PROVERBIOS DE ERMITAÑO 5



Otro proverbio de ermitaño que nos ayuda a iluminar la convivencia, la vida eclesial, la experiencia comunitaria… “Cuando encuentres cristianos -si es que tú mismo estás libre de ese pecado, de esta tentación- pegoteados a indebidas apropiaciones”. Un pecado muy extendido y poco trabajado. Se enumeran algunos pegotes indebidos: poder, títulos, honor, privilegios, prerrogativas y la búsqueda de protagonismo. El deseo de estar encumbrado por encima de los demás ordenando mandón, exhibiéndose, pavoneándose con el pecho ancho: “¡Miren cuánto tengo, cuánto soy y qué alto estoy! ¡Cuántos títulos y honores he conseguido, cuántos privilegios detento!”.

Y esto, ¿puede suceder hasta en pequeñas cosas no? Le puede pasar a un clérigo o también a un laico. “¡Ah, yo tengo las llaves de la parroquia, entro y salgo cuando quiero!” No sé por qué las llaves funcionan como un fetiche de poder, ¿verdad? “¡Yo soy el coordinador de tal servicio o el referente de tal institución!”. “¡Y yo estoy cerca del entorno del Párroco o del Obispo! Yo tengo la información, yo decido, yo estoy justo donde se cocinan los asuntos de la comunidad… Soy uno de los que manejan todo.” En fin… ustedes podrán continuar con ejemplos supongo.

Si uno está libre de esta tentación, de este pecado, cuando halle hermanos que lo siguen viviendo hay que apiadarse. No tener lástima, tener piedad. No andan por buen camino, están atrapados en la seducción del mal. Se buscan a sí mismos. Aún no están maduros para vivir el amor, el servicio. Van a terminar usando a los demás en beneficio propio; manipulando, manoseando las situaciones, generando injusticias atrincherados en el poder. Si encontramos hermanos así hay que apiadarse y ayudarlos a sanar esa herida con el cauterio caritativo de la Cruz. Hay que encontrar la forma de volverles a anunciar a Jesús porque se han apartado de evangélica pequeñez.

En el Evangelio según San Mateo, el Señor Jesús gustaba de llamar a sus discípulos denominándolos como “los pequeños”, “los pequeños de mi Padre”. Se trata de los humildes, los simples y los transparentes. Son aquellos servidores que saben ubicarse en el último lugar como su Maestro y han aprendido a obrar “sin que la mano izquierda sepa lo que hace la derecha”. Los que ya acostumbran actuar donde solo el Padre ve, en lo oculto, y el Padre que ve en lo secreto les recompensará.

A quienes en la Iglesia se han apartado de evangélica pequeñez urge recordarles la Cruz, la sencillez del abajamiento y de la pobreza humilde de Jesús, quien siendo rico se hizo pobre, siendo fuerte se volvió débil y siendo grande se tornó pequeño. Ciertamente el Verbo de Dios se inclinó y se anonadó para poder rescatarnos y elevarnos.

Lamentablemente puede pasar –lo sé por una amplia experiencia fraterna y pastoral-, que nuestros hermanos no quieran sanar. Que no quieran convertirse al Evangelio de la humilde pequeñez y al cauterio ardiente de la Cruz. ¡Puede tristemente pasar que empecinados no quieran! Déjalos atrás. Sigue tu camino. Una vez que te apiadaste y te acercaste fraternalmente para sanar las heridas y corregir los errores, advirtiendo sobre las desviaciones que planta la tentación… llega un punto en el cual como enseñaba el Señor Jesús se hace la hora de sacudir el polvo de las sandalias y seguir caminando. No te detengas ni te quedes atado a la tristeza. Hiciste cuanto pudiste pero ahora te chocas contra la decisión de tus hermanos que se obstinan en perseverar en un sendero que los aparta de Dios y de su Gracia. No tengas culpa y queda en paz. Nunca dejes de encomendarlos a Dios y  anúnciales al partir que “su Reino sigue cerca”. Hoy no puedes saber qué sucederá en el futuro pero ya no está en tus manos sino en las del Señor. Sigue andando tu camino. Déjalos atrás en paz.

 


 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

EVANGELIO DE FUEGO 31 de Octubre de 2025