De
ayer a hoy
“Acerca de la sinodalidad que viene”, es el título esforzadamente prudente con el cual
encabecé un breve artículo que terminé de redactar el 29 de Noviembre de 2021 y
que aún permanece publicado en el portal católico de noticias “Verdad en
libertad” desde el 2 de Diciembre de aquel año. Era el primer tiempo de la
amplia consulta al Pueblo de Dios y sentía necesidad de dar algunas claves a mi
comunidad para introducirnos en el ejercicio del diálogo sinodal. Como hoy me
veo impulsado a repasar aquella reflexión y ofrecer otras consideraciones tras
el trecho de camino recorrido.
“La Iglesia contemporánea nos convoca a un renovado ejercicio de la
Sinodalidad. Esto supone, en principio, no pocas virtudes cristianas para que
el proceso sea fructuoso.” Tenía pues una clara conciencia hace un año que esta
herramienta dependía en parte de la calidad de la participación eclesial.
1. “Participación con espíritu de fe”, la primera virtud que enumeraba. Y rememorando mis
personales experiencias de asambleas eclesiales de todo tipo con gran presencia
de laicos afirmaba: “Falla la
representatividad y la preparación, suelen convertirse en sesiones de
opinología divagante o en una catarsis de frustraciones eclesiales más que en
un auténtico y maduro ejercicio de escuchar juntos al Espíritu Santo que nos
hace descubrir la Voluntad de Dios para su Iglesia.” Y en verdad al acceder
a las conclusiones de la etapa diocesana me temo que una vez más se ha
confirmado la estable tendencia a derivar hacia la opinología infundamentada,
la catarsis resentida y el libre comentario fuera de la regla o canon de la fe.
Ciertamente se han expresado aportaciones valiosas pero el método de
consignarlo todo sin distinguir ni su peso cuantitativo ni su calidad
evangélica ha resultado en una avalancha confusa de consignas que con mucha
dificultad podrían ser armonizadas en un sistema coherente. Un verdadero
desorden casi caótico donde algunas insistencias repetidas parecen provenir de
enfoques ideológicos extraeclesiales.
Además, aunque no me animé a
ponerlo por escrito, desde el comienzo de la convocatoria al Sínodo pensé que
no era el momento oportuno. Así lo comenté con allegados. La Iglesia se
encontraba en una profunda crisis, y su forma de responder a la pandemia lo
había evidenciado hasta lo impúdico. ¿Era el tiempo de convocar para intentar
abrir caminos por delante? Justamente la máxima Ignaciana reza: “En tiempos de
desolación no hacer mudanzas”. Intentar salir a la cancha con el equipo
desmembrado es temerario y poco razonable. Un tal apuro podría señalar otro
desorden, el de las pasiones.
“Este Gran Sínodo parte encima provocando algunos prejuicios. El
apresuramiento y escaso tiempo para elaborar la consulta como una sesgada
direccionalidad que parece ya inducir la respuesta que se quiere escuchar,
hacen que no pocos tengan desconfianza. Para algunos se trata solo de una gran
cortina de humo y para otros la oportunidad para introducir temas de la agenda
global del mundo en la consideración eclesial.” Cuando escribía este párrafo en 2021 apostaba por no
quedarnos en este planteo, superar la tentación e intentar una participación
madura y constructiva. Creo que pequé de ingenuidad. Hoy se percibe que todo
estaba más sesgado y digitado de antemano de lo que uno preveía. Tal vez la
candidez me llevaba a esperar que nadie se atrevería a actuar con descaro. Pero
cuando con algunos sabios y contemplativos clérigos y laicos nos preguntábamos
para qué semejante consulta cuando quizás el documento final ya estaba escrito,
tristemente no estábamos siendo presos de la paranoia del complot, sino
avizorando que el proceso estaba gravemente viciado de una direccionalidad
interesada. Sin embargo debo decir que se está dando más pelea de la que
imaginaba y que no está fluyendo suavemente. La creciente tensión interna en la
Iglesia sin embargo ahora amenaza con otro peligro: la ruptura.
2. “Fraternidad y humildad”,
la segunda virtud reclamada. En este aspecto realmente no hice más que algunas
piadosas exhortaciones quizás demasiado enfocado en mi propia comunidad. “A veces usamos nuestra larga historia de
participación en la Iglesia o los cargos que detentamos como una forma de poder
y manipulación. Pero debemos desnudarnos y entrar descalzos a la tierra sagrada
del diálogo con los hermanos para escuchar juntos la voz de Dios. Me invito e invito a todos a ingresar al
Sínodo como recién llegados. No desconocemos la historia y el valor de la
experiencia. Pero no por respetar aquello debemos convertirnos en cristianos
gastados y sin novedad. Debemos ayudarnos todos a reencender el amor primero y
a estar expectantes porque se nos revelará juntos la Voluntad del Padre.”
Constato que el gran problema
sigue siendo no escuchar la Voz de Dios. Nos empeñamos en que nuestra voz sea
escuchada porque es nuestra y tiene derecho. La voz del otro es valorada en
tanto sintoniza o antagoniza con mi voz. Las voces se reúnen para hacer fuerza
juntas en contra de otras. Por todos lados nuestras voces y las voces de fuera
de la Iglesia que aportan más confusión. Y muy pocos intentan discernir si en
estas voces que resuenan estridentes y gritonas perturbando la paz eclesial se
transmite y está presente en algún punto la voz del Señor. El drama de este
Sínodo parece ser justamente que la Voz de Dios está desaparecida. No podría
ser de otra forma, que su Voz quede censurada o tapada o impedida, pues desde
el comienzo hemos puesto en el centro nuestras voces.
3. “Búsqueda de la Voluntad de Dios”, la tercera virtud cristiana invocada. Permítanme aquí
una larga cita autoreferencial de aquel escrito de 2021.
“El Sínodo requerirá una adultez de vida cristiana que a veces lamentablemente
falta demasiado entre nosotros. No se trata de que todos podamos opinar y que
todas las opiniones -con secular y relativista tolerancia- queden a la par como
si todo valiese lo mismo. No se trata de estrategias rosqueras al estilo
político para imponer tal o cual posición. Ni se trata de alcanzar por votación
un consenso democrático. Se trata de escuchar juntos a Dios y de vivir según su
Santa Voluntad. Se trata de hablar con fundamento y expresar fielmente cada uno
lo que el Espíritu quiere expresar a través nuestro. Se trata de escuchar y
discernir lo que el Espíritu sopla cuando la Iglesia es convocada y reunida en
la Santísima Trinidad.
Temo sinceramente esa prédica de la opinión pública acerca de que la
consulta sinodal va a cambiar revolucionariamente a la Iglesia introduciendo
modernizaciones que el mundo aclama. Temo que no seamos servidores de la Verdad
del Evangelio y que nos dejemos seducir recortando o retorciendo la Verdad que
Dios nos ha comunicado para la Salvación.
Me invito entonces e invito a todos a ser enteramente fieles a la Voluntad
de Dios contenida en el Sagrado Depósito de la Fe (Escritura y Tradición) que
el Magisterio debe guardar, conservar y transmitir con fidelidad. Busquemos
juntos una fidelidad creativa y una creatividad fiel para que el Evangelio sea
anunciado gozosa y eficazmente a toda la humanidad.”
Nada que agregar. De ayer a hoy
los mismos temores, idénticas peticiones y una oración más intensa para que no
caigamos en la tentación.
4. “En un clima orante”,
la cuarta virtud suplicada. Y otra vez les pido toleren una cita extensa.
“La espiritualidad en el camino del Sínodo es relevante. Tenemos que
prepararnos con intensa e insistente oración. Porque la clave es escuchar a
Dios y escucharlo juntos. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos conduzca.
Primero será necesario despojarnos de traumas, heridas, caprichos y todo lo que
nos impida escuchar de verdad. Debemos abandonar cualquier pretensión de
imponer lo nuestro. Simplemente debemos hacernos dóciles y disponibles a la
Voluntad de Dios. Y esto no se puede alcanzar sin mucha oración personal y
comunitaria, sin frecuente Adoración Eucarística y participación en la Santa
Misa, Pascua del Señor.
Por eso personalmente juzgo que aquellos miembros de la comunidad cristiana
que mejor cultiven el trato con el Señor estarán más capacitados en el Sínodo
para expresar lo que Dios quiere y para escuchar lo que Dios quiere.
Me invito e invito a todos a no ingresar al Sínodo sin cultivar un intenso
y cotidiano diálogo con Dios. Sin oración personal y comunitaria sembraríamos
confusión y tendríamos escaso discernimiento eclesial. Sin oración haríamos del
Sínodo un evento de secularización mundana. El Sínodo depende en gran manera
del estado saludable a nivel espiritual de quienes participen.”
Paradojalmente, vivimos en una
época que busca espiritualidad y en una Iglesia que ha dejado de cultivarla
como otrora. Este déficit de ascética y mística vividas con seriedad, esta
propensión secularizante a la politización mundana de la vida eclesial, esta
encrucijada que emerge en el Sínodo podrá llevarnos a la ruina o extendernos
una oportunidad invaluable. Sigo creyendo que en la retirada hacia el desierto
de la Contemplación encontraríamos, como siempre ha sido, el mejor contexto
para sellar la Alianza.
¿Qué ruptura tenemos por delante?
A esta altura del proceso
sinodal parece inevitable algún tipo de ruptura eclesial. De hecho desde mi
fuero más íntimo quisiera gritar: “¡Paren el Sínodo! ¡Deténganse! ¡Pongamos
este camino en receso, no nos apuremos, hagamos una pausa!” Pero es tan difícil
y requeriría un tan alto grado de humildad. Andamos bordeando el precipicio a
demasiada velocidad y cualquier llamado de atención, los entusiastas urgidos lo
hacen sonar a conservadurismo o cobardía. La caridad fraterna no está fina. La
tentación anda libre a sus anchas. ¡Ven. Espíritu Santo!
¿Qué ruptura tenemos por
delante? ¡Ojalá fuese una ruptura con esta dinámica secularizante y un retorno
al servicio del Depósito de la Fe! Esta ruptura en realidad ya ha sucedido. Hay
signos en la Iglesia de personas y comunidades enfocadas en lo que llamaría “la
reserva de la Fe”. Y para nada identificaría este espectro de pequeñas
comunidades por ahora inconexas en la práctica, pero comunicadas
subterráneamente en el Agua Viva del único y mismo Espíritu, con los mal catalogados
conservadores o tradicionalistas. No se trata ya de conservadores y
progresistas, sino de fidelidad o infidelidad a la Revelación de Dios. Más aún,
se trata de la profesión de una soteriología intramundana, restringida y que no
supera el horizonte del mundo y de la historia; o de una soteriología íntegra o
trascendente, que sin negar el peso de la historia, peregrina ardientemente
hacia la Gloria. El tema de fondo a mi ver es que la Iglesia contemporánea se
halla profundamente dividida acerca del modo de concebir la Salvación de Dios.
¿Qué ruptura tenemos por
delante? Existe la posibilidad de una ruptura y escisión formal de algún
sector. Incluso acecha el temor que Roma, guardiana de la Fe y por tanto de la
Unidad, pueda degradarse en Babel y que el mismo ministerio Petrino quede
afectado. Tal desafortunada ocasión marcaría un antes y después y extremaría
las oposiciones. ¿Acaso de nuevo haremos la traumática experiencia de dos Papas
reinantes en paralelo? ¿En serio tendremos en el futuro que decidirnos acerca
de quién es el auténtico? Y si las cosas no fuesen llevadas hasta el punto de
tamaña ruptura, existe la posibilidad que la hemorragia se prolongue largamente
en lo que algún autor ya ha llamado “la guerra civil interna” de la Iglesia.
Seguramente las persecuciones contra la Fe ya no habrá que esperarlas solo
desde fuera. Y aunque el panorama parezca demasiado apocalíptico, todo depende de
hasta dónde quieran llevar los Padres sinodales este Sínodo. Por ahora la barca
cruje y el agua entra inundándola.
¿Qué ruptura tenemos por
delante? El error y la herejía vuelven a infectar pestilentes el cuerpo
eclesial. Se presentan seductores y bajo camuflaje falso de Evangelio. Como
otros también me inclino a sostener que tenemos por delante un nuevo período
arriano, una presentación de Jesucristo que niegue su Divinidad o la piense
como disminuida o de orden no absoluto o exclusivo. En este caso no parece un
problema de teología intratrinitaria, sino la postulación de un Jesucristo
compatible y emparejado a otras divinidades, de tal forma que se pueda difundir
una nueva religión global, de diseño plural y sincretista, claro con teología
de cuño relativista.
¿Qué ruptura tenemos por
delante? Aún no lo sé, se está decidiendo en tiempos inminentes. Pero sin duda
algún tipo de ruptura será la consecuencia de haber permitido reingresar el humo
de Satanás en el recinto de la Santa Iglesia.
Hoy Señor, se nos niega la tierra,
ResponderBorraresa tierra firme que tus nos dejaste.
Tu espíritu no puede dividirse
Tu espíritu es el espíritu del Padre
Siempre como fuego sobre las cabezas
De quienes te sirven con firmeza
Tu espíritu nos guía
Con tu palabra sabia
El modo de concebir la Salvación
Siempre fue uno
Hacer tu voluntad… sin embargo Padre
Esta tierra tuya fruto de tu carne y de tu sangre
Hoy se nos niega.
Hoy se nos dice que eras solo un hombre
Hoy Señor ya no gobiernas los corazones de tu Iglesia
Poniendo asi nuestra infidelidad de manifiesto.
Simplemente Jesús porque molestas e incomodas
Contrapones el deseo inalcanzable de los hombres
Persecuciones en tu cuerpo desde fuera y dentro
hieren tu cuerpo hasta el cansancio
Hoy, Jesus, el divino, la ley, la medida
Hieren tu cuerpo con el error y la herejía.
El hombre decide lo que tu has dicho o no,
Existen tantas versiones mi Señor!
Relato, interpretaciones, de ti que has desaparecido por completo.
Camuflaje falso de Evangelio… te licuas en este dios hombre por ti creado
Que hoy más bien parece abandonado…
Tu mensaje de Salvación emparejado
Hoy a otras divinidades es igualado.
Matamos a los bebes, los enfermos y a los viejos.
La degradación humana es algo complejo…
No queremos ser inservibles
Como Iglesia la barca cruje
El silencio se queja…
Dios nos de tiempo para mejorar ;)
ResponderBorrarGracias P. Silvio