CONVERSACIONES SUBIENDO AL MONTE 20
SOBRE EL ESPÍRITU DE PROFECÍA (I)
Queridísimo
hermano Fray Juan: ¿qué podremos saber en el amor? ¿Acaso no es verdad que el
Amor podrá descubrirnos el sentido último y profundo de todas las cosas?
Tocaremos aquí un tema harto delicado y que requiere de especial precisión. Tú encuadras
inicialmente el tema del “espíritu de profecía” en cuanto:
“…descubrimiento
de alguna verdad oculta o manifestación de algún secreto o misterio: así
como es declarando al entendimiento la
verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que él hizo, hace o piensa
hacer.” (SMC L2, Cap. 25,1)
Y agregas:
“…hay
dos maneras de revelaciones: unas, que son descubrimiento de verdades al
entendimiento, que propiamente se llaman noticias intelectuales o
inteligencias; otras, que son manifestación de secretos, y éstas se llaman
propiamente, y más que estotras, revelaciones.” (SMC L2, Cap. 25,2)
En líneas generales
digamos que las “noticias o inteligencias” son acerca de realidades ya
manifestadas y verdades ya conocidas o reveladas que, sin embargo, bajo la luz
de la unión de amor entre el alma y Dios, alcanzan una comprensión más honda y
madura, en cuanto el misterio que es Dios mismo y su acción salvífica pueda ser
aprehendido, pues nunca dejará de excedernos en su riqueza inagotable. Se trata
entonces de un crecimiento de la sabiduría sobrenatural o sabiduría
infusa. En tanto las “revelaciones” se diferencian
de aquellas no en grado sino en cuanto nos descubren lo que hasta ahora no
había entrado en nuestro horizonte de entendimiento acerca del Misterio y su
manifestación.
Estas inteligencias y
revelaciones pueden sobrevenir al alma acerca del mismo Dios o sobre las
criaturas. Cuando lo que se alumbra es un conocimiento sobrenatural del mismo
Señor y Creador sucede que:
“…el
deleite que causan en ella estas que son de Dios no hay cosa a qué le poder
comparar, ni vocablos ni términos con qué le poder decir, porque son noticias
del mismo Dios y deleite del mismo Dios…
“…todas
las veces que se siente, se pega en el alma aquello que se siente. Que, por
cuanto es pura contemplación, ve claro el alma que no hay cómo poder decir algo
de ello, si no fuese decir algunos términos generales que la abundancia del
deleite y bien que allí sintieron les hace decir a las almas por quien pasa;
mas no para que en ellos se pueda acabar de entender lo que allí el alma gustó
y sintió.” (SMC L2, Cap. 26,3)
Evidentemente esta
sabiduría acerca de Dios es comunicación Suya, de Si Mismo, por la gracia de la
Unión. El contemplador unido a su Esposo y Señor le gusta y saborea y en Él se
deleita, dado que Él mismo se le dona. En esta íntima cercanía, el contacto y
trato es descripto como una Presencia que experimentándose “se queda como pegada
al alma” en tal toque. Así en la luz del amor oscuro que es fe, se alumbra en
el alma inteligencia sobre el Amante y Amado que, condescendiente, se ha
acercado tanto.
Pero esta maravilla
de encuentro sin duda excede la palabra y se queda hundida en el silencio
extasiado. Pues la pura contemplación apenas puede ser sugerida en expresiones
que florecen al calor del amor y que probablemente sin ese calor de amor infuso
resulten incomprensibles. Pues aquella “inteligencia y noticia” acerca de Dios
mismo, por su iniciativa de acercarse en grado sumo al alma, es simplemente un
colindar con el Misterio y me animaría a decir, en el Misterio ser introducido
y pregustar en primicia lo que será experiencia eterna en Luz beatífica. Por
ello a esta especie de “inteligencia sobrenatural” le convenía bien aquella
nomenclatura de “mística teología”.
“Y
estas altas noticias no las puede tener sino el alma que llega a unión de Dios,
porque ellas mismas son la misma unión; porque consiste el tenerlas en cierto
toque que se hace del alma en
Ahora bien, aquí hay
algo nuevo que debemos apreciar:
“…es
tan subido y alto toque de noticia y sabor que penetra la sustancia del alma,
que el demonio no se puede entrometer ni hacer otro semejante, porque no le
hay, ni cosa que se compare, ni infundir sabor ni deleite semejante. Porque
aquellas noticias saben a esencia divina y vida eterna, y el demonio no puede
fingir cosa tan alta.” (SMC L2, Cap. 26,5)
En este grado de
Unión el Adversario no puede inmiscuirse. Es pura y simple y desnuda fe la que
se requiere y no tiene el Diablo de donde asirse ni en qué morder. Además de no
poder producir simulacro o sustitución que se empareje de algún remoto modo a la
comunicación de las noticias sobre la esencia divina y los goces prometidos de la
eternidad.
“Porque
hay algunas noticias y toques de éstos que hace Dios en la sustancia del alma
que de tal manera la enriquecen, que no sólo basta una de ellas para quitar al
alma de una vez todas las imperfecciones que ella no había podido quitar en
toda la vida, mas la deja llena de virtudes y bienes de Dios.” (SMC L2, Cap.
26,6)
Esta Unión no solo
trae “inteligencias de amor” en cuanto fruición sobrenatural sino que opera una
verdadera transformación. Ahora el contemplador se da cuenta que todo aquello
que antes le parecía cercanía del Señor y cuanto experimentaba en “sensaciones
espirituales” que de algún modo redundaban expresándose en el lenguaje corporal
y emotivo como de los raciocinios… ¡todo aquello era tan inicial aún y apenas
destello de Quien aún no se había arrimado hasta tocarlo! Ahora que le toca
conoce su poder, el poder de su Amor que recrea y hace nuevo todo. Y el Esposo enriquece
al alma, adornándola con las joyas de sus virtudes, y queda al fin pues cual
jardín floreciente que exhala por doquier su Fragancia.
“Y le
son al alma tan sabrosos y de tan íntimo deleite estos toques, que con uno de
ellos se daría por bien pagada de todos los trabajos que en su vida hubiese
padecido, aunque fuesen innumerables, y queda tan animada y con tanto brío para
padecer muchas cosas por Dios, que le es particular pasión ver que no padece
mucho.” (SMC L2, Cap. 26,7)
Uno de los
principales efectos de esta Unión es que el contemplador comienza a amar más y
más la Cruz. Se apasiona ya “en padecer por Dios” y busca abrazarle crucificado
y participar de sus sufrimientos por amor redentor. Ha quedado místicamente
unida a su Sacrificio y Donación. Hacer ofrenda de sí a su Esposo y mostrarle su
amor en padecimientos por el Reino desea concretar crecidamente. Ha sido
introducida el alma en el movimiento expiatorio de su Amado y aspira a ser ya “victima
permanente y ofrenda de agradable aroma”. Y todo esto parece una locura que
solo es aceptable a la luz de un amor ya purificado y maduro para recibir la
tremenda cercanía de su Amor y para expresar con Él justamente su propio Amor.
“…a
veces, cuando ella menos piensa y menos lo pretende suele Dios dar al alma
estos divinos toques, en que le causa ciertos recuerdos de Dios. Y éstos a
veces se causan súbitamente en ella sólo en acordarse de algunas cosas, y a
veces harto mínimas. Y son tan sensibles, que algunas veces no sólo al alma,
sino también al cuerpo hacen estremecer. Pero otras veces acaecen en el
espíritu muy sosegado sin estremecimiento alguno, con súbito sentimiento del
deleite y refrigerio en el espíritu.” (SMC L2, Cap. 26,8)
“Y por
cuanto estas noticias se dan al alma de repente y sin albedrío de ella, no
tiene el alma que hacer en ellas en quererlas o no quererlas, sino háyase
humilde y resignadamente acerca de ellas, que Dios hará su obra cómo y cuándo
él quisiese.” (SMC L2, Cap. 26,9)
Cierras Fray Juan tu
apreciación, insistiendo en la gratuidad y en el poder del Amor Divino que se
comunica. Tan solo les aclararía a nuestros lectores que el “estremecimiento en
el cuerpo” del que aquí hablas no es al estilo de las sensaciones de los
iniciados, sino más bien a la economía de los arrobamientos extáticos. A veces
pongo la analogía de Moisés que reflejaba en su rostro iluminado la Gloria de
Dios que había contemplado. Es tan potente esta comunicación o toque divino al
alma que de algún modo el contemplador percibe que se trasluce en su rostro y
en toda su corporeidad. No quiere decir esto que quien observe de fuera perciba
algún fenómeno extraordinario, sino que el alma es amada en tal profundidad que
comprende que también el cuerpo informado por ella, que todo su ser persona es
alcanzado por semejante acercamiento en gracia. Este tal “estremecimiento” creo
que es pedagogía del Esposo para que el contemplador tome conciencia de lo que
recibe.
Pero a estas alturas
lo que será más habitual es aquella unción y toque recóndito y escondido en la
hondura más secreta del alma. Pues el contemplador ya está preparado para
registrar en Espíritu el movimiento suavísimo y como imperceptible y a la vez
tan omnipotente y vivo del Dios que lo inhabita.
Ahora el alma
recogida en serena quietud, en la cual se establece por su gracia, goza de su frecuente
visita que asciende o mejor dicho, permanece colindante a su Presencia donosa.
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