de una nueva creación. La primera Palabra que Dios le dirige lo confirma en su vocación y la clarifica: “Tú, Ezequiel, eres como un centinela”. El profeta debe escuchar la Palabra y comunicarla al Pueblo y será juzgado según su desempeño. Todo está centrado en la conversión del malvado a quien Dios quiere rescatar y quitar del pecado. Ezequiel es llamado a participar de esta iniciativa divina y se le requiere fidelidad.

En el otro texto a considerar se explicita mejor la parábola del centinela describiendo las acciones que realiza. Se insiste en la idea que Dios ha puesto a Ezequiel como centinela de su Pueblo y le pedirá cuentas. Él debe “tocar el cuerno de la Palabra del Señor”, hacer resonar con integridad sus advertencias y pedidos de conversión.

Aquel “libro de las ayes” que contenía “cantos fúnebres, lamentos y amenazas” y que sin embargo en la boca “su sabor era dulce como la miel” significa la profecía. Ezequiel debe anunciar un mensaje que no es fácil de aceptar pero que si no lo pronuncia traerá muerte y perdición sobre el Pueblo y sobre él mismo a causa de su omisión culposa. En cambio se anuncia lo que el Señor le manda salvará su propia vida más allá de la respuesta del Pueblo, quien podrá salvarse si escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica.

 

“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo. Les dirás: Si yo hago venir la espada sobre un país, y la gente de ese país escoge a uno de los suyos y le ponen como centinela; y éste, al ver venir la espada sobre el país, toca el cuerno para advertir al pueblo: si resulta que alguien oye bien el sonido del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y le mata, la sangre de este hombre recaerá sobre su propia cabeza. Ha oído el sonido del cuerno y no ha hecho caso: su sangre recaerá sobre él. En cambio, el que haya hecho caso, salvará su vida. Si, por el contrario, el centinela ve venir la espada y no toca el cuerno, de suerte que el pueblo no es advertido, y la espada sobreviene y mata a alguno de ellos, perecerá éste por su culpa, pero de su sangre yo pediré cuentas al centinela.

A ti, también, hijo de hombre, te he hecho yo centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.»” (Ez 33,1-9)

 

Cuida como centinela fiel la fe y el camino del Pueblo

 

Creo que esta profecía es intensamente actual. Ya venimos estableciendo el parangón posible entre aquel momento del exilio y nuestra hora. También la Iglesia se encuentra inmersa en una cultura que globalmente se va descristianizando ya por ateísmo ya por nuevo paganismo. Y seguramente el Señor querrá de su esposa que permanezca en medio del mundo de los hombres como “centinela y vigía fiel”, replicando la Voz de Dios y su Palabra de Salvación. Pero, ¿es ésta nuestra auto-comprensión de la misión que nos toca en el presente? A veces me temo que no.

Porque al menos en algunas temáticas que la agenda mundial desea imponer parecemos permisivos, no en todas claramente. Más bien tengo la impresión de una ciudad sitiada por donde el enemigo ha logrado abrir algún boquete en la muralla y va infiltrando sus ejércitos progresivamente. Sé que esta imagen puede ser controvertida pues la Iglesia no pretende ya emprender una cruzada en contra de nadie sino un amistoso diálogo evangelizador con todos. (Expectativa colmada de ingenuidad a mi ver.) Lo que sucede es que los poderosos de este mundo quieren atacarla y lo hacen.

Ni hablar de ejercer hoy la Iglesia su misión profética. La misma parece coincidir apenas con algunas expresiones congruentes con la agenda 2030 acerca de ecología sustentable y fraternidad humana global. Algunos tópicos históricos, como el servicio y defensa de los más pobres y vulnerables, más bien aparecen tratados con tendencia ideológica y lenguaje político que con auténtico talante evangélico.

Difícil hallar hoy eclesialmente aquella predicación que movía a la conversión del corazón y al cambio de vida. Más bien se extiende un ejercicio de convalidación bajo camuflaje de compasión comprensiva y misericordia entrañable. Pero ese ejercicio produce un efecto difícil de explicar: nos deja enfangados en el pecado y no apunta sino a disminuir la culpa o anestesiarla en cuanto sea posible. Porque verdaderamente raro es encontrar cristianos que aspiren a la santidad y a la Vida Eterna. La “soteriología intramundana” –como suelo llamarla- lo va permeando casi todo. “El mayor bienestar posible en el mundo y durante la vida histórica”, es la consigna supuesta y a la cual la fe cristiana debe alinearse. ¿Qué es esto sino el antiquísimo plan estratégico de eliminar a Dios y su Revelación?

¿Quién cuidará como centinela fiel de Dios, la fe y el camino de su Pueblo y de la humanidad entera? Como el profeta Ezequiel, mi querida Iglesia, escucha la Palabra que el Señor te dirige:

 

“Cuando oigas una palabra de mi boca, les advertirás de mi parte. Si yo digo al malvado: «Malvado, vas a morir sin remedio», y tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida.»”

 

 


EVANGELIO DE FUEGO 18 de Junio de 2025