El retorno no ha sido fácil
¿Existe un
tercer Isaías? Ya hemos tratado la cuestión crítica al iniciar nuestro
recorrido con el Isaías II. Si el Deutero-Isaías es un cantor de esperanza, un
optimista; el Trito-Isaías no encuentra sin embargo una situación fácil al
volver a la tierra. El contexto es la restauración del proyecto de Israel, la
reorganización pos-exílica y la reconstrucción a diversos niveles. La tarea se
volverá más ardua y lenta que lo esperado. Nuevamente los dirigentes y el
Pueblo no se encontrarán a la altura de la propuesta de Dios. Coincidiendo con
el surgimiento de la tradición apocalíptica, el Isaías III terminará
escatologizando todas las promesas del Isaías II. Por un lado las coloca en un
horizonte definitivo y trascendente que depende enteramente de Dios, el final
de los tiempos, el futuro definitivo del Juicio y del Día del Señor; por otro
lado deja entrever la limitación propia de las concreciones históricas que
siempre se quedan cortas, lo insuficientes y frustrantes que terminan
resultando los empeños puramente humanos.
El ayuno agradable a Dios
Se nota en el
Trito-Isaías la necesidad de retomar temas clásicos acerca de cómo el Pueblo vive
su religiosidad. Les propongo un texto sobre el ayuno que se escucha siempre en
la liturgia del Viernes inmediato al Miércoles de Ceniza y que marcó tan
profundamente el sentido de la Cuaresma cristiana.
“Clama a voz en grito, no te moderes; levanta tu voz
como cuerno y denuncia a mi pueblo su rebeldía y a la casa de Jacob sus
pecados. A mí me buscan día a día y les agrada conocer mis caminos, como si
fueran gente que la virtud practica y el rito de su Dios no hubiesen
abandonado. Me preguntan por las leyes justas, la vecindad de su Dios les
agrada. - ¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? ¿Para qué nos humillamos, si tú
no lo sabes? - Es que el día en que ayunabais, buscabais vuestro negocio y
explotabais a todos vuestros trabajadores. Es que ayunáis para litigio y pleito
y para dar de puñetazos a malvados. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las
alturas vuestra voz.” (Is 58,1-4)
El primer
segmento de la perícopa realiza una inclusión bajo la temática de la “voz” que
abre y cierra el pasaje. Se inicia con la “voz” autorizada del profeta que en
nombre de Dios levanta su palabra sin moderaciones ni atenuantes y se hace eco
de la Voz potente del Señor que denuncia el pecado de su Pueblo. Cierra el
texto insinuando la “voz” debilitada del Pueblo que a consecuencia de su
incoherencia y falsa religiosidad no alcanza al Cielo, una voz que no puede
llegar a las alturas, que no tiene la virtud suficiente para merecer ser oída
por su Dios. En medio de esta inclusión se desarrolla una doble temática: un
ayuno impostado, que busca ser visibilizado pero es engañoso y una palabra
proferida con doblez, que por un lado se muestra interesada por agradar a su
Señor pero también se manifiesta como murmuración contra Él. Queda expuesta
entonces la incongruencia de un Pueblo que dice buscar a Dios y al mismo tiempo
ya le ha abandonado. Dios reclama que el ayuno practicado no es de su agrado
pues queda desmentido por una conducta reprobable.
“¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que
se humilla el hombre? ¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y
ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh? ¿No será más
bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer
las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo
yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en
casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?
Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá
tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces clamarás, y Yahveh te
responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.»” (Is 58,5-9a)
¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero? Interrogante incisivo que abre la sección. ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh? Es contundente la
expresión de desprecio que el Señor realiza a causa de la práctica religiosa
que le ofrecen. “¿Eso llaman ayuno?” Y como contrapartida anuncia el verdadero
ayuno que Él espera: deshacer y desanudar los engaños opresivos del mal,
liberar; dar refugio a quien nadie contiene, sostener la vida del pobre, cuidar
del débil, consolar. Es la clave hermenéutica tan insistida por el profetismo:
el culto dado a Dios se verifica como auténtico en la actuación caritativa con
el prójimo. Sin estas entrañas de compasión y misericordia la práctica
religiosa se torna formal y vacía, exterior y superficial, vaciada de Espíritu
e inconsistente.
Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida
se curará rápidamente. Pues si se convierten… su
vida, su palabra y gestos, serán receptados y legitimados por el Señor. Entonces clamarás, y Yahveh te responderá,
pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.» Su voz que antes no alcanzaba a
llegar al Cielo ahora será escuchada. Y Dios responderá bendiciendo, obrando
salvación, pastoreando y protegiendo, restaurando y reedificando, donando
fecundidad y asociando al Pueblo a su obre redentora.
“Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo
y no hablas maldad, repartes al
hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las
tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará Yahveh de
continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás
como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan. Reedificarán, de
ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de
brechas, y Restaurador de senderos frecuentados.” (Is 58,9b-12)
Una religiosidad sincera
“Obrar en
presencia y bajo la mirada de Dios”. La moral cristiana ha desarrollado el tema
de la “recta intención”, es decir, que la decisión que nos lleva a una praxis busque el bien tanto en las motivaciones,
como en los medios y fines. Puede haber errores de juicio por ignorancia o equivocación
pero el deseo debe estar siempre orientado a realizar la voluntad de Dios.
Lo contrario a
la “recta intención” es la hipocresía y la impostación acomodaticia, la
falsedad y el camuflaje o disfraz de las verdaderas intenciones, la búsqueda de
protagonismo y la avidez por “hacer carrera” y conseguir “títulos, honores y
poder”. Cuando se trastoca el culto que el hombre debe dar a Dios por el culto
del propio hombre, la religiosidad se pervierte. ¿Por qué haces lo que haces? ¿A
quién buscas? ¿Te buscas tan solo a ti mismo; tu beneficio, posición, ensalzamiento
y gloria? ¿En verdad buscas a tu Dios? ¿Lo buscas por Él mismo? ¿Estás deseando
conocer su Santa Voluntad sobre ti?
Si hay algo
que los profetas han insistido, es sobre esta vuelta sobre uno mismo para
contemplarse bajo la Luz de la Palabra Divina. Dejar que el Señor nos conozca,
conocernos en el Señor. Él es quien verdaderamente discierne el corazón del
hombre, lo hace con Sabiduría y Amor y puede desvelarnos el camino de la Vida.
La exhortación profética en este punto se dirige a todo el Pueblo para que
revise su praxis religiosa y sobre cada individuo para que adquiera
responsabilidad personal.
Me parece
advertir en nuestra Iglesia contemporánea una dificultad creciente en este aspecto.
Exageramos el diagnóstico de la realidad y al mismo tiempo hacemos escasa
revisión de nuestra vida religiosa, tanto de la praxis evangelizadora como de
las modalidades en las cuales suele expresarse nuestra fe. Y cuando veo surgir
alguna mirada autocrítica me sorprende verla arribar desde categorías y ámbitos
extra-eclesiales, derivando en la exigencia de modernización y una mayor adaptación
a la cultura del mundo. Pero sin duda la gran ausente suele ser la Palabra de Dios.
Aunque se proclame de continuo no llega a veces a ser la gran Fuente
inspiradora de la vida eclesial. Aún tenemos un largo camino por recorrer para
mirarnos con la Mirada de Dios. Sobre todo en estos tiempos donde la misma Revelación
parece cuestionada, la tarea se erige más crucial y urgente que nunca. Reconectar
todo lo que englobamos bajo el término “pastoral” con el Misterio de Dios para
que nuestra voz también tenga la virtud suficiente para ser aceptada por el Señor.
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