Isaías III: Un camino abierto hacia el horizonte escatológico (2)

 


La gran tradición profética aplicada a la restauración pos-exílica y escatológica

 

Con el Trito-Isaías culminamos nuestro tránsito por la aventura profética. No porque los demás profetas carezcan de valor en sí mismos -de hecho la generación apostólica los ha citado significativamente-, sino porque se va cerrando el tiempo de las grandes y novedosas elaboraciones teológicas. El profetismo del período de la Restauración, tras volver a la tierra no será mera repetición, pero atesorará y retomará las tradiciones recibidas aplicándolas al contexto de la reconstrucción del Israel de Dios y, ante la lentitud y dificultad de este proceso -mientras convive con la naciente apocalíptica-, se abrirá al horizonte escatológico.

 

Tres famosos oráculos de salvación

 

También en este apartado queremos hacer mención de tres textos tan caros a la tradición cristiana.

El primero de ellos es importante pues Jesús se lo adjudica a sí mismo, tras las tentaciones del desierto, al comenzar su ministerio público en la sinagoga de Nazaret según Lc 4,16ss. Isaías III retoma a Isaías I, quien en los oráculos sobre el Emanuel había presentado al Mesías como pleno portador del Espíritu y de sus dones según Is 11,1ss. Luego describe su misión como “tiempo de gracia del Señor” en términos de consuelo y liberación al estilo del Isaías II. La pericopa culmina entremezclando temas tan clásicos del Proto-Isaías como “Israel viña-plantación de Dios” como la temática de la Gloria de Yahvéh, compartida tanto por el Proto como por el Deutero-Isaías. La Gloria de Dios se manifiesta, irrumpe y abre caminos pero también reposa y se deja ver a través del Pueblo de su elección.

 

“El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahveh para manifestar su gloria.” (Is 61,1-3)

 

Nuestro segundo ejemplo nos remite a la mística simbología del desposorio, inaugurada por Oseas y continuada luego por otros. En bellísimos términos se describe esta “consagración por el amor” que Dios realiza en gracia de su Pueblo. La transición desde “abandonada-desolada” hacia “complacencia-desposada” indica la transformación desde una situación estéril -consecuencia del pecado-, a la nueva y estable realidad de aquella santidad que el Santo le ha donado. El concepto del Señor como “edificador” sugiere claro una potente y desbordante fecundidad que estalla en alabanza y gozo. Resonancias de esta profecía hallamos en el episodio de las bodas de Caná en Jn 2,1ss como en la contemplación de la mistérica unión entre Cristo y la Iglesia que San Pablo utiliza como analogía del matrimonio cristiano en Ef 5,25ss.

 

“Serás corona de adorno en la mano de Yahveh, y tiara real en la palma de tu Dios. No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Complacencia», y a tu tierra, «Desposada». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios.” (Is 62,3-5)

 

Finalmente uno de los textos más reconocidos de este período. La temática de la nueva creación es desplegada con ecos de la nueva y definitiva liberación que viene por el Rey que se acerca, abriendo caminos de salvación, allanando montes y rellenando valles, ofreciendo consuelo y regocijo a los deportados, creando y transformando su mundo como en Is 40,1ss. Pero también al estilo del Isaías I, retomando otra vez el libro del Emanuel y el oráculo sobre la paz mesiánica en el monte del Señor según Is 11,6ss. Gocemos simplemente del pasaje en cuestión.

 

“Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la memoria; antes habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear. Pues he aquí que yo voy a crear a Jerusalén «Regocijo», y a su pueblo «Alegría»; me regocijaré por Jerusalén y me alegraré por mi pueblo, sin que se oiga allí jamás lloro ni quejido. No habrá allí jamás niño que viva pocos días, o viejo que no llene sus días, pues morir joven será morir a los cien años, y el que no alcance los cien años será porque está maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantaran viñas y comerán su fruto.  No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues cuanto vive un árbol vivirá mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos.  No se fatigarán en vano ni tendrán hijos para sobresalto, pues serán raza bendita de Yahveh ellos y sus retoños con ellos. Antes que me llamen, yo responderé; aún estarán hablando, y yo les escucharé. Lobo y cordero pacerán a una, el león comerá paja como el buey , y la serpiente se alimentará de polvo, no harán más daño ni perjuicio en todo mi santo monte - dice Yahveh.” (Is 65,17-25)

 

Alegre esperanza

 

No parece que el proyecto de la Restauración de Israel sea concretamente un éxito. Y sin embargo no tiene por qué crecer la desazón. Todo está en manos de Dios. Sin duda, ésta perece ser la serena alegría que canta el último Isaías. Proclama jubiloso que al final no depende de nosotros sino que es gracia, obra bondadosa de un Dios amante y generoso que ha decidido hacer cielos y tierra nueva, que misericordiosa y fielmente elige y desposa a su Pueblo. Un Señor eterno que envía a su Salvador rebosante de su Espíritu.

¡Déjate salvar! ¡Déjate rescatar por tu Dios! Al menos eso quisiera decir al final a la Iglesia entera que aún camina y a cada querido lector. Ya deja de creer que eres el centro de todo, no eres nada sin Él y no puedes nada sin Él. ¡Dale gloria!

Tristemente advierto una Iglesia peregrina falta de humildad y sencillez. Esta desdichada cree ser la protagonista y no advierte que por conmiseración ha sido llamada a ser signo e instrumento pobre del gran Rey y excelso Esposo. ¡Abájala, abájala y que se adentre de nuevo en el centro de su humilde condición! ¡Solo entonces cantará agradecida tu inmerecido Don! ¡Que vuelva a ser pequeña entre tus manos!

Tras la derrota del exilio tal vez sobrevenga la frustrante restauración. ¿Pero es esto un mal y una tragedia? Creo que no, por lo contrario es medicina de sensatez. Cura en tu Iglesia la fiebre alucinatoria del viejo Adán caído en desgracia. ¡Solo los verdaderamente pobres contemplarán la Salvación del Santo!


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