"Vida y Regla para un Presbiterado Contemplativo" (2021)
4. Confieso que el Espíritu Santo
me mueve a llevar una vida mixta
fundando, sosteniendo y proyectando
el ejercicio ministerial
desde la dimensión contemplativa.
a)
“Confieso que el Espíritu Santo”
“Confieso que el Espíritu Santo” y “bajo el
soplo del Espíritu Santo” son expresiones que enmarcan como una inclusión la
parte más específica del voto hecho a Dios. Al intentar describir a grandes
rasgos un proyecto de presbiterado contemplativo comienzo por reconocer que el
Espíritu Santo me ha inspirado esta forma de vida y que sólo bajo su influjo es
posible.
“Si me aman, guardarán mis mandamientos; y yo
pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para
siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no
le ve ni le conoce. Pero ustedes le conocen, porque mora con ustedes.” (Jn
14,15-17)
“Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará
todo y les recordará todo lo que yo les he dicho.” (Jn 14,26)
“Cuando
venga el Paráclito, que yo les enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la
verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también ustedes
darán testimonio, porque están conmigo desde el principio.” (Jn 15,26-27)
El Espíritu Santo, que habita el templo
interior como una permanente plegaria viva, es el primer “director espiritual”
que mueve, ilumina y conduce. El Espíritu Paráclito me vive invitando a
celebrar la unión con Jesucristo, una comunión de vida cargada de gozo y de
fruto abundante en camino hacia el Padre. Sin el Espíritu, simplemente, no
habría camino.
b)
“Me mueve a llevar una vida mixta”
Esta expresión –más técnica de lo que
parece- es al mismo tiempo el llamado vocacional que sin saberlo me llevó a
transitar por la vida de los frailes franciscanos y un legado de mi formación
religiosa. San Francisco de Asís sin duda llevaba este estilo de vida.
Concretamente los Hermanos Menores y en cierto grado el resto de las Ordenes
Mendicantes, nacieron como nuevas formas de vida consagrada, cultivando esa
mixtura entre la vida contemplativa (en ese momento histórico más identificada
con la experiencia monacal) y la vida apostólica (por entonces expresada en el
ejercicio ministerial de los clérigos seculares).
“Vida mixta” sigue significando para mí
la convicción de que contemplación y apostolado nunca deben separarse, sino que
lo más saludable es que estén uno como imbricado en el otro. Naturalmente me ha
sucedido siempre así. He necesitado la soledad del silencio contemplativo para
escuchar y mirar con Dios y según Él; y allí en ese espacio fecundo de oración
y celebración han nacido todas mis iniciativas apostólicas. A su vez la vida
apostólica siempre me ha depositado frente al Padre, queriendo comprender como
hijo y servidor suyo, los caminos de salvación que Él ya había abierto, la
tierra que ya había arado y la semilla que ya había sembrado, de modo que no
estuviese yo intentando trabajar fuera de la sintonía con Dios.
Y por experiencia creo que el Espíritu
Santo me mueve a cultivar ambas dimensiones –contemplativa y apostólica-, cual
personal camino que me conduce tanto a la unión con Jesucristo Sacerdote como a la unidad de la propia vida y corazón.
“De
madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso a hacer oración.” (Mc 1,35)
“Inmediatamente
obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de él a la otra
orilla, mientras él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió
al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.” (Mt 14,22-23)
“Inmediatamente
obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida,
mientras él despedía a la gente. Después de despedirse de ellos, se fue al
monte a orar.” (Mc 6,45-46)
“Su fama
se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser
curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios,
donde oraba.” (Lc 5,15-16)
“Sucedió
que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la
oración de Dios.” (Lc 6,12)
Como
un dato olvidado y soslayado en la espiritualidad del clero secular, se
encuentra esta dinámica que une contemplación y apostolado, en el propio ejercicio pastoral de Jesucristo.
El Señor –Verbo Encarnado y Salvador Enviado- partía siempre del encuentro cara
a cara con su Padre y, permaneciendo en comunión con Él, volvía siempre como
Hijo a depositar toda la misión en sus manos. Toda su identidad y misión
económica brotan del Padre como su Fuente y retornan a Él como su Patria.
c)
“Fundando, sosteniendo y proyectando el ejercicio
ministerial desde la dimensión contemplativa”
He aquí la expresión más contundente de
mi estilo de vida presbiteral. La vida contemplativa es como el humus fecundo
donde se establece la vocación sacerdotal. Cronológicamente ha sido
estrictamente así en mi historia: primero me fue regalada la vida contemplativa
y luego el ministerio sacerdotal. Durante toda mi formación me he ido
preparando al servicio pastoral gozando ya de una intensa experiencia de
contemplación. Desde entonces hasta hoy la unión con Dios por el amor se ha
constituido en el fundamento y la meta de todo mí vivir.
“Fundar, sostener y proyectar” la
identidad pastoral desde la dimensión contemplativa quiere decir, simplemente,
que nada debiera yo hacer sin partir desde la unión con Dios. Que en medio de la actividad
pastoral debo permanecer en unión con Dios. Que todo el servicio pastoral debe
llevarme a la unión con Dios. Así la oración y la celebración se vuelven el
centro configurativo de la caridad pastoral.
Uno contempla el misterio de Dios como
presbítero y contemplando a Dios puede ser inspirado para el servicio pastoral.
Se parte de la contemplación de Dios y se pone en sus manos la misión
encomendada y concretada en un oficio ministerial. Se realiza el servicio
permaneciendo en su Presencia y se ejecuta contemplando su acción salvadora que
es primero. Uno se dispone a acompañar, favorecer, señalar, discernir y
colaborar con la Gracia. Se trata de una unión con Cristo Sacerdote, con su Padre
y el Espíritu, tendiendo el presbítero a la sinergia, a acompasarse al tiempo y
a los modos del Señor.
Sin desarrollar la vida contemplativa
estaría totalmente perdido, ciego y a tientas, en la tarea pastoral. Sólo unido
al Señor comprendo la identidad-misión de mi participación sacerdotal en el
único Sacerdocio de Cristo.
“Así
pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como
el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los
torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella
no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras
mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su
casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos,
irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.” (Mt 7,24-27)
“Yendo
ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en
su casa. Tenía ella una hermana llamada
María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta
estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te
importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.»
Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas
cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte
buena, que no le será quitada.»” (Lc,10,38-42)
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