Despertar y comunicación. Sobre el inicio de la contemplación

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 "Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


 "Contemplar es despertarse al amor." Segunda canción donde se expresa la novedad de un nuevo estado.


Por la mañana quiero

escuchar tu voz

y así abrir mis ojos a tu amparo.

Darte mi corazón y recibir tu corazón;

y así ya ser uno en dos.

 

El alba es más clara

cuando Tú das amor

y se abre el horizonte de sentido.

Darte mi esperar y recibir tu esperar;

y así ser ya uno en dos.

 

Con las primeras luces

desear tu calor

y anhelar temblando ver tu rostro.

Darte mi mirar y recibir tu mirar;

y así ya ser uno en dos.

 

Despertarme inquieto

y abrazar tu sol,

respirar aliento de tu boca.

Darte mi soñar y recibir tu soñar;

y así ya ser uno en dos.

 

 


El despertarse del alma a la vida contemplativa es el despertarse de la vida al amor mismo, a la fuente de todo amor.

            Tras el despertarse a un nuevo estado, ya por la mañana de la nueva vida, quiere el alma escuchar la voz de su Señor, abrir los ojos a su Presencia y así colocarse toda ella bajo su dulce amparo. Entrar en comunicación viva e intensa con su Amado. Comunicación que engendra comunión, un vínculo cada vez más indisoluble.

            Contemplar es un ilimitado y gratuito intercambio en el amor. Contemplar es el encuentro de dos que buscan ser uno en el amor.

            Y la vida se clarifica, parece abierta a un comienzo nuevo tras la experiencia del amor con que el Amado ama al alma. Ese amor abre en el contemplador el horizonte que da sentido, significación y orientación al vivir. Intercambiando esperas, tiempos y ritmos profundizan la comunión el Amado Jesús y el contemplador. Así de a poco van alumbrando un latir al unísono.

            En la vida del Amado Jesús ya se va centrando la vida del contemplador. La identidad del contemplador ya queda unida a la identificación con el Amado.

            Vivir en presencia del Amado, bajo su cálido amparo, verlo rostro a Rostro y temblar frente a lo indecible de su ser. Ofrecerle la mirada para que él, Cristo Señor, le regale la suya al contemplador y así lo vea todo con ojos de Reino, con entrañas de Misericordia. Ser ya el contemplador de su Amador.

            Contemplar es despertarse inquieto el corazón al amor. Corazón despierto al amor que con inquietud creciente sólo busca abrazarse a Cristo Señor. Abrazarse a Cristo sol que sostiene e ilumina la vida. Respirar aliento de Cristo, recibir su Santo Espíritu. Intercambiar con Cristo el soñar, y así ser llevado a la comunión con el soñar del Padre. Despertarse amorosamente el corazón a la voluntad de Dios.

            Contemplar es despertarse al amor. Y quien despierta al amor ya no quiere dormir de nuevo el sueño de la ausencia del Amado. Quien despierta a la  contemplación, despierta al amor unitivo con Cristo; “despierta a Dios”.


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