¿Creemos en un Dios abandonado?

 




¿CREEMOS EN UN DIOS ABANDONADO?


El contexto franciscano


“El Amor no es amado”. A menudo se adjudica esta expresión a San Francisco de Asís, quien predicando fervoroso por el mundo, cual heraldo enamorado del Rey, con lágrimas en los ojos y palabra encendida, simplemente anunciaría este drama: “el Amor no es amado”. Así pondría en conjunción dramática la gratuidad del Amor divino y la cerrazón del corazón humano. Y todo esto lo haría para movernos a amar, para movernos a recibir un tal Amor.

Sabemos sin embargo que esta frase no se encuentra literalmente en sus escritos y que sería un fraile poeta de los orígenes de la Orden quien la acuñaría. Como también percibimos que expresa el espíritu del juglar de Asís. Así el movimiento franciscano la ha hecho suya como leimotiv. Permítanme compartirles un himno en tal sentido que semblantea al Poverello.

 

Fuiste grito enamorado

de la inefable hermosura

de una increíble locura:

Dios en hombre anonadado.

«¡Ay, y el Amor no es amado!»

 

Fuiste del dolor flechado

al mirar la horrible muerte

y el cuerpo sangrado, inerte,

de tu Dios crucificado.

«¡Ay, y el Amor no es amado!»

 

Fuiste tú el anonadado

al alimentar tu vida

con el pan y la bebida

de Jesús sacramentado.

«¡Ay, y el Amor no es amado!»

 

Fuiste voz, ansia, cuidado

de hacer entender a todos

los hombres, de todos modos,

que sólo existe un pecado:

«¡Ay, que el Amor no es amado!»

 

Hoy, ya bienaventurado,

en la familia del cielo,

danos repetir tu anhelo

de ver a Dios siempre amado.

«¡Ah, que el Amor sea amado!»


Por lo pronto, la expresión más cercana la encontramos en San Buenaventura, que escribe en la Leyenda Mayor 9.1:

“¿Quién será capaz de describir la ardiente caridad en que se abrasaba Francisco, el amigo del Esposo? Todo él parecía impregnado  - como un carbón encendido -  de la llama del amor divino. Con sólo oír la expresión ‘amor de Dios’, al momento se sentía estremecido, excitado, inflamado, cual si con el plectro del sonido exterior hubiera sido pulsada la cuerda interior de su corazón. Afirmaba ser una noble prodigalidad ofrecer tal censo de amor a cambio de las limosnas y que son muy necios cuantos lo cotizan menos que el dinero, puesto que el imponderable precio del amor de Dios basta para adquirir el reino de los cielos y porque mucho ha de ser amado el amor de Aquel que tanto nos amó.

 

En el contexto de esta experiencia espiritual hace años he escrito una meditación para unos ejercicios espirituales. Hoy vuelvo a ella y se las comparto como cierre de estas contemplaciones teologales en tiempo de crisis. Ojalá la pascua de la pandemia nos conduzca a “amar más al Amor”.

 

El término “Abandono”

 

En sentido negativo habla de la ruptura de una relación, de un quiebre en la Alianza, de una deserción del vínculo y hasta de una traición.

En sentido positivo dice un acto de fe profundo, ponerse en las manos del otro, confiarse enteramente a otro, como un saltar al vacío sin red.

El “abandono” en este último sentido solo puede sostenerse desde el amor, desde una experiencia profunda de ser amado y de amar con confianza absoluta.

En la vida espiritual la actitud del abandono pone en juego hasta el extremo las virtudes teologales: creer en Dios, esperar en Dios y amar a Dios.

¿Cómo hacer crecer el amor para que podamos abandonarnos a Dios? ¿Cómo hacer crecer el amor para que como un amante que se abandona en el Amado que lo ama podamos creer y esperar absolutamente todo en Dios?

El primer paso será siempre contemplar el Amor infinito y gratuito de Dios.

 

El abandono de Dios

 

¿Creemos en un Dios abandonado?

Si pensáramos al responder en el sentido negativo claramente diríamos que sí. El hombre se ha apartado de Dios desde Adán en los comienzos. Al pueblo elegido, Israel, se le hace el reproche de quebrantar la Alianza y abandonar a su Dios por otros dioses innumerables veces. Una rápida mirada a la cultura actual podría titularse el abandono o el olvido de Dios. Los santos con su vida reformada le han señalado proféticamente a la Iglesia que ha abandonado o decaído en su fidelidad al Evangelio. Nosotros mismos podemos reconocernos como quienes hemos abandonado a Dios en algunos períodos de nuestra vida.

Y si es así… ¿Por qué seguir a un Dios al que tantos dejan de lado? Si el abandono y olvido de Dios siguieran creciendo en nuestra cultura y cada vez más fuésemos una minoría incomprendida y perseguida… ¿cómo podríamos sostenernos en la fe? Si en la Iglesia siguen creciendo las deserciones (de los jóvenes, de los matrimonios, de las familias)… ¿qué será de nosotros?, ¿seremos perseverantes?, ¿tendrá continuidad la fe?

Para seguir a un Dios abandonado, aparentemente derrotado y dejado a un lado, hay que estar muy convencido.

En mi retiro espiritual de ordenación sacerdotal, el predicador nos preguntó: ¿Si fueses el último cristiano que queda en el mundo, Dios podría contar contigo para que empezara de nuevo la Iglesia?

¿Seguimos a un Dios abandonado?

Pero si la pregunta fuese en sentido positivo todo cambia. ¿Dios se ha abandonado? ¿Dios se ha puesto en las manos de otro?

Dios desde el comienzo de la creación se ha puesto en las manos del hombre, se ha abandonado al hombre. Si esto es así podemos contemplar el inmenso amor de Dios, que pudiéndolo todo y sin necesitar de nosotros, nos ama hasta el abandono de sí mismo. ¡Impresionante misterio de amor que rompe todas mis estructuras de comprensión y expectativas! ¡Dios decididamente está loco, está loco de amor por mí, por todo hombre!

Así lo contemplo al crear al Adán libre y capaz de rechazarlo. Dios se ha sometido humildemente a la aceptación del hombre. Porque lo ha creado para el amor y la comunión lo ha hecho libre, capaz de decidir, y se ha arriesgado Dios a no ser amado, a no ser elegido.

Así lo contemplo al elegir al pueblo de Israel. Lo ha formado casi de la nada, lo ha rescatado de una vida errante de insignificantes pastores sin lugar fijo y le ha dado una alianza, una tierra, un rey, un templo. Y al dotarlo Dios porque lo amaba se ha abandonado de nuevo… ¿repetirá el pecado del antiguo Adán o será un hombre nuevo?, ¿no se olvidará de todo lo que ha recibido y enceguecido por la soberbia del poder querrá ser un dios? Mejor le hubiese dejado en la nada de donde lo sacó, pobre y frágil, dependiente, cautivo de su ayuda. Pero Dios nos ama y no quiere títeres, ni clientes. El Dios Amante busca amantes. Por eso nos eleva para que alcancemos algo de su altura y queda sometido a los caprichos de nuestro amor inmaduro.

Así lo contemplo en la historia profética de Oseas, llamado a desposarse con una prostituta; un símbolo sin igual. La alianza nupcial –ese contrato entre dos partes- se sostiene solo por la fidelidad del profeta que ama a esa mujer prostituida que una y otra vez lo engaña y le abandona. Israel, la Iglesia, la humanidad entera somos esa mujer. La Alianza no depende mayormente de nosotros, se sostiene unilateralmente por la fidelidad del amor del Dios Esposo que nos elige a sabiendas de nuestra inclinación a traicionarlo. Ese amor fiel nos rescata de la miseria de nuestra prostitución.

Podríamos seguir con los ejemplos pero no nos alcanzaría la tinta para contemplarlos todos. No solo es novedoso sino decididamente transformador contemplar la Escritura desde la óptica del Dios entregado por amor. Dios siempre se ha abandonado humildemente por el amor en las manos del hombre. Y nos hace eco en toda su dimensión la frase de San Pablo: “Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro” (2 Cor 4,7).

¿Cómo hacer crecer el amor para que podamos abandonarnos a Dios?

Jesucristo es la máxima expresión del abandono de Dios.

Miremos el Pesebre en el silencio de la noche, casi en el anonimato. El creador del universo no tiene posada donde hospedarse. El Rey de reyes tiene la más pobre e insignificante de las cortes: un grupo de humildes pastores indoctos y sin ningún poder, unos sabios que andan a tientas -casi como ciegos- guiados por las estrellas porque no poseían la sabiduría de Israel y un grupo de ángeles invisibles a la mirada sin fe. El Pesebre es un verdadero preludio de la Cruz: nos habla del abandono positivo de Dios en las manos del hombre y del abandono negativo del hombre que no lo recibe y lo rechaza. “Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8,9).

Ni hablar de la Cruz. ¿Por qué decimos que no hay sufrimiento más grande que el de Jesús? Quien es todo amor y misericordia, el enteramente bueno que hace siempre el bien es traicionado y asesinado. El Amante que se abandona es abandonado. Ahora entiendo bien la expresión de San Juan al adentrarse en el relato de la pasión: “Sabiendo Jesús que llegaba la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Y Jesús estuvo siempre claro: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). Al contemplar a quien es la Vida sometido a la muerte, al contemplar que aquellos a quienes ha dado Vida ahora le quitan la propia se ilumina mejor el clamor de Cristo con los brazos abiertos, abandonado, disponible, puesto en nuestras manos y en las del Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46); y también “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46).

Y nos ha dejado el memorial de su abandono amoroso en la Eucaristía. ¿Te has puesto a pensar que Dios verdaderamente está entre tus manos? Esa humilde hostia tan delgada y frágil podría ser triturada por tus manos cuando quisieras. Dios está en tu mano y tú hombre puedes elegir: triturarlo o recibirlo, echarlo por tierra o llevarlo a tu interior. ¡Así de inmenso es el abandono de Dios!

Finalmente cuando contemplo el episodio de Getsemaní comprendo el drama del abandono de Dios. Me atrevo a ponerlo en palabras mías seguramente tan lejanas de las de Cristo: Por amar y respetar tanto al hombre Padre, ¿dejarás que tu Hijo amado, el único fiel y abandonado a Ti, pase por el sufrimiento y la muerte y parezca abandonado por Ti? ¿No podríamos hacerlo de otro modo? Pero la modalidad del amor es la del abandono y el Hijo que ha emprendido esta aventura de abandono junto al Padre desde toda la creación se levanta resueltamente a llevar hasta el extremo el plan de la comunión, el proyecto de la Alianza. Para rescatar a la esposa prostituida es necesario que el Esposo fiel se entregue enteramente a ella hasta dar su vida. El corazón egoísta y endurecido del hombre solo podrá ser salvado por la abundancia del amor de Dios, por ese amor desinteresado y gratuito que ama a pesar de todo rechazo y traición, un amor sin reservas que no se guarda nada. Sólo un amor tan grande podrá revertir el pecado y provocar una respuesta. “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42).

¿Y qué diremos del abandono del Padre? Tras esta meditación cobra un más profundo sentido la expresión de Jesús en el cuarto evangelio: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16).

Tomar conciencia de este abandono de Dios hizo exclamar a San Pablo: “Me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20).

Al contemplar este abandono de Dios, su amor desinteresado y gratuito por el hombre, sigo insistiendo: Dios está loco, está loco de amor. Y la verdad es que no encuentro un mejor motor para hacer crecer el amor de abandono en mí y en ti que el de dejarnos cautivar y seducir, asombrar e impactar por el Dios que se abandona por amor a nosotros.

 

Una última palabra sobre la Eucaristía

 

Les regalo finalmente esta palabra santa de Francisco de Asís a sus hermanos en la llamada Carta a toda la Orden. Bajo su sombra amparadora ha crecido tanto mi vocación sacerdotal como mi respuesta cristiana en la pascua de la pandemia.

 

“¡Oh celsitud admirable, condescendencia asombrosa! ¡Oh sublime humildad! ¡Oh humilde sublimidad, que el Señor del mundo universo, Dios e Hijo de Dios, se humilla hasta el punto de esconderse, para nuestra salvación, bajo una pequeña forma de pan! Mirad hermanos, la humildad de Dios y derramad ante Él vuestros corazones (Sal 61,9); humillaos también vosotros, para ser enaltecido por El (cf. IPe 5,6; Sant 4,10). En conclusión: nada de vosotros retengáis para vosotros mismos para que enteros os reciba el que todo entero se os entrega.”

 

 

Oleada de dolor quemante. Poesía escondida

 


"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)



Oleada de dolor quemante

Que asciende interminable

Dejándolo todo a oscuras

Y que tras breve permanencia

Desoculta

La Luz imperceptible

Que el amor

        Tras de sí lleva

Y que no ve ni toca

Mas por la fe prueba

                                  Y sabe tan radiante

          Y caudalosa

Y que la deja derramada

   Y tan sujeta

En tinieblas de paz y de consuelo

Y así llagada

         En su vibrante herida

 

Vivir es para mí. Poesía escondida

 



"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)



Vivir es para mí

Aceptar pasar oscuro

Sin ninguna luz

Sabiendo que es verdad

Que habito la oscuridad más honda

Pero una oscuridad resplandeciente

 

Estoy hablando de la noche

Quien lo vive

                      Así lo entiende

          Y nadie más

 

Tres heridas. Poesía escondida

 



"Cantar de amadores, Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


Herida que profiere

                                Herida proferida

Comunicación total

       Y hay otra Herida

 

El que tenga al amor

          De seguro lo tiene

    En Tres Heridas

 

Hiriéndote una en una

Las Tres te hieren

    Como si Una sola

 

La palma recibe

La mirada cautiva

La llama enciende

 

Y te hieren las Tres

Que en Tres son Una

        Como Tres distintas

 

El que tenga al amor

          De seguro lo tiene

    En Tres Heridas

 

Herida que profiere

                                Herida proferida

Comunicación total

       Y hay otra Herida

 

"Él me hizo entrar en la bodega." Cantar de los cantares



"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


“Él me hizo entrar en la bodega y enarboló sobre mí la insignia del Amor.” (2,4)

 

            ¡Oh, qué herida dulce y suave, profunda y quemante, extenuante que desmaya, inflamante oscura! ¿Quién podría explicar este suceso, ponerle palabras a este acción original y preciosa del Dios del Amor?

¡Oh, si apenas recuerdo este regalo, que me ha hecho algunas veces, la respiración del alma se agita y el corazón se acelera;  exhalo amoroso deseo! Porque me hizo entrar en la bodega, donde a oscuras en la intimidad, me dio el vino de su Ser y me embriagó de amor. Enarboló sobre mí su insignia y me hizo suyo, ya que el corazón del hombre desea entregársele por completo pero es débil para actuar su deseo, y Él que es todo Misericordia adelantándose, se compadece y lo toma.

¡Oh dichosa bodega guardada en el fondo más hondo del alma! Allí mete el Señor a su amador para que reciba destellos de unión, y aunque sólo destellos, incomparables, inimaginables e indecibles. Así algún día habitará en ella alcanzando el grado de unión más alta.

Pero ¿cómo es esto de que la bodega está en el alma y el alma es metida en la bodega?  No sabría cómo explicar lo que comprendo sin comprender: que el alma Dios habita y el alma es llevada allí para ser introducida como en el seno de Dios. Tras vivirlo, sabiendo que estaba en Dios sin saber cómo, me ha ido brotando la certeza de haber participado de algún modo de la Vida Trinitaria. Y este modo sé que puede ser más subido en esta vida, aunque este saber tampoco sé cómo ni de dónde me viene a no ser de Dios que llama. Así espero alcanzar un habitar más duradero en la bodega, de acuerdo al Señor y su querer. Pero ahora me parece que quien saborea este amor que se ofrece en la bodega, este amor insignia enarbolado, saborea un amor en tres heridas.

Y el corazón resuena tras este acercamiento al seno Trinitario:

 

            Herida que profiere, Herida proferida,

            comunicación total y hay otra Herida.

            El que tenga al Amor de seguro lo tiene

            en Tres Heridas.

 


"Yo me senté a su sombra tan deseada." Cantar de los cantares



"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)



“Yo me senté a su sombra tan deseada y su fruto es dulce a mi paladar.” (2,3b)

 

            El alma ya salida de sí, existencialmente deseosa de vivir descentrada en sí misma; a su vez padece terriblemente el reflujo del sólo-yo que desea imponerse y desterrar al Amado que le ha ganado el corazón y tomado por asalto su dominio. Esa alma sufre el descentramiento tan deseado, aún no alcanzado por completo y que la tiene retenida para la unión esponsal. Esa alma en tensión sólo encuentra reposo en el encuentro con Él.

El Amado es ese árbol frondoso que arroja sombra que ampara y refugia, bajo la cual sentarse a descansar y experimentarse el alma inquebrantablemente segura. Y el árbol le regala sus frutos sabrosos al paladar que la reconfortan y revitalizan. Y esta alma encaminada a una unión más duradera, aún experimentando como el Señor trabaja para vaciarla completamente de sí, envuelta por dura noche, exclama su necesidad de ser visitada para no sucumbir.

¡Sé tu Amado mi refugio y mi amparo! ¡Socórreme cuando desfallezco! ¡Dame de comer y de beber de lo tuyo! Así grita esta alma y el Señor que la ama la visita con su inefable presencia y la alimenta con su gracia. ¡Oh, qué seguridad experimenta quien descansa en el mismísimo Señor del universo!

 


"Mi nardo exhala su perfume." Cantar de los cantares

 



"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)



“Mientras el rey está en su diván, mi nardo exhala su perfume. Mi amado es para mí como una bolsita de mirra que descansa entre mis pechos.” (1,12-13)

 


            Cuando el Señor revela al alma su presencia reposada y tranquila en lo más hondo de ella, no puede menos que exhalar su perfume más original: su referencia absoluta al Amado, el reconocimiento cándido de su dependencia creatural. Y perfume de amor con Perfume de Amor es pagado. El Amado como bolsita de mirra, como escondido secreto que bulle, se expande y se derrama en el centro del alma, se le ofrece, se le da, se le regala. ¡Oh, sí, el alma lleva en su centro la habitación del tesoro de donde brotan mercedes y florecen regalos que la tornan más semejante a su Amado! ¡Oh, olorosa Presencia, que tanto bien me haces, úngeme con tu néctar y sáciame de Ti, ya no quiero más vivir en mí sin Ti pues eres sólo Tú ya mi vivir! ¡Oh, Señor, escondido en lo secreto de mí, trueca el episodio, que quede yo escondido en lo secreto de Ti!

 

 

Apreciar el tamaño de la Cruz, amar y caminar hacia delante. Florecillas de contemplación

 



"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)

                                                            

                                              Apreciar el tamaño de la Cruz,

amar y caminar hacia delante

 

 

El camino del cristiano es un camino de cruz hacia la Cruz. No es amor un amor incapaz de cruz. Y la cruz aparece siempre en uno mismo, en los otros y en el mundo. Asociada solo con la prueba, la amargura, el dolor, la injusticia, el desamparo y el fracaso, en fin, sólo con la muerte pierde su verdadero valor y fuerza. En cambio, sin negar aquello, alcanza su plenitud sumándole su ser posibilitante del crecer, de la felicidad auténtica, del gozo, de la redención, del abrazo fraterno, de la victoria de la resurrección, es decir, de la Vida. Pero ante el peso contundente de cada cruz que nos toca cargar, peso que aplasta y como afilada daga traspasa el alma entera: ¿quién nos puede hacer capaces de mirarla con ojos de posibilidad, de recibirla agradecidos, de llevarla con alegría? Indudablemente el Señor Jesús, aquel que cargó con su Cruz todas las cruces de la humanidad y de la historia. Mirándolo a Él se nos regala una mirada nueva. Su Espíritu nos muestra dulcemente el tamaño de nuestra cruz revelándonos también su posibilidad salvífica y nos introduce en el conocimiento interior de la magnitud de la Cruz del Amado. Lo amargo se nos torna sabroso inflamados por su amor. Amar la Cruz, amar a los crucificados que hay en ella es lo que hizo Jesús y lo que nos enseña. Elevar nuestra cruz a la Cruz de Jesús que eleva toda cruz al Padre para que Él derrame abundantemente el don de la resurrección. Por eso el verdadero contemplador, es decir, el verdadero amador del Amado, toma su cruz y lo sigue, camina hacia delante, seguro, confiado, lanzado a los brazos del Padre. Y no solo su cruz sino tantas cruces de otros que no saben, no pueden o no quieren cargarlas; las toma y las lleva por ellos. Sucede que en la cruz amanece esplendoroso el rostro del Esposo y el contemplador le busca en desposorio abrazándolo enloquecido y errante por el mundo. El misterio de iniquidad que hace despuntar la cruz sólo se redime con amor. Así lo vivió Jesús. Así quiero vivirlo yo.

 

 

 

 


Escóndeme en lo escondido. Florecillas de contemplación




"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


                                            Escóndeme en lo escondido

 

El verdadero contemplador ha gustado del Dios escondido. Tras la primera noche del alma se ha encontrado con Aquel que tanto sobrepasa resultando inasible, en huida, escondido frente a su inteligencia y sus afectos. Vive el momento negativo donde nada de lo que diga de él alcanza y el momento superlativo donde Dios es más y siempre más de lo que de Él se puede afirmar. Dios es la nada y  Dios es el todo. Un Dios escondido que solo puede abrazar con el nuevo sentido interior que le ha sido regalado. Y avanzando hacia quien se le dona lo contempla, es decir lo ama y es amado en lo escondido de Encarnación, Eucaristía y Cruz.

Mirando con mirada cautivada este bendito Espejo, atraído todo él con fuerza irresistible a la comunión, no puede menos que suplicar con dulzura ser escondido en él. Escondido tras el escondido quiere vivir para que desapareciendo él brille el Amado. Y quiere esconderse justamente allí donde el Dios escondido más se anonada: tras Encarnación, Eucaristía y Cruz.

El verdadero contemplador suele pasar ante los ojos del mundo como un torpe, loco o ciego. Es que por amor busca ser pobre para abrazarse enteramente al plenamente Pobre. Unido a esta pobreza que enriquece deja escondidos en la intimidad los favores y se esfuerza por sacar a luz a Dios en las obras desapareciendo lo más posible, obrando también en lo escondido. Sólo en lo escondido, donde el Padre únicamente ve, el amor fecunda y fructifica.

La mayoría de los hombres no se encuentran en profundidad con Dios porque lo buscan donde él no destella. La lógica de la Encarnación, de la Eucaristía y de la Cruz va a contramano de la lógica del endiosamiento, de la autoafirmación negadora de lo diferente y del poder que nos empuja desde la raíz de pecado que vive en nosotros. El Dios que vino entre nosotros asumiendo plenamente la humanidad y la historia eligió pararse en el reverso de nuestro hacer humanidad y hacer historia y desde allí, desde lo escondido, sumergido en lo más profundo de nuestras tinieblas hizo brillar su luz que dispersa oscuridades. Esconderse en lo escondido es pararse junto al Amado y ser testigo y cooperador de su amor que salva.

El camino del santo es el camino de la locura, que no es otra que la locura de amor de Jesús, el Señor.

 


Crecer hasta la altura del amor regalado. Florecillas de contemplación






"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019) 



Crecer hasta la altura

del amor regalado

 

Dura pero ineludible exigencia es ésta para un camino de verdadera contemplación. Para andar en la noche alcanzando siempre nuevas terrazas en dirección a la cumbre es necesario caminar con paso firme, es decir, experimentando bajo los pies desnudos la rudeza de las rocas, la aspereza de los arbustos, el aguijonear de las espinas y cuanto más se asciende el dolor quemante de la escarcha. Figuras estas de las numerosas dificultades que hallamos a la hora de poner en obra tanto amor que se nos regala.

A la gracia hay que aceptarla, algo así como atar a ella la naturaleza para que la recree. Y a las mercedes se las atesora devolviéndoselas al Amado por el canal de las criaturas. El amor del Señor no solo nos invita a devolverle amor a Él sino que nos exige amarlo en todo lo que es obra suya, reconocerlo allí y allí abrazarlo. No progresa en el amor a Dios quien no progresa en el amor a los hermanos humanos, a todos los hermanos de la naturaleza, al hermano universo. Atar la gracia es desatarla, devolver gratis lo que gratis se nos da. Dejarse recrear es dejarse atravesar. La transformación comienza por la recepción del don y sigue por su devolución multiplicadora. Atesorar es desnudarse.

Por eso cada vez que recogido en la interior morada recibo amor nuevo y quemante del Señor sé que no es un final sino un nuevo inicio del trabajo de conversión, siempre continuo, nunca acabado. Me aferro entonces a la gracia regalada y poniéndola delante de mis ojos intento mirar la vida a través de ella. Muchas veces la aparto y la rechazo. Entonces me detengo en el amor y el Amado Misericordioso me acaricia y al acariciarme me invita a seguir andando, reanimando en mí el deseo del desposorio consigo y a la vez firme y suavemente, con esa misma caricia, me corrige y me reprende por mi negligencia. ¡Experimentarse avergonzada ante la mirada cariñosa del Señor, detenida en el amor, reaviva en el alma el sendero de la penitencia! Y entre lágrimas y no pocos dolores lucha y pone todas sus fuerzas en crecer con obras hasta la altura del amor que el Señor le regala.

¡Ojala algún día por algún momento la altura de ese amor que anima y exige sea la altura de la concordia amorosa con todos por amor al Amado! De poner en obra tanto amor habré crecido con la ayuda generosa de la gracia hasta la altura del amor de Jesús en la Cruz. Entonces exultaré y cantaré lleno de gozo al verme desposado en la Cruz, crucificado junto a mi Amado, uno solo con Él.

 

En la interior morada Tú eres el fuego que abraza y abriga. Florecillas de contemplación








"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


En la interior morada

Tú eres el fuego

que abraza y abriga

 

En el centro profundísimo de mi alma, lugar escondido y resguardado, el Señor me ama. Y su amor es percibido por mí como un amor siempre más crecido y nuevo, más exigente y aguzado, más acariciante y suave. A esta interior morada me retiro cargando mis desvelos y contemplando el espejo donde Encarnación, Eucaristía y Cruz brillan retorno transformado; despejando algo en el rostro mío del Rostro del Amado. Es que allí con su fuego me abraza y toda soledad y todo mal se esfuman. Es que allí con su fuego me abriga y el frío de la noche de esta tierra da paso al cálido clima de cielo que él me trae.

¡Gracias, Señor, por tanto cuidado! ¿Con qué pagaré tanta vigilia tuya? ¿Con qué pagaré, Amado mío, tanto amor pródigamente regalado? Ya sé que es gratuito pero quiero devolverte algo y para hacerlo te devuelvo mi vida, esta vida que no es mía sino tuya y que ahora libre y alegremente no retengo y reconduzco a Ti. ¿O no es tema de amadores darse uno a otro sin medida para ya no ser dos sino uno solo? Si Tú, el Altísimo, me recibes a mí, el bajísimo: ¿cómo no he de aceptar tan increíble acogida? En la interior morada que juntos habitamos tú eres y serás siempre el fuego que llameando, ardiendo y quemando me da vida.

 


A tanto amor se paga con desprecio y a tanto abandono de le deja abandonado. Florecillas de contemplación





"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación. (2019)



 A tanto amor se paga con desprecio

y a tanto abandono se le deja abandonado

 

Lo veo en mí y lo veo en las gentes. ¡Que mal tan terrible es éste! Mal de males y desprecio de todo bien es dejarle a Cristo solo en su amoroso sacrificio. Por eso el alma encendida y esclarecida en amor quiere desterrar este mal que late en sus dominios, esta inclinación perversa que la pierde. Por eso gime y solloza viéndolo al Amado tan solo y al mundo tan indiferente. ¡Gran desastre es que el Amor no sea amado! ¿A quién se amará entonces? El hombre se vuelca todo sobre sí mismo y se endiosa y hace la guerra a sus hermanos. ¡Haz de mi vida, Señor, un único grito suave y cálido que anuncie donde quieras que tu amor debe ser amado y tu abandono recibido y devuelto a Ti en abandono! ¡Que no quede en mí, Señor, tanto Amor tuyo abandonado!


Unión de amadores. Sobre el inicio de la contemplación






"Cantar de amadores. Sobre el incio de la contemplación." (2019)

 

Contemplar es entrelazar la vida con la Vida del Amado.

 

Entrelazándonos, amadores,

cantamos la vida de a dos;

vida que será Vida Nueva

fecundada en amor.

 

Jesús, sos mi amador.

Jesús, soy tu amador.

 

           

Contemplar es entrelazar la vida con la Vida del Amado.

            Amadores, el Señor y el contemplador, que se buscan y se encuentran y se unen. Se van entrelazando, entretejiendo estos dos bien distintos y por la gracia de uno van alcanzando la unidad y la armonía en el amor. Así la vida del contemplador va siendo transformada a imagen y semejanza de la Vida Nueva del Amado; imagen y semejanza sembrada desde siempre y desde siempre llamada a crecer hasta alcanzar la plenitud. Plenitud regalada por el amor fecundo del Señor Jesús que se da sin medida.

            Contemplar es lanzarse a la fecundidad del amor en el encuentro unitivo con Jesús Amado que viene y no deja de venir.

 

Andar y provocar. Sobre el inicio de la contemplación





"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)

 

Contemplar es andar en amor.


 

El que en amor anda transido

en amor se halla vagando

y en amor se encuentra herido

por ardores inflamado.

 

El que en amor vive encendido

en amor anda engendrando

y tras amor va peregrino

en todo sitio enamorando.

 

Quiera el alma venturosa

darse más a su Señor

para así ser en el mundo

rostro del amor.

 

           


Contemplar es andar en amor.

            Un andar en amor que es andar transido por la angustia de no contar con ese amor; angustia suave y profunda, dulce y dolorosa que pone al alma en espera constante y en continua súplica de amor. Un andar vagabundo tras de amor como quien nacido de lo alto escucha aquel viento que sopla donde quiere, sin saber de dónde viene ni a dónde va. Un andar herido de amor que inflamado por ardores indescriptibles que le llegan de más allá de sí se ve animado, impulsado y llevado. Un andar enloquecido de amor.

            Y este andar en amor encendido e incendiado va engendrando amor por donde pasa. En su peregrinar tras el amor se ve llevado a dónde el amor del Amado no está presente y se ve invitado a contagiarlo, a ofrecerlo, a darlo. Por su testimonio de andar en amor el Señor va regalando a otros el enamoramiento de amor que ya ha infundido en el contemplador. Así anda en amor provocando el llamado a vivir y andar en amor del Amado.

            Y así este andar en amor encuentra su vocación en darse más a su Amado para que su Amado lo convierta en rostro y presencia viva de su amor para el mundo.

            Contemplar es andar en amor provocando amor por un amor tan encendido.


Pertenencia y renuncia. Sobre el inicio de la contemplación






"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


Contemplar es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por entero a otro, al Amado.

 


Toda la vida en amor vivir

abrazándote, respirándote,

bebiendo de tu limpia fuente

el agua clara de eternidad.

 

Toda la vida en amor vivir

escuchándote, recibiéndote,

aferrándome a tu suave voz

y conformándome a tu voluntad.

 

Toda la vida en amor vivir

esperándote, anhelándote,

siguiendo tus cálidas huellas,

ir por detrás de tu caminar.

 

Que todo te pertenezca a Ti,

todito a Ti, Jesús.

 

           


Contemplar es un camino de renuncia a toda propiedad sobre uno mismo para pertenecerle por entero a otro, al Amado.

         El contemplador, ya encaminado al encuentro unitivo profundo, no quiere otra cosa que moverse, vivir y existir en el amor de su Amado, depender de Él. Y en el encuentro de amor el Señor Jesús le da a beber del agua clara de eternidad, el Espíritu Santo, que le anima a entregarse más y más. Así el contemplador busca con mayor amplitud darle todo a su Amado, lograr que todo le pertenezca a Él y nada ya a sí mismo. Ser todo él del Amado Jesús.

            Y esta pertenencia se traduce en la conquista de una actitud fundamental para el crecimiento contemplativo: tener la atención cada vez más fija, más permanentemente centrada en el Amado. El contemplador busca pertenecerle ampliando su capacidad de escucha y acogida, aferrándose más a la voz del Amado -que es Camino, Verdad y Vida- desechando cada vez más la propia voluntad para en amoroso abandono conformarse a la voluntad de su Señor, única voluntad que sana, libera y plenifica.

            Ser cristiano es algo simple pero que a la vez reclama jugarse toda la vida. Ser cristiano es ir haciéndose semejanza de Cristo, dejarse disminuir para que Él crezca, morir en su muerte y que él viva en uno. Por eso la contemplación auténtica moviliza una real y concreta transformación de la vida para pertenecerle al Amado. Pertenencia que busca en la fidelidad que se ofrece y por la inmensa ayuda de la gracia alcanzar absolutez: “ser como otro Cristo”.

            Y así, siempre más enamorado, y no queriendo pertenecer a sí sino a la voluntad tiernísima del Señor seguirlo donde sea, ir tras de sus huellas alegremente. Caminar detrás de Jesús Maestro y no querer ocupar otro lugar más que el que le corresponde, el justo lugar, el lugar de discípulo.

            Contemplar es entonces pertenecer al Amado, devolverse en amor a quien en amor todo entero se nos ofrece.


Cubrir con tu amor en mi el dolor del mundo. Florecillas de contemplación

 







"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


Cubrir con tu amor en mí

el dolor del mundo

 

¡Cuántos varones y mujeres han deseado subir a la Cruz del Amado y crucificados con Él hacer lo que Él! Y a muchos se les ha concedido tan alto favor. Yo también anhelo ser digno de sufrir con Él y de cargar sobre mí los dolores del mundo para cubrirlos por entero con su amor.

Pero esta locura de amor sólo es alcanzable desde una total desapropiación, desde un abandono sin medida. ¡Cuántas quejas todavía llevo de mis propios sufrimientos! ¿Cuándo, Señor, alcanzaré una fe inconmovible en Ti y viviré todo como regalo? ¿Cuándo alcanzaré una fe, atravesada por certeza de amor, fundada en tu Sacrificio de una vez y para siempre? ¿Cuándo mis dolores se transformarán en gozo por poder padecer contigo y se alegrará mi corazón por unirme a tu Pasión?

Pocos son mis hermanos aún. Por pocos daría la vida. ¿Cuándo mi corazón cederá y se desbordará? ¿Cuándo será como corriente intensa que brota de la fuente inagotable de tu amor gratuito y universal? ¿Cuándo miraré al mundo con tus ojos? ¿Cuándo abrazaré a todos sin dejar ninguno fuera?

El camino largo, estrecho y riguroso es ahondar en tu Cruz. Esa Cruz desde donde tanto me amas y que provoca en mí aún salvajes resistencias y negativas. El camino es contemplar tu Pasión y Cruz y llegar a padecer y ser crucificado yo contigo por amor a Ti.

¡Transforma todo mi ser en la noche de tu Pasión y Cruz para que ya no viva yo sino que Tú vivas en mí! ¡Arráncame de mí en mí y poniéndome todo en Ti sea como un reflejo de Ti para los que tanto amas! ¡Aumenta mi amor hacia tu Amor!


Contraste y gratuidad. Sobre el inicio de la contemplación




"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


 Contemplar es unión de contrastes; admirada experiencia de la disparidad y la desproporción.

 

 

En el ocaso y en la aurora

la noche y el día,

la oscuridad y la luz

juegan con delicadeza

a aparecer y desaparecer.

 

Así es el amor con mi Señor,

un juego unitivo de contrastes,

Él todo y yo nada,

Amor mediante.

 

Nada de mí es Él

y nada de Él soy yo.

Barro y cielo, diamante y carbón

rompiendo la tela, buscando comunión.

 

           


Contemplar es unión de contrastes; admirada experiencia de la disparidad y la desproporción.

            Contrastes donde uno es todo y otro es nada, donde uno es luz y otro oscuridad, donde uno es aurora y otro es ocaso, donde uno es día y otro noche. Y bien claro está quien es el Amado y quien el contemplador. Este hombre creado bueno, a imagen de su Creador, caído y herido, regenerado y redimido, también experimenta que frente a Él no es nada, que es lo que es frente a Dios y nada más.  No es su noidad negativa en el sentido de privación, sino positiva en cuanto posibilidad de alabanza agradecida. Su grandeza –que es grandeza donada- es diminuta frente a la más pequeña mostración de Dios, la cual provoca un sagrado reconocimiento de la disparidad. Frente al Dios tres veces Santo que lo elige experimenta una alegre y sanadora dependencia. El Verbo encarnado, hecho hombre, anonadado y abajado por puro amor que busca comunión; el Cristo presente bajo una pequeña forma de pan, bajo el olor y el gusto y el color del vino por amor que engendra comunión; el Hijo clavado en la cruz por amor que salva y abre definitivamente las  puertas de la comunión; ese Dios-Hombre es incalificablemente más grande que el contemplador. Por eso contemplar es como un jugueteo amoroso y delicado, un jugar donde se juega la vida para encontrarse aún en el contraste de lo diferente, para encontrarse aún en la distinta medida del dar y en la diversa apertura del recibir; un juego grave donde lo diferente desde siempre es llamado a la unión. Un llamado a la unión que suena desproporcionado y se agradece.

            Y los contrastantes se buscan para romper la tela y erigir la morada íntima del amor. Dejar que el Amado lo sea todo porque verdaderamente lo es. Dejarse el contemplador ser nada porque verdaderamente lo es. Nada de la nada del contemplador es el Amado y nada sin el Amado es el contemplador. Así se encuentran, amor mediante, y en la diferencia absoluta por el ofrecerse absoluto del Amado  -que mueve al contemplador a un ofrecimiento cada vez más crecido- se le regala el milagro de la comunión a quien nada merece ni debiera aspirar.

            Contemplar es lanzarse a los brazos del Amado, reconociendo su absolutez, reconociendo la inabsolutez  absoluta del contemplador sin el Amado, y así reconociendo e implorando, suplicando amor, mendigando misericordia, dejarse regalar la comunión gratuita de Aquel a quien no mueve más que la gratuidad.

            Contemplar es experimentar el más grande milagro de misericordia.


Espejo y cruz. Sobre el inicio de la contemplación

 



"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)


Contemplar es mirarse en el espejo del Amado.



Espejo que espejea el rostro del sol;

espejo que nutre la llama de amor;

espejo sin mancha, diáfano y puro;

espejo eterno, cruz y elevación.

 

Espejo que seduce con suave cantar;

espejo que abraza y sabe inflamar;

espejo que enamora en la intimidad;

espejo eterno, cruz y transfigurar.

 

Espejo que enriquece al mendigo amor;

espejo que enaltece al hediondo amor;

espejo que reanima al tullido amor;

espejo eterno que despeja reunión.

 

           


Contemplar es mirarse en el espejo del Amado.

            Espejo que brilla más que el sol. Espejo que es sol de salvación. Espejo donde se muestra el rostro Trinitario, la perfecta e infinita comunión de las tres Personas divinas. Espejo donde el rostro de Cristo Señor transparenta el rostro del Padre Dios. Espejo que ilumina y enceguece y abre el panorama al misterio de una comunión indecible. Espejo que invita a la participación y nos regala primicias por el don del Espíritu Santo. ¡Oh Espejo irrechazable!

            Espejo que nutre y alimenta la llama de amor que el Amado encendió en el contemplador. Espejo cristalino y transparente, fuente de todo bien, donde todo es bueno, donde todo está llamado a retornar para ser bueno para siempre.

            Espejo donde puede contemplarse la centralidad de la Cruz, su misterio salvífico, su elevación en la elevación de Cristo, la recapitulación de todo en Él, recapitulación desde el reverso y no desde el anverso de nuestro esperar. Cruz que el Espejo nos devuelve para despejarnos el itinerario del contemplar. No basta ciertamente salir en fuga y buscar la unión. Esta unión no se realiza sino por la Cruz, por el desnudamiento y desapropiación creciente del yo. El contemplar se aborta cuando se queda en el saborear una exquisita experiencia y no se pone en obra. Pasar la vida entera por la Cruz por amor al Amado es verdadera contemplación. La oración contemplativa es un regalo que se nos da para aprender a ver en toda circunstancia y en todo rostro al Amado en Cruz y amarlo allí con todas nuestras fuerzas. Contempla quien ora viviendo y vive orando a los pies del Amado en Cruz.

            Espejo que atrae al contemplador con fuerza irresistible y lo invita a participar del Amor Eterno. Espejo donde la Cruz y el transfigurar se encuentran unidos como misterio y como acción salvífica sobre la historia y sobre el contemplador. Todo será recapitulado en El se muestra como todo será crucificado en El, es decir, todo será transfigurado en El por la puerta estrecha de la Cruz.

            Espejo éste que recoge y recibe el limitado amor del contemplador y en el camino vivo del encuentro -caminado durante toda la vida- lo va haciendo un amor a su medida: lo va ensanchando a la medida de la eternidad, lo va haciendo capaz de lo eterno, lo va preparando para la reunión eterna. Así lo va convirtiendo en espejo para que él también despeje amor. Lo va sacando de mendigar amor a prodigarlo, de ser hediondo a ser aroma de Cristo para el mundo, de estar tullido a caminar con fervor y a llevar en sus brazos a los tullidos. En fin, lo va transformando.

            Contemplar es tener la vista fija en el eterno Espejo de Amor y dejarse modelar a su imagen.


Sometido a todos por amor a Ti. Florecillas de contemplación




"Cantar de amadores. Sobre el inicio de la contemplación." (2019)



Sometido a todos

por amor a Ti

 

Absorto en la Cruz, como metido en ella, escuché estas palabras de labios del Señor Amado. Y rasgó mi corazón la brusca exigencia de su mandato, la profunda renuncia de su invitación. ¿Quién puede hacerse pobre como Dios, que humilde y manso, se hace en el amor atento y sujeto a todos? ¿Quién puede como el Señor Jesús mantenerse en paz, en profunda búsqueda de concordancia con todos, y a la vez marcar con firmeza el camino? ¿Quién puede como él amar a los enemigos? ¿Quién como él puede seguir sembrando amor en tierra estéril hasta hacerla fecunda?

Ante semejante derrotero toco el límite de mis talentos y mis fuerzas. Pero el corazón del atleta quiere seguir la marcha y alcanzar la meta aunque su cuerpo ya no pueda seguir la carrera. ¿Qué mueve el corazón a tan alto morir? ¿Qué atrae al alma a pasar por tan dolorosísima cruz? Sin duda, el desposorio con su Amado.

 

POESÍA DEL ALMA UNIDA 35

  Oh Llama imparable del Espíritu Que lo deja todo en quemazón de Gloria   Oh incendios de Amor Divino Que ascienden poderosos   ...