"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)
“Mientras el rey
está en su diván, mi nardo exhala su perfume. Mi amado es para mí como una
bolsita de mirra que descansa entre mis pechos.” (1,12-13)
Cuando el Señor revela al alma su
presencia reposada y tranquila en lo más hondo de ella, no puede menos que
exhalar su perfume más original: su referencia absoluta al Amado, el
reconocimiento cándido de su dependencia creatural. Y perfume de amor con
Perfume de Amor es pagado. El Amado como bolsita de mirra, como escondido
secreto que bulle, se expande y se derrama en el centro del alma, se le ofrece,
se le da, se le regala. ¡Oh, sí, el alma lleva en su centro la habitación del
tesoro de donde brotan mercedes y florecen regalos que la tornan más semejante
a su Amado! ¡Oh, olorosa Presencia, que tanto bien me haces, úngeme con tu
néctar y sáciame de Ti, ya no quiero más vivir en mí sin Ti pues eres sólo Tú
ya mi vivir! ¡Oh, Señor, escondido en lo secreto de mí, trueca el episodio, que
quede yo escondido en lo secreto de Ti!
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