CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 13
DEJAR REPOSAR EL ALMA
Mi queridísimo Fray Juan,
avanzas en tu obra sobre la significación de cuanto producen natural o sobrenaturalmente bajo el influjo de la Gracia las facultades
de la imaginación y fantasía, para advertirnos con insistencia que no nos
quedemos en estas noticias sensibles que se experimentan en el ejercicio de la
oración. Todas estas representaciones, son más bien desproporcionadas que
convenientes a lo que Dios es en sí mismo y a su obrar.
“De
donde los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras, o como un gran fuego o
resplandor, u otras cualesquier formas, y piensan que algo de aquello será
semejante a él, harto lejos van de él. Porque, aunque a los principiantes son
necesarias estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir
enamorando y cebando el alma por el sentido, como después diremos, y así le
sirven de medios remotos para unirse con Dios (por los cuales ordinariamente
han de pasar las almas para llegar al término y estancia del reposo espiritual)
pero ha de ser de manera que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos,
porque de esa manera nunca llegarían al término, el cual no es como los medios
remotos, ni tiene que ver con ello…” (SMC L2, Cap. 12,5)
Uno de los grandes
peligros en la espiritualidad de nuestro tiempo, a mi ver, es ésta fascinación
y búsqueda por lo sensible extraordinario y su comunicación.
Tal vez en su humus
se halle hoy por hoy, amigo y maestro, -además de ese persistente desorden en
nuestro natural- una cultura digital que exacerba la imagen y su exhibición sin
reserva alguna. Concomitante a ello una tendencia a la espectacularidad y la
escenificación acompañan el fenómeno. Así como el vértigo y alta velocidad de
la transmisión. Las imágenes pasan frente a nosotros casi sin interrupción y
fugazmente. Un mundo de imágenes con su constante influjo.
Es que los recursos
técnicos crecientes hicieron posible a muchos capturar imágenes de la vida
diaria o fabricar las representaciones de su fantasía, accediendo además a compartirlas
masivamente. No es de extrañar pues que
en este caldo de cultivo la representación termine cobrando mayor valor que la
realidad a la cual se representa. Esta como sobreactuación de la representación
hace caer en el olvido el núcleo originante en el cual se funda. Es decir, nos
quedamos con el mensajero y sus modos pero no siempre acertamos a reconocer el
mensaje en su literalidad –el hecho y su significación- y con ello la intencionalidad
del emisor. No por falta de capacidad sino simplemente porque no hay tiempo
para detenerse y porque cuenta la imagen en sí misma.
Creo que esta nueva
realidad de nuestros días también deja su marca en ese quedarse en los
fenómenos sensitivos del encuentro con Dios. Claramente es creciente la
dificultad de las generaciones más jóvenes para los procesos reflexivos como
para el recogimiento interior y el silencio.
Pero volviendo Fray
Juan a tus consideraciones sobre el valor de las imágenes y el peligro de
quedarse en ellas para alcanzar quietud, te escuchamos.
“De
donde yerran mucho muchos espirituales, los cuales, habiendo ellos ejercitádose
en llegarse a Dios por imágenes y formas y meditaciones, cual conviene a
principiantes, queriéndolos Dios recoger (a bienes) más espirituales interiores
e invisibles, quitándoles ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos
no acaban, ni se atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que
están acostumbrados; y así, todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por
consideración y meditación de formas, como antes, pensando que siempre había de
ser así. En lo cual trabajan ya mucho y hallan poco jugo o nada; antes se les
aumenta y crece la sequedad y fatiga e inquietud del alma cuanto más trabajan
por aquel jugo primero, el cual es ya excusado poder hallar en aquella manera
primera, porque ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos dicho, tan
sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible, que no
consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el alma y dejarla
estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual.” (SMC L2, Cap. 12,6)
Es tan cierto lo que
describes. ¡Cuántas veces he sido testigo de estos procesos truncos! Dios nos
inicia en la vida interior como ya hemos dicho por medio del gusto, pero
cultivamos una afición casi adictiva por tales goces menores y les consideramos
erróneamente tan importantes que no queremos dejarlos. Entonces es de notar como
Dios y el alma empiezan a andar desentonados y fuera de sincronía. El Señor ya
no comunica el gusto sensible como a los inicios sino que lo va retirando como
madre que desteta a su niño; quiere darnos alimento más sólido y nutritivo. Pero
nos empeñamos aún en degustar papilla y no estamos dispuestos a masticar para
deglutir.
Aquí Dios invita a
otro camino y la persona se empecina en su afición por lo más corporal,
sensible, emotivo, imaginativo y palpable. Por tanto anda buscando lo que Dios
ya no quiere dar. Lucha y se fatiga por repetir experiencias previas que deben
quedar atrás para crecer. Por consiguiente lo que recibe será solo ecos del
pasado pues el Señor ya va retirando ese lenguaje o meras fabricaciones
inferiores suyas o lo que es peor engaños del Maligno.
No deja de
sorprenderme la gran cantidad de orantes que no pasan de los peldaños
inferiores de la escala en el Espíritu. Tanto en la oración personal como
comunitaria no hallan valor sino hay lágrimas o don de lenguas o quemazones y
hormigueos corporales o visiones y audiciones internas y una variedad de
fenómenos imperfectos y no tan subidamente espirituales como ellos los
consideran. Y cómo también andan buscándose más a si mismos en los deleites del
alma que a Dios mismo, es débil su humildad y no hay quien los convenza de que
hay mucho más por descubrir y que dejen ya esos iniciales tratos hacia una
Alianza mayor. Ni se te ocurra apuntarles que lo que desean son cosas de
principiantes en el encuentro con el Señor, pues claramente se enojarán y
pensarán de ti que no sabes nada y que ocultas con racionalidad fría tu falta de
fervor espiritual.
¡Pobre alma que
quiere hallar a Dios pero no deja que Él le conduzca! Quiere ser protagonista y
que el proceso de la oración se encuentre en su mano y bajo su dirección. Hasta
que no se detenga y se haga verdaderamente dócil, hasta que no acepte el
pastoreo divino en su interior, hasta que no se entregue a los tiempos y modos
del Señor, hasta que no se haga humilde y se tome de la mano del Espíritu Santo,
hasta que no aprenda a reposar y entrar en quietud, no adelantará.
Y si... Nos acostumbramos al sentimiento (siento y miento) nos sentimos especiales. ¡Peligro! El de quedarnos atrapados en nosotros mismos como guirando en una rotonda o en una calesita. Eso no nos lleva a ningun... Elijo ir para donde el Señor habita aunque no sienta, no vea... nada. Porque Nada es Todo y Todo es Nada...
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