ABBA FUEGO



"Apotegmas contemplativos",  (2022)


Abba Fuego se encontraba mirando

una pila de pasto extinto que ardía.

El discípulo se paró junto a él

mientras experimentaba a distancia

confortable la luz y el calor.

Pero su maestro comenzó a alimentar

con más follaje reseco el fuego

y las llamas crecieron en altura.

El discípulo se retiró hacia atrás

al incrementarse el calor irradiado

y preguntó:

-Abba, las llamas han crecido

a gran altura,

¿hasta dónde piensas alimentarlas?

-Hasta que toquen el cielo,

se le respondió.

 

 

            Quizás podríamos definir la contemplación como una vocación al amor. Y es tan propio del amor incrementarse e irradiarse siempre más.

 

El que en amor anda transido

en amor se halla vagando

y en amor se encuentra herido

por ardores inflamado.

 

El que en amor vive encendido

en amor anda engendrando

y tras amor va peregrino

en todo sitio enamorando.

 

Quiera el alma venturosa

darse más a su Señor

para así ser en el mundo

rostro del amor.

 

Entre mis primeros escritos se encuentra esta canción de juventud. Ya los primeros incendios interiores -aunque faltase aún recorrer el hondo y oscuro sendero de la purificación-, alentaban al alma a la aventura de ser siempre más del Amor divino que se le ofrecía sin medida. Ahora detrás de la noche, el fuego se ha instalado en lo más profundo. Por la gracia de una Unión ya más estable y serena, el Espíritu arde y consume transformando. La Llama Viva de Amor ilumina y abre caminos, da calidez y refugio, y el contemplador quisiera incendiar el mundo entero.

Está encaminado indubitablemente hacia la Unión Esponsal o Místico Desposorio, por cuanto el contemplador no vive sino en su Señor y no tiene algo suyo fuera de lo que es de Él. En Dios ha perdido todas las cosas para que todas las cosas de Dios sean las suyas. Y en esta quemazón anda. Diría que todo cuanto vive termina siendo como follaje seco y buen combustible para incrementar el fuego nuevo. Su alma entera parece haberse vuelto un altar de sacrificio donde todo es ofrecido para levantar más y más las llamas del Amor divino, de la Caridad inextinguible.

“El Amor no es amado” -aquella antigua y siempre vigente consigna franciscana-, parece ser toda su tarea. Peregrinar por el mundo de los hombres haciendo amar al Amor. Y si algún padecer tiene el alma le tiene justamente en este punto: en el misterioso rechazo de la humanidad al Amor que Dios le ofrece gratuitamente. Pero esta cerrazón ni desalienta ni violenta. El contemplador sigue buscando todos los caminos posibles. A más oposición mayor creatividad. Y a más apostasía mayor siembra. No se detiene ni permite que lo detengan. Allá ellos –los desagradecidos y los malos para quienes Dios sigue comportándose como un Padre que es perfecto-, quienes deberán hacerse responsables de haberse dejado ganar por el misterio de la iniquidad. Habrá que sacudir el polvo de las sandalias para que no se quede pegada la desazón y seguir andando con simplicidad. Porque el mundo entero está lleno de futuros discípulos y amadores. Dios Padre nos ha creado sedientos y esa sed debe ser saciada.

Un enamorado anda enamorando. La herida de amor que se ha abierto en el interior solo se sacia con el incremento de un tal Amor. Ya sabe el contemplador que este Amor es infinito. Nunca terminará de sumergirse en Él. Siempre habrá más Amor.

“Hasta que toque el Cielo”. Así debe incrementarse el Fuego de Dios en el alma. El contemplador debe dejarlo crecer en la suya y alimentarlo con constante oblación de sí mismo a su Amado y Señor. Pero también es llamado a favorecer que este Fuego divino arda en todos los hombres, sus hermanos.

Quizás en el fondo es ésta la única pastoral  que al fin y al cabo me reclama como sacerdote. Porque una gran mayoría de la Iglesia peregrina se enfoca en diseñar actividades que se supone expresan y son consecuencia de  un vínculo con Dios; un vínculo que sin embargo tantas veces se muestra débil, inconstante y superfluo. Una pastoral volcada hacia el hombre pero no firmemente cimentada en la Alianza con Dios.

Y es claramente de menor envergadura el empeño eclesial por realizar una pastoral de encuentro con el Señor. El pragmatismo del hacer puede haber ahogado las raíces del ser. La espiritualidad puede ser minusvalorada como “beatería” y hasta como pérdida de tiempo valioso para dedicarse a lo verdaderamente importante: ¡transformar el mundo! Aunque me cuesta comprender cómo hacerlo si el Reino de Dios no se instala adentro.

Además que lamentablemente se suele cultivar una espiritualidad intimista y puramente emocional, con desordenado gusto por lo extraordinario y con búsqueda del bienestar y consolación permanente. ¿Qué será de este anhelo? ¿Sin desierto, sin noche, sin Cruz?

Yo en cambio -junto a tantos otros seguramente-, me veo convocado a ir directamente a lo esencial y escondido. Porque en lo secreto, donde solo el Padre ve y conoce, frente a Él en silencio y humildad podrá suceder lo verdaderamente crucial. Y todo con tanto despojo y desnudez como en la Encarnación, la Eucaristía y la Cruz.

¿Quieres cambiar el mundo? Deja que Dios gane y cambie tu corazón y toda tu alma. Enséñale a tu hermano a encontrarse y permanecer en esa Alianza transfiguradora de todo. Facilita que se ponga en contacto profundo con Dios. Quédate tú mismo en tu Señor sin salirte ni apartarte de Él, unido a la Vid verdadera que da Vida.

¿Quieres cambiar el mundo? Convierte toda tu existencia en un altar. Haz como Cristo de  tu vida una constante ofrenda al Padre. Expresa a la Iglesia “víctima ofrecida y ofrenda permanente”.

¿Hasta dónde? Hasta que toques el Cielo. ¿Hasta cuándo? Hasta que contigo tus hermanos se eleven en el fuego del Amor Divino y puedan tocar el Cielo.



Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (6)


Cuarto Oráculo bajo Jotam


En Is 2,6-22 nos sale al encuentro un poema complejo. A modo de síntesis introductoria planteo algunas ideas que recorreremos:

  1. Los vs. 9.11.17 repiten como un estribillo la expresión “humillará-abajará” y el tema se orienta a la universalización de la salvación.
  2. Los vs. 10.19.21 repiten como otro estribillo “entra-métete-escóndete” y el tema es el temor de Yahvéh.
  3. Es un oráculo que remite a las teofanías del Sinaí a Moisés-Pueblo, por tanto está en contexto de Alianza.
  4. La expresión “aquel día” es un lugar teológico propio de los profetas; se refiere al  día de Yahvéh, al día del juicio escatológico, al final de los tiempos cuando Yahvéh instaurará su reinado definitivo sobre toda la tierra y todos los hombres.

 

“Has desechado a tu pueblo, la Casa de Jacob, porque estaban llenos de adivinos y evocadores, como los filisteos, y con extraños chocan la mano; se llenó su tierra de plata y oro, y no tienen límite sus tesoros; se llenó su tierra de caballos, y no tienen límite sus carros; se llenó su tierra de ídolos, ante la obra de sus manos se inclinan, ante lo que hicieron sus dedos.”  (Is 2,6-8)

 

Nuestro texto se abre con una declaración fuerte: Dios ha desechado a su Pueblo y la Alianza está rota. La acusación múltiple es clásica del profetismo: la idolatría pagana los ha seducido, la relación con otros pueblos ha roto la pureza de Israel y los ha desviado de su fe, la avaricia y el afán de riquezas los ha enceguecido seguramente con secuelas de injusticia hacia los más pobres y débiles, han dejado de depositar su confianza en Dios para ponerla en las alianzas políticas y en el poderío militar. El pueblo quiere “hacerse a sí mismo” y se apoya en sus propias fuerzas, de algún modo se endiosa, idolatra su posición y busca su encumbramiento; ya no es el Pueblo de Dios, de su hechura y propiedad.

 

“Se humilla el hombre, y se abaja el varón: pero no les perdones. Entra en la peña, húndete en el polvo, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra. Los ojos altivos del hombre serán abajados, se humillará la altanería humana, y será exaltado Yahveh solo en aquel día.”  (Is 2,6-11)

 

Se introduce entonces el tema del “Día del Señor” que explica que el hombre se humille y abaje, se esconda tras de la piedra o entre las grietas de la montaña y se hunda en el polvo. Porque se ha manifestado Yahvéh, se ha levantado y se ha dejado contemplar en su grandeza y santidad. No queda más que temblar, todo el universo se conmueve y el hombre es presa del “temor de Dios”. Ante su Presencia el hombre recupera la humildad y es arrasada su altanería para que sea exaltado solo el Señor por encima de todo.

Es de notar la pretensión universalista de Isaías pues ha realizado un salto de nivel: ha pasado de Israel a la humanidad. No sólo los Israelitas serán protagonistas del “Día del Señor” sino todo hombre sobre la faz de la tierra. Pero se trata de un Día de Juicio ante el cual el profeta ora: “no los perdones”. Aunque se abajen y humillen, Señor, no los perdones.

 

“Pues será aquel día de Yahveh Sebaot para toda depresión, que sea enaltecida, y para todo lo levantado, que será rebajado: contra todos los cedros del Líbano altos y elevados, contra todas las encinas del Basán, contra todos los montes altos, contra todos los cerros elevados, contra toda torre prominente, contra todo muro inaccesible, contra todas las naves de Tarsis, contra todos los barcos cargados de tesoros.” (Is 2,12-16)

 

En “aquel Día” lo deprimido será enaltecido y lo levantado rebajado. Ahora el oráculo repite en cada caso enunciado la preposición “contra”. El movimiento de Dios es una oposición a todo encumbramiento. Se trata de una “teofanía” o manifestación de su divinidad y gloria que se expresa en dos ámbitos:

a)      En la naturaleza, sobre árboles y montes de la región más fértil y fecunda.

b)      En la obra producida por los hombres, construcciones y enriquecimiento comercial.

Claramente el Señor doblega todo poderío para que solo Él esté en lo alto y lo demás a sus pies. No lo hace de un modo tiránico sino como corrección y oferta de conversión, antídoto oportuno a la vanagloria y altanería del mundo de los hombres.

 

“Se humillará la altivez del hombre, y se abajará la altanería humana; será exaltado Yahveh solo, en aquel día, y los ídolos completamente abatidos. Entrarán en las grietas de las peñas y en las hendiduras de la tierra, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra. Aquel día arrojará el hombre a los musgaños y a los topos los ídolos de plata y los ídolos de oro que él se hizo para postrarse ante ellos, y se meterá en los agujeros de las peñas y en las hendiduras de las piedras, lejos de la presencia pavorosa de Yahveh y del esplendor de su majestad, cuando él se alce para hacer temblar la tierra. Desentendeos del hombre, en cuya nariz sólo hay aliento, porque ¿qué vale él?” (Is 2,17-22)

 

En el final el poema, ya por acumulación ya por una intensa explicitación, cobra un peso aún más concluyente. Ahora se opone la exaltación de Yahvéh a los ídolos abatidos ante Él. Y el hombre debe esconderse donde pueda para salvarse del paso arrasador de su Señor. Más aún, directamente es arrojado fuera de la Presencia esplendorosa y majestuosa de su Dios. Un día de pavor le sobreviene al hombre para que sea derribada su altivez y retorne a la cordura de la Alianza, para que se cure en humildad y comprenda que sólo al Señor le corresponden la exaltación, la gloria y la alabanza.

El último versículo –probablemente una añadidura tardía-, aunque parezca fuera de contexto cierra el oráculo con tono irónico. El hombre ha querido inflarse el pecho y bravuconear acerca de su poder, pero ahora que se ha hecho presente Dios en toda su dimensión su alarde se ha desinflado como un resoplo y su pretendido poderío se ha desvanecido. Mejor que corra a ocultarse y a intentar ponerse a salvo. Porque ¿quién es y qué vale el hombre frente a su Señor?

 

¿Cuándo llegará el Día del Señor? ¿O ya estamos viviendo en Él?

 

Durante milenios se han cultivado expectativas sobre tiempos apocalípticos. La irrupción de las guerras o de las pestes o de catástrofes naturales ha sido vista como signo de un inminente fin. Y ciertamente los textos bíblicos usan simbólicamente estos fenómenos para describirnos el Día del Juicio que los profetas confiesan como un “día grande y terrible”. Aquel Día el hombre será sorprendido y contemplará la Gloria de Dios, tras lo cual de su justicia o impiedad se derivará la consecuencia.

Por lo pronto en nuestros días para nada falta la curiosidad apocalíptica y las advertencias sobre la cercanía de la cancelación del mundo. Pero lo sorprendente es que tal movimiento no suele generar un cambio real de vida. No crece el arrepentimiento y la conversión. Apenas se despliega una cierta histeria morbosa, un retorcido afán de investigación y descubrimiento de señales. Casi pareciera desarrollarse un culto al desastre trágico de todo y el goce en la profecía auto-cumplida. Quizás algún tono moralista intenta colegir que es culpa nuestra. Tal vez un tibio llamado a no estropear el planeta para que sigamos teniendo casa. No percibo pues un gran despertar de la conciencia somnolienta.

Me pregunto incluso si esta mirada de la escatología nos ayuda para algo. Quizás fuese más útil recurrir a la óptica joánica de la “escatología anticipada”. Hoy es el Día de la Salvación, si te conviertes y crees tendrás Vida y Luz; sino ya estás muerto y atrapado en las tinieblas. Porque a veces detecto que esta curiosidad por cuándo llegará hacia adelante el fin, termina postergando la conversión. Y es verdad que nuestra fe anuncia que Cristo es la Vida ayer, hoy y siempre; que cada instante cuenta y que ahora mismo en nuestra relación con Él se celebra el Juicio de Dios.

¿Estamos asistiendo a un escenario dantesco? ¿Somos una humanidad tan altanera que no hay pandemia ni conflicto bélico ni cataclismo cósmico que nos haga recuperar la humildad y un sano temor por lo que de ningún modo está en nuestra mano? ¿Y si Dios estuviese vociferando –que probablemente lo está en un sentido bastante diverso a nuestras interpretaciones-, la sordera globalizada que nos aqueja podrá percibirlo al menos de modo lejano en una inquietante vibración?

“No los perdones”, oraba el profeta. Yo estoy clamando: “abájalos, humíllalos”. El Señor tiene siempre en su mano un golpe imprevisto de Gracia. ¡Apura, oh Dios, el tiempo de la Salvación!




Diálogo vivo con San Juan de la Cruz 11

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 11


LAS NOTICIAS EN LA ORACIÓN

 

Queridísimo Fray Juan, tocaremos ahora un tema tan sensible como importantísimo. Te dejo hablar:

 

“…ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de amor con Dios; porque todo lo que puede entender el entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil y desproporcionado, como habemos dicho, a Dios… antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender, y antes cegándose y poniendo en tiniebla, que abriendo los ojos para llegar más al divino rayo.” (SMC L2, Cap. 8,5)

 

Conversaremos pues de cuanto tú llamas “noticia”. Porque al entregarse a la oración la persona percibe digamos sensaciones, imágenes, emociones, sentimientos y  variadas señales en su cuerpo y en su interior. ¿Qué valor tienen? ¿Cuál es su función? Por lo pronto convengamos que quienes se inician en el arte de la oración tienen por muy valiosas tales cosas y suelen narrarlas y darlas a conocer a otros, un poco buscando comprender, otro poco considerándolas como experiencias especiales que le fueron otorgadas.

Coincidimos plenamente en que debemos enseñarles a deshacerse rápidamente de poner su atención en las tales y advertirles los peligros que una actitud así conlleva. Hasta aquí lo que sentencias, están estas “noticias” tan lejanas de Dios, son mediaciones y analogías que cuando el alma sea alcanzada por el rayo oscuro de la contemplación nos parecerán del todo insignificantes e inapropiadas para balbucear el Misterio.

 

“De estas noticias sobrenaturales unas son corporales, otras son espirituales. Las corporales son en dos maneras: unas que por vía de los sentidos corporales exteriores las recibe; otras por vía de los sentidos corporales interiores, en que se comprehenden todo lo que la imaginación puede comprehender, fingir y fabricar.

Las espirituales son también en dos maneras: unas distintas y particulares, y otra es confusa, oscura y general. Entre las distintas y particulares entran cuatro maneras de aprehensiones particulares, que se comunican al espíritu, no mediante algún sentido corporal, y son: visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. La inteligencia oscura y general está en una sola, que es la contemplación que se da en fe. En ésta habemos de poner al alma, encaminándola a ella (por todas esotras, comenzando por las primeras, y desnudándola de ellas).”  (SMC L2, Cap. 10,3-4)

 

No quisiera agregar nada a lo que explicas con simple maestría. Tan sólo dolerme de esta degradación de la vida espiritual que lleva ya siglos entre nosotros. Tras el siglo de oro de la mística latina, a fuer de la Modernidad y su centralidad en el Sujeto, gran cantidad de cristianos se ha volcado morbosamente hacia lo extraordinario. Una curiosidad enfermiza se ha desatado en torno a las visiones, revelaciones y locuciones. Esto es peligroso: no sólo tantísima gente carece de herramientas para un discernimiento de tales fenómenos sino que incautamente –y sin tener en cuenta el juicio paciente y sereno de la Iglesia-, se lanzan a apoyar toda su fe sobre tales fenómenos o sobre las personas que dicen recibirlos.

Al fin y al cabo toda exhibición de fenómenos pretendidamente místicos puede tener por detrás una falta de humildad. Sin un discernimiento sabio y sin mandato eclesial pueden traer confusión de la Fe y ayudar a desarrollar “cultos personales” indebidos. ¿Siempre son un signo de santidad y de presencia de Dios? Hasta donde entiendo la santidad personal se concreta en vivir según la voluntad de Dios. Habrá que ver hacia dónde inclinan a las personas estas experiencias: a conformarse al designio divino o a la búsqueda del ensalzamiento propio.

 

“Y es de saber que, aunque todas estas cosas pueden acaecer a los sentidos corporales por vía de Dios, nunca jamás se han de asegurar en ellas ni las han de admitir, antes totalmente han de huir de ellas, sin querer examinar si son buenas o malas. Porque así como son más exteriores y corporales, así tanto menos ciertas son de Dios. Porque más propio y ordinario le es a Dios comunicarse al espíritu, en lo cual hay más seguridad y provecho para el alma, que al sentido, en el cual ordinariamente hay mucho peligro y engaño…

…yerra mucho el que las tales cosas estima, y en gran peligro se pone de ser engañado, y, por lo menos, tendrá en sí total impedimento para ir a lo espiritual…  

…se han de tener las tales cosas por más cierto ser del demonio que de Dios: el cual en lo más exterior y corporal tiene más mano, y más fácilmente puede engañar en esto que en lo que es más interior y espiritual.” (SMC L2, Cap. 11,2-3)

 

¡Cómo me cuesta hacerles comprender a quienes acompaño que no se detengan en modo alguno en las “sensaciones de la oración”! Pero se empeñan en ser escuchados y poder hablar con relevancia de que “han sentido como un fuego en las manos o en el pecho”, que han “visualizado tal o cual imagen interior”, que “han sentido tal o cual movimiento en sus afectos”, que “han escuchado tal o cual palabra adentro” y múltiples “noticias” más. Sobre todo me inquieta que al realizar el discernimiento de la oración colocan en estas cosas toda la centralidad y deciden su vida en base a estas “revelaciones” que creen que Dios les ha hecho.

Pecado de iniciados, ignorancia espiritual… no los puedo culpar ya que todos hemos comenzado por allí. Fascinados por la novedad no hemos podido darnos cuenta que en esta actitud nos poníamos en el centro a nosotros mismos y nos regodeábamos en las aparentes mercedes que Dios nos regalaba. Y tras de ello siempre hay mal espíritu de vanagloria y presunción. Por eso me parece tan crucial reconquistar la dirección espiritual que cuide y proteja el camino de las almas que buscan a Dios.

Si quieres ir a Dios y no ser engañado por el Adversario guarda siempre la humildad. No te detengas en las “golosinas espirituales” sino en permitirle a Dios hacer su obra en ti. No te preocupes por lo que tiene sabor y palpas, son solo ondas y vibraciones lejanísimas del toque de Dios en tu alma. Es el ropaje que interpretas y no la realidad del núcleo de la Gracia que te transforma. Que no te interese si has experimentado esto o aquello con consolación. Mas bien interésate en descubrir si el encuentro con tu Señor por la oración te ha hecho más Suyo y ya te encuentras más resuelto a entregarte sin reserva y sin medida hasta la altura de la Cruz.



Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (5)

 




Tercer Oráculo bajo Jotam


“Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén.”  (Is 2,1)

 

El tercer oráculo, contenido en Is 2,1-5, es fundamental para comprender la profecía del primer Isaías pues anuncia el designio salvífico de Dios sobre Israel y revela la identidad-misión del Pueblo de Dios.

Se trata de un himno-poesía cuyo tema central es la paz mesiánica. El tiempo verbal utilizado es el futuro perfecto, el cual remite a un tiempo lejano y remoto (escatológico).

 

“Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos».” (Is 2,2-3ª)

 

La imagen un monte sobre otro monte habla de que el monte del Templo estará sobre todo otro monte, es decir, que Yahvéh Dios es único y no hay otros dioses fuera de él. Esto habla de la pretensión de monoteísmo absoluto. También a los ídolos paganos se los venera en las alturas de las colinas pero ese culto es falaz y equivocado. Yahvéh está por encima, se trata del único Dios real, y su Casa está en Jerusalén sobre el monte Sión. Pero a la vez se anuncia que todos los pueblos, en un tiempo escatológico, reconocerán y aceptarán que solo el Dios de Israel es verdaderamente Dios y sólo Él está en la altura. Aparece entonces toda una novedad: Dios tiene una voluntad salvífica universal, el Señor quiere hacer suyas y salvar a todas las naciones de la tierra. Pero ahora surge otro interrogante: ¿en qué sentido es Israel el Pueblo Elegido, el Pueblo de su predilección? ¿Elegido para qué? ¿En qué sentido preferido?

 

“Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh.” (Is 2,3b-5)

 

En Jerusalén se origina un movimiento salvífico: Dios saldrá e irá al encuentro de todos los pueblos. Con la proclamación de la Torah (Palabra-Ley) se hace accesible a todas las gentes la Berit (Alianza) y por ella la justicia-fidelidad extienden el Shalom (Paz y Plenitud de bienes dada por Dios) a todo el mundo.

Lo explico más detenidamente. Yahvéh quiere salvar a todos los pueblos y por eso les dirige su Palabra. Si las naciones aceptan la Palabra del Señor y como Israel también hacen Alianza con Él, serán beneficiarios del Dios que es justo-misericordioso-fiel y verdad-firmeza-cimiento (hesed ve emet).  El fruto de la Alianza es que Dios da la Paz (Shalom) que no tiene bíblicamente sentido de ausencia o tregua de conflictos, sino de una saciedad y plenitud propia de gozar de la amistad del Señor y de ser lleno de su gracia salvadora que da plenitud de vida.

Para que este proceso se lleve adelante Dios escoge y separa-consagra a Israel. El Pueblo Elegido debe ser testimonio y portavoz de la Alianza que da vida y paz. El Pueblo de Dios viviendo y transmitiendo su Palabra debe invitar a sellar Alianza a todos los pueblos y debe acogerlos para que celebre el mundo entero la Salvación de Dios.

En este sentido afirmaríamos que el rol mesiánico le corresponde en esta profecía al Pueblo Santo. Podríamos decir analógicamente, de la comprensión soteriológica que tiene Isaías de Israel, lo que la Iglesia afirma de sí misma: “sacramento universal de salvación”. Pues entonces es un oráculo misionero y un envío a la “evangelización”. “Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh.” Como decir, seamos el Pueblo de la Alianza para que a través de nosotros todas las naciones acepten y crean en el único Señor y haciendo Alianza con Él gocen de los bienes de la Salvación.

 

¿Por qué renunciar a la fe en el único Dios Salvador?

 

Quizás resulte algo desconcertante este pasaje profético cuando la agenda globalizada parece dirigirse hacia una futura religión universal pluricultual, ya por relativismo ya por sincretismo. Hay un solo dios de todos sin nombres ni credos dogmáticos. Ese dios nunca quiso revelarse y se deja percibir de formas distintas y multiformes, ropajes que son más proyecciones humanas que epifanías divinas. Claramente la divinidad no quiere la religión que es fuente de guerras y separaciones entre los hombres. Lo que ese “dios 2030” desea es una aldea global unida en el cuidado de la tierra como casa común y en el protagonismo central del hombre que la habita. La religión del futuro se comienza a insinuar como otra torsión más de un “humanismo autárquico” que esta vez le permite a dios ser pero no actuar en la historia ni revelar un designio que escape al ámbito de la secularidad diseñada por los poderosos de este mundo. Y por supuesto dios es sin nombre porque todo nombre expresa una fe vinculante y dogmática que traerá fracción y división. No hay libertad para pronunciar el nombre de dios sino que debe ser anónimo, inidentificable o de personalidades múltiples, sin rostro o con el rostro de todos y de ninguno. Y el Dios más peligroso es ése que se llama Jesucristo. ¿Un Dios que se hace hombre? Frente a semejante osadía, ¿qué se atreverá a pedirnos luego? Realmente inadmisible. ¿Crees que exagero? El tiempo nos lo irá diciendo.

Pero no me podrás negar que en proyecto está y es visible el despuntar de una nueva religión mundial. Al menos sedes y casas ya se postulan y construyen. Y yo advierto también las bendiciones de algunos personajes eclesiásticos a mal entendidos diálogos ecuménicos e inter-religiosos donde ya no se puede expresar una fe dogmática y donde cae la Revelación en favor de un relativismo e igualitarismo entre divinidades. Tal vez llegue un día en el cual la misma Iglesia comprenda que el nombre de Jesucristo, de su Padre y del Espíritu deben ser excluidos del diálogo con el mundo al poder ser interpretados o percibidos como una propuesta sectorial y fragmentadora; que callar el nombre de la Santísima Trinidad parezca prudente para no incomodar a otros y no romper esa unidad endeble y artificial de la fraternidad universal que surge del pacto silencioso para no pronunciar el nombre divino que pide adhesión y separa a los que creen de los que no. ¿O ese tiempo ya está llegando?

Pero surge a gritos del Depositum Fidei la pretensión de nuestro Dios a ser creído como el Único Verdadero. Imposible negar el dato de fe que afirma que la Salvación está vinculada  a creer en Él y a confesarlo en medio del mundo de los hombres. La Iglesia tiene su identidad-misión en la vocación de caminar bajo la luz Pascual y de llevar a Cristo, “lucero del alba que no conoce el ocaso” por todas las oscuridades de los hombres. Su fe esta puesta en Dios Trinidad, misterio de Comunión que engendra comunión. Y una comunión signada por la verdadera paz de un Amor entregado que da Vida y que llama a sus hijos los hombres a adherirse al Dios Úno y Trino para participar de su Misterio salvífico.

 

Diálogo vivo con San Juan de la Cruz 10

 


CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 10


DESAPROPIACIÓN Y ANIQUILACIÓN ESPIRITUAL

 

Mi impresionante amigo Fray Juan, tan admirable y revestido por tu Amado de luminosa grandeza. Debemos insistir y ahondar en este camino de la nada de la Cruz. No es lenguaje sabroso ni pensamiento fácil para nuestros lectores. Mas en caridad debemos proclamar el único camino que lleva a la Unión con Dios de tal modo que, aunque genere resistencia y rechazo, no quede duda alguna de cómo se ha de transitar por él.

 

“…no sólo de todo lo que es de parte de las criaturas ha de ir el alma desembarazada, mas también de todo lo que es de parte de su espíritu ha de caminar desapropiada y aniquilada.” (SMC L2, Cap. 7,4)

 

En primer lugar, el término “desapropiación” -tan de la tradición mendicante-, que también hemos tratado como “desasimiento” o “desapego” lo venimos conversando ampliamente. Pero el concepto “aniquilación” ciertamente debe resultar revulsivo y conmovedor. ¿El alma debe ser aniquilada? ¿Qué significa tamaña afirmación que parece contradecir todo sentido común de fe? Sin embargo ya desde los Padres del Desierto conocemos un tal concepto.

Debemos usarlo con precisión pues no faltan personas que puedan entenderlo de un modo enfermizo. Lo que debe ser aniquilado es el Adán terrestre por ponerlo en simbólica paulina. Hasta que el alma no alcance una madura y estable Unión con su Amado y Adán Celeste Jesucristo, todavía persistirá en ella –liberada del pecado original pero no de la concupiscencia- una búsqueda de sí misma que excluya a Dios. Debe terminar de morir a ese volverse sobre sí para endiosarse de algún o de otro modo. Hasta que no logre descentrarse continuará impura, apropiada y posesiva.

¡Y lo novedoso es que debe desapropiarse espiritualmente también! ¿De qué se trata?

 

“…todavía antes andan a cebar y vestir su naturaleza de consolaciones y sentimientos espirituales que a desnudarla y negarla en eso y esotro por Dios, que piensan que basta negarla en lo del mundo, y no aniquilarla y purificarla en la propiedad espiritual. De donde les nace que en ofreciéndoseles algo de esto sólido y perfecto, que es la aniquilación de toda suavidad en Dios, en sequedad, en sinsabor, en trabajo (lo cual es la cruz pura espiritual y desnudez de espíritu pobre de Cristo) huyen de ello como de la muerte, y sólo andan a buscar dulzuras y comunicaciones sabrosas en Dios. Y esto no es la negación de sí mismo y desnudez de espíritu, sino golosina de espíritu.” (SMC L2, Cap. 7,5)


Estimado Fray Juan, ¡qué cansador es ver tanto hermano que no adelanta y avanza por no aceptar el camino ineludible de la Cruz! Tienen experiencia espiritual pero no pasan de sus inicios, no crecen. Porque como bien dices buscan “golosina espiritual”, y sólo están dispuestos a aceptar del Señor el consuelo, lo sabroso y dulce, lo que les parece deleitable, cuánto les produzca satisfacción interior, lo extraordinario y milagroso. Y en los principios para atraerlos Tú les hablas de ese modo, para que te conozcan y se animen a arrimarse más a Ti. Pero en cuanto les cambias tu lenguaje para niños que solo comen papilla por alimento sólido de adultos, se espantan y huyen o simplemente se disturban, confunden o entran en crisis. No acogerán la aridez y desabrimiento ni la aspereza trabajosa de la prueba. No acogerán Señor, tu Cruz.

Ellos piensan que con una moderación voluntaria de los placeres del mundo basta. Y aunque materialmente parezcan pobres y sobrios, pueden acumular ávidamente “propiedad espiritual” y enriquecerse a sí mismos perdiéndote a Ti. Porque en toda esa aventura de “tener experiencias espirituales”, las cuales además gustan de coleccionar y exhibir a los demás por vanagloria, no se buscan sino solo a sí mismos.


“En lo cual, espiritualmente, se hacen enemigos de la cruz de Cristo; porque el verdadero espíritu antes busca lo desabrido en Dios que lo sabroso, y más se inclina al padecer que al consuelo, y más a carecer de todo bien por Dios que a poseerle, y a las sequedades y aflicciones que a las dulces comunicaciones, sabiendo que esto es seguir a Cristo y negarse a sí mismo, y esotro, por ventura, buscarse a sí mismo en Dios, lo cual es harto contrario al amor. Porque buscarse a sí en Dios es buscar los regalos y recreaciones de Dios; mas buscar a Dios en sí es no sólo querer carecer de eso y de esotro por Dios, sino inclinarse a escoger por Cristo todo lo más desabrido, ahora de Dios, ahora del mundo; y esto es amor de Dios.” (SMC L2, Cap. 7,5)

 

A veces quisiera decir a quienes acompaño de una sola vez: “Cuando le pides a Dios algo para ti solo demuestras que te amas a ti mismo y que esperas que Dios te ame también. Incluso cuando lo alabas y bendices por el bien que te ha hecho sigues afirmando lo mismo: que el centro de todo eres tú. Eres amado, ¿pero amas? Solo cuando recibes lo que Dios da, sobre todo cuando es prueba y desolación, cuando es árido desierto, cuando no tiene sabor ni rédito, cuando es poda y purificación, cuando te solicita entregarle tu vida, entonces podrás decir que le amas a Él. Por eso Cristo que te ama tanto, para que crezcas y madures, no tardará demasiado en ofrecerte su Cruz. Y de tu decisión se abrirá el Camino o permanecerás dando infructuosas vueltas en el mismo lugar sin nunca adelantar en verdadero espíritu.”

 

“Porque, si el hombre se determina a sujetarse a llevar esta cruz, que es un determinarse de veras a querer hallar y llevar trabajo en todas las cosas por Dios, en todas ellas hallará grande alivio y suavidad para (andar) este camino, así desnudo de todo, sin querer nada. Empero, si pretende tener algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa, con propiedad alguna, no va desnudo ni negado en todo; y así, ni cabrá ni podrá subir por esta senda angosta hacia arriba.” (SMC L2, Cap. 7,5)

 

Y también quisiera decirles a muchas ovejas como si hablara con chiquillos: “Oye larga ya, suelta, basta de encapricharte y empecinarte. Corta ya de una vez con tus derechos y privilegios, termina de exhibir cuánto has hecho y de reclamar para mantenerte en tu posición, culmina de hacerle pagar el derecho de piso a los nuevos porque tu estas desde antes, renuncia a ser un tapón que obstruye porque no admitirás que las cosas sigan adelante sin ti o de un modo diferente al tuyo. No te cargues de tanto peso que te será imposible ascender. ¿Cómo habrá Dios en tu vida si estás apegado tanto a tu pretendido poderío y preeminencia? ¡Desnúdate ya o morirás! ¡Sí, hermano mío, desnúdate ya o morirás!

 

“Y así querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos (aunque esto, en su manera, sea necesario a los principiantes) sino en una cosa sola necesaria, que es saberse negar de veras, según lo exterior e interior, dándose al padecer por Cristo y aniquilarse en todo…” (SMC L2, Cap. 7,8)

 

“Pues los vemos andar buscando en él sus gustos y consolaciones, amándose mucho a sí, mas no sus amarguras y muertes, amándole mucho a él.” (SMC L2, Cap. 7,12)

 

 


Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (4)

 



Segundo Oráculo bajo Jotam

 

Este segundo oráculo en  Is1,21-31, podemos claramente rotularlo como “Lamentación (Quináh)”. Se trata de un género literario en el cual en tono de tristeza frente a la desgracia, se expresa frente a Dios el llanto, el sollozo por la situación vivida.

 

“¡Cómo se ha hecho adúltera la villa leal!” (Is 1,21ª)

 

¿Cuál es pues dicha situación? La degradación de la realidad salvífica ocasionada por la infidelidad. El profeta contempla desolado cómo el proyecto de Dios de constituir un pueblo santo se ha desmoronado. Aquella ciudad “villa leal”, ciudad de la dinastía davídica firmemente asentada en la promesa mesiánica, ciudad donde reside la Gloria de Dios en su templo, se ha perdido. Y además percibe que Jerusalén no se orienta a la  conversión sino que persevera en el pecado.

 

“Sión llena estaba de equidad, justicia se albergaba en ella, pero ahora, asesinos. Tu plata se ha hecho escoria. Tu bebida se ha aguado. Tus jefes, revoltosos y aliados con bandidos. Cada cual ama el soborno y va tras los regalos. Al huérfano no hacen justicia, y el pleito de la viuda no llega hasta ellos.” (Is 1,21ª-23)

 

Pero Dios no permitirá que diluyan y corrompan su plan de Alianza salvífica. Actuará para juzgar y purificar. Intervendrá para rescatar y distinguirá lo degradado de lo valioso. Israel comprenderá que solo en Él, que es el único Fuerte, encontrará su Fortaleza. El tres veces Santo no admitirá bajo ningún aspecto esta corrupción que pervierte a su pueblo.

 

“Por eso -oráculo del Señor Yahveh Sebaot, el Fuerte de Israel-: ¡Ay! Voy a desquitarme de mis contrarios, voy a vengarme de mis enemigos. Voy a volver mi mano contra ti y purificaré al crisol tu escoria, hasta quitar toda tu ganga.”  (Is 1,24-25)

 

En los vs. 26-27 se presenta el núcleo del anuncio salvador. Isaías juega muy hábilmente desde la palabra Salem-Salom (Shalom) que significa “paz” en un sentido fuertemente teológico. Es la paz como abundancia y saciedad de bienes salvíficos recibidos de Dios, bendición y rescate, situación nueva y estable que deriva de una Alianza vivida con fidelidad y en plenitud.

“Jeru-salem” era asociada a ciudad de paz, de la paz divina y terrena. Ahora se le cambia el nombre renovando su ser-identidad; ahora se la llama Villa leal (quiriya temun) y Ciudad justa (diyedaká). Es un retorno a la identidad original, al proyecto de Dios de un pueblo santo que viva según su Alianza.

 

Voy a volver a tus jueces como eran al principio, y a tus consejeros como antaño. Tras de lo cual se te llamará Ciudad de Justicia, Villa-leal. Sión por la equidad será rescatada, y sus cautivos por la justicia.”  (Is 1,26-27)

 

El cambio y la corrección del rumbo se producirán por el castigo-purificación. La Alianza (Berit) está en relación con la plenitud de bienes divinos (Shalom). Solo participa de los bienes salvíficos quien vive fielmente la Alianza con el Señor. Yahvéh por el castigo-purificación restaura la justicia-fidelidad de su Pueblo y esta renovación de la Alianza provocará la recuperación del Shalom perdido. Sin embargo el tiempo de purificación será extenso  y radical.

 

“Padecerán quebranto rebeldes y pecadores a una, y los desertores de Yahveh se acabarán. Porque os avergonzaréis de las encinas que anhelabais, y os afrentaréis de los jardines que preferíais. Porque seréis como encina que se le cae la hoja, y como jardín que a falta de agua está. El hombre fuerte se volverá estopa, y su trabajo, chispa: arderán ambos a una, y no habrá quien apague.” (Is 1,28-31)

 

Vuelve a la Alianza, acepta la purificación

 

Claramente es consolador que Dios no deseche a su Pueblo cuando rompe la Alianza, sino que se esfuerce por recuperarlo, por devolverlo a cordura y sensatez para que quiera retomar su verdadera identidad. Sin embargo el Pueblo también puede resistirse a la medicina de la Gracia: arrepentimiento, penitencia, purificación y conversión. Cuando llega la poda la vid no comprende que será para dar más fruto, sólo se resiste a la mano del Viñador que en verdad solo quita de ella lo que ya está muerto.

Probablemente nuestra Iglesia contemporánea viene viviendo hace tiempo una situación de crisis y de poda purificadora que se resiste a aceptar hasta sus últimas consecuencias. ¡Cuánto nos cuesta admitir que a veces hay realidades eclesiales que huelen a enfermedad terminal y a muerte próxima!

No hablo de cambios culturales que a veces dejan mal posicionadas legítimas costumbres eclesiales. Aunque hay tradicionalismos para nada evangélicos, puro status quo, crasa apropiación de un sitial de poder o de una fe apoyada puerilmente en certezas demasiado naturalizadas. Ni hablo tampoco de esa especie de actualización o aggiornamento vociferado publicitariamente, de aquella puesta al día tan aclamada con banderas reformistas y revolucionarias.  Tras una válida búsqueda para hacer más efectiva la evangelización del hombre de hoy, con extenuante frecuencia se hallan otras razones y lógicas que terminan conduciéndonos a la infidelidad y al manoseo de la fe revelada.

Hablo de realidades eclesiales donde no se puede encontrar uno con el Dios Vivo. De espacios donde la Alianza no es una situación vigente y donde todo huele a un rancio acostumbramiento por repetir conductas y ritos que no tiene nada medular que los anime, carecen de alma. Hablo de una realidad con apariencia de cristianismo pero donde nadie busca la santidad. Allí ya no hay Amor, ni se recibe el Amor de Dios ni se le ofrece verdadero amor a Dios. No establece esa religiosidad un “vínculo vivo” sino un vínculo funcional: un poco de museo, un poco de conveniencia y bastante de centralidad de nosotros mismos y no del Señor.

¿Cómo volver a la alegría desbordante de la Alianza? ¿Cómo retornar al gozo exultante que brota irrefrenable al descubrir la Voluntad de Dios? ¿Cómo retomar la pasión por la santidad en toda la Iglesia? Pues parece que el Señor que nos ama, como siempre es su pedagogía, nos ha destinado a una crisis purificadora que no cesará hasta que alcance todas nuestras raíces recreándolas para su Gloria. La poda que está por delante tiene aún una magnitud que no podemos entrever. Si nos resistimos pereceremos, si la aceptamos renaceremos en Él.

 


Isaías I: el profeta del Dios tres veces Santo (3)


 

Estructura literaria

 

Cuando hablamos de “estructura literaria” entendemos que hemos descubierto un “plan de obra” y por tanto que ya podemos intentar atisbar la mentalidad del autor. Esto es particularmente difícil con los profetas, quienes habitualmente proferían oráculos para situaciones puntuales, bajo el influjo carismático y a veces impredecible del Espíritu de Dios. Si bien tenían insistencias y temas recurrentes, no pretendían por así decir escribir un libro, sino dar a luz la Palabra que Dios les dirigía y de la cual se sabían responsables personalmente, cuidándola y transmitiéndola con fidelidad. Además cuando el profeta habla en contextos diferentes y a lo largo de un tiempo extenso entran a jugar los compiladores, o sea los discípulos que recogen el material y lo van disponiendo con cierto orden. La profecía del primer Isaías justamente expresa toda esa complejidad.

Los caps. 1-39 –que son identificados como la producción propia del primer Isaías-, son fruto de una compilación o colección de oráculos numerosos y diversos que responden no pocas veces a inciertos contextos históricos. La primera impresión es estar frente a un material agrupado en forma un tanto caótica y sin un claro criterio redaccional. Imposibilitada la crítica bíblica de hallar pues un criterio redaccional que explique internamente la lógica y el sentido de la ilación o entramado de los textos, sólo ha podido proponernos dividir los oráculos por épocas históricas o grandes temáticas.

a) Caps. 1-6 Oráculos bajo Jotam y relato de vocación. Profetiza en ambos reinos.

b) 7,1-10,4; 11-12; 28,1-6 Oráculos bajo Ajaz.

c) 10, 5-34; 20;  21,11-17; 22; 36-39 Oráculos bajo Ezequías.

d) 13-19; 21,1-10; 23 Oráculos contra las naciones.

e) 24-27; El llamado Apocalipsis de Isaías.

f) 28-35;  Poemas sobre Israel-Judá.

 

Oráculos bajo Jotam

 

Comenzaremos nuestro acercamiento al profeta Isaías comentando esta serie de siete oráculos que contienen el núcleo original de predicación. Por ellos podremos comprender algunas líneas maestras que, delineadas desde el inicio, deja entrever la situación del pueblo como el proyecto de Dios sobre él.

 

Primer Oráculo bajo Jotam

 

El oráculo que abre la profecía en Is 1,2-20, técnicamente responde al género literario RIB. Este vocablo hebreo expresa un litigio, contienda, pleito, conflicto o riña. Se utiliza diversamente en la Escritura pero los profetas construyen textos donde se narra un juicio y no cualquiera. Se trata del Juicio de Dios contra su pueblo, donde se expresa la acusación y se citan testigos como se da una sentencia. El profeta clásicamente actúa como el fiscal acusador de parte del Señor.

 

“Oíd, cielos, escucha, tierra, que habla Yahveh; «Hijos crié y saqué adelante, y ellos se rebelaron contra mí. Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne.»  ” (Is 1,2-3)

 

Dios tiene pleito con su pueblo porque fueron criados como hijos y ahora se han vuelto rebeldes. La comparación con el buey y el asno que reconocen a quien los alimenta y da refugio, habla en sentido negativo de Israel, quien se sugiere desconoce por ofuscación y ha perdido la razón. Tan obstinado se lo presenta que el Señor llama como testigos a cielos y tierra para que lo escuchen pues los hijos no prestan atención. Se compara pues al pueblo con una persona enteramente enferma en la cual no se halla nada sano.

 

“¡Ay, gente pecadora, pueblo tarado de culpa. semilla de malvados, hijos de perdición! Han dejado a Yahveh, han despreciado al Santo de Israel, se han vuelto de espaldas. ¿En dónde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda está enferma, toda entraña doliente. De la planta del pie a la cabeza no hay en él cosa sana: golpes, magulladuras y heridas frescas, ni cerradas, ni vendadas, ni ablandadas con aceite.  (Is 1,4-6)

 

Y luego se describe la situación en términos sociales. Ahora se equipara a Israel con las ciudades que más simbolizan el pecado de los paganos, aunque ya se insinúa la esperanza de un resto fiel.

 

“Vuestra tierra es desolación, vuestras ciudades, hogueras de fuego; vuestro suelo delante de vosotros extranjeros se lo comen, y es una desolación como devastación de extranjeros. Ha quedado la hija de Sión como cobertizo en viña, como albergue en pepinar, como ciudad sitiada. De no habernos dejado Yahveh Sebaot un residuo minúsculo, como Sodoma seríamos, a Gomorra nos pareceríamos.” (Is 1,7-9)

 

Con términos muy duros se critica la religiosidad del pueblo. Como una patada en la cara, en los dientes, Dios siente los sacrificios hipócritas de sus fieles. Sus hijos extienden sus manos hacia el Señor pero Él se tapa la cara horrorizado al verlos en su condición de pecado.

 

“Oíd una palabra de Yahveh, regidores de Sodoma. Escuchad una instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. «¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? -dice Yahveh-. Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones; y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, cuando venís a presentaros ante mí. ¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios? No sigáis trayendo oblación vana: el humo del incienso me resulta detestable. Novilunio, sábado, convocatoria: no tolero falsedad y solemnidad. Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma: me han resultado un gravamen que me cuesta llevar. Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas…” (Is 1,10-15)

 

Claro que hay salvación y entonces aparece la exhortación y el llamado a la conversión. Deben dejarse purificar creyendo que Dios puede incluso hacerlos alcanzar la pureza y santidad suya  que les dona. Ahora se espera la respuesta de Israel quien saliendo de la rebeldía y escuchando al Señor será rescatado, pero si se obstina hará caer sobre sí las consecuencias de su pecado.

 

“…lavaos, limpiaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad lo justo, dad sus derechos al oprimido, haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos -dice Yahveh-: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán.  Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. Pero si rehusando os oponéis, por la espada seréis devorados, que ha hablado la boca de Yahveh.” (Is 1,16-20)

 

En este litigio inaugural de la profecía se exponen pues dos causas: la religiosidad vacía y la injusticia social. Sintetizando Israel, el Reino del Norte, rechaza la propuesta de santidad que le hace Dios y será castigado. En tiempos de Isaías sufrirá el asedio y será reducido a vasallaje y tributo por Teglatfalasar III, Rey de Asiria. Pero junto a Israel también se acusa a Judá, Reino del Sur. A todo el pueblo se lo exhorta a la penitencia. El Juicio ante Yahvéh por duro que parezca es una instancia benéfica y reparadora: estar ante el Santo (como sucede en el relato vocacional del profeta) debería provocar el deseo de santificación y el reconocimiento de la propia condición pecadora e impura, disipándose el miedo y dando lugar a una fe auténtica y renovada. Pero... ¡ay del que se empecina!

 

Hablar claro desde el principio

 

No quisiera dejar pasar este dato llamativo: la profecía de Isaías abre con este litigio que Dios tiene contra su pueblo. Como se relatará luego en el capítulo 6, al narrarse la vocación del profeta, es un Dios “Santo, Santo, Santo” que tiene frente a sí a un pueblo impuro y pecador. Como con las brasas del altar el serafín purifica a Isaías para su misión, ahora el Señor a través de su enviado quiere purificar y santificar a sus hijos. No parece quizás el comienzo más adecuado para captar la atención de los suyos, iniciar por las acusaciones que tiene contra ellos. O tal vez sí, pues frente a esa Presencia majestuosa, el hombre se siente pequeño y tiembla cayendo de rodillas. Seguramente causará alivio el llamado a una conversión que se ofrece en gracia, ya que Dios asegura que no importa cuán ensangrentados estén por sus pecados, Él los volverá a dejar blancos, puros e inocentes.

Confieso que me fastidia cuando me empiezan a dar vueltas y a rodear el tema sin ir al grano. Por mi talante convivo mejor con discursos más directos y sinceros. Será por eso que también agradezco esta simplicidad de Dios para decir lo que tiene que decir sin demasiados preámbulos. Aunque comprendo que haya quienes necesiten ser preparados e introducidos más gradualmente en una situación de confrontación. Mas como sea, me pregunto si aquellos que dan vueltas y vueltas diplomáticas al fin llegan a decir lo que quieren expresar. A veces pienso que nunca se animarán y solo lo dejarán sutilmente sugerido. Es su estrategia no decir directamente lo problemático y que se haga cargo indirectamente su oyente de lo que ellos no se atreven a terminar de comunicar.

A veces pienso que la Iglesia cuando pone en el centro ser aceptada, no sufrir ataques, abrir canales de acercamiento negociando ciertos silencios, en fin, cuando su preocupación primaria es evitar la conflictividad con el mundo, puede sencillamente olvidarse de su Señor, de lo que Él le envió a anunciar y a realizar. No quiero claro que se encuentre siempre como yendo al choque. Pero sí deseo que nunca se olvide de ser fiel, de decir lo que Dios le ha mandado a proclamar y de obrar cuanto el Espíritu le inspire a llevar adelante. A veces dando vueltas se pierde valioso tiempo y es mejor tomar atajos y ser directos. A esto he sido enviado y a esto vengo entre ustedes.


POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...