Escritos espirituales y florecillas de oración personal. Contemplaciones teologales tanto bíblicas como sobre la actualidad eclesial.
¿SERÁ EL SÍNODO DE LA RUPTURA?
De
ayer a hoy
“Acerca de la sinodalidad que viene”, es el título esforzadamente prudente con el cual
encabecé un breve artículo que terminé de redactar el 29 de Noviembre de 2021 y
que aún permanece publicado en el portal católico de noticias “Verdad en
libertad” desde el 2 de Diciembre de aquel año. Era el primer tiempo de la
amplia consulta al Pueblo de Dios y sentía necesidad de dar algunas claves a mi
comunidad para introducirnos en el ejercicio del diálogo sinodal. Como hoy me
veo impulsado a repasar aquella reflexión y ofrecer otras consideraciones tras
el trecho de camino recorrido.
“La Iglesia contemporánea nos convoca a un renovado ejercicio de la
Sinodalidad. Esto supone, en principio, no pocas virtudes cristianas para que
el proceso sea fructuoso.” Tenía pues una clara conciencia hace un año que esta
herramienta dependía en parte de la calidad de la participación eclesial.
1. “Participación con espíritu de fe”, la primera virtud que enumeraba. Y rememorando mis
personales experiencias de asambleas eclesiales de todo tipo con gran presencia
de laicos afirmaba: “Falla la
representatividad y la preparación, suelen convertirse en sesiones de
opinología divagante o en una catarsis de frustraciones eclesiales más que en
un auténtico y maduro ejercicio de escuchar juntos al Espíritu Santo que nos
hace descubrir la Voluntad de Dios para su Iglesia.” Y en verdad al acceder
a las conclusiones de la etapa diocesana me temo que una vez más se ha
confirmado la estable tendencia a derivar hacia la opinología infundamentada,
la catarsis resentida y el libre comentario fuera de la regla o canon de la fe.
Ciertamente se han expresado aportaciones valiosas pero el método de
consignarlo todo sin distinguir ni su peso cuantitativo ni su calidad
evangélica ha resultado en una avalancha confusa de consignas que con mucha
dificultad podrían ser armonizadas en un sistema coherente. Un verdadero
desorden casi caótico donde algunas insistencias repetidas parecen provenir de
enfoques ideológicos extraeclesiales.
Además, aunque no me animé a
ponerlo por escrito, desde el comienzo de la convocatoria al Sínodo pensé que
no era el momento oportuno. Así lo comenté con allegados. La Iglesia se
encontraba en una profunda crisis, y su forma de responder a la pandemia lo
había evidenciado hasta lo impúdico. ¿Era el tiempo de convocar para intentar
abrir caminos por delante? Justamente la máxima Ignaciana reza: “En tiempos de
desolación no hacer mudanzas”. Intentar salir a la cancha con el equipo
desmembrado es temerario y poco razonable. Un tal apuro podría señalar otro
desorden, el de las pasiones.
“Este Gran Sínodo parte encima provocando algunos prejuicios. El
apresuramiento y escaso tiempo para elaborar la consulta como una sesgada
direccionalidad que parece ya inducir la respuesta que se quiere escuchar,
hacen que no pocos tengan desconfianza. Para algunos se trata solo de una gran
cortina de humo y para otros la oportunidad para introducir temas de la agenda
global del mundo en la consideración eclesial.” Cuando escribía este párrafo en 2021 apostaba por no
quedarnos en este planteo, superar la tentación e intentar una participación
madura y constructiva. Creo que pequé de ingenuidad. Hoy se percibe que todo
estaba más sesgado y digitado de antemano de lo que uno preveía. Tal vez la
candidez me llevaba a esperar que nadie se atrevería a actuar con descaro. Pero
cuando con algunos sabios y contemplativos clérigos y laicos nos preguntábamos
para qué semejante consulta cuando quizás el documento final ya estaba escrito,
tristemente no estábamos siendo presos de la paranoia del complot, sino
avizorando que el proceso estaba gravemente viciado de una direccionalidad
interesada. Sin embargo debo decir que se está dando más pelea de la que
imaginaba y que no está fluyendo suavemente. La creciente tensión interna en la
Iglesia sin embargo ahora amenaza con otro peligro: la ruptura.
2. “Fraternidad y humildad”,
la segunda virtud reclamada. En este aspecto realmente no hice más que algunas
piadosas exhortaciones quizás demasiado enfocado en mi propia comunidad. “A veces usamos nuestra larga historia de
participación en la Iglesia o los cargos que detentamos como una forma de poder
y manipulación. Pero debemos desnudarnos y entrar descalzos a la tierra sagrada
del diálogo con los hermanos para escuchar juntos la voz de Dios. Me invito e invito a todos a ingresar al
Sínodo como recién llegados. No desconocemos la historia y el valor de la
experiencia. Pero no por respetar aquello debemos convertirnos en cristianos
gastados y sin novedad. Debemos ayudarnos todos a reencender el amor primero y
a estar expectantes porque se nos revelará juntos la Voluntad del Padre.”
Constato que el gran problema
sigue siendo no escuchar la Voz de Dios. Nos empeñamos en que nuestra voz sea
escuchada porque es nuestra y tiene derecho. La voz del otro es valorada en
tanto sintoniza o antagoniza con mi voz. Las voces se reúnen para hacer fuerza
juntas en contra de otras. Por todos lados nuestras voces y las voces de fuera
de la Iglesia que aportan más confusión. Y muy pocos intentan discernir si en
estas voces que resuenan estridentes y gritonas perturbando la paz eclesial se
transmite y está presente en algún punto la voz del Señor. El drama de este
Sínodo parece ser justamente que la Voz de Dios está desaparecida. No podría
ser de otra forma, que su Voz quede censurada o tapada o impedida, pues desde
el comienzo hemos puesto en el centro nuestras voces.
3. “Búsqueda de la Voluntad de Dios”, la tercera virtud cristiana invocada. Permítanme aquí
una larga cita autoreferencial de aquel escrito de 2021.
“El Sínodo requerirá una adultez de vida cristiana que a veces lamentablemente
falta demasiado entre nosotros. No se trata de que todos podamos opinar y que
todas las opiniones -con secular y relativista tolerancia- queden a la par como
si todo valiese lo mismo. No se trata de estrategias rosqueras al estilo
político para imponer tal o cual posición. Ni se trata de alcanzar por votación
un consenso democrático. Se trata de escuchar juntos a Dios y de vivir según su
Santa Voluntad. Se trata de hablar con fundamento y expresar fielmente cada uno
lo que el Espíritu quiere expresar a través nuestro. Se trata de escuchar y
discernir lo que el Espíritu sopla cuando la Iglesia es convocada y reunida en
la Santísima Trinidad.
Temo sinceramente esa prédica de la opinión pública acerca de que la
consulta sinodal va a cambiar revolucionariamente a la Iglesia introduciendo
modernizaciones que el mundo aclama. Temo que no seamos servidores de la Verdad
del Evangelio y que nos dejemos seducir recortando o retorciendo la Verdad que
Dios nos ha comunicado para la Salvación.
Me invito entonces e invito a todos a ser enteramente fieles a la Voluntad
de Dios contenida en el Sagrado Depósito de la Fe (Escritura y Tradición) que
el Magisterio debe guardar, conservar y transmitir con fidelidad. Busquemos
juntos una fidelidad creativa y una creatividad fiel para que el Evangelio sea
anunciado gozosa y eficazmente a toda la humanidad.”
Nada que agregar. De ayer a hoy
los mismos temores, idénticas peticiones y una oración más intensa para que no
caigamos en la tentación.
4. “En un clima orante”,
la cuarta virtud suplicada. Y otra vez les pido toleren una cita extensa.
“La espiritualidad en el camino del Sínodo es relevante. Tenemos que
prepararnos con intensa e insistente oración. Porque la clave es escuchar a
Dios y escucharlo juntos. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos conduzca.
Primero será necesario despojarnos de traumas, heridas, caprichos y todo lo que
nos impida escuchar de verdad. Debemos abandonar cualquier pretensión de
imponer lo nuestro. Simplemente debemos hacernos dóciles y disponibles a la
Voluntad de Dios. Y esto no se puede alcanzar sin mucha oración personal y
comunitaria, sin frecuente Adoración Eucarística y participación en la Santa
Misa, Pascua del Señor.
Por eso personalmente juzgo que aquellos miembros de la comunidad cristiana
que mejor cultiven el trato con el Señor estarán más capacitados en el Sínodo
para expresar lo que Dios quiere y para escuchar lo que Dios quiere.
Me invito e invito a todos a no ingresar al Sínodo sin cultivar un intenso
y cotidiano diálogo con Dios. Sin oración personal y comunitaria sembraríamos
confusión y tendríamos escaso discernimiento eclesial. Sin oración haríamos del
Sínodo un evento de secularización mundana. El Sínodo depende en gran manera
del estado saludable a nivel espiritual de quienes participen.”
Paradojalmente, vivimos en una
época que busca espiritualidad y en una Iglesia que ha dejado de cultivarla
como otrora. Este déficit de ascética y mística vividas con seriedad, esta
propensión secularizante a la politización mundana de la vida eclesial, esta
encrucijada que emerge en el Sínodo podrá llevarnos a la ruina o extendernos
una oportunidad invaluable. Sigo creyendo que en la retirada hacia el desierto
de la Contemplación encontraríamos, como siempre ha sido, el mejor contexto
para sellar la Alianza.
¿Qué ruptura tenemos por delante?
A esta altura del proceso
sinodal parece inevitable algún tipo de ruptura eclesial. De hecho desde mi
fuero más íntimo quisiera gritar: “¡Paren el Sínodo! ¡Deténganse! ¡Pongamos
este camino en receso, no nos apuremos, hagamos una pausa!” Pero es tan difícil
y requeriría un tan alto grado de humildad. Andamos bordeando el precipicio a
demasiada velocidad y cualquier llamado de atención, los entusiastas urgidos lo
hacen sonar a conservadurismo o cobardía. La caridad fraterna no está fina. La
tentación anda libre a sus anchas. ¡Ven. Espíritu Santo!
¿Qué ruptura tenemos por
delante? ¡Ojalá fuese una ruptura con esta dinámica secularizante y un retorno
al servicio del Depósito de la Fe! Esta ruptura en realidad ya ha sucedido. Hay
signos en la Iglesia de personas y comunidades enfocadas en lo que llamaría “la
reserva de la Fe”. Y para nada identificaría este espectro de pequeñas
comunidades por ahora inconexas en la práctica, pero comunicadas
subterráneamente en el Agua Viva del único y mismo Espíritu, con los mal catalogados
conservadores o tradicionalistas. No se trata ya de conservadores y
progresistas, sino de fidelidad o infidelidad a la Revelación de Dios. Más aún,
se trata de la profesión de una soteriología intramundana, restringida y que no
supera el horizonte del mundo y de la historia; o de una soteriología íntegra o
trascendente, que sin negar el peso de la historia, peregrina ardientemente
hacia la Gloria. El tema de fondo a mi ver es que la Iglesia contemporánea se
halla profundamente dividida acerca del modo de concebir la Salvación de Dios.
¿Qué ruptura tenemos por
delante? Existe la posibilidad de una ruptura y escisión formal de algún
sector. Incluso acecha el temor que Roma, guardiana de la Fe y por tanto de la
Unidad, pueda degradarse en Babel y que el mismo ministerio Petrino quede
afectado. Tal desafortunada ocasión marcaría un antes y después y extremaría
las oposiciones. ¿Acaso de nuevo haremos la traumática experiencia de dos Papas
reinantes en paralelo? ¿En serio tendremos en el futuro que decidirnos acerca
de quién es el auténtico? Y si las cosas no fuesen llevadas hasta el punto de
tamaña ruptura, existe la posibilidad que la hemorragia se prolongue largamente
en lo que algún autor ya ha llamado “la guerra civil interna” de la Iglesia.
Seguramente las persecuciones contra la Fe ya no habrá que esperarlas solo
desde fuera. Y aunque el panorama parezca demasiado apocalíptico, todo depende de
hasta dónde quieran llevar los Padres sinodales este Sínodo. Por ahora la barca
cruje y el agua entra inundándola.
¿Qué ruptura tenemos por
delante? El error y la herejía vuelven a infectar pestilentes el cuerpo
eclesial. Se presentan seductores y bajo camuflaje falso de Evangelio. Como
otros también me inclino a sostener que tenemos por delante un nuevo período
arriano, una presentación de Jesucristo que niegue su Divinidad o la piense
como disminuida o de orden no absoluto o exclusivo. En este caso no parece un
problema de teología intratrinitaria, sino la postulación de un Jesucristo
compatible y emparejado a otras divinidades, de tal forma que se pueda difundir
una nueva religión global, de diseño plural y sincretista, claro con teología
de cuño relativista.
¿Qué ruptura tenemos por
delante? Aún no lo sé, se está decidiendo en tiempos inminentes. Pero sin duda
algún tipo de ruptura será la consecuencia de haber permitido reingresar el humo
de Satanás en el recinto de la Santa Iglesia.
Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (11)
Una Alianza Eterna
Según la
profecía de Ezequiel –retomando el tópico ya tratado por Jeremías de la Alianza
Nueva grabada en el corazón-, Dios devolverá a su tierra a un Nuevo Israel y
pactará con él una Alianza Eterna, pondrá su Santuario en medio de ellos para
siempre. El anuncio de esta Alianza queda enmarcado en la temática más general
del fin del exilio y del regreso a la tierra. Y también en Ezequiel se adjunta
la noticia de volver a ser un solo Pueblo, superando la división histórica de
los dos reinos de Judá al Sur e Israel al Norte. En una acción simbólica se
expresa este designio de Dios.
“La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos
términos: Y tú, hijo de hombre, toma un leño y escribe en él: «Judá y los israelitas
que están con él.» Toma luego otro leño y escribe en él: «José, leño de Efraím,
y toda la casa de Israel que está con él.» Júntalos el uno con el otro de
suerte que formen un solo leño, que sean una sola cosa en tu mano. Y cuando los
hijos de tu pueblo te digan: «¿No nos explicarás qué es eso que tienes
ahí?», les dirás: Así dice el Señor
Yahveh: He aquí que voy a tomar el leño de José (que está en la mano de Efraím)
y las tribus de Israel que están con él, los pondré junto al leño de Judá, haré
de todo un solo leño, y serán una sola cosa en mi mano. Los leños en los cuales
hayas escrito tenlos en tu mano, ante sus ojos, y diles: Así dice el Señor
Yahveh: He aquí que yo recojo a los hijos de Israel de entre las naciones a las
que marcharon. Los congregaré de todas partes para conducirlos a su suelo.” (Ez
37,15-21)
La profecía
sobre la Alianza definitiva también se da en un “contexto de dones salvíficos”
que Ezequiel va entretejiendo para mostrar el proceso o dinámica de la obra del
Señor.
“Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en
los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a
formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos. No se
contaminarán más con sus basuras, con sus monstruos y con todos sus crímenes.
Los salvaré de las infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán
mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para
todos ellos el único pastor; obedecerán mis normas, observarán mis preceptos y
los pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob,
donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de
sus hijos, para siempre, y mi siervo David será su príncipe eternamente. Concluiré
con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los
estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para
siempre. Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y
sabrán las naciones que yo soy Yahveh, que santifico a Israel, cuando mi
santuario esté en medio de ellos para siempre.” (Ez 37,22-28)
Prestemos
atención a la siguiente concatenación virtuosa:
- El anuncio de la restauración del único Reino de un único
Pueblo. Será superada la división entre los hermanos y reinstalada la
convivencia fraterna.
- El anuncio del fin del exilio en Babilonia y del regreso a la
Tierra de las Promesas para habitarla, dando continuidad y nuevo comienzo
a su identidad de Pueblo elegido.
- La purificación que quitará las basuras (idolatrías y
pecados) con los cuales han contaminado el corazón. Y serán mi pueblo y yo seré su Dios.
- La promesa del Mesías-Pastor que conducirá y cuidará al
Pueblo para que permanezca en la Alianza definitivamente.
- La Alianza Nueva será una Alianza de Paz. Porque el clásico
“shalom” expresa la saciedad y disfrute de los bienes y gozos salutíferos,
lo cual es consecuencia de la Alianza sellada con Dios y vivida en
fidelidad.
- La Alianza Nueva será una Alianza Eterna. El signo de tal
estabilidad es que el Señor pondrá su Santuario en medio de su Pueblo para
siempre. Y por esta Morada Suya en medio de ellos, santificará Dios a su Pueblo.
Prontamente
trataremos el tema del Templo Nuevo con mayor detalle. Pero podemos anticipar
que en esta línea de “interiorización” tanto de Jeremías como de Ezequiel, ya
se preparan las cristianas nociones neotestamentarias de “gracia” e “inhabitación”.
El conjunto de
la perícopa –además de hacer síntesis sobre tópicos que se venían elaborando-,
logra entretejer con habilidad la descripción realista de un proceso de
espiritualidad: el llamado a volver a la identidad fundante o gracia de los orígenes,
la regeneración o renovación vocacional, la purificación o conversión, la guía
y animación pastoral del camino, la Alianza o Unión con Dios a la cual tiende
todo el proceso, los efectos salutíferos de tal Unión y la Unión como una
realidad que aspira a ser estable y permanente.
Una Alianza grabada y sellada conviviendo en Amor
El sendero de “interiorización”
de la experiencia religiosa va desvelando que la gloria del Pueblo no se
encuentra en la tierra, el templo y el rey, sino que su gloria es el mismo Dios.
Esto que parece una obviedad no lo es tanto. ¿Cuántas veces nos hemos
focalizado en las “gracias de Dios” perdiendo como centro y eje la Unión con Dios
mismo? Parafraseando algún dicho podríamos decir: “no las cosas de Dios sino el
Dios de las cosas”. No busques al Señor por lo que pueda darte para ti, sino búscalo
como quien quiere darse a Sí mismo a ti y encuéntralo entregándote tú a Él.
Una de las
primeras cosas que se le debe señalar a quien quiera crecer en la vida interior
es a despojarse de expectativas y a no ponerse ya en el centro. Así comenzamos
de seguro, hablando de nosotros, presentando nuestra vida, rogando por nosotros
o agradeciendo por lo que está sucediendo en nuestra historia. Y eso está muy
bien, razonablemente bien para los inicios pero no para crecer. ¿Amamos al Señor
por lo que pueda darnos y hacer en nuestra vida, o sea no avanzamos más allá
del círculo de nuestros intereses? ¿O podremos dar el paso también de amarlo
por Él mismo, amarlo no solo por lo que provee, sino desearlo y amarlo a Él?
Tierra, templo
y rey, signos del Amor de Dios por su Pueblo, finalmente también se
transformaron en ídolos, desplazando al Dios único y verdadero. Por eso fueron
dejados en desnudez y llevados a la intemperie del desierto en el exilio. ¿Para
qué? ¿Era un Dios despechado y vengativo el que los castigaba abandonándolos? ¿O
era el Padre del Pueblo que les estaba diciendo: donde tú vayas Yo estaré
contigo, y aunque te falten tierra, templo y rey, nunca te faltare Yo? ¿Acaso
no te es suficiente que Yo sea tu Tierra de las Promesas, tu Templo y Santuario
Viviente y tu Rey Pastor? ¿No te das cuenta aún que si me tienes a Mí lo tienes
todo y que al enfocarte en las realidades creadas que realicé para ti y te las
regalé, si te olvidas por ellas de Mí lo pierdes todo? ¿Qué es más valioso: el
río que corre deslumbrante frente a tus ojos o la Fuente secreta y escondida
desde la cual brota y que lo nutre inagotable? Sin la Fuente no hay río, y te parecerá
haber sido solo un espejismo cuando se seque y te halles en medio del desierto.
Esta pedagogía
de la “interiorización” apunta pues al vínculo de Unión y a poner en el centro
de la experiencia religiosa el trato de Amor con Dios. La Alianza se sella y
graba en lo profundo del corazón por la permanencia en la convivencia. Indica
que todo el proceso alcanzará madurez, estabilidad y plenitud que sacia, cuando
la gratuidad se vaya haciendo habitual. Por lo pronto aquí está Dios mostrándole
a su Pueblo que permanece con él cuando ya no tiene nada, cuando parece que ya
no es nada. Lo sigue hasta el desierto del exilio y allí quiere convertirse en
su Morada. Se acerca a convivir con ellos sin ningún interés para Sí porque los
ama y elige. Por su fidelidad espera que el Pueblo aprenda a desembarazarse de
todos sus pegotes para quedarse con quien verdaderamente es Fuente y Tesoro.
Quizás en esta
hora tan crítica de la Iglesia Peregrina, el resurgimiento de la vida
contemplativa destelle como resguardo y oportunidad de rescate, además como
profecía que exhorta a volver a Dios por Él mismo. La mística cristiana que
busca la Unión, siempre ha sido el más poderoso remedio para revertir el obsesivo
impulso del Adán pecador a ponerse idolátricamente en alto y en el centro.
Cuando la Iglesia
deja de vivir para y por su Señor, desde y hacia su Dios, vive para sí misma, simplemente
se ha distanciado y ya no convive con su Esposo. Y tarde o temprano se dará
cuenta que está desnuda y frágil en el desierto del mundo que la ha fascinado
engañosamente. Tendrá hambre pero sus apetitos sin purificar le harán devorar
desesperadamente aquello que no solo no nutre, sino que al traspasar el paladar
no sienta bien, cae mal y enferma. Pero no estará sola. Dios no abandona y fiel
la ama gratuitamente porque la ha elegido como suya en el Amor. Tal vez entonces
recapacite y conmoviéndose comprenda: “Solo Dios basta”.
PROVERBIOS DE ERMITAÑO 3
Este proverbio de ermitaño
parte de la experiencia eclesial vivida. En esta Iglesia que peregrina en la
historia podemos encontrarnos con personas –hermanos nuestros cristianos-, que
no cultiven la humildad, ni busquen ocupar los últimos lugares pasando
desapercibidos o siendo simplemente servidores; sino que vayan tras el poder,
el protagonismo, procurando establecerse por encima del otro, ávidos de fama y
quizás también de enriquecimiento. Viven la Iglesia como una carrera por el
encumbramiento con afán de títulos y honores.
Hermanos así podremos encontrar
siempre en la vida de la Iglesia que peregrina en la historia. Por
misericordia, para ayudarlos, sanarlos y rescatarlos, hay que predicarles la
humildad. ¿Y qué mejor forma que volver a anunciarles a Jesucristo anonadado, abajado
y humilde, contemplándolo en el Pesebre, la Eucaristía y la Cruz? Se les debe
predicar a nuestros hermanos cuando pierden la humildad del servidor y empiezan
a buscarse a sí mismos, su protagonismo y su poder, al Señor Jesús, el humilde
Siervo. Puede ser que los hermanos rechacen este Evangelio de la pequeñez, de
la simplicidad y la minoridad. Se empeñen en su carrera de encumbramiento y
empoderamiento en títulos, honores, cargos y reconocimientos. Bien, seguiremos
caminando junto a los hermanos sin separarnos pero sin convalidar lo que
apetecen. Sin convalidar su mentalidad desmesurada y sus búsquedas impropias
del camino del Evangelio. Caminaremos sin separarnos pero sin convalidarlos.
Seguiremos anunciando el Evangelio del Jesús humilde en Pesebre, Eucaristía y
Cruz.
Mi experiencia lamentablemente me
dice que, si estos hermanos a quienes les falta la humildad del servidor pobre
y simple –sobre todo si ya están muy encumbrados en altos cargos, con grandes
honores y detentan mucho poder-, lo mejor es apartarse, tomar distancia,
alejarse. Quizás ya su forma de vida está muy cristalizada, consolidada y
amañada. En este sentido, a pesar de tener un alto cargo y dignidad, resultan
impostores –aunque el lenguaje resulte duro-, porque no quieren vivir y
convertirse al Evangelio del Siervo humilde y pobre que es el Señor Jesús. Y
van a intentar ponerte trampas, seducirte y cautivarte. O si intentas
predicarles el Evangelio para con misericordia alcanzarles alivio, sanación,
corrección y orientación, lo más probable es que descarguen su ira contra ti,
que no soporten este anuncio y te persigan.
Bueno, sé que no es el rostro
más amable pero la vida de la Iglesia que peregrina en la historia también
tiene estos rostros, frutos amargos de nuestros pecados sin conversión. Hagamos
penitencia.
PROVERBIOS DE ERMITAÑO 2
En las relaciones fraternas, en
la vida comunitaria, en la vida de la Iglesia debemos tender a buscar la
voluntad de Dios siempre y en todo. Esa recta intención asegura la acción del
Espíritu Santo; asegura que esa acción quede lejos de tentaciones y
contaminaciones. Buscarse a sí mismo, complacerse en sí mismo es el gran
peligro. Ustedes me entienden: el protagonismo, el exhibicionismo, el querer
ser aplaudidos, reconocidos, recompensados, el poder, en fin, las diversas
formas de ponerse a uno en el centro y no ponerlo a Dios. En la vida cristiana y
fraterna tenemos que hacer el esfuerzo constante de purificar nuestras
intenciones y motivaciones. Buscar la voluntad de Dios, por encima de todo, la
voluntad de Dios. Morir a la búsqueda y a la complacencia en uno mismo. Una
persona solo así anda en buen espíritu, unos vínculos fraternos así en buen
espíritu también. Una comunidad bajo esta regla -buscar siempre y en todo, la
voluntad de Dios-, permanece en buen espíritu.
PROVERBIOS DE ERMITAÑO 1
“El verdadero siervo inútil, pobre y humilde”, expresión
que remite a los dichos del Señor Jesús acerca del servidor que no necesita que
se le agradezca, pues tan solo ha hecho cuanto se le ha encomendado. También
expresión que remite a la espiritualidad propia del Pobrecito, de San Francisco
de Asís.
“El verdadero siervo inútil, pobre y humilde, solo
atesora la Unión con su Amado y Esposo”, vive para esa Unión. En el sustrato y
cimiento de su vida, en lo alto de la cima, en todo el trayecto, pone como
prioridad y sentido la Unión con Dios, la Unión con su Amado y Esposo. ¡Para
eso vive! Como para llevar en sí, atesorándolas como un honor y
privilegio, “heridas vivas y cicatrices
de la Cruz”.
Recuerdo a San Pablo, sobre aquello de que aún falta que
completemos en nosotros, en el Cuerpo de la Iglesia, lo que falta a los
padecimientos de Cristo, nuestra Cabeza. Lo que de su Pasión debe ser
completado en los creyentes. Y aquello otro de que ya no me molesten más porque
llevo en mí las cicatrices de Jesús.
No de un modo enfermizo –masoquista-, pero: ¿no es hermoso
poder mostrar en la vida de uno las cicatrices de los combates por fidelidad al
Señor Jesús? ¿No es como un honor y privilegio portar sobre nuestra pobre vida
las consecuencias de haber cargado la Cruz junto al Señor, de haber sido
perseguidos en su Nombre? ¿No hay belleza para nosotros –los cristianos- en los
rastros del testimonio de Jesús?
¡Qué bueno poder atesorar la Unión con Dios, Amado y
Esposo! ¡Atesorar esas cicatrices que han quedado en nosotros por ser fieles a
Cristo, por compartir su Cruz!
Ezequiel: vivir según Dios en una tierra extraña (10)
Ven Espíritu, sopla y que revivan estos muertos
Aunque el
profeta Ezequiel haya enrostrado a las clases dirigentes su mala praxis en el
pastoreo del Pueblo, sin embargo también anuncia a esos mismos culpables
–exilados en Babilonia- que pueden llegar a ser el Resto de Yahvéh, Resto Santo, si se dejan purificar y llenar de
vida en el Espíritu (37,1-14). Contemplemos
la famosa visión acerca de una multitud de huesos secos.
“La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu,
Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos. Me
hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy
numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos. Me dijo:
«Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?» Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes.»
Entonces me dijo: «Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad
la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a estos huesos: He aquí que yo
voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis. Os cubriré de nervios,
haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu
y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh.»
Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras
yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se
juntaron unos con otros. Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne
salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos. El me
dijo: «Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así
dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos
muertos para que vivan.» Yo profeticé
como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se
incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército.” (Ez 37,1-10)
Analicemos
sumariamente algunos elementos significativos:
- La contraposición “huesos-Espíritu”. Evidentemente son los
dos términos más notorios y cruciales en la narración de la visión,
reapareciendo múltiples veces como tema central. Acerca de los “huesos”
(seláh) se dice que son numerosos pero están secos, muertos y sin vida,
además de dispersos y aislados. Habría que entenderlos también en el
sentido de costillar o esqueleto o estructura ósea.
El “Espíritu” evidentemente hace referencia al soplo divino, al
soplo del Dios Viviente que anima la vida. También se identifica con el viento
del desierto y la estepa que llega sorpresivo y envolvente, a quienes los
Patriarcas denominaban “ruáj”. Acerca de él se afirma que actúa en el profeta
bajo el lema: “me sacó y me puso”. El hombre de Dios se halla pues bajo su
influjo y es solo en el Espíritu que desarrolla su ministerio profético. Pero
también es a quien se le encarga convocarlo: “Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para
que vivan”. Es decir desde los cuatro puntos cardinales, desde todos lados.
Es el Espíritu que dio vida a cuanto existe y que es universal, está actuando
en toda la creación. Evidentemente Ezequiel hace referencia a aquella
cosmogonía que quedará plasmada en los relatos del Génesis, acerca de los
orígenes de todo ser vivo y del hombre.
El Espíritu vendrá sobre los huesos en un proceso de reavivamiento
que comienza por el ruido y el estremecimiento conjuntos al inicio de la
locución profética que es Palabra de Dios. El primer efecto de la primera
palabra profética será que los huesos vuelven a juntarse, es decir vuelven a
ser una estructura capaz de sostener el cuerpo, y entonces crece la carne, los
nervios y la piel. Aquella multitud de huesos dispersos y aislados es
reintegrada a la unidad. Un segundo momento de la palabra profética impetra al
Espíritu para que entre en ellos y cobren vida. Así se afirma que sin el soplo
divino no hay vida. Y el Espíritu se “infunde y entra”, interioriza la vida
divina.
- Quisiera resaltar el uso de algunos verbos. “Saber-conocer”. El profeta no sabe si podrán
revivir aquellos huesos (v.3) El Señor por su obra hará que sepan, tanto
el profeta como el Pueblo, que Él es Dios (v.6.13.14).
“Entrar-venir”. Para expresar la
venida del Espíritu (v.5.9-10). Se trata en términos posteriores de la teología
de una “inhabitación”. Se infunde y se hace interior al hombre.
“Salir-llevar”. Fruto de la
acción del Espíritu: la vuelta a la
vida-tierra-identidad (v.12). Como al profeta “lo sacó y lo puso”, al Pueblo
también.
No debe interpretarse entonces este pasaje en el
sentido de la resurrección de la muerte, sino en cuanto restauración del
proyecto de Dios sobre el Pueblo que se encuentra exilado en Babilonia. Allí
son comparables con huesos secos y dispersos a los cuales les falta vida. Pero
el Señor quiere restablecerlos en la unidad y ponerlos de nuevo en pie
comunicándoles su Espíritu. Entonces podrán caminar.
La descripción de la visión es completada con la
Palabra del Señor que explicita su significado.
“Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son
toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se
ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros. Por eso,
profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras
tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al
suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os
haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y
viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y
lo hago, oráculo de Yahveh.»” (Ez 37,11-14)
El sentido pues de esta profecía es el anuncio del fin
del destierro. El exilio concluirá y dará lugar a una nueva Creación, un nuevo
comienzo, una nueva Alianza. Esta será la obra de Dios que al interiorizar su Espíritu
hará que el Pueblo mismo se convierta en el Nuevo Templo de su Vida y Gloria. En
el fondo es más que un oráculo de restauración, pues no se repite el pasado. El
futuro desvelará la Alianza Nueva y definitiva, grabada en el corazón, realidad
interior animada por el Espíritu.
La perícopa nos deja entrever el rol de los personajes en
la trama histórica.
Yahvéh es el
Señor de la historia de su Pueblo que con sabiduría traza caminos de
crecimiento, purificación y plenitud.
El Espíritu es
quien restaura, revive y reanima la identidad o proyecto del Pueblo de Dios. Cuando
todo parece perdido, cuando se presagia el fin y la disolvencia del Pueblo, posibilita
un nuevo y mejor comienzo verdaderamente insospechado.
El Profeta escucha
Israel-Huesos es el número de los desterrados en
Babilonia que se están resecando y muriendo. Desconectados y dispersos se
debilita su Fe en el Señor. El clima de época podría describirse con la
siguiente adjetivación: desesperanza, descreimiento, fracaso, frustración, desunión
y pérdida identidad.
En algún momento hemos afirmado que Ezequiel, el profeta-centinela,
también es como una suerte de “maestro de novicios” que le enseña al Pueblo en
medio de una tierra extraña y de una aparente cancelación de la Alianza, cuál
es el sentido de su actual padecimiento, cómo mantenerse fiel al Señor y qué
esperar de Él. Así el pasaje de los huesos secos se vuelve una maravillosa parábola
de la purificación necesaria para un crecimiento novedoso y un salto de calidad
impresionante: el Espíritu será interiorizado, pondrá en pie la estrucutura o
esqueleto del cuerpo del Pueblo, le pondrá alma y vida y entonces podrán
caminar como un ejército victorioso en la Alianza Nueva del Señor que no
abandona.
Ven,
Espíritu Santo, sopla sobre tu Iglesia y vivirá
Desde la década del noventa, a fin del siglo XX,
intuyo que el exilio es el modelo o paradigma bíblico que mejor nos ayuda a
interpretar la realidad de estos tiempos. Pues en el contexto de un intento de “refundación”
de la vida religiosa, se comenzó a hacer oír esta idea: ya no es el éxodo cual
gesta liberadora, que animó no poca literatura teológica y espiritual de los
setenta y ochenta en Latinoamérica; sino el exilio del Pueblo de Dios en medio
de un mundo pluricultural y signado por la nueva era de una religiosidad
neo-pagana resurgente, el horizonte que se bosqueja por delante.
Aquella tímida e inicial pincelada descriptiva ha
sido ampliamente superada –dos décadas después- por la realidad de un
relativismo disolvente de toda referencia, la adolescente y patética efervescencia
de un culto romántico y suicida al nihilismo, como una gobernanza mundial bajo
simulada participación democrática –que las masas desmovilizadas ya no compran-
y que esconde en su fondo el verdadero poder de grupos económicos y tecnocráticos
de insospechadas conexiones y planificación secreta.
¿La Iglesia está perdida? Si el interrogante es
interpretado como: ¿es el fin de la Iglesia y del cristianismo? Mi respuesta
contundente es, no. Se trata de una cuestión de fe. La Iglesia está en manos de
Dios, principalmente en sus manos, y los hombres de este mundo no podrán
destruir la sólida Ciudad Celeste de cimientos luminosos que construye. El Señor
no dejará de suscitar santos.
Pero si quieres comprenderla de este modo: ¿la Iglesia
está desorientada y sin rumbo? Mi respuesta entonces claramente es, sí. Percibo
una creciente disolvencia de su identidad en una entrega al mundo de sus
contemporáneos que termina en traición de su misión. Porque se advierte un
neo-arrianismo, una frágil confesión de la Divinidad de Jesucristo, una pobre y
balbuceante aclamación de su centralidad exclusiva en materia soteriológica. Con
pretexto de falso diálogo y tolerancia se pretende encubrir la pérdida de la Fe.
El Misterio Trinitario mismo va siendo
alcanzado y con ello toda la doctrina bíblica sobre la cosmogonía creacional y el
destino de una Comunión Eterna van siendo puestos en jaque. Y todo con pretensión
de discernimiento. Un discernimiento tal no es más que el discernimiento de
quien ha sido tentado y no se ha dado cuenta del engaño en el que ha caído.
“Restablecer”, me parece una palabra eclesial
urgente. Restablecer la sana doctrina. Restablecer la fe y costumbres contenidas
en el tesoro de la Tradición Apostólica viva. Restablecer la adhesión de mente
y corazón, el obsequio obediencial en amor de nuestra fe al Depositum Fidei. Restablecer
el cuidado solícito y la actualización fiel y presentación oportuna del dato
revelado. Restablecer el anuncio humilde pero triunfal del Evangelio Eterno, Jesucristo
Resucitado, Señor de cielos y tierra. ¿Quién podrá realizar semejante obra?
¿Acaso no se encuentra la Iglesia peregrina como
multitud de huesos resecos, dispersos y sin vida, desparramados en la desertificación
del mundo? ¿Quién podrá ponerlos en pie, reintegrarlos en la unidad, darles de
nuevo la capacidad de ser una estructura de identidad que sostenga la vida? ¿Podrá
revivir esta Iglesia desorientada y agonizante? Insisto: ¿quién podrá hacerlo?
“Ven Espíritu Santo: sopla, entra, transforma,
revive, reanima, conduce, libera.” Es imprescindible llamarlo en esta hora: “Ven,
Espíritu de Dios. Sácanos de la tumba sombría y fría hacia la Luz cálida y resplandeciente
de una Alianza Nueva. Haz de tu Pueblo peregrino en la historia el Templo de la
Gloria del Señor que quiere salvar al mundo entero e introducirlo en su eterna Comunión
de Amor.
PROVERBIOS CON LUZ DE AMOR Contemplar
CONTEMPLAR
1. Contemplar es desatarse en uno un profundo y ardiente
deseo de amor.
2. Contemplar
es buscar en todo y tras de todo el Rostro luminoso de Cristo.
3. Contemplar
es entrar el alma en comunicación viva e intensa con su Amado. Comunicación que
engendra comunión, un vínculo cada vez más indisoluble.
4. Contemplar
es un ilimitado y gratuito intercambio en el amor.
5. Contemplar
es el encuentro de dos que buscan ser uno en el amor.
6. Contemplar
es ir alumbrando un latir al unísono con el Señor Amado.
7. Contemplar
es ser ya el contemplador de su Amador.
8. Contemplar
es despertarse amorosamente el corazón a la voluntad de Dios.
9. Contemplar
es despertarse al amor. Y quien despierta al amor ya no quiere dormir de nuevo
el sueño de la ausencia del Amado. Quien despierta a la contemplación, despierta al amor unitivo con
Cristo; “despierta a Dios”.
10. Contemplar
significa que el alma, enamorada e inquieta, sólo halla reposo y sosiego en
presencia de su Señor.
11. Contemplar
es desear el alma, simple pero radicalmente, ser de su Señor.
12. Contemplar
es lanzarse confiado a los brazos amorosos del Señor y así, abrazado, reconocer
y saborear su Señorío sobre toda la vida y aún sobre la muerte.
13. Contemplar
es de tanto ser amada el alma llegar a participar del mismo Amor que la ama.
Llegar a ser del Amor y desde el Amor es el camino del alma.
14. Contemplar
es búsqueda y hallazgo en amor. Búsqueda de dos que quieren hallarse para
donarse uno al otro.
15. El
contemplador busca encontrarse gratuitamente en amor con su Amado y Señor, quien
sabe lo está buscando para encontrarse gratuitamente en amor.
16. Amor
que va detrás de amor, el del Señor siempre primero en dar y recibir, es el
contemplar.
17. Contemplar
es el maravilloso encuentro de dos que se buscan para amarse gratis.
18. Contemplar
es vivir para el encuentro con el Amado y nada más.
19. Contemplar
es llevar el contemplador en sí las huellas vivas del trato con su Amado.
20. Contemplar
es desear ser uno y participar en cuanto criatura de la correntada infinita de
amor y vida del Amado.
21. Contemplar
es querer ser desbordado por el amor de Dios.
22. Contemplar
es querer recibir al Señor de modo desbordante; entrar en comunión con el Amado
hasta ser alcanzado “en arras y primicia” por esa intensa y sobreabundante
comunión solo propia de la Bienaventuranza eterna.
23. Contemplar
es mirarse en el espejo del Amado.
24. Contempla
el Espejo donde se muestra el rostro Trinitario, la perfecta e infinita
comunión de las tres Personas divinas.
25. Contempla
el Espejo donde el rostro de Cristo Señor transparenta el rostro del Padre
Dios. Espejo que ilumina y enceguece y abre el panorama al misterio de una
comunión indecible.
26. Contempla
el Espejo divino que invita a la participación y nos regala primicias por el
don del Espíritu Santo. ¡Oh Espejo irrechazable!
27. Tú
mira el Espejo donde puede contemplarse la centralidad de la Cruz.
28. Cruz,
siempre la Cruz. El Espejo nos devuelve la Cruz para despejarnos el itinerario
del contemplar.
29. La
unión con Dios no se realiza sino por la Cruz y solo por la Cruz.
30. Pasar
la vida entera por la Cruz por amor al Amado es verdadera contemplación.
31. La
oración contemplativa es un regalo que se nos da para aprender a ver en toda
circunstancia y en todo rostro al Amado en Cruz y amarlo allí con todas
nuestras fuerzas.
32. Contempla
quien ora viviendo y vive orando a los pies del Amado en Cruz.
33. ¡Oh
Santa Cruz¡ Imagen central del Espejo que atrae al contemplador con fuerza
irresistible y lo invita a participar del Amor Eterno.
34. Contemplar
es tener la vista fija en el eterno Espejo de Amor y dejarse modelar a su
imagen.
35. Contemplar
es unión de contrastes; admirada experiencia de la disparidad y la desproporción.
36. Contemplar
es un llamado a la unión que suena desproporcionado y se agradece.
37. Dejar
que el Amado lo sea todo porque verdaderamente lo es. Dejarse el contemplador
ser nada porque verdaderamente lo es. Nada de la nada del contemplador es el Amado
y nada sin el Amado es el contemplador.
38. Por
el ofrecerse absoluto del Amado -que
mueve al contemplador a un ofrecimiento cada vez más crecido- se le regala el
milagro de la comunión a quien nada merece ni debiera aspirar.
39. Contemplar
es lanzarse a los brazos del Amado, reconociendo su absolutez, a la vez que reconociendo la inabsolutez absoluta del contemplador sin el Amado.
40. Reconociendo e implorando, suplicando amor,
mendigando misericordia, contemplar es dejarse regalar la comunión gratuita con
Aquel a quien no mueve más que la gratuidad.
41. Contemplar
es experimentar el más grande milagro de misericordia.
42. Contemplar
es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por
entero a otro, al Amado.
43. El
contemplador, ya encaminado al encuentro unitivo profundo, no quiere otra cosa
que moverse, vivir y existir en el amor de su Amado, depender de Él.
44. Contempla
quien quiere darse todo por entero a su Amado, lograr que todo le pertenezca a
Él y nada ya se reserve a uno mismo. Llegar a ser totalmente y sin reserva del
Amado Jesús.
45. Ser
cristiano es algo simple pero que a la vez reclama jugarse toda la vida. Ser
cristiano es ir haciéndose semejanza de Cristo, dejarse disminuir para que Él
crezca, morir en su muerte y que Él viva en uno. Y esto es contemplar.
46. La
contemplación auténtica moviliza una real y concreta transformación de la vida
para pertenecerle al Amado.
47. Contemplar
es entonces pertenecer al Amado, devolverse en amor a quien en amor todo entero
se nos ofrece.
48. Contemplar
es andar en amor.
49. Contemplar
es un andar vagabundo tras de amor como quien nacido de lo alto escucha aquel
viento que sopla donde quiere, sin saber de dónde viene ni a dónde va.
50. Contemplar
es un andar herido de amor, que inflamado por ardores indescriptibles que le
llegan de más allá de sí, se ve animado, impulsado y llevado.
51. Contemplar
es un andar enloquecido de amor.
52. Este
andar en amor encendido e incendiado que es la contemplación, va engendrando
amor por donde pasa.
53. Por
su testimonio de andar en amor, el Señor va regalando a otros, el enamoramiento
de amor que ya ha infundido en el contemplador.
54. El
contemplativo anda en amor, provocando el llamado a vivir y andar en amor del
Amado.
55. Este
andar en amor encuentra su vocación en darse más a su Amado para que su Amado
lo convierta en rostro y presencia viva de su amor para el mundo.
56. Contemplar
es andar en amor provocando amor por un amor tan encendido.
57. Contemplar
es entrelazar la vida con la Vida del Amado.
58. Amadores,
el Señor y el contemplador, que se buscan y se encuentran y se unen.
59. Se
van entrelazando, entretejiendo estos dos bien distintos y por la gracia de uno
van alcanzando la unidad y la armonía en el amor.
60. La
vida del contemplativo va siendo transformada a imagen y semejanza de la Vida
Nueva del Amado; imagen y semejanza sembrada desde siempre y desde siempre
llamada a crecer hasta alcanzar la plenitud.
61. La
vida contemplativa se va llenando hasta la excedencia de aquella plenitud
regalada por el amor fecundo del Señor Jesús que se da sin medida.
62. Contemplar
es lanzarse a la fecundidad del amor en el encuentro unitivo con Jesús Amado
que viene y no deja de venir.
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